Edición 2010 - Número 9 (243) - 2 de octubre de 2010
Arturo Bosque
Es una carta publicada en una lista de ex-alumnos. Todos somos próximos o mayores de 65 años. Uno escribió sobre el alma y ésta fue mi respuesta. Los nombres y lugares están enmascarados.
Mi nieto Martín, con dos años y nueve meses, me puso en un aprieto el domingo pasado. Ibamos los dos a comprar el pan hablando de “nuestras cosas” cuando de pronto, de sopetón, me preguntó:
“- Yayo, ¿qué es el alma?”. Me quedé de piedra. Balbuceé, yo qué sé y pasó a otro tema más fácil de contestar:
“- Yayo, ¿qué es el corazón?”. Ahí sí que me explayé bien y cómodo. Incluso le hice que acercara su oreja a mi pecho para que lo oyera. Más tarde me enteré que su padre le canta la canción “Adiós con el corazón, que con el alma no puedo”. El moñaco quería saber y puso en un aprieto a su abuelo.
Hablar con vosotros del alma es más fácil a pesar de que con algunos esté muy alejado de su pensamiento.
Somos ya “granados”, hemos oído ya todo y cada uno se ha fabricado una estructura mental en la que se siente cómodo. Es muy difícil, si no imposible que nadie cambie. No tengo claro ni siquiera si es conveniente.
Lo importante es estar cómodo con uno mismo y, si a estas alturas, no lo estamos, ¿qué queréis que os diga?, ¡mal!. Así supongo que la mayoría estamos confortablemente instalados en nuestro sistema de ideas que, probablemente, no sea idéntico a ningún otro.
He leído con sumo interés el mensaje de Antonio. Me he hecho una idea de su pensamiento y de cuan cerca estamos a pesar de que las palabras nos separen. Pasa casi siempre. Cada uno da a sus palabras un contenido diferente al que dan otros. Así se puede entrar en una discusión sin fin porque se habla de cosas diferentes.
En vez de entrar frase por frase a confrontar ideas, voy a dar mi visión personal sobre el tema del alma. Es lo que, cuando sea mayor, le explicaré a mi nieto. El otro día fue muy difícil porque si yo le digo que el alma no existe ¿por qué su papá canta “Adiós con el corazón que con el alma no puedo”?. La verdad, complicado.
Cuando hablo del método científico sé que me pongo terco y puedo producir rechazo en más de uno. Pero, sintiéndolo mucho, no es posible entenderme sin comprender antes que “cualquier afirmación debe ser comprobada experimentalmente”. Bertrand Russell decía: “Deseo proponer a la favorable consideración del lector una doctrina que, me temo, podrá parecer desatinadamente paradójica y subversiva. La doctrina en cuestión es la siguiente: no es deseable creer una proposición cuando no existe fundamento para suponer que sea cierta.” (Cita de Enrique Reyes en sus mensajes. Gracias)
Vamos a suponer que es cierta la teoría clásica que existe el alma en los hombres y no en los animales.
Vamos a suponer que ese alma, por definición, espiritual, es “insuflada” por Dios en el instante que el espermatozoide se une al óvulo. Y vamos a intentar hacer algún experimento que nos confirme su
existencia.
Alguno ya estará escandalizado. “¿Cómo vas a experimentar con el alma si es espiritual y no está sometida a leyes físicas?”, me puede decir. A lo que le puedo contestar “¿Y cómo quieres que sepa si esa afirmación es cierta o errónea si hay otros que me dicen cosas muy diferentes a tu afirmación?”.
Yo quiero estar seguro de si el alma existe o no, ya que unos dicen que sí, otros dicen que no, otros distinguen entre cuerpo, alma y espíritu, otros que el alma es eterna en las dos direcciones del tiempo, otros que sólo en una, otros que es Dios mismo, otros que es la propia Materia, otros que forma parte de un Todo, otros que se manifiesta a través de mediums, otros que eso del espiritismo es un cuento, etc., etc. Y podría poner tantos etc. como queráis. Por lo tanto insisto en hacer un experimento que me demuestre su existencia. Si, no, aplicaré la proposición de Bertrand Russell y no creeré.
¿Dónde se manifiesta el alma? Ahí podríamos estar casi todos de acuerdo: en la capacidad de abstracción que tenemos los humanos. Aunque otros la pondrían en la capacidad de amar, o en la de crear arte, en la de componer música, en la de hacer poemas, en la de comunicarse, en la de asociar imágenes a sonidos (lenguaje) o a garabatos (escritura). Para el experimento, me da lo mismo. Cualquier cualidad que no observemos con claridad en los otros animales me basta.
Al ser cruel realizar experimentos, como hacemos con otros animales, vamos a usar sólo la observación.
Iniciamos la observación.
Hay hombres con más capacidad de abstracción que otros. ¿Deducimos que su alma es de inferior calidad que la de otros? Incluso los hay que no pueden realizar ninguna abstracción (de esto sin duda Pérez sabe el que más por su trabajo con minusválidos). ¿Deducimos que no tienen alma?
Seguimos observando. Conozco una persona que se quedó sin mano por un accidente. El siguió siendo el mismo con una mano menos.
Cuando era niño, otro chaval en una carrera ciclista fue atropellado por un camión. Sufrió graves heridas cerebrales. Al final, salió adelante pero su personalidad quedó modificada completamente. De tímido pasó a exageradamente extrovertido. Hace unos años me lo encontré en un bar de Zaragoza y a carcajada limpia me contó que a su hija le dice: “Hija mía, cuando las monjas te pregunten cómo te llamas, les dices Ana Zapater, cagar y peder”. Y volvía a soltar la carcajada mientras se giraba para hablar con todos los de su alrededor.
¿Cómo es que cuando pierdes una mano no te pasa nada en tu personalidad y cuando sufres una herida en el cerebro puede no sólo cambiar sino que, según sean las partes afectadas, puedes dejar de razonar, perder tu capacidad de abstracción, de amar, tu creatividad o convertirte en un vegetal? ¿No sería más lógico que si el alma es espiritual, tu personalidad permaneciera idéntica y pudieras seguir, como cuando pierdes una mano, creando pensamientos abstractos o seguir componiendo poemas?
La Neurología, mediante el análisis de los potenciales evocados cerebrales (PEC), señala las zonas del cerebro que entran en actividad al desarrollar cualquier capacidad, que, si se dañan, impiden su funcionamiento.
Por ninguna parte aparece ni otro mundo ni otro plano ni otra dimensión, como dicen algunos; ni el alma.
Sólo aparece el cerebro en actividad. Si ésta falla, desaparece el yo y todas sus funciones. Si el cerebro es dañado, se modifica la personalidad del individuo así como sus facultades cognitivas y/o lingüísticas.
¿Dónde está el alma?
Otra observación: el tetrapléjico mantiene todas las capacidades que creemos que existen sólo en los humanos.
Siguiendo con el método científico, los experimentos deben confirmar la hipótesis. Con las observaciones hechas, no se ve el alma por ninguna parte. Más bien lo que se deduce es que todas nuestras capacidades más elevadas residen en el cerebro. Cuando este se daña, algunas de esas capacidades cambian y si el daño es muy elevado podemos perder la mayoría de ellas.
Si cambiamos la hipótesis de que existe el alma por la hipótesis de que un cerebro en funcionamiento desarrolla esas capacidades, todo encaja como un guante a una mano. Si el cerebro está sano aunque el resto del cuerpo esté “desconectado” (tetraplejia), mantiene todas sus capacidades intelectuales; si deja de funcionar, se pierde la conciencia del yo; si pierde masa encefálica, se modifican las facultades radicalmente.
No necesito un alma espiritual ni de cualquier otro tipo para explicar nada. Sólo necesito que el cerebro funcione.
Si no hay más datos, forzosamente deduzco que es buena la segunda hipótesis y no lo es la primera.
No existe un alma, sólo existe el cerebro funcionando.