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1. Introducción
Por ejemplo, en nuestro país (Cuba) no se establece
una clara distinción entre ciencia y pseudociencia en
ninguno de los niveles educativos existentes; mucho
menos es un tema recurrente en el sistema educativo,
como debiera ser. Las últimas llamadas de alerta debi-
do a la pandemia covid-19 están atrayendo la atención
sobre la amenaza de las pseudociencias para la salud
de las personas (Caulfield, 2020).
Pseudociencia
significa ‘falsa ciencia’ y no alguna
otra cosa tal como ‘igual’, ‘similar’ o ‘futura’. Tampo
-
co existe algo parecido a la ciencia local o regional; la
ciencia siempre ha sido universal, y más en la actuali-
dad, gracias a los medios contemporáneos de comuni-
cación. Para saber qué es la pseudociencia, primero es
necesario tener una noción clara sobre qué es la cien-
cia; de ahí que se analicen los siguientes epígrafes.
y
¿Qué es la ciencia? El problema de la demarca-
ción.
y
Clasificación de ciencias: formal y factual; cien
-
cias naturales, sociales y de la salud.
y
El método científico.
y
Ejemplos de pseudociencias y la forma en que se
pueden reconocer.
2. ¿Qué es la ciencia? El problema de la demar-
cación
Esta pregunta no es algo trivial, ya que no existe un
consenso universal sobre la definición formal de cien
-
cia. De hecho, es parte del llamado «problema de la
demarcación» en la filosofía, que consiste en estable
-
cer claras fronteras entre lo que es conocimiento cien-
tífico y lo que no lo es, entre la ciencia y la metafísica,
entre la ciencia y la pseudociencia y entre la ciencia y
la religión. Aquí solo se analiza cómo es posible dife-
renciar la ciencia de la pseudociencia, sin profundizar
en el problema filosófico.
El problema se vuelve aún más complejo porque
hay dos tipos de ciencias claramente distinguibles:
formales y factuales. Las ciencias formales estudian
materias abstractas, creadas en la mente humana (ma-
temáticas, informática, estadística, lógica y álgebra) y
no necesitan de la evidencia experimental. Se bastan a
sí mismas a partir de proposiciones, axiomas y deduc-
ciones. Las demás (física, química, biología, geogra-
fía, economía, ciencias médicas, etc.) son factuales;
se basan en hechos y dependen de la observación y la
interacción con el mundo real. En lo que sigue, solo
nos referimos a las ciencias factuales.
Hoy día no existe una regla simple para diferenciar
la ciencia de lo que no lo es. Hay al menos dos princi-
pales y no coincidentes criterios: el de Karl Popper y
el de Mario Bunge. Popper introdujo el criterio de
fal-
sabilidad
, que sostiene que una proposición es cientí-
fica si es refutable
;
es decir, si se pueden idear expe-
rimentos o ensayos para refutarla, con independencia
de si los resultados la verifican o la rechazan. Y si no
hay manera de encontrar cómo refutar la proposición,
entonces no es científica (Popper, 1934). Sin embar
-
go, este principio ha sido considerado insuficiente y
criticado por varios autores, entre ellos Bunge y algu-
nos de los propios discípulos de Popper.
Por su parte, para definir la ciencia Mario Bunge
introduce el concepto de
campo
de
investigación
con
las siguientes características (que aparecen algo sim-
plificadas para beneficio del lector):
y
Cada campo está formado por una comunidad de
Educación
y
Pseudociencias
Arnaldo González Arias
Universidad de La Habana
Muchas personas, incluso con formación universitaria, a menudo aceptan
(y promueven) prácticas pseudocientíficas por desconocimiento de los
principios básicos de las ciencias naturales y de la salud
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investigadores con instrucción especializada capaces
de comunicarse entre sí.
y
La sociedad alberga y fomenta (o permite) la acti-
vidad de esta comunidad.
y
Se investigan entidades reales y no ideas que «flo
-
tan» en el aire.
y
Todo cambia según ciertas leyes; no hay nada ina-
movible o milagroso.
y
El conocimiento refleja la realidad; no es subje
-
tivo.
y
La investigación se desarrolla a partir de teorías
lógicas y matemáticas actualizadas, no obsoletas.
y
Se usa información y teorías razonablemente bien
confirmadas, junto con métodos de investigación de
otras áreas.
y
Se basa en conocimientos previos actualizados y
comprobables (aunque no definitivos, porque la cien
-
cia siempre es perfectible).
y
Su objetivo directo es encontrar leyes y tenden-
cias, sistematizar hipótesis generales y refinar méto
-
dos de investigación.
y
La metodología utilizada consiste solo en pro-
cedimientos que pueden ser escrutados (analizados,
abiertos a la crítica) y justificables (explicables), en
primer lugar por medio del método científico ―que
se verá más adelante.
y
Para cada campo de investigación, existe al menos
un campo contiguo con el que comparte elementos, o
uno de ellos está incluido dentro del otro.
y
La composición de los elementos anteriores cam-
bia ―en general muy lentamente― debido a la inves
-
tigación en el campo propio y en otros relacionados.
De acuerdo con estos criterios, cualquier campo de
investigación que no cumple con la totalidad de las
condiciones anteriores es
no científico,
y cualquier
campo de conocimiento que no es científico, pero se
publicita como tal, es una
pseudociencia.
3. Clasificación de ciencias: formal y fáctica; na
-
turales, sociales y de la salud
Una clasificación generalmente aceptada de las
áreas del conocimiento humano aparece en la Tabla 1,
mientras que la Tabla 2 muestra cómo se subdividen
las ciencias.
Hay algo común a todas las ciencias: buscan las
leyes
que rigen los eventos o acciones en su campo de
aplicación específica. Una ley es una conexión esta
-
ble y recurrente entre eventos; las leyes son relaciones
universales de causa-efecto, que existen bajo determi-
nadas condiciones, y permiten la predicción de even-
tos futuros (González y Horta, 2012). Hay muchas
leyes o principios; por ejemplo:
▪ Ley de la gravitación universal (Newton); Física.
▪ Ley de las proporciones definidas (Proust); Quí
-
mica.
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▪ Leyes de la herencia (Mendel); Biología.
▪ Principio de Pareto y ley de Gresham; Economía.
Sin embargo, hay controversia sobre algunas dis-
ciplinas sociales como la referida en la figura 1: ¿son
realmente ciencias o no lo son? Es decir, ¿existen o no
las correspondientes leyes sociales? (Moreno, 2008).
En lo que sigue, nos referimos exclusivamente a las
ciencias naturales y de la salud y a la aplicación de sus
conceptos en varias pseudociencias.
Antes de seguir adelante, conviene señalar una di-
ferencia importante: según Jean Dausset, premio no-
bel de fisiología en 1980:
«La simple enunciación del
tema “ciencia y tecnología” revela el antagonismo
existente entre estos dos conceptos: la ciencia man
-
tiene relación con el conocimiento, mientras que la
tecnología se refiere más bien a su uso».
De aquí se desprende que la formación que reciben
científicos y tecnólogos no es equivalente, algo que
a veces se olvida y ha llevado a algunos a la pseudo-
ciencia.
4. El método científico
Las principales características del método científi
-
co y la distorsión pseudocientífica aparecen en la fi
-
gura 2. Es importante resaltar que, para evitar influen
-
cias externas, en cualquier experimento es necesario
controlar
todos
los parámetros que afectan el evento
o proceso estudiado. Hay ciencias en las que esto no
es posible (por ejemplo, astronomía, geología y ar-
queología). En esos casos, las teorías se consideran
válidas si:
a. Pueden asociar hechos aparentemente indepen-
dientes.
b. Logran predecir relaciones o fenómenos no en-
contrados previamente.
Los nuevos medicamentos y terapias merecen un
comentario aparte. Aquí, además de los experimentos
en células y animales, los ensayos clínicos son obli-
gatorios. Estos deben cumplir una serie de normas
científicas y éticas (por ejemplo, el consentimien
-
to informado) (González, 2014). En la figura 2, un
experimento sesgado significa que no se han segui
-
do las normas básicas desde el principio, por lo que
cualquier resultado posterior no es válido y se debe
ignorar. Otro tipo de sesgo se refiere a una manera
prejuiciada, consciente o no, de la evaluación de los
resultados del experimento. Hay ensayos clínicos de
muchos tipos; en
Google Académico
, solo en 2017-
2018, aparecieron 13 800 entradas. La gente común
no suele manejar este tipo de información; los estu-
diantes, mucho menos.
Cualquier campo de conocimiento que no es
científico, pero se publicita como tal, es una
pseudociencia
Figura 1. Contrato social de Rousseau.
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5. Ejemplos de pseudociencias y cómo recono-
cerlas
Algunas pseudociencias populares son las siguien-
tes:
Astrología.
Ya en 1727 aparecieron serias críticas a
la astrología (Figura 3); sin embargo, hoy día muchas
personas aún la consideran verdadera. En 1985 se
publicó en
Nature
(Shawn, 1985) una declaración de
condena a la astrología firmada por 18 premios Nobel
y otros 168 científicos.
Homeopatía y nosodes.
Estos dos están relaciona-
dos con una doctrina ideada por Samuel Hahnemann
(1755-1843), que implica la disolución de compuestos
orgánicos o inorgánicos que causan
síntomas
de enfer-
medades (ojo, no la enfermedad en sí) que se deben
administrar como un medicamento para enfermedades
con síntomas similares (ojo,
cualquier enfermedad
con
síntomas parecidos). El grado de dilución es tan grande
que en el producto final no queda nada de la sustancia
original. ¿Fundamento científico teórico o empírico?
Ninguno (Álvarez, 2008; Editorial, 2005). En los úl
-
timos años la homeopatía ha sido oficialmente conde
-
nada o desautorizada en los EE.UU. Rusia, Inglaterra,
España y Australia (Rationalis, 2020). Los nosodes,
supuestas vacunas homeopáticas, son igual de frau-
dulentas; en este caso los productos diluidos pueden
ser tejidos humanos contaminados, saliva de perro ra-
bioso, sangre menstrual y similares. El producto de la
figura 3 no se promociona específicamente como un
nosode, sino como que «fortalece el sistema inmunita-
rio», pero sin dar detalles acerca de cómo lo hace.
Magnetoterapia (curación con imanes).
Existe una
gran cantidad de literatura que denuncia la falsedad
de las terapias magnéticas. Un artículo importante
proviene de uno de los principales hospitales europeos
(el hospital de La Charité, en Berlín), donde médicos
alemanes del siglo
xix
pasaron años investigando las
supuestas propiedades curativas de los imanes sin
obtener resultados (Engstrom, 2006). Sin embargo,
desde mucho antes existían argumentos muy sólidos
en contra de las terapias magnéticas. Uno de los más
contundentes data de 1785 en Francia, gracias al
informe de una comisión integrada por el científico
norteamericano Benjamin Franklin, el químico
Antoine Lavoisier, el astrónomo Jean Sylvain Bailly
y el médico Joseph Ignace Guillotin, todos personajes
notables de la época. El informe fue el resultado
de llevar a cabo las instrucciones de Luis
xvi
de
investigar las «curas magnéticas» aplicadas por el
médico Franz Anthony Mesmer a los miembros de la
nobleza francesa, con resultados negativos.
La Figura 4 muestra un dibujo de una publicación
de la época, donde Franklin, presidente de la comi
-
sión, aparece a la izquierda sosteniendo las conclusio-
nes mientras Mesmer, con orejas de burro, es expulsa-
do del recinto junto a sus asistentes (González, 2013).
Mucho más reciente, en 2006, basado en un estudio
de la Clínica Mayo, el juez norteamericano Morton
Denlow opinó que las supuestas propiedades tera-
Figura 2. Ciencia y pseudociencia. En este último es común el uso de terminología científica
sin evidencia real que lo respalde. (González, 2012).
Figura 3. Izquierda.: Crítica de la astrología, del Dr. don Martín Martínez,
1727. Derecha. Mezcla homeopática-nosódica contra el covid-19,
Laboratorios Aica, 2020
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péuticas de una pulsera magnética, promovida como
curativa, eran «más ficción que ciencia». Entre otros
beneficios, el vendedor aseguraba que las pulseras
controlaban la hipertensión. Las ventas ascendieron a
aproximadamente 20 millones de dólares. El juez san-
cionó a la distribuidora a devolver su dinero a 100
.
000
compradores (Figura 5).
Ozonoterapia.
Consiste en insuflar ozono (O
3
) en
diversas partes del cuerpo: boca, ojos, columna, vagi-
na, ano, piel, sangre, etc. ¡Funciona para todo! Pero,
¿cómo lo hace? Nadie lo sabe. Sin embargo, lo que sí
se sabe es que el ozono es un irritante y contaminante
agresivo bien conocido (González y Rangel, 2017).
Según la Administración de Alimentos y Medicamen-
tos de los EE.UU. (
Food and Drug Administration
,
FDA): «
El ozono es un gas venenoso sin aplicacio
-
nes médicas conocidas en terapias específicas, coad
-
yuvantes o preventivas. Para que el ozono sea eficaz
como germicida, debe estar presente en una concen
-
tración mucho mayor que la tolerancia con seguridad
para personas y animales
».
El código de regulaciones federales de la FDA en
su título 21, vol. 8, 2016, (Código de FR, 2016) prohí-
be generar o difundir ozono:
1. En hospitales u otros establecimientos donde
haya pacientes.
2. Bajo cualquier condición médica donde no exis-
tan pruebas de seguridad y efectividad.
3. En cualquier otra situación en la que sea posible
alcanzar un nivel de 0,05 partes por millón para el
volumen de aire que circula a lo largo del dispositivo.
Otras pseudoterapias.
Hay muchas otras pseudo-
terapias, algunas más absurdas que otras, por lo que
sería necesario demasiado espacio solo para mencio-
narlas. Citamos solamente algunas de las más gene-
ralizadas en nuestro país junto a algunas imágenes
relacionadas (figura 6).
Son por ejemplo las terapias florales o terapia de
Bach (Ernst, 2002, González, 2010); la terapia pirami-
dal (González, 2013); la radiestesia (pseudodiagnósti-
co) (Enright, 1999); las terapias bioenergéticas, reiki
o toque terapéutico (Rosa y cols, 1998), la cromote-
rapia y laserterapia (Tate, 2005); el naturismo (todos
los productos naturales son buenos por el mero hecho
de ser de la naturaleza) (González y Horta, 2015); y la
acupuntura (hay algunos resultados muy específicos
de poca importancia y contradictorios con otros estu-
dios); (López, 2003, Horta y González, 2014). La Fi-
gura 7 muestra un bosquejo del experimento de Emily
Rosa, ideado para verificar las supuestas habilidades
perceptivas de los practicantes del reiki japonés (im
-
posición de manos). Se realizaron 280 ensayos, de los
cuales acertaron solo 123 (44%), cifra incluso menor
que una selección aleatoria (Rosa y cols., 1998).
Sin embargo, muchas personas afirman sentirse
mejor cuando se les administra algún pseudomedica-
mento o alguna pseudoterapia, a pesar de su falsedad.
¿Por qué pasa esto? Simplemente porque la mayoría
de la gente no tiene información sobre el
efecto place-
bo,
y los pseudoterapeutas nunca lo toman en cuenta
―a propósito o por ignorancia―.
La mayor parte de
las veces la supuesta mejoría se puede atribuir a este
efecto o a la remisión espontánea del padecimiento,
La formación que reciben científicos y tecnólogos
no es equivalente, algo que a veces se olvida y
ha llevado a algunos a la pseudociencia
Figura 4. Franklin pone en fuga a los mesmeristas en
El magnetismo develado
, Biblioteca Nacional de Francia.
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como suele ocurrir con frecuencia.
Desde mediados del siglo
xx
el efecto placebo es
muy bien conocido en la literatura médica; consiste
en que muchas personas (¡no todas!) declaran sentirse
mejor cuando se les administra algún falso medica-
mento o terapia. Sobre el efecto placebo se ha escrito
que «
se puede utilizar para beneficiar a los pacientes,
pero proporciona una vía fácil para los curanderos
sin escrúpulos de todo tipo
» (Tavel, 2014).
Hay docenas de artículos experimentales recientes
en revistas médicas arbitradas sobre el efecto place-
bo. Hoy día es fundamental considerar este efecto en
cualquier ensayo clínico de terapias o fármacos, don-
de junto al grupo de ensayo se incluye grupo de con-
trol que recibe alguna sustancia inerte para comparar
resultados. Las Imágenes por Resonancia Magnética
IRM y la Tomografía por Emisión de Positrones TEP
(Zubieta y cols., 2005) se han utilizado con excelen-
tes resultados para estudiar los efectos bioquímicos
de placebos en el cerebro y otros órganos (figura 8).
Además del ya considerado criterio de Bunge,
hay indicios adicionales que permiten reconocer una
pseudoterapia, porque las pseudociencias usan li-
bremente la terminología de la ciencia, pero carecen
de su esencia (ver Tabla 3). El primer indicio es que
muchos remedios pseudocientíficos suelen pretender
ser panaceas universales. Se supone que curan mu-
chas enfermedades diferentes: la vista, los huesos, el
estómago, cualquier dolor, o «refuerzan las defensas
naturales» (sin agregar más detalles), etc. Por supues-
to, nadie conoce el mecanismo involucrado en la cu-
ración o el fortalecimiento. Cuando alguien dice que
un medicamento o una terapia «es buena» para mu-
chas cosas, es prudente dudar; es muy probable que
no sirva para nada. Los criterios de la Tabla 3 se han
tomado y simplificado de González y Horta (2012) y
González (2012).
6. Conclusiones
Los argumentos antes mencionados parecen ser
adecuados para enfatizar que no basta con enseñar las
ideas correctas, sino que también es necesario ense-
ñar las incorrectas cuando la evidencia científica ha
demostrado su falsedad. Las prácticas pseudocientí-
ficas han causado, están causando y causarán mucho
daño en el futuro si no se critican a todos los niveles;
la experiencia dice que siempre habrá gente confun-
dida. Hace más de 2500 años, Cleóbulo de Lindos,
uno de los siete sabios de la Antigua Grecia (h. 600
a.n.e.) nos dejó la siguiente afirmación, que se man
-
tiene en la actualidad: «No hay nada tan común en
el mundo como la ignorancia y los charlatanes». Sin
embargo, podemos reducir notablemente las cifras
negativas advirtiendo oportunamente a los estudian-
tes. Por tanto, los programas educativos en todos los
niveles deberían al menos incluir el método científico
y la crítica de las pseudociencias más populares. Los
problemas relacionados con las pseudociencias son de
sobra importantes como para no dejar el tema desa-
tendido. Estos problemas van desde el daño directo a
Figura 5. Pulsera magnética fraudulenta. Foto de Innovato Design:
https://www.flickr.com/photos/185005651@N04/48902470416/
Figura 6. De izquierda a derecha; terapia floral, terapia piramidal (Pinterest), radiestesia.
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las personas hasta la pérdida de tiempo, esfuerzos y
valiosos recursos económicos.
Como dijo Einstein, «es cierto lo que supera la
prueba de la experiencia». Ninguna de las pseudocien
-
cias mencionadas más arriba ha superado esta prueba;
pero esas no son las únicas: hay muchas otras. Más
información y críticas sobre pseudociencias aparecen
en muchas fuentes; una de ellas se puede encontrar en
www.geocities.ws/rationalis/.
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