Nuevos vídeos de las charlas de EEEP Madrid
Ya están disponibles en el canal youtube de EEEP Madrid las charlas de tres de los últimos cuatro eventos (el último se cargará en breve). Son las que dieron Jacob Petrus, Jesús Zamora Bonilla y Miguel Aballe tratando los temas, respectivamente, de los chemtrails, los denominados textos sagrados, y el reciclado de envases:
"De las inocentes estelas a los pérfidos chemtrails", por Jacob Petrus, licenciado en Geografía por la Universidad de Barcelona, especializado en climatología.
"El Evangelio y el Corán: entre el mito y el documento histórico", por Jesús Zamora Bonilla, catedrático de Filosofía de la Ciencia en la UNED.
"El color de la pseudociencia: del verde azulado al azul verdoso, y viceversa", por Miguel Aballe, físico especializado en materiales metálicos.
Todos los vídeos de EEEP Madrid, en su canal youtube.
La ciencia de las pseudociencias 2014
Más información en https://www.uco.es/estudios/idep/sfp/node/42
El curso La Ciencia de las Pseudociencias pretende aportar al alumnado mediante el método científico las herramientas intelectuales imprescindibles para afianzar el pensamiento personal crítico y racional ante las afirmaciones de las pseudociencias y las creencias irracionales que invaden todavía nuestra sociedad moderna. El curso tiene com objetivo ser una aplicación intelectual práctica del conocimiento científico y el saber humano del siglo XXI que representa la Universidad, frente a las creencias sin base racional de muchas pseudociencias, sin embargo afianzadas socialmente. La mayoría de materias pseudocientíficas y paranormales se aprovechan del elevado tecnicismo de las ciencias actuales para imbuirse de palabrería científica, pero fuera de contexto y sin sentido real. Todas esas afirmaciones son analizables y comprensibles desde el punto de visto físico y científico. Aprender a analizar cualquier afirmación extraordinaria es otro objetivo del presente curso. Abundantes prácticas pseudocientíficas, sin el menor atisbo de relación con la realidad física del universo, están sin embargo implantándose en la sociedad española y europea actual hasta límites insospechados. Unos conocimientos básicos de Ciencia son la mejor herramienta para el desarrollo personal del pensamiento crítico y sólo esto puede ser útil ante los abusos de las pseudociencias. Un objetivo más es apoyar el pensamiento personal crítico. El curso propone como un objetivo más el poner en práctica los métodos de análisis y resolución de problemas que se aprenden en la Universidad, aplicándolos de forma general a nuestro entorno y en particular a las afirmaciones (pseudo) científicas publicitarias y en medios de comunicación. Este curso pretende como objetivo añadido ayudar a desenmascarar algunas de las pseudociencias mejor implantadas socialmente, algunas de ellas injustamente disfrazadas como auténtica Ciencia. En particular, otro objetivo de este curso es fomentar el análisis crítico de la Ciencia o de las afirmaciones en apariencia científicas que aparecen con frecuencia en los medios de comunicación. También pretende concienciar de la multidisciplinariedad de la Ciencia, apoyando la idea del interés por el conocimiento científico global, al menos de forma básica, sea cual sea la especialidad concreta de cada uno de nosotros. El curso hará hincapié en la necesidad del mundo científico y universitario por hacer divulgación científica de su saber y dar a conocer las maravillas de la Ciencia (en su más amplia expresión) a todos los ámbitos de la sociedad. El Cosmos tal cómo se nos muestra, ya nos presenta grandes prodigios y grandes retos todavía por descubrir, sin necesidad de evadirnos de la realidad. Un curso por el pensamiento científico, crítico y racional.
"El cientificismo", una conferencia de Mario Bunge
Sostenía Isaiah Berlin que los pensadores y los artistas podían dividirse en dos grandes grupos, de acuerdo con una particular interpretación del fragmento del poeta Arquíloco “muchas cosas sabe la zorra, pero el erizo sabe una sola, y grande”. Así, según Berlin, el grupo de los erizos estaría formado por aquellas personas convencidas de la existencia de un principio ordenador, unificador y sistematizador de la rica experiencia de la vida humana en general, y de sus múltiples manifestaciones sociales, políticas y culturales. En cambio, en la carpa de las zorras estarían todos los convencidos de la imposibilidad de reducir la casi infinita variedad de lo real existente a un único conjunto de categorías genéticas y explicativas. Berlin pensaba que gente tan distinguida como Platón, Hegel o Dostoievski eran grandes erizos, en tanto que catalogaba en el predio de las zorras a figuras no menos célebres, deL estilo de Aristóteles, Shakespeare y Goethe.
¿Qué hubiera pensado sir Isaiah de un tipo como Mario Bunge, por ejemplo? Sospecho que hubiese tenido que idear un nuevo taxón ad hoc, tal vez el de las zorras erizadas, o el de los erizos zorrunos, vaya usted a saber. Una nueva categoría, ésta, diseñada ex profeso para una figura tan multidimensional como la del profesor Bunge. “Muchas cosas sabe la zorra” sería un buen frontispicio arquiloquiano para la enciclopédica erudición y la muchedumbre de intereses y pasiones intelectuales de don Mario. Al mismo tiempo, “pero el erizo sabe una sola, y grande” es una proposición que uno podría grabar, con permiso del ilustre profesor porteño, en la cabecera de su propia cama.
Tratar de reseñar una conferencia de Mario Bunge es tarea tan ardua como intentar encajar los contenidos de la Enciclopedia Británica en las dimensiones de un cuento de Jorge Luis Borges. El profesor Bunge practica una modalidad de acrobacia intelectual que le permite abordar un sinfín de contenidos –“muchas cosas sabe la zorra”- de una forma sistemática, casi geométrica, encajando tales contenidos dispares en los perfiles perfectamente definidos –“pero el erizo sabe una sola, y grande”- de una soberbia urdimbre de ideas, conceptos, definiciones, teoremas, demostraciones e hipótesis.
El pasado 30 de abril el profesor Bunge impartió una charla titulada “cientificismo” en la Facultad de Derecho de la UNED. Bajo este epígrafe, el ilustre pensador argentino desplegó una vez más algunas de las ideas-fuerza de su pensamiento, recogidas en lo fundamental en su obra magna en ocho tomos Tratado de filosofía básica, y en una versión más dietética en su libro Ser, saber, hacer. En efecto, el profesor Bunge obsequió a los presentes, durante una hora aproximadamente, con una intervención en la que abordó de forma sucinta pero muy jugosa algunas de sus ideas sobre ontología (el estudio de existencia de las cosas), gnoseología y epistemología (el estudio del conocimiento humano), axiología (el estudio de los valores), praxiología (el estudio de la acción humana), ética (el estudio de los valores morales), economía, psicología social, sociología, criminología forense y neurociencia cognitiva.
Muchas cosas sabe la zorra. Pero don Mario, viejo erizo, abordó esta variedad casi amazónica de temas desde el común denominador del “cientificismo” (en realidad, y mejor dicho, “cientifismo”, como el propio ponente se encargó de aclarar). En boca de otros, este concepto podría merecer una severa sanción moral por parte de ciertas almas sensibles y acomplejadas. Pero don Mario es mucho don Mario, y su visión cientifista de la múltiple realidad humana emana de un pasmoso sentido común, musculado en un activismo académico y social de decenios, sostenido en una erudición portentosa y conducido por los rieles de una recta guía moral.
Una guía moral concretada en la ética del agatonismo, que el profesor Bunge resume en el precepto “goza de la vida y ayuda a vivir”, y que define como una combinación de egoísmo con altruísmo y de utilitarismo con deontologismo. Ni Kant, pues, ni Bentham, sino una combinación lineal de ambos.
Marisa Marquina, Manuel Corroza, Antonia de Oñate y Juan Rodríguez, con Mario Bunge
Sentido común, desde luego. Pues el cientificismo no es sino la reivindicación del sentido común a la hora de abordar el estudio de la realidad, la preexistente a los seres humanos y la construida por éstos. Y el sentido común, en la gestión de nuestra propia ignorancia, pasa por la utilización del método científico; en realidad, de los métodos científicos. Partiendo del principio filosófico del realismo ontológico –esto es, existe una realidad externa al sujeto cosgnoscente- y de una epistemología aproximativa –podemos adquirir un conocimiento cada vez más cierto de la realidad exterior, aunque nunca será un conocimiento completo- el profesor Bunge aboga por la constitución de una metafísica científica, esto es, de la puesta a punto de un esfuerzo de identificación, clasificación y sistematización lógica de los conceptos que subyacen a toda formulación científica. Pues, como bien dice don Mario, “la investigación científica se desarrolla siempre en una matriz filosófica”. Nociones autoevidentes como “objeto” y “propiedades”, como “existencia” y “cambio”, como “sistema”, o “espacio” o “tiempo”, “vida” o “mente”, “individuo” y “sociedad”, “hecho” y “valor”, forman parte del utillaje elemental de la labor de las ciencias naturales y humanas. Y sin embargo, tales nociones son deudoras de un esfuerzo previo de clarificación filosófica. El cientificismo es, entonces, la actitud de sentido común en el abordaje de conocimiento aproximativo y cierto de una realidad que existe con independencia del sujeto cognoscente. Y esta actitud se aplica a una gran diversidad de objetos: desde la física de partículas a la distribución óptima de bienes y servicios en una sociedad desarrollada. La variedad de objetos de estudio conlleva la adecuación particular de la metodología de investigación, pero ésta será siempre científica –cientificismo, “el erizo sabe una sola cosa, y grande”- y por ello, racionalista y empirista.
Esta reivindicación del trabajo epistemico de los científicos va pareja con el rechazo de tres grandes corrientes de la filosofía del siglo XX, que, en opinión del pensador argentino, han resultado ser esfuerzos estériles: la hermenéutica (y su invocación de un acto mágico de comprensión intuitiva más allá de la razón), la fenomenología (y su entronización de la subjetividad del sujeto cognoscente como fuente legítima de conocimiento) y el existencialismo heideggeriano (y su colección de sinsentidos lingüísticos). Tampoco sale demasiado bien librado el positivismo lógico del Círculo de Viena que, de acuerdo con Bunge, contradijo sus pretensiones científicas con su epistemología puramente fenomenista.
Tan criticable como el fetichismo del lenguaje, que Bunge asocia también con la filosofía posmoderna francesa, es el fetichismo matemático, presente en la elaboración de modelos matemáticos apriorísticos sin validación empírica. Un vicio que, nos indica el profesor, se hace especialmente patente en la microeconomía neoclásica y su postulado de la decisión racional individual. Y en el particular bestiario de nuestro querido filósofo no puede faltar, en una especie de acto de justicia poética tratándose de un intelectual argentino, el psicoanálisis, una práctica pseudocientífica absolutamente infalsable en el sentido popperiano. O el marxismo, una filosofía que se desentendió en su momento de las novedades científicas más relevantes del siglo XX y que no ha conseguido articular un pensamiento verdaderamentre científico.
No obstante lo cual, Bunge muestra un empeño más que solvente en propiciar un locus indudablemente práctico a la filosofía a través de un decálogo de desafíos que la despierten de su ensoñación académica, que la liberen de su esclerosis escolástica y que la sacudan de su sopor autorreferencial y de su estancamiento (“la filosofía actual está estancada porque, con algunas excepciones, los filósofos sólo leen a otros filósofos”, Bunge dixit): la defensa de la investigación básica, la crítica de las pseudociencias y del posmodernismo, la puesta al día de la filosofía de la ciencia y de la técnica, la construcción de una metafísica científica, la potenciación de una filosofía exacta, el desarrollo de la filosofía práctica y el estímulo del enfoque científico de los problemas sociales son algunos de los trabajos herculanos que don Mario propone a este respecto.
¿Por qué queremos tanto a Mario Bunge, en definitiva? Sin duda, de lo expuesto más arriba uno puede extraer bastantes razones para sentir admiración por el viejo profesor. Pero quizás una de las más poderosas sea la claridad expositiva de su pensamiento y de sus propuestas teoricas, prácticas y éticas. La claridad es la cortesía del filósofo, decía Ortega, y en el caso de Mario Bunge, esta transparencia implica algo más que una cortesía. Implica un desafío. Bunge nos emplaza a no estar de acuerdo con él, casi nos provoca a disentir de sus puntos de vista. Y ahí reside la dimensión del desafío: cualquier alternativa a las formulaciones del pensamiento bungeano deberá tener, al menos, el mismo soporte argumental, lógico y racional que éstas.
Y eso no es fácil. No puede ser fácil.
Manuel Corroza
Nota de la Redacción: Atendiendo a las peticiones de nuestros lectores, enlazamos el vídeo de la conferencia completa de Mario Bunge. El video está alojado en la página de la UNED, a quien agradecemos este recurso. https://canal.uned.es/mmobj/index/id/19670
Entrevista a Mario Bunge: “Me quedan muchos problemas por resolver, no tengo tiempo de morirme”
El filósofo, físico y humanista Mario Bunge (Buenos Aires, 1919) defiende el pensamiento científico como arma para conocer y mejorar el mundo; sueña con construir una “sociedad de socios”, justa y democrática; y arremete contra el posmodernismo, “la filosofía de los ignorantes, reaccionarios e inmorales”. Todo esto, con tal energía y lucidez que hace olvidar que tiene 94 años.
En Ciencia, técnica y desarrollo, su última obra reeditada por Laetoli, defiende que la ciencia y la técnica son los motores de la sociedad moderna. ¿Ciencia y política van de la mano?
Sí, pero cuidado: yo no creo, como creía Foucault, que la ciencia sea un arma política. Los científicos no se proponen alcanzar el poder, sino conocer. Politizar la ciencia es distorsionarla. A mí me interesa la política en parte porque mi padre era médico y político, en parte porque me impactó mucho la gran depresión que empezó en 1929 y, además, porque viví casi toda mi vida en Argentina bajo dictaduras militares.
Me refiero a la dimensión política de la ciencia como herramienta para mejorar el mundo.
Eso sí, la ciencia y la técnica servirán para mejorar el mundo si los dirigentes y sus asesores se dan cuenta de que la política debe utilizar los resultados de la investigación. Esto es, que en lugar de improvisar al calor de las elecciones, estudien seriamente los problemas demográficos, económicos, culturales y sanitarios de la sociedad para proponer soluciones constructivas.
Pero los científicos normalmente no se meten en política...
Hay científicos de dos tipos: naturales y sociales. Un físico no tiene nada que decir como especialista científico acerca de la sociedad. En cambio, un politólogo, un historiador, un demógrafo, un epidemiólogo, un educador o un jurista tienen mucho que decir. En medicina social hay trabajos interesantes en los que basar políticas sanitarias, como el experimento Whitehall, un estudio en Inglaterra sobre el estado de salud de los empleados públicos, que tienen todos el mismo acceso al sistema sanitario. El primero de estos estudios, que duró 30 años, demostró que los jefes viven más y mejor que sus subordinados; en otras palabras, la subordinación enferma.
“Necesitamos mejores teorías económicas y sociológicas para dar con la verdad”
Una de las conclusiones era que el estrés afecta más al empleado de bajo rango e insatisfecho que a su jefe.
Así es. Antes se creía que el ejercicio del poder causaba úlceras, y no es así. Es al revés. La sumisión causa úlceras. El subordinado, al no participar en las decisiones sobre su propio trabajo, se siente inferior y, de hecho, lo es. Esto tiene una repercusión desfavorable sobre su salud.
Cuando habla usted de ciencias sociales o económicas, ¿realmente cree que son ciencias?
No, en la actualidad son semiciencias porque están dominadas por ideologías. Además algunas ignoran lo esencial. La teoría microeconómica que se enseña en las facultades ignora la producción, da por sentado que las mercancías están ahí listas para ser consumidas. Ignora las crisis económicas. Enfoca su atención en el equilibrio, que se da cuando el consumo iguala a la oferta, pero es un caso muy particular que no se cumple en las crisis. Tratan de explicar un desequilibrio con la teoría del equilibrio.
¿Y la sociología como ciencia tiene algo que aportar a la crisis?
Mucho. La sociología, la economía y la política se deberían unir y la ciencia social debería ser una en lugar de dividirse en departamentos que no se hablan entre sí. Tampoco debería organizarse en escuelas de pensamiento, que es una división puramente ideológica. Necesitamos mejores teorías económicas y sociológicas para dar con la verdad.
¿Usted cree que existe la verdad?
Sí, claro. Es verdad que usted está sentada a mi lado, no es imaginación mía. La verdad no es una construcción social como pretenden los posmodernos. Existe la verdad objetiva y sin ella no podríamos vivir ni una hora. Sabemos que este hotel existe independientemente de que nosotros lo percibamos o no. Pero la verdad no se alcanza de inmediato, sino con la experiencia y haciendo investigación. La totalidad de los posmodernistas niegan la verdad. Incluso dicen que hay que liberarse de la tiranía de la verdad; en otras palabras, hay que dar rienda suelta a la especulación, lo que, a mi modo de ver, es inmoral, es suicida y es dar un paso atrás. Son reaccionarios.
¿Por qué tienen éxito los posmodernistas en la academia?
Los posmodernistas siguen siendo aceptados en los círculos académicos porque negar la ciencia es mucho más fácil que aprenderla. Son contrarios a la Ilustración francesa, a la ciencia, dicen que el cientificismo es dañino, se basan en ideas atrasadas. Decir a los muchachos "no se preocupen si los aprueban o los suspenden en ciencia porque la ciencia no tiene ningún valor" es demagógico. Es la filosofía de los ignorantes.
¿Por qué el posmodernismo se ha relacionado con ideologías progresistas?
Esa es una de las tragedias de la izquierda. La izquierda de mis tiempos era cientificista y la de ahora es anticientificista. Hay quienes creen, por la herencia de Dilthey, que lo social es espiritual y no se puede encender científicamente sino intuitivamente. O incluso que lo social es puramente lingüístico, como suponía Lévi-Strauss y su discípulo principal, Michel Foucault. Quieren destruir la cultura moderna, que se construyó a partir del Renacimiento sobre la base de las ciencias. Encontramos incluso científicos que creen en la homeopatía y niegan la medicina basada en la biología. Es una desgracia.
“Negar la ciencia es mucho más fácil que aprenderla”
Una de las definiciones de su diccionario de filosofía dice así: “Académico [trabajo]: Una obra intelectual de interés muy limitado, que probablemente sirve más para el progreso en la carrera de su autor que para el conocimiento humano”. Debe de haber hecho muchos enemigos. ¿Es eso lo que piensa de la universidad moderna?
Depende de los departamentos. Los científicos están en pleno renacimiento, los que están en decadencia son los humanísticos, debido a la invasión de charlatanes como Foucault, Deleuze, De Man, y otra gente que se inspira en Nietzsche y Heidegger.
Usted fundó la Universidad Obrera en Argentina en 1938, que más tarde Perón clausuró. Por su oposición al régimen, pasó un tiempo en la cárcel durante la dictadura. Siempre ha estado politizado. ¿Qué opina de los movimientos sociales que han surgido en los últimos años, como el 15M?
No he hecho un estudio científico de esto, pero cuando apareció, mis amigos madrileños me lo contaban entusiasmados y yo les decía "me parece que no va a ser nada más que una válvula de escape”. Debe haber una organización capaz de tomar esas consignas, que persista después de que se acabe el entusiasmo, y que, en lugar de limitarse a protestar, haga propuestas positivas para ver cuáles son las alternativas deseables y posibles.
Desde su punto de vista de filósofo científico, ¿cuál es la alternativa al sistema actual para lograr una mayor justicia social?
Una sociedad de socios. Una sociedad socialista auténtica, que no sería más que una ampliación de la democracia política. Igualdad de sexos, de razas y de grupos étnicos; una democracia económica alcanzable mediante las cooperativas; una democracia política, con acceso al poder por medios limpios, sin cabildeos que trabajen en función de los intereses particulares. Y una democracia cultural, con educación para todos. El movimiento hacia la democracia integral nació en el momento en el que la educación se hizo universal. Esa es una medida socialista, como la sanidad pública gratuita, de final del siglo XIX.
Entonces no son ideas tan revolucionarias ni novedosas…
No, pero hay que insistir en que no basta la democracia política porque, cuando no hay igualdad, los más poderosos acumulan más poder. Los revolucionarios franceses tuvieron razón: "Libertad, igualdad y fraternidad". No eran libertarios, ni igualitarios ni comunitarios, juntaban las tres consignas. Yo añadiría una cuarta: competencia. El Estado moderno no puede quedar en manos de aficionados.
El filósofo Feyerabend proponía que las decisiones acerca de la ciencia las tomasen democráticamente consejos de ciudadanos...
Eso es tan absurdo como la propuesta soviética de planificación de la ciencia. La ciencia básica está hecha por individuos más ingeniosos que otros, no se puede planificar y menos aún puede dejarse en manos de gente que no sabe lo que es la ciencia. Eso no es democracia, es estupidez. En ciencia no se toman las decisiones por votación, sino por consenso de expertos científicos. Así funciona cualquier buen laboratorio.
¿Usted sigue leyendo publicaciones científicas?
Sí, estoy suscrito a las revistas Nature y Science; esta me llega gratuitamente por haber sido suscriptor durante más de medio siglo. No leo apenas revistas de filosofía porque no aprendo nada nuevo con ellas. Antes leía de cabo a rabo el Journal of Philosophy con gran interés, pero me parece que está decayendo. La filosofía vive un momento de decadencia.
¿Los filósofos publican en revistas arbitradas, como los científicos?
Sí, pero los árbitros habitualmente no están bien informados. A mí me han retrasado casi todos los trabajos que he enviado a revistas filosóficas porque no entendían de qué les hablaba. Los filósofos suelen ser muy arrogantes y les da rabia otro que produzca más que ellos. Mis colegas me han dificultado la vida porque yo publicaba.
¿El declive de la filosofía tiene que ver con que haya dado la espalda a la ciencia?
Sí, Mosterín tiene mucha razón cuando dice que la filosofía que ignora la ciencia no es interesante ni productiva. Pero no basta con enterarse de los resultados de la ciencia, yo creo que un filósofo debería ir más allá y tratar de entender cómo se consiguieron los resultados, para lo cual hay que hacer alguna investigación científica.
¿Y la ciencia necesita a la filosofía?
La ciencia no se hace en un vacío filosófico, como creían los positivistas y Popper, sino en una matriz filosófica que, a mi modo de ver, incluye el realismo, el materialismo, el sistemismo y el humanismo. Hay que integrar esas distintas posiciones. Es lo que he tratado de hacer en mi Tratado de Filosofía Básica en ocho volúmenes.
“No leo apenas revistas de filosofía porque no aprendo nada nuevo con ellas”
En las carreras de ciencias no se estudia filosofía. ¿Es una carencia?
Sí, está mal. Yo siempre he propuesto que los alumnos de ciencias sigan una materia de epistemología, lo malo es que los profesores de epistemología no suelen saber ciencia y los alumnos de ciencias no los respetan mucho.
¿Y por qué las ciencias se separan de las humanidades, si también forman parte de la cultura humana?
La visión idealista de la ciencia es que hay ciencias sociales y naturales, sin solapamiento entre las dos. Esa idea fue defendida sistemáticamente por Wilhelm Dilthey, que no sabía que décadas antes ya habían nacido ciencias mixtas como la demografía, la epidemiología y la medicina social. Es una cuestión de ignorancia nada más.
Y de hecho, la ciencia moderna es multidisciplinar.
Los problemas gordos, sobre todo los sociales, exigen un enfoque multidisciplinar porque son poliédricos. El problema de la educación no se resuelve si al mismo tiempo no se resuelven los problemas de la desigualdad y la atención médica.
Eso también sucede en ciencias naturales: para estudiar el cerebro humano hace falta neurólogos, psicólogos, biólogos, sociólogos...
Sí, de hecho es la vía que se está siguiendo en la psicología científica. Las neurociencias cognitivas tienen en cuenta el ambiente social, saben que el cerebro de un chico que crece en un ambiente culturalmente pobre no se desarrolla igual de bien. Mi hija se dedica a eso, a la psicología del desarrollo.
¿Qué piensa de las teorías de la psicología evolucionista?
Es macaneo puro. En principio, la intención originaria de la psicología evolucionista está bien, pero es muy difícil conseguir evidencias. No tenemos rastros. Un fósil humano no habla sobre la manera de pensar de su expropietario. Y la principal idea errónea es que la mente humana no ha cambiado el curso de los últimos cien mil años.
¿Qué gran logro de la ciencia le gustaría ver?
Ya lo están logrando: la comprensión de los procesos mentales gracias a la fusión de la psicología con la neurociencia.
En física se ha visto la confirmación del bosón de Higgs, de los primeros ecos del Big Bang... ¿Qué más espera de la física?
Yo creo que la física teórica está empantanada porque ha sido acaparada por la teoría de cuerdas, que no sirve para nada, no es una teoría científica. La mayor parte de la gente ha estado perdiendo su tiempo con ella y tratado de juntar la gravedad con la mecánica cuántica sin lograrlo. Se ha quedado muy atrasada respecto a la experimental, que ha hecho grandes logros en el curso de los últimos 50 años y está logrando progresos inusitados, tratando con fotones y electrones individualmente.
“Antes se creía que el ejercicio del poder causaba úlceras, y no es así. Es al revés. La sumisión causa úlceras”
Todo eso son éxitos de la ciencia básica y, sin embargo, es lo que en momentos de crisis los gobiernos suelen recortar.
La mayor parte de los gobernantes son políticos que no entienden de cultura moderna y quieren resultados inmediatos. Pero Obama lo ha entendido. A pesar de que como político ha sido un desastre completo, desde el comienzo ha apoyado la ciencia básica. Lo mismo pasa con los dos últimos presidentes argentinos. Por desastrosas que sean sus políticas en otros campos, han apoyado decididamente la investigación científica.
¿Y en España?
Sé que ha habido recortes a la ciencia y sé de españoles que han emigrado para hacer carrera en el exterior. Me parece una desgracia porque un déficit crónico de la cultura española fue la falta de científicos. España produjo su primer gran científico a finales del siglo XIX, Ramón y Cajal. La ciencia española se puso en el mapa después de la muerte de Franco y no ha pasado mucho tiempo desde entonces.
En filosofía de la ciencia, ¿recomienda algún autor español?
Mi amigo Miguel Ángel Quintanilla, filósofo de la técnica, me parece el más productivo y uno de los mejores a nivel mundial, lástima que solo escriba en castellano.
Usted dice que su vejez empezó a los 90 años y que por eso ha bajado su ritmo de producción intelectual. ¿Sigue escribiendo?
Sí, estoy adaptando mis memorias al inglés. Van a publicarse en castellano en el mes de septiembre. Además, escribo artículos.
“Mi logro preferido de la ciencia actual es la comprensión de los procesos mentales mediante la fusión de psicología y neurociencia”
Tiene cuatro hijos, dos argentinos y dos canadienses. ¿Todos se dedican a la ciencia?
No, solamente dos: el físico que trabaja en México y la neurocientífica cognitiva, profesora en Berkeley. Mi segundo hijo enseñaba matemáticas en la universidad, pero ya se jubiló, antes que yo. El otro es el arquitecto, que trabaja en Nueva York.
Las conversaciones en las cenas familiares deben de ser muy estimulantes...
Pocas veces nos juntamos los cuatro, pero estamos en contacto permanente. Mi hija y yo tenemos un intercambio muy intenso intelectualmente. Anoche, por ejemplo, me mandó un artículo sobre la crisis de la educación en medicina.
¿Y ella está de acuerdo con su visión de la ciencia?
Sí. Mire, una mañana lluviosa, hace ya muchos años, en la Costa Brava, ella estaba a punto de terminar la escuela intermedia entre el bachillerato y la universidad, y le pregunté: "¿finalmente has decidido a qué dedicarte?". Me dijo "sí, a la neurociencia cognitiva". Yo le había estado lavando el cerebro durante años, de modo que fue muy placentero para mí. [Risas].
Hay pocas personas de 94 años que conserven una capacidad intelectual como la suya. ¿Es herencia genética o cómo lo ha hecho?
Los Bunge no son longevos. No, es simplemente curiosidad. Hay una cantidad de problemas enorme que todavía no he resuelto y sigo trabajando en ellos. No tengo tiempo de morirme.
Ojalá sea así por más tiempo. Los demás disfrutaremos de su obra.
Entrevista realizada por Pampa García Molina para Sinc con motivo de la visita de Mario Bunge a Madrid. ARP-SAPC la reproduce con permiso de la licencia Creative Commons de la autora.
Presentación Carta Europea por la Laicidad y la Libertad de Conciencia
Presentación de "Los libros de autoayuda ¡vaya timo!" en Madrid
Cancelada charla EEEP Valencia
Pseudomedicina en "Els Juliols" de la Universidad de Barcelona
Pseudomedicina en "Els Juliols" de la Universidad de Barcelona
Uno de los grandes enigmas de la humanidad es la razón que induce a las universidades a legitimar, financiar, albergar y publicitar pseudociencias en general y pseudomedicinas en particular. Quizá las universidades no tengan empacho en tirar piedras contra su propio tejado, dando pábulo a quienes desprecian el conocimiento y la ciencia. Pero los ciudadanos tenemos derecho a pedir explicaciones a las universidades que se prestan a hacerle el juego a la pseudociencia.
ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico ha conocido la ocurrencia más reciente del género gracias a uno de nuestros socios, Alberto Fernández Sierra. Recomendamos la lectura del artículo de su blog "Cerebros no lavados", donde se informa extensamente del asunto: la Universidad de Barcelona ha decidido emplear su prestigioso programa Els Juliols para presentar un curso titulado "Introducció a les medicines complementaries".
Alberto Fernández también promueve la recogida de firmas para pedir la retirada de ese curso. Desde ARP-SAPC pedimos la adhesión a esa petición, así como su difusión.
La opinión de ARP-SAPC es tajante: las pseudociencias no deben tener cabida en los centros de enseñanza. El conocimiento y el saber basado en el método científico no se hallan en plano de igualdad con la especulación sin base y la superchería. La medicina no es equiparable al curanderismo. La farmacopea no está en el mismo lugar que el bálsamo de Fierabrás. Es alarmante que profesionales con estudios de Química publiciten inventos que, como la homeopatía, niegan de plano una de las bases de su propia disciplina: el número de Avogadro. La propia calificación de "complementarias" dice a las claras que pseudoterapias llamadas habitualmente "alternativas" buscan hacerse hueco a toda costa. La medicina, cuando cura, no es ni alternativa, ni complementaria: es medicina.
ARP-SAPC muestra su preocupación por la tendencia a convertir a linas universidades en caballos de Troya de la pseudociencia. Pedimos a la Universidad de Barcelona que elimine este curso, y que considere que el papel de las universidades consiste en promover el conocimiento y la investigación. La inclusión de este curso perjudica gravemente al prestigio de la Universidad de Barcelona.
"Comer sin miedo" llega a la quinta edición
"Comer sin miedo. Mitos, falacias y mentiras sobre la alimentación en el siglo XXI", el libro de JM Mulet que apareció a en enero de este año y que publica la editorial Destino, va ya por la quinta edición. Su buena acogida ha permitido que el libro esté entre los más vendidos de amazon.es durante muchas semanas.
¿Era mejor la comida de antes que la de ahora? ¿Es más sano comer ecológico? ¿Estamos consumiendo mucha química? ¿Nos envenenan los aditivos? ¿Son tan malos los productos transgénicos como nos quieren hacer creer? ¿Existen las dietas milagro o las píldoras mágicas para adelgazar? ¿Cómo será la comida del futuro? ¿Anda suelta por ahí alguna enzima que lo cura todo?En un momento en el que palabras como «natural», «ecológico» o «sin conservantes» inundan el etiquetado de los productos que compramos, Comer sin miedo ofrece un análisis¡ científico y documentado de la realidad de los alimentos y de sus supuestas virtudes. J. M. Mulet, experto en bioquímica y biología molecular, revela qué hay de cierto y qué hay de mito en la información que circula sobre lo que nos llevamos a la boca, desmontando con ironía y humor un sinfín de falacias y mitos.Radicalmente en contra de la demonización de la intervención humana en los alimentos, nos demuestra que hoy la comida es más segura que nunca en la historia de la humanidad, que por fin tenemos el privilegio de poder comer sin miedo.«Por mucho que te lo digan, la comida natural es un mito. Toda la comida es fruto de la selección artifi cial, de la mejora genética y por tanto de la tecnología. Por eso, en un tomate tienes más tecnología que en un iPhone 5, y además es más barata, con lo que todos podemos disfrutar de ella.»
El valenciano está asistiendo a distintos eventos por toda la geografía española, y recientemente ha visitado Bilbao, León, Valencia y Barcelona. Este lunes 28 estará en Mallorca, en el Club de opinión Diario Mallorca. En su blog "Tomates con genes" se puede consultar todas las novedades sobre su libro y charlas.
JM Mulet también ha escrito "Los productos naturales ¡vaya timo!", publicado por la editorial Laetoli, en colaboración con ARP-SAPC.