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levamos modificando el ADN de los alimen

-

tos; ¿mito o realidad? Está claro que es rea-

lidad. Desde que se inició la agricultura hace 

más o menos 12 000 años en distintas zonas 

del mundo, se fueron domesticando los cultivos gra-

cias a distintas técnicas. Básicamente, selección. ¿Qué 

se seleccionaba? Pues alguna cualidad que resultara 

interesante. El brócoli, el rábano, la col de Bruselas, 

la coliflor, el romanesco, el kai-lan, la berza, etc. pro

-

ceden todos de la misma planta, la 

Brassica oleracea

.

¿Qué ocurrió? Que en función de la parte del ali-

mento que quisieran desarrollar más, se fueron gene-

rando distintos alimentos. Por ejemplo, si pretendían 

potenciar flores y tallo, obtuvieron el brócoli. Si solo 

querían desarrollar el tallo, se obtuvo el rábano. Si 

buscaban mayor producción de hojas aparecieron la 

berza, la col o el kai-lan... y en el caso de las flores, el 

romanesco y la coliflor. Había una serie de caracteres 

en los cultivos que en aquella primera sociedad agrí-

cola, y aún hoy en día, nos sigue interesando selec-

cionar. Por ejemplo, que las plantas tengan un tamaño 

determinado, que todas las espigas maduren simultá-

neamente o que el tamaño de la semilla sea mayor.

Una de las acciones más importantes fue bloquear 

genes responsables de la toxicidad. Como sabréis, la 

patata, la berenjena, el tomate y el pimiento pertene-

cen a la familia de las solanáceas. Se llama así por la 

presencia de un compuesto tóxico, un alcaloide con 

efectos muy potentes incluso con una dosis muy pe-

queña, llamado solanina. A lo largo de cientos y miles 

de años hemos conseguido ir reduciendo el contenido 

de ese alcaloide en estos cultivos lo suficiente como 

para no morir, aunque aún podemos detectarlo. ¿Has 

visto alguna vez una zona verde en una patata, incluso 

bajo la piel? Esa es la solanina, y sigue presente. De 

hecho, los tomates verdes, aquellos que son verdes 

estando maduros (no los inmaduros), tienen mayor 

contenido de solanina y de ahí viene lo de «tomates 

verdes (mejor) fritos». El cultivo original de tomate 

silvestre consistía en una pequeña baya del tamaño 

de una aceituna, tan tóxica que podía matar. Gracias 

a esa selección artificial hecha por el hombre, se fue 

domesticando para que se perdiera esa toxicidad. 

En la figura 1 tenéis la evolución de distintas plan

-

tas. La A es una sandía de un bodegón, de un cuadro 

de Giovanni Stanchi, del siglo 

xvii

. Hace solo 400 

años la sandía era difícil de partir, dura, tenía la carne 

blanca, probablemente muy poco dulce y estaba llena 

Mitos

Transgénicos

Rosa Porcel 

Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas

Universidad Politècnica de València

El apocalipsis que no acaba de llegar

El brócoli, el rábano, la col de Bruselas, la coliflor, 

el romanesco, el kai-lan, la berza, etc. proceden 

todos de la misma planta, la 

Brassica oleracea

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de semillas. Hoy en día las sandías no tienen pepitas 

y están dulces. El plátano también es un buen ejem-

plo (Fig.1B). Los primeros plátanos eran mucho más 

pequeños y estaban tan llenos de semillas que prácti-

camente no tenían parte comestible. Actualmente son 

mucho más grandes y no tienen semillas (por eso son 

estériles). También hay que mencionar el maíz, uno de 

los primeros cultivos de la historia. El maíz original 

(Fig. 1C) era una pequeña espiga que fue mejorada a 

lo largo del proceso de domesticación para darnos lo 

que hoy disfrutamos como una mazorca.

A lo largo de cientos y miles de años se han ido 

domesticando  los  alimentos,  se  ha  ido  modificando 

ese ADN a través de procesos de selección, hibrida

-

ciones, cruzamientos y más recientemente, ya en la 

década de los años setenta, con la mutagénesis. A tra-

vés de esta tecnología se ha obtenido la mayoría de 

los cultivos que tenemos hoy en día. De pronto surgió 

la ingeniería genética. Aplicada a la alimentación no 

hacemos tomates con aspecto de kiwi en el interior, ni 

inyectamos líquido rojo a un tomate verde. Durante 

mucho tiempo, estas eran las imágenes que arrojaba 

Google al buscar «transgénicos». Por definición, un 

transgénico es un organismo donde se ha introducido 

un fragmento de ADN que procede de otro organis

-

mo distinto, y esto se ha hecho mediante ingeniería 

genética.

Este término de 

ingeniería genética

,

 

que parece tan 

novedoso, no lo es. Basta con ir a la propia naturaleza 

para ver que ya estaba inventado. Uno de los métodos 

que tenemos para hacer plantas transgénicas se basa 

en el uso de una bacteria presente en el suelo llamada 

Agrobacterium  tumefaciens

 (actualmente 

Rhizobium 

radiobacter

). Esa bacteria tiene la capacidad de infec-

tar una planta y provocar tumores porque introduce 

en su genoma la información para que esto ocurra. 

Nosotros aprovechamos esta capacidad de introducir 

información genética en la planta para cambiarla por 

la que queremos, de manera que introducimos una 

nueva cualidad sin provocar ninguna enfermedad en 

la planta. 

Hay más ejemplos que demuestran que la transgé-

nesis es un proceso natural. 

Elysia chlorotica

 es una 

babosa de mar que llama la atención porque es verde 

esmeralda. ¿A qué se debe este color? 

Elysia 

se ali-

menta de algas, pero cuando estas escasean, sube a la 

superficie y toma el sol. ¡Está haciendo la fotosíntesis! 

Es uno de los pocos animales que nos va a sorprender 

realizando un proceso que parecía exclusivo de plan-

tas. La particularidad de este gasterópodo es que la 

evolución ha hecho que no solo adquiera de las algas 

de las que se alimenta los cloroplastos necesarios para 

sintetizar su alimento a partir de la luz, sino que ha in-

corporado a su ADN los genes responsables de llevar a 

cabo este proceso. Roba los cloroplastos responsables 

de ese precioso color verde (hecho conocido como 

A

B

Fig. 1: a) Sandía original (bodegón de Giovanni Stanchi); b) Plátano original con semillas; c) Espigas de teosinte, antecesor silvestre del maíz (Wikimedia)

Fig. 2: a) Evolución de la superficie dedicada a cultivos biotecnológicos (1996-2018) b) Proporción dedicada a distintos tipos de cultivo:  Soybeans 

(soja); maize (maíz); cotton (algodón); canola (colza); others (otros: remolacha, patata, manzana, calabacín, papaya y berenjena); (isaaa.org)

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cleptoplastia

), los incorpora y se alimenta de la ener-

gía solar cuando no hay algas suficientes como ali

-

mento. Y lo hace porque tiene genes que vienen de 

organismos fotosintéticos y que funcionan perfecta-

mente ¿No es alucinante?

Son muchos mitos los que encontramos sobre este 

tema, tantos que he tenido que seleccionar algunos.

Mitos económicos

Habréis oído decir que hay menos superficie de or

-

ganismos de cultivo biotecnológico que de cultivos 

convencionales. Y he puesto aquí un «depende». Va

-

mos a ver cifras, las cifras oficiales. Actualmente hay 

dieciocho millones de agricultores que cultivan ali-

mentos transgénicos. La Unión Europea, aunque solo 

tiene autorizados dos y de esos dos solo cultiva uno, 

importa 106. No tiene mucho sentido que solo se esté 

sembrando uno, pero importemos más de cien.

En la gráfica  de la figura 2 podéis ver que a lo largo 

del tiempo, desde más o menos 1996, que fue cuando 

empezaron a despuntar hasta 2018, que es de cuando 

tenemos cifras, el área destinada a cultivos biotecno-

lógicos ha ido aumentando con el tiempo. La mayor 

superficie es ocupada por la soja, luego el maíz, se

-

guida del algodón y la colza. Claramente se ve que en 

el caso de la soja y del algodón hay mayor superficie 

de cultivos biotecnológicos, cosa que no ocurre, por 

ejemplo, con el maíz o con la colza. Por eso digo que 

depende, depende del cultivo que estemos hablando. 

La  superficie  de  cultivo  biotecnológico  modificado 

genéticamente es superior a la convencional.

Hablar de transgénicos y no hablar de Monsanto es 

como hablar de Valencia y no mencionar la paella. 

Está muy extendida la creencia de que las compañías 

biotech

, especialmente Monsanto (que ya ni siquiera 

existe), son las únicas que se benefician de esta tecno

-

logía o bien que una sola empresa tiene el monopolio. 

No es cierto. En la figura 3

 

se puede ver el desarrollo 

de los cultivos por cada uno de los países. Hay países 

como  Ecuador,  Cuba,  Nigeria,  Uganda,  Bangladés, 

Filipinas, Indonesia e incluso Kenia y Sudáfrica. Al-

gunos cultivos están en investigación todavía, pero en 

otros como Cuba, Bangladés o Indonesia ya está apro-

bado. Todos estos desarrollos se han llevado a cabo 

en universidades o centros de investigación públicos, 

no hay ninguna empresa detrás que cope el mercado.

Hablemos de los agricultores. ¿Se ven obligados 

a comprar semillas modificadas genéticamente cada 

año? Sí es cierto que cada año compran semillas. 

¿Pero por qué? Simplemente porque les interesa. Si 

siembran la semilla que obtienen, cada año van a te-

ner menos rendimiento y esto no se debe a ninguna 

manipulación de la semilla, es cuestión de genética. 

Las plantas no van a ser tan fuertes, no van a ser tan 

resistentes a la sequía o a otro tipo de estrés. En defi

-

nitiva, van a tener una peor calidad si se cultivan esas 

semillas. Ellos saben que esto ocurre y no se arriesgan 

a perder productividad, así que compran semillas cada 

año. Pero es que esto pasa tanto con las semillas bio-

tecnológicas como con las semillas convencionales. 

No tiene nada que ver con que sean cultivos transgé

-

nicos.

Mitos ambientales

Nos vamos al medio ambiente. Mucha gente pien

-

sa que un problema puede ser la polinización cruzada 

entre cultivos modificados genéticamente y otros con

-

vencionales. ¿Podría suceder? La verdad es que sí, si 

no se toman las medidas adecuadas. Pero si ocurrie-

ra, sería una excepción y no la regla. De hecho, en la 

Unión Europea no se ha celebrado ningún juicio por 

esta causa y llevamos dieciocho años plantando culti-

vos biotecnológicos junto a cultivos convencionales. 

Lo que ocurre es que los agricultores llevan a cabo 

una serie de prácticas para evitar que esto tenga lugar. 

Por ejemplo, distancia e hileras de aislamiento entre 

los cultivos, diferentes fechas de floración, limpieza 

de equipos, trazabilidad, etiquetado, etc.

Otro de los mitos frecuentes es el de «los cultivos 

transgénicos, resistentes a insecticidas, afectan a otros 

animales». El más sonado de este tipo de cultivos es 

el maíz bt, que, por cierto, es el único que se cultiva 

actualmente en la Unión Europea y del que España es 

el mayor productor. Este maíz tiene la característica 

de estar modificado para producir un insecticida natu

-

ral. Produce una toxina generada por 

Bacillus

 

thurin

-

giensis

. Es una tecnología que se lleva usando sesenta 

años en la agricultura ecológica y tiene un mecanismo 

de acción específico. Se ha visto que esta estrategia 

tiene menos efectos secundarios que los pesticidas 

Este término de ingeniería genética, que parece 

tan novedoso, no lo es. Basta con ir a la propia 

naturaleza para ver que ya estaba inventado

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convencionales y es selectiva y respetuosa con el me-

dio ambiente. Corre la creencia de que estos cultivos 

están matando a la mariposa monarca. Esto preocupa 

a mucha gente y por ese motivo se han hecho mu-

chísimos estudios científicos para evaluar hasta qué 

punto es así. El resultado es que no. Por una serie de 

razones, entre ellas que hay poco solapamiento entre 

la zona de alimentación de la mariposa y la zona de 

dispersión del polen; que el polen en realidad, una vez 

analizado, tiene muy poca toxicidad y en cualquier 

caso, no es suficiente para afectarla. Además, la ma

-

riposa no solo se alimenta del polen de maíz, con lo 

cual las conclusiones serían similares si el maíz fuera 

convencional.

Otro mito es que «los transgénicos han provocado el 

desarrollo de monocultivos». En este caso, probable-

mente quien piense esto es que no conoce los olivares 

de Jaén, los viñedos o los campos de girasoles. Ob-

viamente los cultivos transgénicos no han provocado 

ningún desarrollo de monocultivo.

Mitos sobre la salud

Es el tema que más nos preocupa. ¿Son perjudiciales 

los transgénicos? El resumen es 20-0-0: son cifras del 

último informe de la Comisión Europea, donde decía 

que en veinte años de cultivo de alimentos transgéni-

cos se han producido cero problemas de salud y cero 

problemas medioambientales. Si un alimento transgé-

nico está en el mercado, podemos decir que es segu-

ro. Cada transgénico es un evento independiente y se 

tiene que evaluar de forma independiente. Esa eva-

luación consiste en un duro, largo y costoso proceso 

donde tienen que cumplir unos requisitos de manera 

que,  si  llega  al  final,  pueda  obtener  la  autorización 

(Fig. 4). En ese proceso se evalúan posibles proble-

mas para la salud humana o riesgos ambientales. El 

coste económico que implica un proceso tan largo es 

lo que hace, entre otras cosas, que principalmente lo 

puedan asumir grandes multinacionales.

Si en algún momento del proceso de evaluación se 

demuestra que puede existir el más mínimo riesgo, 

se descarta y finalmente no se aprueba. Es algo que 

ocurrió con una soja, y cuando se detectó que podía 

generar alergias no fue autorizada. Esta soja se qui-

so enriquecer en metionina, un aminoácido escaso en 

esta legumbre. Para ello se utilizó un gen proceden-

te de la nuez de Brasil. Se daba la casualidad de que 

la proteína producida por este gen era la responsable 

de la alergia que provoca este alimento, así que final

-

mente no fue comercializado. Esto nos demuestra que 

los que hay son seguros y que si alguno no lo es, las 

agencias reguladoras se encargan de no permitir que 

se comercialice.

Hay quien puede pensar que «pueden producir aler-

gia, eso no se sabe, porque no llevan tanto tiempo 

usándose o consumiéndolos como para saber que no 

la producen». Hay alimentos convencionales que las 

producen y los vamos a encontrar en el supermercado: 

frutas como el plátano, el melocotón o el kiwi, sobre 

todo. También los frutos secos, el marisco, los hue-

vos, el pescado, etc.

Cuando el alimento se está evaluando, se analiza si 

se ha consumido previamente esa proteína, si es simi-

lar a otra que provoque alergia, qué resultado ha dado 

en animales, en humanos… Insisto en que con este 

tipo de alimentos, si tuvieran problemas de alergeni-

cidad, no estarían en el mercado. Se han convertido 

en los alimentos mejor evaluados y más seguros de 

la historia.

Por el contrario, sí se han desarrollado distintos ali-

mentos transgénicos precisamente para combatir pro-

blemas de alergia, por ejemplo, el arroz transgénico 

frente al polen: hay gente que es alérgica al polen de 

cedro y al ciprés y desarrolla asma bronquial. Este 

arroz combate los síntomas de dicha alergia.

¿Para qué sirven los transgénicos? ¿Son real-

mente necesarios?

Vamos a dejar la alimentación un momento y nos 

vamos a ir a la medicina. En este sector tenemos el 

claro ejemplo de la insulina, que ya tiene casi cuaren-

ta años de desarrollo. Antes de que la insulina fuera 

transgénica y se obtuviera de levaduras y bacterias 

Fig. 3: Distribución mundial de investigación pública 

en cultivos transgénicos (agrobio.org)

Fig. 4: Esquema del mecanismo de evaluación de riesgos 

para la salud de un alimento transgénico

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como 

Escherichia coli

, la insulina se obtenía del pán-

creas de los cerdos. Una persona diabética  insulino

-

dependiente necesitaba 50 cerdos, 50 páncreas a lo 

largo del año para satisfacer sus necesidades de insu-

lina. Esto hacía que fuera un tratamiento caro, solo al 

alcance de unos pocos e inseguro, porque podía gene-

rar problemas de rechazo además de venir de cerdos 

en granja que podían estar enfermos. Se consiguió in-

troducir el gen responsable de la síntesis de insulina 

humana en otros organismos para que estos la produ-

jeran, con lo cual ya no había rechazo, y la cantidad de 

proteína producida y el bajo coste del proceso hacía 

que cualquier persona que la necesitara tuviera acceso 

a un tratamiento seguro. Fue una auténtica revolución 

médica de la que se benefician actualmente millones 

de personas.

Mediante esta tecnología hemos obtenido además 

anticoagulantes, la hormona del crecimiento, la para-

tiroidea, factores hematopoyéticos e incluso vacunas. 

Pero también se han desarrollado terneras que dan 

leche maternizada cuya composición es muy similar 

a la leche materna humana. Otras terneras producen 

leche con insulina o con otras moléculas terapéuticas 

(hormonas, colágeno, fibrinógeno, lactoferrina…).

Siguiendo con las aplicaciones médicas, podemos 

desarrollar cerdos para xenotrasplantes, es decir, utili-

zar cerdos como fuente de órganos y tejidos, de mane-

ra que evitaríamos el problema del rechazo y la consi-

guiente administración de un tratamiento crónico.

Como curiosidad, el primer medicamento obteni-

do mediante ingeniería genética utilizando animales 

transgénicos fue aprobado por la FDA en 2009, obte-

nido a partir de cabras transgénicas. En 2014 se apro-

bó uno obtenido en conejos y en 2015 en pollos.

También tenemos que tener en cuenta que los me-

dicamentos no tienen el mismo tipo de regulación 

que los alimentos. El 

molecular pharming

, un juego 

de palabras para designar la granja molecular, es un 

área de la biotecnología que trata de utilizar plantas 

para producir compuestos de interés farmacológico o 

de interés industrial, ya que pueden ser no solo mo-

léculas con aplicaciones terapéuticas sino también 

pigmentos o enzimas, por ejemplo. En este momen-

to, con la pandemia de covid y mucha investigación 

para desarrollar vacunas en el menor tiempo posible, 

muchos proyectos se han centrado en la utilización de 

plantas transgénicas de tabaco. También fue de estas 

plantas de donde obtuvieron en su día el suero experi-

mental 

ZMapp 

con el que trataron a la enfermera Te-

resa Romero cuando enfermó de ébola.

Pero si escalamos un poco más allá y damos un giro 

de tuerca, de las plantas no solo podemos producir 

productos de interés farmacológico, sino que direc-

tamente comiéndonos una determinada planta nos 

podríamos inmunizar frente a cierto tipo de enferme-

dades. Pongamos un ejemplo: se ha desarrollado una 

lechuga que al comerla nos inmunizamos frente a la 

hepatitis B. Tenemos patatas que inmunizan frente 

al cólera o espinacas frente a la rabia. Y podríamos 

mencionar muchos ejemplos. Todo esto tiene la ven-

taja de que, pensando en ciertas regiones del mundo 

donde guardar la cadena de frío es complicado o no 

se dispone de la logística adecuada, se podría dotar de 

estos cultivos para evitar personal sanitario, agujas y 

pinchazos. Además, es barato.

Cuando al principio desarrollábamos cultivos trans-

génicos, hace ya veinte años, se trataba de que ofre-

cieran una ventaja sobre todo al agricultor: cultivos 

resistentes a enfermedades, a herbicidas o a varias 

condiciones ambientales como sequía, por ejemplo.

Pero llegó un momento en el que se empezó a pensar 

no solo en el agricultor, sino también el consumidor. 

Y entonces, además de esos beneficios, se les empezó 

a dotar de ventajas para estos. ¿Qué tipo de ventajas? 

Pues un alimento enriquecido nutricionalmente, más 

saludable. Uno de ellos es el arroz dorado, quizá el 

más conocido.

En el sudeste asiático, el arroz es la base de la ali-

mentación de 800 millones de personas. A pesar de ser 

un alimento nutritivo, es deficiente en betacaroteno, 

precursor de la vitamina A, lo que origina que más de 

un millón de niños mueran al año por enfermedades 

derivadas de la falta de esta vitamina y medio millón 

sufra xeroftalmia severa (la mitad morirá el mismo 

Se han desarrollado distintos alimentos 

transgénicos para combatir problemas de 

alergia, por ejemplo, el arroz que combate los 

síntomas de alergia al polen de cedro y de ciprés

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año). Este arroz ha demostrado a lo largo de los años 

y de muchísimas investigaciones científicas ser efec

-

tivo para evitar este problema tomando solo 60 g al 

día, algo que es completamente viable. Sin embargo, 

a pesar de esto y de ser un producto cuya patente fue 

liberada para fines humanitarios, no termina de llegar 

a todos. Preguntemos a los grupos ecologistas que du-

rante años han ejercido tal presión que, en una carta 

firmada por más de 100 premios nobel, se llegó a ca

-

lificar este bloqueo de crimen contra la humanidad.

En el mercado tenemos (Fig. 5) una piña de color 

rosa, debido a su contenido en antioxidantes, molécu-

las de efecto anticancerígeno. De forma similar, tam-

bién enriquecido en antioxidantes tenemos un tomate 

púrpura o el arroz púrpura, de un precioso color mo-

rado. Disponemos de patatas con menor contenido en 

acrilamida, compuesto tóxico originado con la fritura, 

trigo apto para celíacos —desarrollado por Francis-

co Barro en el Instituto de Agricultura Sostenible—, 

cultivos donde se ha conseguido que la proporción de 

ácidos grasos sea más saludable o que contengan el 

aminoácido del que carecían para conseguir un perfil 

nutricional más completo. En definitiva, todos tendrán 

mejores propiedades organolépticas o nutricionales.

Yo creo que es tarde para decir que no a los transgé

-

nicos. Llevan con nosotros muchísimo tiempo, en for-

ma de insulina, billetes de euro hechos con algodón 

transgénico, productos de limpieza, líquido de lenti-

llas, algodón sanitario… La tecnología empleada para 

obtener todo esto es la ingeniería genética y algunos 

de esos cultivos, como el algodón, son transgénicos. 

Sin embargo, a pesar de que muchos de los productos 

con los que convivimos tengan su origen en esta tec-

nología, prácticamente no estamos comiendo alimen-

tos transgénicos. No tenéis más que coger una etique

-

ta y leerla. España es uno de los países donde por ley 

se tiene que etiquetar si el contenido supera el 0,9 %.

Y en cuanto a la percepción social de los transgéni

-

cos, por suerte están cambiando las cosas. En el año 

2000, en una estación de metro de los Países Bajos, 

Greenpeace colocó carteles donde aparecía una lechu-

ga y un texto que decía «tu lechuga permanece fres-

ca y saludable porque hemos puesto genes de rata en 

ella», firmado por el Centro de Investigación Genética 

de Texas (con logo de la Universidad de Texas A&M 

incluido para darle credibilidad a la información, cla-

ro). Obviamente ni entonces ni ahora se han puesto 

genes de rata en la lechuga.

Y aunque hubiera sido así, no habría pasado nada, 

porque los genes son genes, vengan de lechuga, de 

tomate, de bacterias del suelo, de perro o de ternera, 

da exactamente igual. El código genético es universal, 

y todos los seres vivos hablamos el mismo idioma for-

mado por las mismas letras. En una encuesta donde se 

preguntó a la sociedad si el uso de transgénicos supo-

nía más beneficios que perjuicios, la opinión mejoró 

de 2014 a 2016.

De hecho, en otra encuesta de la FECYT se pregun

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tó si comer un fruto modificado genéticamente cam

-

biaba los genes de la persona que lo come. Durante 

algunos años, la proporción de gente que contestaba 

afirmativamente (de forma errónea) era alta y hemos 

sido testigos poco a poco de que el porcentaje ha ido 

disminuyendo. Parece que hay más gente informada y 

que algunos probablemente tenían una opinión forma-

da y la han cambiado. Quiero pensar que la divulga-

ción científica también ha tenido algo que ver.

A pesar de esto, siempre tendremos el 

marketing 

el sensacionalismo por el que podemos anunciar un 

papel de fumar 100 % natural sin transgénicos (no ol-

videmos que lo malo no es fumar sino hacerlo usando 

un papel transgénico), o sal del Himalaya sin OMG, 

porque como todo el mundo sabe, la sal es transgéni-

ca… O el colmo de los colmos: agua que además de 

anunciarse como «sin azúcar», «sin cafeína» y «sin 

nada artificial» también se anuncia como «sin OMG». 

Me pregunto si tampoco tendrá hidrógeno y oxígeno. 

Ver para creer y leer para ser libre.

Fig. 5: Piña rosa (Piqsels.com) y tomate púrpura (Tiffany Woods, Flickr), 

enriquecidos en antioxidantes