Edición 2012 - Número 252
Javier Armentia Fructuoso
(Artículo publicado originalmente en la bitácora Por la boca muere el pez)
Publicado en Diario de Noticias, MILENIO
Lunes, 12 de septiembre de 2011
Leo ayer en publirreportaje a doble página en este periódico que "la homeopatía gana adeptos en Navarra, con un crecimiento medio del 12% en los últimos cuatro años". El término adepto del título es más acertado de lo que posiblemente quería el autor indicar, porque de una creencia ciega e irracional hablamos, de la apuesta por un agua bendita que (siendo como siempre pasa con las aguas benditas sólo agua y nada más que agua con un pasamanos místico) se vende a precio de oro y se coloca como si fuera medicina. Lo que nos cura es otra cosa, y desde luego la homeopatía no es una medicina, por más que sea popular y por más que laboratorios muy potentes como Boiron puedan colocar dinero y publicidad, e incluso comprar un hueco en la Universidad Pública de Navarra para aparentar una respetabilidad que con pruebas científicas nunca consiguen.
Pero son homeochuches lo que venden. Hace unos meses me suicidé tragando ochenta píldoras del potente sedante que venden los homeogurús, y aquí sigo. Sin efectos secundarios ni primarios. El oscilococcinum con el que engañan a los acatarrados es ¡nada! Químicamente libre de hígado de pato ni de nada con nombre de bacteria inexistente e inventada (por un homeópata, claro, que éstos inventan las cosas y luego nos curan con un preparado infinitésimo e inexistente de ello mismo, es el timo al cuadrado). Boiron ha intentado acallar las críticas de quienes decimos públicamente que la homeopatía es un timo, como en Italia pretendieron con el bloguero escéptico Samuele Riva. Pero cayeron en el efecto Streisand, haciendo que el absurdo de pretender la censura judicialmente les expusiera como unos prepotentes sin argumentos.
En el artículo de ayer nos hablan del agradable sabor dulce de los gránulos... pero es que no hay más que esa sacarosa, nos han vendido un caramelo con la bendición de San Hahnemann, el fundador de esta religión tan nutricia. Un timo, sin paliativos. Y con mucho adepto, que los tiempos son así de tontos.