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P

ublicado en abril de 2019, dos años después de 

la  llegada  de  Donald Trump  al  poder,  Russell 

Muirhead y Nancy L. Rosenblum defendían en 

su libro 

A lot of people are saying. The new conspira

-

cism and the assault on Democracy

 (Princeton Univ. 

Press) una teoría que ha cobrado actualidad con la 

pandemia: ¿está mutando el fenómeno 

conspiranoico

 

de manera tan radical que ha adquirido características 

estructurales nuevas? Profesores respectivamente del 

Darmouth College y la Universidad de Harvard, estos 

expertos en Ciencias Políticas defienden que sí, que 

en los últimos años el fenómeno ha ido sufriendo una 

profunda transformación que ha dado lugar a un nuevo 

conspiracionismo con características diferenciadas, 

como la aparición de «conspiraciones sin teoría» fren-

te a las clásicas teorías de la conspiración: una suerte 

de nuevo relato que solo busca confundir y entorpecer 

el debate, sin que exista un enemigo claro que lo pro-

voque. La llegada al poder de Donald Trump primero 

—en un contexto de aumento del populismo a nivel 

mundial— y la pandemia de la COVID-19 favorecen 

un escenario, tan propicio como poco habitual, para 

analizar esta hipótesis.

El debate sobre la evolución de la conspiración no 

es nuevo. Autores que en los últimos años se han en-

frentado  al  fenómeno,  como  Jesse  Walker,  Michael 

Barkun, Thomas Milan Konda

1

 o Lance deHaven-

Smith, coinciden en señalar que ni siquiera la irrup-

ción de internet modificó sustancialmente el fenóme

-

no. Los australianos Emma A. Jane y Chris Fleming

2

 

añadían que el incremento de mensajes 

conspiranoi-

cos

 con la aparición de la red ha sido paralelo a la pro-

liferación de las webs que se encargan de combatirlas, 

así que no hay nada nuevo bajo el sol. En definitiva, 

siguen totalmente vigentes las conclusiones del estu-

dio de Josep E. Uscinski y Jospeh M. Parent

3

 sobre 

¿Hacia un nuevo 

conspiracionismo

?

Javier Cavanilles

Periodista

Con la llegada de Trump a la Casa Blanca y su particular manera 

de gobernar, algunos autores apostaron por hablar de un «nuevo 

conspiracionismo», mucho más radical que el anterior y con elementos tan 

novedosos que permite distinguirlo de lo que había hasta la fecha. Esto 

y la llegada del coronavirus son un momento de tensión y de auge de las 

conspiraciones que permiten poner a prueba esa teoría

Según algunos, hay un nuevo conspiracionismo, 

con «conspiraciones sin teoría» frente a las 

clásicas teorías de la conspiración

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la evolución de los mensajes 

conspiranoicos

 que des-

de 1890 hasta 2012 parecen confirmar la tesis de que 

el fenómeno se ha mantenido inmutable a través del 

tiempo.

Frente a este consenso, Murihead y Rosemblum 

plantean que sí hay un «nuevo conspiracionismo» 

y que su principal característica no es su capacidad 

de deslegitimar —ese rasgo inherente a la conspira-

ción— sino que la deslegitimación se ha convertido 

en su verdadero objetivo

4

 y no es, como antes, una 

consecuencia: 

«El nuevo conspiracionismo asegu-

ra haber descubierto odiosos planes contra el orden 

constitucional, la base de la sociedad, los valores na-

cionales y la identidad nacional —pero no con el fin 

de respaldar algún precepto constitucional o cuestión 

social—. Las acusaciones 

conspiranoicas

 aseguran 

que las instituciones, prácticas, políticas y cargos 

electos son malignos, pero qué habría que poner en 

su lugar no lo dicen. A lo mejor absolutamente nada. 

El nuevo conspiracionismo es el rostro de la negativi-

dad. La deslegitimación es su producto».

Entre los elementos que los autores consideran que 

caracterizan  el  nuevo  conspiracionismo  figuran  ele

-

mentos tradicionales (negativa a aceptar los hechos, 

rechazo a la opinión de los expertos y de los medios 

tradicionales), junto a otros más novedosos como la 

proliferación de las 

fake news

. Ninguno de estos ele

-

mentos es en sí nuevo, aunque es cierto que nunca 

habían tenido tanta importancia como en los últimos 

años. Es la combinación de todos los elementos lo que 

crea una nueva situación que tiene tres característi-

cas

5

«Primero, en ausencia de una base común [para 

el debate], sin la posibilidad de contar con un conjun-

to de hechos compartidos, estándares de verificación 

y modos de argumentar, [de manera que] los motivos 

que sustentan una decisión se hacen ininteligibles 

(…). La segunda consecuencia del asalto del cons-

piracionismo al conocimiento es preparar el terreno 

para la aceptación popular de acciones extremas por 

los conspiracionistas en el poder (…) El conspiracio-

nismo incluye un tercer asalto: la desorientación de 

los resultados por el bombardeo de sus fabulaciones».

No podemos perder de vista que Muirhead y Ro

-

senblum publicaron su libro en 2019 y que su análisis 

no incluye ninguna de las conspiraciones nacidas a 

partir de coronavirus, de ahí que la situación creada 

por la pandemia pueda ser utilizada para poner a prue-

ba su análisis.

COVID-19, la fiebre 

conspiranoica

La posibilidad de una pandemia provocada por 

un virus de origen animal pilló al mundo por sorpre-

sa, aunque era de todo menos remota. De hecho, la 

única duda que existía era el cuándo. La gripe A o 

H1N1 (2009) o la crisis del ébola (2014) fueron los 

primeros avisos serios de una eventualidad que ya fue 

anticipada, por ejemplo, por la administración Bush 

cuando en 2005 publicó el documento 

Estrategia de 

seguridad nacional para una pandemia de gripe

, o 

por el Foro Económico Mundial en 2007 en un in-

forme similar. En 2015, un informe del Consejo de 

Seguridad Británico situaba una «gripe pandémica» 

entre las principales amenazas para el país, lo que dio 

lugar tres años más tarde a un plan específico titulado 

Estrategia de seguridad biológica del Reino Unido

En España, un documento similar fue aprobado en 

2017. Hasta el propio Bill Gates lo anunció en una 

Foto de Ralf en Pixabay

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charla TED en 2015, lo que muchos 

conspiranoicos

 

han aprovechado para acusarle de ser él uno de los 

instigadores. En los últimos años, distintos libros de 

divulgación científica ya habían apuntado en esa di

-

rección. 

Un planeta de virus

 (Capitán Swing, 2020), 

de Carl Zimmer, fue editado originalmente en 2011, 

antes incluso de que se produjeran las crisis del ébola 

y el MERS.

Pese a que la posibilidad de una pandemia era mu-

cho más que una mera hipótesis, la inmensa mayoría 

de la humanidad (preocupada por cuestiones más pe-

rentorias) no lo tenía entre sus principales preocupa-

ciones. De ahí que, cuando se produjera, tampoco es 

de extrañar la aparición de todo tipo de teorías sobre 

las causas reales y consecuencias ocultas de la pan-

demia. Una conspiración mundial, si existía, bastante 

mal planeada ya que sus autores se olvidaron de in-

cluir unas simples líneas de código en Google, Face-

book, Twitter… que habrían impedido a los «despier-

tos» alertar al resto de la humanidad.

En España, el día grande de los 

conspiranoicos

 

llegó el pasado 15 de agosto, cuando celebraron una 

manifestación multitudinaria en Madrid a la que acu-

dieron cerca de 3000 personas

6

. Como suele ocurrir, 

los convocantes tenían en común su rechazo a la ver-

sión oficial, pero diferían en el motivo de su queja. 

Para algunos, la 

plandemia

 (en honor al documental 

del productor Mikki Willis, que convirtió a la docto

-

ra negacionista Judy Mikovits en reina por un día de 

la conspiración) consistía en que el virus no existía y 

era una maniobra de poderes ocultos para imponer un 

Reseteo

 o un Nuevo Orden Mundial. También estaban 

divididos entre que si la COVID-19 era una farsa o 

que existía pero se estaba exagerando su efecto real. 

Había dudas sobre si su origen era un laboratorio chi-

no desde el que se había escapado el patógeno o lo ha-

bían dejado escapar, lo que no impedía a otros apoyar 

la tesis de que se creó artificialmente en laboratorios 

occidentales y enviado a China. Y, de telón de fondo, 

el papel que había jugado la red 5G en su difusión, 

y si todo no era más que un camelo para iniciar una 

campaña de vacunación obligatoria y ponernos a to-

dos «chips satánicos» para doblegarnos, como apun-

tó el fundador de la Universidad Católica de Murcia, 

José Luis Mendoza

7

. Finalmente, una lista de posibles 

candidatos a estar detrás de la conspiración: desde el 

financiero  George  Soros,  a  Bill 

Vil

 Gates, pasando 

por los Rothschild o, quién sabe, alguno de los trece 

linajes  reptilianos.  En  definitiva,  un  único  punto  en 

común (existe una conspiración) y una amplia gama 

de teorías (o mezcla de ellas) para que cada asistente 

pudiera escoger la que más se adecuara a sus ideas 

preconcebidas.

 La proliferación de teorías por parte de personajes 

de todo pelaje

8

 era tal que incluso el presentador Iker 

Jiménez fue objeto de la furia de parte de su parroquia 

por considerar real la amenaza del virus, aunque se 

mostrara partidario de que se trata de una patógeno 

cultivado en un laboratorio chino del que, probable-

mente, se escapó por error

9

. El presentador vitoriano 

tuvo incluso que aclarar que no era ni masón ni ju-

dío para evitar más críticas. Menos relevancia tuvo el 

editorial de Lorenzo Fernández, director de la revista 

Enigmas / Más Allá

, del pasado octubre sumándose a 

la tesis de que el virus es auténtico y sus efectos, rea-

les. Por su parte, el escritor Daniel Estulin —conven

-

cido de que ha sido candidato al nobel de la paz y de 

que estuvo a punto de conseguir un premio Pulitzer— 

considera que el virus es una excusa que utilizan los 

financistas

 (que es como llama él a los financieros) in

-

ternacionales para acabar con Trump, por su empeño 

por enfrentarse al Nuevo Orden Mundial. César Vidal 

(y, suponemos, el que le escribe los libros) habla en su 

programa de «el gran 

reseteo

», ese plan que están lle-

vando a cabo los enemigos de Trump utilizando a Joe 

Biden como marioneta para imponer en Estados Uni-

dos un régimen comunista. Por suerte, el investigador 

David Parcerisa

10

 intentó aportar un poco de sentido 

común al debate y planteó la posibilidad de que detrás 

de todo esté una raza alienígena que se encuentra in-

cluso por encima de los 

dracos

, lo más malos entre los 

ya de por sí chungos reptilianos.

Coherencia incoherente

En contra de lo que pueda parecer, la unidad de ac-

ción de los grupos negacionistas de tan distinto pela-

El investigador David Parcerisa intentó aportar un 

poco de sentido común al debate y planteó la 

posibilidad de que detrás de todo esté una raza 

alienígena

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je—con sus expertos 

ad hoc

 como los «médicos por 

la verdad»

11

 o los firmantes de la Gran Declaración 

de Barrington

12

— tampoco constituye un fenómeno 

novedoso. El primero en advertir de la capacidad de 

atracción de las teorías 

conspiranoicas

 fue el sociólo-

go canadiense Ted Goertzel

 

a principios de los años 

ochenta. Según él, una persona que asume una teoría 

de la conspiración es proclive a aceptar otras, aunque 

sean contradictorias. En 2012, los profesores Michal 

J. Wood, Karen M. Douglas y Robbie M. Sutton

 

pu-

blicaron un famoso 

paper

13

 en el que analizaban este 

«sistema monológico de creencia» y llegaban a la 

conclusión de que: 

«Cuando se presenta una nueva 

teoría 

conspiranoica

, inmediatamente parece mucho 

más creíble porque encaja con este punto de vista fé-

rreamente sostenido y está en desacuerdo con la na-

rrativa que cuenta con respaldo oficial. Estas creen

-

cias de orden superior pueden ser mantenidas con tal 

fuerza que cualquier narrativa que se oponga a la 

versión oficial tendrá cierto grado o apoyo o respaldo 

por alguien que mantenga un punto de vista 

conspi-

ranoico

 incluso en el caso de que contradiga otras 

conspiraciones que considere creíbles».

Aunque hay puntos de estudio bastante cuestiona-

bles, y que quedan fuera de este artículo, lo importante 

es cómo destaca la existencia de ese «orden superior» 

en la creencia 

conspiranoica

: no creen ni que el virus 

sea un producto chino para empobrecer al mundo ni 

que se escapó de un laboratorio, tampoco que detrás 

esté Soros o los reptilianos; en lo que creen realmente 

es en la conspiración, y adoptan cualquier argumento 

(por contradictorio que sea) que apoye una creencia, 

la suya, que tiene mucho de religiosa. Así como hacen 

los seguidores de cualquier credo, cada quien cons-

truye un dios a su medida. El dios de los creyentes 

del Opus Dei solo se parece al de los partidarios de la 

Teología de la Liberación en su condición de ser su-

premo; el resto es accesorio, de ahí que cada uno está 

plenamente convencido de que su interpretación es la 

correcta. Si hablan entre ellos de la existencia de su 

amigo invisible, no hay problema; si analizan lo que 

se espera de él, la discusión está asegurada.

Aunque la teoría de Goertzel ha sido respaldada por 

distintos estudios además del citado y sus seguidores, 

es un error fiar toda la explicación del fenómeno a las 

causas sicológicas. Cómo se ha construido el relato 

conspiranoico

 a través del tiempo también es impor-

tante para entender el fenómeno y, de paso, analizar la 

tesis propuesta por Murihead y Rosemblum.

El relato 

conspiranoico

La estructura del relato 

conspiranoico

 actual tiene 

una importante deuda con el movimiento contracultu-

ral norteamericano de finales de los sesenta y explica 

cómo pueden coexistir narrativas tan dispares sobre 

un mismo fenómeno pero, sobre todo, explica la capa-

cidad de mutación y el funcionamiento oportunista (es 

decir, de tomar elementos de cualquier narrativa) que 

tienen las nuevas teorías 

conspiranoicas

. A partir, de 

los años sesenta, con el telón de fondo de los asesina-

tos de JFK, su hermano Robert  y Martin Luther King, 

operaciones encubiertas de distinto origen y alcance 

(Operación Caos, Cointelpro, Mockingbird, Minarte, 

MKUltra…), una reacción que cuestionara el modelo 

oficial de «democracia perfecta» cultural era cuestión 

de tiempo. Si hay que destacar a alguien, todos los 

dedos señalan al periodista Paul Krassner y su revista 

The Realist

14

 como uno de los grandes pioneros del 

género y el primero en borrar la línea entre ficción y 

realidad en lo que a conspiraciones se refiere.

The Realist

 fue una revista de periodicidad discon-

tinua, de claro contenido político y un marcado men-

saje antisistema que gozó de mucho reconocimiento 

en ambientes liberales 

underground

 gracias a las apor-

taciones de colaboradores como Henry Miller, Wally 

Wood, Ken Kesley o Timothy Leary. En en el número 

74 (mayo, 1967) publicó «Las partes que quedaron 

fuera del libro de Kennedy». El artículo, firmado por 

Krassner y con llamada en primera página, se hacía 

eco de la polémica entre el periodista William Man

-

chester y Jacqueline Kennedy con motivo del libro 

La 

muerte del presidente 

(Harper & Row, 1967). Poco 

antes de publicarse, la ex primera dama se desdijo de 

su promesa inicial y obligó al autor a retirar algunos 

pasajes antes de autorizar su publicación. Manchester 

accedió, lo que provocó un debate en los medios de la 

época. Aprovechando el tirón del caso, Krassner in-

ventó literalmente algunos de los trozos eliminados. 

El más famoso era el que decía que Lyndon B. Jo-

hnson

 

penetró la herida de la garganta de JFK para 

hacer pasar la herida de salida de una bala por otra de 

entrada. Krassner en ningún momento pretendió que 

la anécdota fuera cierta, pero tampoco dijo nada que 

indujera a pensar lo contrario. Así, fue dada por cierta 

durante años incluso por otros investigadores. Según 

explica  el  periodista  Jesse  Walker

15

, esa mezcla de 

verdad y mentira, no como engaño sino como juego, 

fue una práctica que pronto se extendió entre las pu-

blicaciones más 

underground

 y que dejó joyas como 

Cover-Up Lowdown

 (Ripp Off Press, 1975), de Paul 

Mavrides (dibujante de los 

Freak Brothers

 y fundador 

de la Iglesia de los subgenios) y Jay Kinney (un apa

-

sionado del esoterismo occidental). Con el tiempo, su 

herencia se pudo ver en revistas como 

Weekly World 

News

 o 

The Sun

 (no confundir con su homónimo bri-

tánico), cuyo efecto en el discurso 

conspiranoico

 no 

se debería desdeñar.

El mismo año que nace 

The Realist 

(1957), Greg 

Hill (Malaclypse el Joven) y Kerry Wendell Thornley 

(Omar Khayyam Ravenhurst) fundan una religión sa

-

tírica, el 

discordianismo

, cuya máxima deidad es Eris, 

la reina grecorromana de la discordia y el caos. Un 

dato curioso es que las primeras copias de su texto 

fundacional, 

Principia Discordia

, fueron fotocopia-

das en secreto en el despacho de Jim Garrison, fiscal 

del caso JFK, por uno de sus colaboradores. Antes 

de convertirse en la semilla de la que nacieron movi-

mientos como la Iglesia de los Subgenios o la Magia 

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del Caos, el discordianismo dio lugar a la 

Operación 

Mindfuck

. Se trata de una guerrilla cultural sin la cual 

es imposible entender el funcionamiento por acumu-

lación del pensamiento 

conspiranoico

 actual.

Operación Mindfuck

 consiste única y exclusiva-

mente en crear confusión 

per se

 y forzar una realidad 

donde los conceptos de verdad o mentira no existen, 

son solo puntos de vista. La estrategia incluye desde 

enviar cientos de cartas a una cadena de televisión para 

quejarse de un programa sin explicar el motivo de su 

malestar, a aprovechar las secciones de correo con los 

lectores de algunos medios para difundir teorías de lo 

más disparatado. Entre sus miembros destacó el escri-

tor Robert Anton Wilson quien, como responsable de 

las misivas que recibía la revista 

Playboy

, aprovechó 

para colar algunas de estas bromas. Otras de las mar

-

cas de la casa era enviar anónimos acusando a todo el 

mundo (del presidente para abajo) de ser miembro de 

los 

Illuminati

. Anton Wilson, junto a Robert Shea, fue 

el encargado de escribir la gran contribución del dis-

cordianismo a la historia de la conspiración: la trilogía 

Illuminatus!

 (1975, Dell Publishing), que se publicitó 

como «un cuento de hadas para paranoicos».

Así, la herencia (totalmente vigente) de la 

conspi-

ranoia

 actual es doble: como relato y como estrategia 

para difundirse. Los ejemplos están a la vista, sobre 

todo por cómo ha ido actuando la ultraderecha en los 

últimos meses para crear el máximo de confusión y 

tensión para presionar al gobierno. En la manifesta-

ción 

conspiranoica

 del 15 de agosto en Madrid, se hi-

cieron virales varios vídeos de Miguel Bosé animando 

a participar y a sumarse a la resistencia contra el régi-

men «semidictatorial» de Pedro Sánchez (mientras él 

descansaba en su casa de México a salvo de posibles 

multas). Un hecho que pasó prácticamente desaper-

cibido es la instrumentalización que hizo la ultrade-

recha de los mismos. Como explicó en un genial hilo 

de Twitter el activista contra la desinformación digital 

Julián Macías Tovar

16

 , fueron cuentas automatizadas 

de extrema derecha las responsables, en gran parte, de 

la difusión de sus mensajes.

La estrategia de utilizar cualquier arma contra el 

grupo contra el que se quiere actuar —y que puso de 

moda Steve Bannon, exasesor de Trump— puede te-

ner el efecto corrosivo en una democracia que des-

criben Muirhead y Rosenblum en su libro, pero no 

tiene nada de novedoso. Otro ejemplo tuvo lugar con 

la campaña, también auspiciada por la ultraderecha, 

con motivo del acto del 16 de junio para recordar a 

las víctimas. La red se vio inundada de mensajes que 

calificaban de ritual masónico o satanista la ceremo

-

nia de estado, la primera totalmente laica desde la ins-

tauración  de  la  democracia.  Como  en  la 

Operación 

Mindfuck

, el único objetivo fue crear un marco de 

confusión en el que la verdad de los hechos ni estaba 

ni se la esperaba.

La conspiración benevolente, o 

pronoia

La llegada de Trump a la Casa Blanca supuso, sin 

duda, un hito en la historia de la conspiración casi 

como lo fue en su día el 11-S. Aunque probablemente 

las primeras acusaciones cruzadas de juego sucio en-

tre aspirantes al gobierno de EE. UU. para hacerse con 

el poder daten de finales del siglo xviii

, ningún presi-

dente había optado al título de Conspirador en Jefe al 

llegar al poder. Un cargo al que, por cierto, sacó todo 

el jugo que pudo con la llegada de la COVID-19, a la 

que bautizó como «peste china» y acusó de ser parte 

de la estrategia de Pekín para socavar la economía del 

país. Esto, lógicamente, ha influido en el relato 

cons-

piranoico

, pero, ¿tanto como para considerarlo una 

característica del «nuevo conspiracionismo»?

El discurso 

conspiranoico

 de Trump tiene una lar-

ga tradición en la política norteamericana. Tras la II 

Guerra Mundial, el anticomunismo propio de la Gue-

rra Fría (que no era 

per se

 irracional) se plasmó en un 

discurso que sí lo era, como en el caso del maccarthis-

mo (que denunciaba la existencia de una infiltración 

masiva  de  «rojos»  en  el  Departamento  de  Estado). 

Pero  el  tristemente  célebre  senador  Joseph  McCar

-

thy fue un modesto aficionado comparado con Robert 

Welch Jr. y su John Birch Society (fundada en 1958), 

que  defendía  (y  defiende)  que  todos  los  gobiernos 

posteriores a la II Guerra Mundial estaban dominados 

por agentes a sueldo de Moscú siendo el comunismo, 

según aseguraba, el último escalón de los 

Illuminati

 

Ahora los enemigos son los liberales, los 

antifascistas, las feministas, los Black Lives 

Matter… En definitiva, los vecinos de la puerta de al 

lado que no piensan como ellos

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para conquistar el mundo

17

.

A la lista se irán añadiendo pronto el grupo Bil-

derberg, la Trilateral o el Council on Foreign Policy 

(CFR). De las filas de la sociedad John Birch saldrá el 

gran enemigo de la extrema derecha americana de las 

últimas décadas: el 

shadow government

 (gobierno en 

la sombra), del que pocos hicieron tanto por difundir 

como Gary Allen y Larry Abraham en su clásico 

None 

Dare Call It Conspiracy 

(Concord Press, 1972). La 

idea de que el verdadero poder no estaba en la Casa 

Blanca no era patrimonio de la extrema derecha, pero 

la diferencia es que otros libros que cuestionaban des-

de la izquierda el modelo democrático imperante en 

EEUU —

The  Power  Elite

18

The  Invisible  Govern

-

ment

19

 

o

 Who Rules America

20

— se basaban en he-

chos reales.

La llegada de Trump marca una diferencia con am-

bos discursos (gobierno en la sombra vs. plutocracia) 

con la aparición del 

deep state

 (‘estado profundo’), un 

concepto también antiguo pero que ha cobrado nue-

vo significado y que marca una profunda diferencia 

con teorías anteriores. El «gobierno en la sombra» 

está por encima del poder del presidente y lo controla 

desde fuera, pero el «estado profundo» —estableci-

do presuntamente por Obama y con apoyo de 

Killary

 

Clinton—parasita las estructuras del estado. El 

deep 

state

, es innegable, tenía elementos de verdad como 

demostró el libro 

A Warning 

(Twelve, 2019), escrito 

por un funcionario anónimo próximo a la Casa Blan

-

ca, que aseguraba —y celebraba— que algunos altos 

cargos se habían confabulado para frenar las acciones 

políticas del presidente

21

 . Pero lo importante es que 

en el 

deep state

 el relato cambia, y ya no se habla 

de una lucha de los ciudadanos (víctimas) contra el 

poder (verdugo) para salvar la democracia, sino que 

esta lucha la capitanea el poder ejecutivo (el verdugo 

se convierte en salvador). Los ciudadanos han dejado 

de ser el motor de la batalla, aunque están llamados 

a tomar parte de ella para no perder el protagonismo.

Estamos ante un raro caso de 

pronoia

, o conspira-

ción benevolente, en la que el poder no es el origen de 

la conspiración sino el remedio. Es difícil no pensar 

en las palabras de Karl Popper

22

, cuando destacaba 

la «tendencia, en general, de toda tiranía a justificar 

su existencia presentándose como salvadora del Es-

tado (o del pueblo) frente a sus enemigos, tendencia 

que debe conducir, forzosamente, a crear o inventar 

nuevos enemigos cuando los viejos han sido some-

tidos».

 

Hitler y los judíos, Franco y los masones, 

Stalin

 

y los burgueses o Pol Pot y los intelectuales. 

Encontrar ejemplos de enemigos imaginarios en los 

regímenes autoritarios es tarea sencilla, pero no tanto 

en las democracias. Esto, sin duda constituye una di-

ferencia con otros movimientos 

conspiranoicos

 (por 

ejemplo, los 

truthers

 o buscadores de la verdad que 

se enfrentaron a Bush tras el 11-S) y que puede servir 

de argumento en favor de la tesis del «nuevo conspi-

racionismo».  Este nuevo relato ha propiciado la apa-

rición un movimiento, conocido como 

QAnon

, que se 

nutre de otros ya existentes (como las milicias, el 

Tea 

Party

, los 

Sovereign Citizens

, los 

Oath Keepers

…) 

pero que han asumido una importancia antes no vista 

en el 

milieu 

conspiranoico. El objetivo ya no es volar 

otro edificio Murrah, como hizo Timothy McVeigh en 

1995; ahora los enemigos son los liberales, los anti-

fascistas, las feministas, los 

Black Lives Matter

… En 

Foto de Paul Becker en Flickr: https://www.flickr.com/photos/becker271/

background image

el esc

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anuario 2020

definitiva, los vecinos de la puerta de al lado que no 

piensan como ellos.

QAnon

, los «camisas pardas» de Trump

La tendencia hacia el autoritarismo de Trump se 

ha visto reflejada en el movimiento conocido como 

QAnon

, y cuyos símbolos se han visto en protestas 

fuera de EE. UU. como Alemania (en el asalto al Par-

lamento por parte de neonazis)

23

, Francia, Inglaterra 

o España. La 

Q

 se refiere a una acreditación del De

-

partamento de Energía que permite tener acceso a in-

formación confidencial, y 

anon

 es como se conoce a 

sus seguidores. Técnicamente, el movimiento 

QAnon

 

tiene fecha de nacimiento. El primer 

drop

 o 

bread-

crumb

 (así se conocen sus mensajes) apareció en la 

red 4Chan en octubre de 2017. 

El movimiento QAnon —que el FBI considera una 

amenaza terrorista

24

 y goza del apoyo del presidente 

Trump— es interesante por varios motivos, pero nin-

guno de ellos es por constituir una novedad. La figura 

del 

insider 

que decide hablar de manera anónima es 

un clásico del 

milieu

 conspiranoico, y la ausencia de 

pruebas (no solo de lo que dice, sino de su mera exis-

tencia) no es obstáculo para ir acumulando seguido-

res. En noviembre de 2000, en una web que todavía 

estaba en pañales, empezaron a aparecer en aquellos 

viejos tablones de anuncios conocidos como BBS, 

que ya empezaban a caer en desuso, mensajes de John 

Titor, quien se presentaba como un militar que había 

viajado al pasado desde 2036 y, gracias a unas pre-

dicciones suficientemente vagas como para encajar en 

casi cualquier cosa, gozó de cierto predicamento du-

rante varios años. Más recientemente, y sin ánimo de 

ser exhaustivos, se puede señalar que en el ámbito de 

la exopolítica han ido apareciendo personajes como el 

Comandante X, el Capitán Kaye (miembro de la Fuer

-

za de Defensa de la Tierra)

25

, o el Comandante Adama 

(representante de la Tierra de la Federación Galáctica 

de Luz)

26

, y cuyo nombre coincidía casualmente con 

el de uno de los protagonistas de la serie 

Galáctica

.

Pero 

Q

 tampoco es exactamente una novedad

27

En 2006 se dio a conocer el primero de los presun-

tos agentes de inteligencia: FBIanon. Según explicó, 

este «analista de alto nivel y estratega» poseía infor-

mación muy interesante sobre la Fundación Clinton 

(información que aún está por publicarse, si es que 

existió). El siguiente en aparecer fue HLIanon (siglas 

de 

High Level Insider

) —quien difundió la teoría de 

que mataron a Lady Di porque tenía información sen

-

sible sobre el 11-S y trató de impedirlo—, y más tar-

de CIA Anon, CIA Intern y WH Insider. Si 

Q

 triunfó 

donde otros habían fallado fue por varios motivos. El 

primero, por la intervención de dos moderadores del 

foro empezaron a atraer a más usuarios al hilo, y se 

pusieron en contacto con Tracy Diaz, una joven ul

-

traderechista con un blog y un canal de YouTube, que 

había demostrado cierta actividad siguiendo el caso 

del 

Pizzagate

28

. Su vídeo 

Who Is QAnon?,

 del 2 de 

agosto de 2018, supuso el despegue oficial del movi

-

miento. En España, el más conocido apóstol de este 

movimiento racista y ultaderechista es Iker Jiménez

29

aunque cuenta con apoyo de prácticamente toda la pa-

rroquia 

conspiranoica

.

El segundo motivo del éxito de 

Q

 es que llovía so-

bre mojado. El éxito de Trump para llegar a la Casa 

Blanca tras imponerse a 

Hitlary

  Clinton  es  haber 

derrotado al Partido Republicano, en el que era un 

auténtico 

outsider

. En el mundo de la 

conspiranoia

 

extrema, al presidente de EE. UU. se le considera un 

«sombrero blanco», una especie de profeta de la Her-

mandad de los Dragones Blancos (de origen chino)

30

la sociedad secreta más activa en la lucha contra los 

Illuminati

 (a la sazón, pedófilos y satánicos). A este 

telón de fondo se añade el relato de la lucha a muer-

te contra el llamado 

deep state

. La suma de ambas 

teorías explica en parte la capacidad que ha tenido el 

movimiento 

QAnon

 de penetrar en distintas narrativas 

conspiranoicas

, desde los movimientos de suprema-

cistas  blancos  hasta  los  supervivientes  de  la  Nueva 

Era, pasando por el loco mundo de los evangelistas 

cristianos.

Precisamente, a estos les debe mucho el movimien-

to 

QAnon

. Sus seguidores creen en 

The Storm

 (‘la tor-

menta’), el momento en el que 

Killary

 Clinton y los 

rostros más visibles del 

deep state

 sean detenidos y, 

tras unos enfrentamientos de duración incierta, llegará 

Internet convirtió a muchos adictos a las 

conspiraciones en «investigadores», eufemismo 

con el que se describe al que dedica horas y 

horas a ver vídeos de YouTube

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The Great Awakening

 (‘el gran despertar’), una espe-

cie de renacimiento de EE. UU. liderado por Trump. 

Por supuesto, es fácil ver la deuda con el imaginario 

evangélico popularizado en el siglo 

xix

 por el pastor 

angloirlandés  John  Nelson  Darby  (1800-1882)

31

. Se 

trata de una cosmología —en la que ni los propios 

evangelistas se ponen de acuerdo—, cuya versión más 

extendida incluye el 

Rapto

 o 

Arrebatamiento

 (los ver-

daderos creyentes ascenderán al cielo como en una 

abducción extraterrestre o asunción mariana), y será 

seguido de una gran lucha (

Tribulación

) entre los cris-

tianos que se quedan en la Tierra (

left-behinds

) y las 

fuerzas demoníacas. Una confrontación que acabará 

con la Segunda Venida de Cristo y un reinado de mil 

años.

Un dato interesante es que, primero con el 

Pizzaga-

te

 y luego 

QAnon

, la 

conspiranoia

 ha introducido un 

elemento que sin duda ha llegado para quedarse y que 

es lo que el historiador y periodista valenciano Carlos 

Xavier Senso ha calificado como «

ludificación

 de la 

violencia»

32

. Internet convirtió a muchos adictos a las 

conspiraciones en «investigadores», eufemismo con 

el que se describe al que dedica horas y horas a ver 

vídeos de YouTube que dicen lo mismo (o algo peor) 

que otros sobre los mismos temas. El 

Pizzagate

 nace 

con  el  robo  de  miles  de  correos  del  Partido  Demó

-

crata por parte de 

hackers

 rusos, que los «investiga-

dores» pudieron analizar con tiempo hasta encontrar 

lo que querían: una red de pederastas que utilizaba la 

palabra 

pizza

 y sus derivados como claves. 

QAnon

 va 

más allá ya que sus mensajes, siempre crípticos y, 

à 

la

 Nostradamus, son analizados por miles de personas 

con el fin de descifrarlos, como ocurre con los tuits 

de Trump (hasta las erratas o faltas de ortografía dan 

lugar a interpretaciones que pueden ser la clave que 

anuncie la tormenta). A esto se suman los crímenes 

«en busca de 

likes

» (Senso 

dixit

), que consisten en 

grabar y subir a las redes vídeos no solo de las inten-

ciones de cometer un crimen, sino del propio crimen 

(como ocurrió, por ejemplo, con el asesinato de Wal

-

ter Lübcke en Alemania).

Satán te ama

Uno de los elementos fundamentales de la conspi-

ración de 

QAnon

 es la existencia de una red global 

de satanistas pederastas que, además de abusar de 

menores, se beben su sangre para mejorar su estado 

físico con el adrenocromo

33

, sin que a día de hoy esté 

claro si este derivado de la adrenalina que metaboliza 

el cuerpo en situaciones de miedo o gran estrés sea 

una nueva fuente de la eterna juventud o una simple 

droga con efectos lisérgicos. No hace falta estar muy 

versado en la historia de la conspiración para ver ecos 

de teorías antisemitas del famoso libelo de sangre

34

.

Pero sin necesidad de remontarse a la Biblia o a la 

Edad Media, el mito tiene un origen más reciente y ha 

ido moldeándose a través de los años hasta adaptarse 

a la narrativa actual. Una prueba más a favor de los 

que sostienen que el nuevo conspiracionismo tiene 

más de lo segundo que de lo primero. La presencia 

del satanismo en la ecuación 

conspiranoica

 no se en-

tiende sin la figura de John Todd, quien en 1968 co

-

menzó a labrarse un nombre en el circuito evangélico 

al asegurar que había nacido en una familia de brujos. 

Sacerdote experto en magia negra, aseguraba que in-

cluso había sido consejero de JFK. Sus teorías en las 

Foto de Wikimedia Commons.

Mike Pence, con agentes del SWAT. El hombre a la izquierda de la imagen muestra un parche "Q" rojo y negro, símbolo de QAnon

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el esc

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que vinculaba el satanismo con los 

illuminati

 siguen 

vigentes hoy en día y, aunque su nombre ha caído en 

el olvido, su mensaje ultraderechista llegó a millones 

de personas a través de los cómics del dibujante Jack 

Chick

35

 (que aún hoy se siguen publicando).

Aficionado a dar misa con pistola, expulsado del 

ejército por problemas mentales y abusar de las dro-

gas, y encarcelado por violar a una menor son solo 

algunos de los hitos de una carrera, la de Todd, que in-

auguró un género fundamental: el 

lore

 conspiranoico, 

testimonio personal basado en hechos que jamás ocu-

rrieron. La lista (ni mucho menos exhaustiva) incluye, 

por ejemplo, a Michelle Smith, cuya falsa autobiogra-

fía 

Michelle Remembers

 (Pocket Books, 1980) fue la 

chispa que inició el pánico satánico de los ochenta, o 

a Laurel Rose Willson, que cuando se descubrió que 

su libro 

Satan’s Underground

 (Pelican Pub Co, 1991) 

era un cúmulo de mentiras, se cambió el nombre por 

el de Laura Grabowski y pasó de víctima del Maligno 

a hacer caja con su nueva personalidad de judía super-

viviente de Auschwitz-Birkenau.

Pero la relación no puede estar completa sin citar 

la reformulación de Cathy O’Brien, autora de 

Tran

-

ce Formation of America

 (Reality Marketing, 1995), 

quien introdujo el elemento político en la narrativa 

satánica: según se inventó, había sido una víctima de 

Proyecto Monarch (un 

spin off 

del proyecto MK Ul-

tra). Allí nació el mito de una elite satanista dentro 

del gobierno, con gran presencia en Hollywood. Me-

nos conocida, pero en la misma línea, está su compa-

ñera Brice Taylor, que fue esclava sexual de Henry 

Kissinger y del humorista Bob Hope, según narra en 

su delirante 

Thanks For The Memories

 (Brice Taylor 

Trust, 1999). Se podría hacer un ejercicio similar de 

investigación histórica sobre la mayoría de elementos 

que componen el actual paradigma 

conspiranoico

, y 

en prácticamente todos los casos veríamos que hay 

más de 

aggiornamento

 de viejas narrativas que apa-

rición de nuevas.

¿Un nuevo conspiracionismo, o más de lo mismo?

Aunque 

A lot of people are saying

 es un excelente 

diagnóstico de la situación política de Estados Unidos 

tras la llegada de Trump a la Casa Blanca, y de cómo 

ese virus oportunista que es la conspiración ha sabido 

adaptarse a esa nueva realidad, Muirhead y Rosen-

blum fracasan en su intento de demostrar la existen-

cia de un «nuevo conspiracionismo». No hay una sola 

narrativa, característica o estrategia que no se pueda 

remontar durante décadas en el tiempo. Lo que sí hay 

es el fenómeno propio que corresponde a cada mo-

mento, y más en un contexto de máxima polarización 

de la sociedad norteamericana.

Si «las emociones negativas explican por qué la 

conspiración  florece  a  raíz  de  situaciones  de  crisis 

sociales», por citar al psicólogo holandés Jan-Willem 

van Prooijen

36

, podemos utilizar como referencia la 

COVID-19 para ver si existen diferencias sustanciales 

entre la llegada de Trump al poder y la pandemia, y 

cómo ha afectado en EE. UU. y en España. La conclu-

sión es que lo ha hecho siguiendo patrones ya conoci-

dos. Y como uno de esos patrones es, precisamente, su 

capacidad de adaptarse a una realidad cambiante, se 

puede hablar de una nueva manifestación del «viejo 

conspiracionismo», que se ha hecho visible con mo-

dos distintos a los de crisis anteriores, pero explica-

bles por la nueva realidad.

En definitiva, las adaptaciones de la conspiración 

son consecuencia pero no causa de un momento de 

máxima polarización en EE. UU., con un presidente 

con índices de popularidad tan altos como los de re-

chazo, y que llegó al cargo con tres millones de votos 

menos que su oponente. El papel que juega la ultra-

derecha en el fenómeno tampoco constituye una no-

vedad, aunque sí sea una tendencia cada vez más acu-

sada; pero una vez más, el recurso a la conspiración 

como arma de desestabilización está provocado, y no 

al revés, por el incremento de la extrema derecha a 

nivel global

37

 y la tibia respuesta por parte de las auto-

ridades. La COVID-19 ha añadido más leña al fuego, 

pero tampoco ha supuesto ningún cambio.

1. Conspiracies of conspiracies. University of Chicago Press, 

2019.

2. Modern conspiracy. The importance of being paranoid. 

Bloomsbury, 2014                                                                    

3. American conspiracy theories. Oxford University Press, 

2014. Cap. 3 (p. 54) Where our facts come from

4. A lot of people are saying. Pág. 58

Una vez más, el recurso a la conspiración como 

arma de desestabilización está provocado por el 

incremento de la extrema derecha a nivel global

background image

el esc

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53

anuario 2020

5. A lot of people are saying. Pág. 120 - 121

6. https://www.rtve.es/noticias/20200816/negacionistas-

pandemia-protestan-madrid-sin-respetar-distancia-ni-uso-masca-

rilla/2040314.shtml

7. https://cadenaser.com/emisora/2020/06/16/radio_mur-

cia/1592307045_620018.html

8. https://www.lavanguardia.com/vivo/lifes-

tyle/20200824/482915473079/negacionistas-coronavirus-antimas-

carillas-conspiracion.html

9. https://www.youtube.com/watch?v=TmQShhz03Zw&t=160s

10. https://www.youtube.com/

watch?v=BaubnRqNRcc&t=923s

11. https://maldita.es/malditaciencia/2020/10/15/natalia-prego-

pcr-video-coronavirus/

12. https://www.eldiario.es/sociedad/profesor-bacterio-rio-

think-tank-niega-cambio-climatico-son-miles-cientificos-anticonfi-

namiento_1_6289571.html

13. Dead and Alive: Beliefs in Contradictory Conspiracy Theo-

ries. Social Psychological and Personality Science (January 2012)

14. http://www.ep.tc/realist/

15. The United States of Paranoia. Págs 227-229. Harper Per-

nial, 2013

16. https://twitter.com/JulianMaciasT/

status/1299111508266356737?s=20

17. The Truth in Time. Robert Welch. American Opinion. (Nov. 

1966)

18. Charles Wright Mills. Oxford University Press, 1956

19. Thomas B. Ross y David Wise. John Cape, 1964

20. G. William Domhoff. Prentice-Hall, 1967

21. https://www.elperiodico.com/es/internacional/20191110/li-

bro-anonimo-a-warning-presenta-trump-inepto-machista-7721544

22. La sociedad abierta y sus enemigos. Pág 198. Paidós, 

2010

23. https://www.larazon.es/internacional/20200830/zybr-

cxaf2fdprcnxbg3mdgkws4.html

24. https://www.thedailybeast.com/fbi-warns-against-qanon-

pizzagate-in-report-highlighting-dangers-of-fringe-conspiracy-

theories

25. https://es.theepochtimes.com/el-marino-que-protegio-a-

5-colonias-de-seres-humanos-en-marte-durante-20-anos_525932.

html

26. https://rafapal.com/2008/09/27/comandante-adama-sobre-

la-nave-del-14-de-octubre/

27. https://www.nbcnews.com/tech/tech-news/how-three-

conspiracy-theorists-took-q-sparked-qanon-n900531

28. https://www.eldiario.es/politica/conspiracion-redes-provo-

co-tiroteo-washington_1_3696465.html

29. https://www.diezminutos.es/teleprograma/programacion-

tv/a34261575/cuarto-milenio-cuatro-george-floyd-muerte-movi-

miento-protestas/

30. https://lagacetadealmeria.es/que-es-la-sociedad-del-

dragon-blanco/

31. http://www.jasoncolavito.com/blog/q-anon-david-wilcock-

and-the-rise-of-a-new-right-wing-populist-religion

32. Fasciscmo mainstream. Págs.150-158. Carles Senso. Au-

toeditado, 2020

33. https://magnet.xataka.com/un-mundo-fascinante/pixar-ma-

donna-judios-ninos-muertos-adrenocromo-nueva-conspiracion-

nacida-coronavirus

34. https://es.wikipedia.org/wiki/Libelo_de_sangre#:~:t

ext=%E2%80%8B%E2%80%8B%E2%80%8B%20Esta%20

pr%C3%A1ctica,cristianos%20durante%20la%20Pascua%20

jud%C3%ADa.

35. Jack Chick - The Cartoonist Who Terrified Sinners into 

Seeing the Light. Fortean Times #389 (febrero 2020)

36. The psychology o Conspiracy Theories. Pág. 82. Jan-

Willem Van Prooijen. Routledge, 2018

37. https://observatorioterrorismo.com/actividades/violencia-y-

terrorismo-de-extrema-derecha-una-amenaza-al-alza/