Nuestros políticos lo tienen claro: para conseguir votos se puede hacer cualquier cosa, incluso jugar con la salud de los votantes.
Leo el pasado día 30 (abril 2003) que "el grupo parlamentario de IU ha presentado una proposición no de ley en el Congreso para pedir al Ministerio de Sanidad que libere las unidades incautadas del producto Bio-Bac para distribuirlas bajo control sanitario como producto de uso compasivo entre los pacientes que lo tomaban." En la nota de prensa de la formación, explican que lo que desean del Ministerio es que se les devuelva su derecho a medicarse con ese producto, que, no siendo nocivo para su salud, tiene un efecto placebo positivo. Pero IU no está precisamente sola: Esperanza Aguirre, candidata del PP, ha prometido interceder ante el Ministerio de Sanidad y Consumo; el Grupo Socialista en el Congreso ha afirmado su intención de elevar en la cámara baja una iniciativa similar. No deja de ser curioso: la famosa panacea anti-cáncer se prohibió porque se fabricaba y se vendía de manera ilegal.
Pero además de eso es que sus proponentes afirmaban unas virtudes al producto que simplemente no tiene. Sin demostraciones, sin seguir los cauces adecuados. Y creando en torno al medicamento no sólo un negocio de dudosa legalidad, sino todo un fenómeno pseudocientífico que se aprovechaba de la comprensible desesperación de los enfermos, las verdaderas víctimas de todo el montaje. Ahora se sabe que lo que se vendía como Bio-Bac, diferentes sustancias de composición incontrolada, tenía el mismo efecto que el agua milagrosa. ¿Debería pagar el Estado los viajes a Lourdes, las curas absurdas de cualquier sanador, o al menos facilitarnos a todos el acceso a esos "métodos compasivos"?
Lo más grave de la situación actual es que se tolera y queda impune el engaño en temas de salud. Lo triste es que haya quienes quieran perdonarlo, como aquello del "arsénico por compasión", porque los pobrecitos enfermos, quedan felices y contentos. Lo más necesario, que se pueda realmente actuar contra estos timos sanitarios, exponerlos como tales y cortarlos de raíz, en defensa del consumidor y del enfermo. Justo todo lo contrario de lo que ahora los políticos, buscando popularidad y votos, están pidiendo.
Javier Armentia