Clones y ética: sobre células madre y
prejuicios religiosos.
Oswaldo Palenzuela
Hace aproximadamente un año,
el 13 de Octubre de 2001, investigadores de la empresa
americana Advanced Cell Technologies (ACT) observaban
fascinados al microscopio aquello que habían
perseguido activamente durante varios meses. Unas pequeñas
bolitas de células que, días después,
convulsionaron la opinión pública tras
el anuncio de que se trataban de los primeros embriones
humanos obtenidos por transferencia nuclear somática,
más conocida como clonación. Este logro
marcó, evidentemente, un hito científico,
pero también añadió una carga al
ya convulso terreno de las consideraciones sobre experimentación
con embriones y óvulos humanos, que algunos colectivos
consideran inaceptable por razones morales y religiosas.
Si bien la legitimidad ética de las reivindicaciones
de estos colectivos es cuestionable, el peso social
y político de sus posturas está fuera
de dudas. Numerosas campañas, aireadas por los
medios y centradas en los aspectos más mórbidos
de las posibilidades de la clonación humana con
fines reproductivos, han tenido eco en las fuerzas políticas
y legislativas, que en algunos países han emprendido
o están en fase de emprender vías que
prohiban o restrinjan este tipo de investigaciones.
Recientemente, el gobierno español
ha emprendido una de estas campañas, vanagloriándose
además vacuamente de las dimensiones internacionales
y de la novedad de su iniciativa. "España
lidera una iniciativa internacional para la prohibición
de la experimentación en clonación terapéutica".
Triste titular que, además, resulta falso, pues
esta declaración llega cuando ya los países
que lideran este tipo de investigaciones han debatido
y digerido el tema hasta la saciedad. Lo único
que lidera el gobierno español con su iniciativa
es una cruzada por la postura más reaccionaria
de las posibles, apoyándose en presuntos riesgos
y en supuestas razones éticas, que no son sino
un disfraz a una postura moralista de base profundamente
religiosa. La línea está en perfecta sintonía
con sectores del gobierno republicano de EE.UU. y, como
no, con el Vaticano. Recuperamos así nuestro
papel de "Reserva Espiritual de Occidente",
por si alguien lo creía perdido.
Puesto que la campaña del gobierno
alude fundamentalmente motivos éticos, y éstos
consisten en el juicio sobre la legitimidad moral de
las investigaciones en clonación, resulta fundamental
una información apropiada sobre los elementos
implicados. Esta información puede resultar difícil
de asimilar sin un conocimiento previo de nociones sobre
biología, motivo por el cual quizás el
debate se centra en los aspectos más frívolos,
superficiales y subjetivos, que están más
próximos a la experiencia del gran público.
Los esfuerzos del Dr. Frankestein por crear lo que sólo
Dios puede, o el aberrante orden social ideado por Aldous
Huxley en su novela "Un Mundo Feliz" son referencias
obligadas en estos planteamientos, a pesar de estar
muy alejados de las verdaderas cuestiones éticas
que se plantean con la experimentación en clonación
humana. El gobierno, lejos de emprender una campaña
de información pública y de reflexión
social sobre estas materias, ha asumido una postura
paternalista que prohibe aludiendo a "riesgos"
y a "motivos científicos y éticos".
En mi opinión, son los ciudadanos informados
quienes pueden valorar realmente los riesgos, y juzgar
si tras esos supuestos motivos éticos hay algo
más que una moral religiosa travestida, una intrusión
-una más- de la moral católica más
trasnochada en el cuerpo legislativo de un estado supuestamente
laico. Por ello, es mi pretensión contribuir
a enfocar este debate, del cual la clonación
es sólo uno de los aspectos, en su debido terreno.
Las Células
Madre
Acabo de afirmar que la clonación
es sólo uno de los aspectos, el más recientemente
aireado y recogido por la campaña del gobierno
español, de un debate subyacente, más
amplio, sobre las cuestiones éticas que afectan
al uso de óvulos y embriones humanos para investigación
científica. Y este aspecto es sistemáticamente
obviado. La raíz de todo este embrollo está
en las llamadas Células Madre (CM). En los últimos
años, un sector de la investigación biomédica
ha vuelto la cabeza con interés hacia el reconocimiento
de que en los organismos existen una clase de células,
las CM, que tienen la capacidad de convertirse en las
distintas células que forman un individuo. Los
biólogos han aprendido a aislar, cultivar y reproducir
estas células, y mediante sus investigaciones
están comenzando a vislumbrar
los mecanismos que hacen que puedan especializarse en
células sanguíneas, nerviosas, o de músculo
cardíaco, por mencionar algún tipo. Desde
sus orígenes, la investigación con CM
se ha planteado con un enorme potencial terapéutico
en su haber, es decir, como una herramienta médica
que, como algunos prestigiosos científicos afirman,
abrirá una nueva era en medicina humana y plantará
batalla abierta a un gran número de enfermedades,
algunas de las más insidiosas de nuestra era.
Un vistazo superficial a esta orientación terapéutica
del uso de CM consistiría en la posibilidad de
aportar este material a un corazón infartado,
a un cerebro devastado por Alzheimer o Parkinson, al
páncreas de un diabético, o a la médula
espinal seccionada de un tetrapléjico. Si conseguimos
que estas CM reconstruyan aquellos tejidos irreversiblemente
dañados, de un modo completamente análogo
a los procesos naturales de regeneración de otros
tejidos, entonces queda claro el potencial para auténticos
"milagros" médicos y para soluciones
a enfermedades incurables y muy prevalentes en nuestra
sociedad. Debo hacer hincapié de que ningún
científico en su sano juicio discute este enorme
potencial terapéutico de las CM.
Ahora bien, el problema viene con la
fuente de CM para estas investigaciones. Todos los organismos
adultos tenemos CM. Pero, desgraciadamente, no todas
las CM son iguales. Cuando un óvulo se fecunda,
la célula resultante es totipotente, es decir,
tiene capacidad para dividirse y formar un organismo
completo. Durante las primeras etapas de desarrollo
subsecuentes, se forman un pequeño número
de células que siguen manteniendo todo su potencial.
Si las separamos en ese momento, cada una de ellas podría
generar un organismo completo. Es lo que sucede, por
ejemplo, cuando de modo natural se producen mellizos
idénticos. Poco después, las sucesivas
divisiones de estas células producen lo que los
embriólogos llaman un blastocisto. En esta pequeña
bolita microscópica (formada por unas 100 células),
se puede distinguir una capa externa de células
que se ocuparán de proteger y nutrir al embrión,
formando la placenta y estructuras asociadas, mientras
que en su interior hay un conjunto de CM pluripotentes.
Estas células aisladas ya no serían capaces
de generar un organismo viable, pues no tendrían
capacidad para implantarse en un útero y desarrollarse
como tales. Sin embargo, mantienen la capacidad de diferenciarse
en cualquiera de los tipos celulares que forman un organismo,
desde neuronas hasta células cardíacas
o pancreáticas. Los embriones, durante todo su
desarrollo fetal, son especialmente ricos en CM pluripotentes.
Sin embargo, conforme avanza la formación de
los tejidos y órganos adultos, éstas se
hacen cada vez más raras. Lo que persiste durante
toda la vida de un organismo son CM capaces de regenerar
determinados tejidos, pero por lo general sólo
éstos. Se las suele conocer como CM multipotentes,
ya que pueden generar algunos tipos de células,
pero no cualquiera. Por ejemplo, un organismo adulto
mantiene un número elevado de células
multipotentes de las series sanguíneas en la
médula ósea, ya que estas células
tienen un ritmo de regeneración elevado. Pero
estas células no parecen ser capaces de formar
neuronas ni regenerar médulas espinales. Recientes
descubrimientos han conseguido demostrar la presencia
en adultos de células multipotentes de otros
tipos, incluyendo células nerviosas, pero son
especialmente raras y su purificación en número
suficiente no resulta viable. Por ejemplo, se han encontrado
en cerebro de ratas, o en trozos de encéfalo
humano extraído durante operaciones quirúrgicas
para paliar casos graves de epilepsia. No son, desde
luego, procedimientos rutinarios o asequibles desde
un punto de vista terapéutico. La investigación
en esta línea, y en aquellas encaminadas a desprogramar
células adultas para convertirlas en células
madre, ha conseguido algunos descubrimientos alentadores
en tiempo reciente, pero por lo general no se ve como
una alternativa viable al uso terapéutico de
CM verdaderamente pluripotentes, a corto o medio plazo.
Los mayores avances en generación
de líneas de CM pluripotentes se pueden producir
pues con los óvulos fecundados, en ese estado
llamado blástocisto, en el cual unas pocas células
conservan casi todo su potencial, momento ligeramente
anterior a cuando se implantaría en un útero
en condiciones naturales. Una fuente excelente de este
material en humanos son los óvulos y embriones
congelados, aquellos que sobran tras los procedimientos
de fertilización in vitro que son hoy en día
rutinarios para parejas que sufren de infertilidad.
Y aquí empiezan los problemas. Para los sectores
más influidos por ciertas morales religiosas,
cualquier uso de estas células es inaceptable,
ya que alegan que se trata de vidas humanas y como tales
deben protegerse. Se trata, por supuesto, de una visión
subjetiva y en gran medida fundamentalista, que no es
justificable desde un punto de vista científico
ni, como veremos más adelante, ético.
Poco se aleja esta postura de la reflejada en el Génesis
38:9,10:
"Pero sabiendo Onán que
el hijo que le naciera no sería considerado suyo,
sucedía que cada vez que se unía a la
mujer de su hermano, vertía en tierra para no
dar descendencia a su hermano. Pero lo que hacía
era malo ante los ojos del Eterno, y también
a él le quitó la vida."
Sobre todo teniendo en cuenta los miles
de años pasados desde aquello.
Otra vuelta
de tuerca: la clonación.
Aunque las CM derivadas de material
sobrante de los procedimientos de fecundación
in vitro son un excelente material de investigación,
en los últimos años se ha emprendido un
paso más hacia los posibles usos terapéuticos
de estas células. Ello ha llevado al desarrollo
de las técnicas de clonación por transferencia
nuclear somática (aunque también se han
desarrollado técnicas que consiguen inducir a
los óvulos no fecundados a dividirse, en un proceso
conocido como partenogénesis, que en este caso
genera células clónicas de la donante
de óvulos). De nuevo, es necesario conocer en
qué consiste y por qué las células
madre obtenidas mediante
estas técnicas pueden ser mejores que las procedentes
de los tratamientos de infertilidad. Una de las razones
fundamentales es la capacidad el producir CM "a
la carta". Un problema primario con el que tropezaría
una terapia basada en CM obtenidas de un donante anónimo
es común al que se plantea en los trasplantes
de órganos: el organismo reconoce el material
extraño como intruso y, en vez de colaborar con
las células para que regeneren los tejidos dañados,
las destruiría rápidamente. Desde luego,
al igual que se hace en los transplantes, estas reacciones
de rechazo pueden hasta cierto punto controlarse eligiendo
tipos compatibles y usando medicamentos inmunodepresores,
pero lo cierto es que estas soluciones -aunque salvan
vidas- distan mucho de ser ideales y limitan enormemente
la diversidad y viabilidad de las terapias a aplicar.
Sin embargo, si a un óvulo humano le sustituimos
su núcleo por el de la célula de un paciente,
e inducimos a este ente clónico a que se divida
(como lo haría un óvulo tras una fecundación
normal), hasta esa etapa de blastocisto (a partir del
cual podemos generar líneas de CM) tendremos
unas células pluripotentes genéticamente
idénticas a las del donante, con las cuales,
potencialmente, se podrían aplicar terapias regenerativas
personalizadas, sin posibilidad alguna de rechazo.
No acaban ahí las aplicaciones
de las células humanas clónicas. Mediante
la clonación de células con defectos genéticos
o, por ejemplo, mediante la clonación de células
tumorales, se puede generar conocimiento de valor incalculable
sobre cuales son los mecanismos genéticos últimos
que regulan el desarrollo y diferenciación celular,
incluyendo el descubrimiento de las causas por las que
a veces el proceso se descontrola y se genera un cáncer,
o de los mecanismos responsables del envejecimiento.
Esto son sólo esbozos de la utilidad de las CM
clónicas humanas en investigación biomédica.
Podemos comprender ahora mejor la excitación
de los investigadores de ACT cuando obtuvieron estas
células, por primera vez, hace menos de un año.
Ética
y fundamentalismo
¿A qué viene pues
tanto revuelo?. La investigación con CM clónicas
humanas puede, como hemos visto, revolucionar la medicina.
Casi todos hemos perdido a seres queridos víctimas
del cáncer o de infartos, a muchos de nosotros
nos corresponderá terminar nuestros días
de este modo. ¿Por qué, pues, prohibir
la investigación orientada a solucionar estos
problemas?. Los motivos aducidos por el gobierno incluyen,
fundamentalmente, objeciones éticas. Es innegable
que el desarrollo de estas nuevas tecnologías
despierta nuevas cuestiones de carácter ético.
Sin embargo, en el caso de la clonación terapéutica
humana, pocas de estas cuestiones tienen distinta raíz
que las objeciones morales de sectores conservadores
al uso de material genético humano, que ya vimos
anteriormente con la historia de Onán y el castigo
divino por desperdiciar su semilla. Frente a posturas
simplonas, desinformadas y paternalistas como la asumida
por el gobierno español, resulta imprescindible
un debate serio sobre las auténticas cuestiones
de carácter ético con las que nos enfrentamos
al hacer uso de estas nuevas tecnologías. Sirva
como ejemplo esclarecedor el análisis que el
comité asesor de la empresa ACT realizó
al respecto, cuando se iniciaron sus trabajos encaminados
a conseguir clonación de células humanas.
Este comité estaba
constituido por especialistas en ética, abogados
y científicos, de diversas afiliaciones en instituciones
públicas y privadas americanas. Su portavoz,
Ronald M Green, director del Instituto de Ética
de la Universidad de Darmouth (EE.UU.), resumía
lo que el comité consideró como las 5
cuestiones éticas mayores, que se abordaron y
resolvieron del siguiente modo [Green, R.M. (2001) Scientific
American, Nov.24.]
1/ ¿Cual es el status moral
de los organismos creados mediante clonación?
Argumento: Si un organismo clonado se
implantase en un útero, como se hizo con el famoso
caso de la oveja Dolly, sería posible que se
desarrollase completamente hasta nacer. A causa de este
potencial, habría quienes argumentasen que los
embriones generados en los experimentos de clonación
humana con fines terapéuticos son equivalentes
a embriones humanos normales y corrientes, y merecen
el mismo grado de protección y respeto.
La mayoría de los miembros del comité
no estuvieron de acuerdo. Se recalcó que, a diferencia
de un embrión humano, un organismo clonado no
es el resultado de una fecundación de un óvulo
y un espermatozoide. Se trata de un ente biológico
nuevo, no presente en la naturaleza. Aunque tiene cierto
potencial para convertirse en un ser humano, este potencial
es muy limitado. En la etapa de blastocisto, cuando
el organismo se disocia para generar las líneas
de células madres, se trata de una bola de células
del tamaño de un punto. Los embriones generados
por fertilización normal, generalmente, no se
implantan en el útero hasta después de
esta etapa de blastocisto. No hay órganos, no
hay posibilidad alguna de que pueda pensar o sentir,
y no tiene ninguna de las características de
un ser humano. Aunque los miembros del comité
reconocieron que habría quienes asociasen este
organismo con un embrión, se prefirió
reconocerlo como un "huevo activado", y se
concluyó que sus características no debieran
impedir que se usase para trabajos que podrían
salvar vidas.
2/ ¿Es permisible crear un
ente de desarrollo humano sólo para destruirlo?
Argumento: Aquellos para quienes la
vida humana comienza en el momento mismo de la fecundación
-y consideran pues a los huevos activados como moralmente
equivalentes a embriones humanos- no pueden aprobar
éticamente la investigación en clonación
terapéutica. Para ellos, esta investigación
es equivalente a matar a un niño vivo para recolectar
sus órganos en beneficio de otros. Algunos de
quienes piensan de este modo, sin embargo, podrían
considerar aceptable la investigación en células
madre humanas generadas de embriones sobrantes (congelados)
de los procedimientos de fecundación in vitro.
Su razonamiento, correcto o no, es que estos embriones
van a ser destruidos de todos modos, y que por lo menos
algún bien podría generarse del uso de
estas células. Pero la clonación terapéutica
humana resulta totalmente inaceptable para estas personas,
porque conlleva la creación deliberada de lo
que ellos consideran un ser humano con el propósito
de destruirlo.
Muchos de los que no reconocen status
moral a los entes creados mediante clonación
terapéutica están en desacuerdo con este
punto de vista. Al igual que los miembros de este comité,
argumentan que los beneficios de esta investigación
y de las posibles terapias que genere sobrepasan ampliamente
las alegaciones sobre los huevos activados. Sorprendentemente,
algunos de los que comparten esta moral se oponen de
todos modos a la investigación, apoyándose
en terreno simbólico. Mantienen que es impropio
el crear vida humana de ningún tipo sólo
para destruirla. Les preocupa que esto podría
suponer el acercamiento de nuestra sociedad hacia una
"pendiente resbaladiza", que podría
llevar a la degeneración moral y a la rapiña
de órganos de adultos sin su consentimiento.
Estos argumentos simbólicos y
de "pendiente resbaladiza" tienen frecuentemente
una poderosa fuerza emocional, pero son difíciles
de valorar. ¿Es realmente cierto que el uso de
huevos activados para terapias salvavidas conducirán
a esos supuestos abusos?. Por el contrario, si la ciencia
médica puede aumentar la supervivencia de la
gente con calidad de vida, ¿no podría
incluso esta investigación incrementar el respeto
por la vida humana?. Los miembros del comité
señalaron el hecho de que el Reino Unido, hasta
muy recientemente, ha permitido legalmente la creación
y destrucción deliberada de embriones humanos
en investigación desde principios de los 90.
No ha habido ningún efecto negativo aparente
de este permiso en la sociedad británica. Al
final, los argumentos simbólicos y de pendiente
resbaladiza no persuadieron a los miembros del comité
de que la investigación en clonación terapéutica
no debiese continuar.
3/ ¿Es correcto buscar activamente
huevos humanos para investigación científica?
Argumento: La necesidad de una fuente
de óvulos humanos lleva a una de las cuestiones
éticas más delicadas en esta investigación.
En cada ciclo mensual, una mujer produce sólo
uno o dos óvulos maduros. Para aumentar este
número hasta los niveles necesarios en investigación,
deben tomarse medicamentos inductores como los usados
en los procedimientos de fertilización in vitro.
En raras ocasiones, esta medicación puede causar
el llamado síndrome de hiperestimulación,
que puede provocar daños hepáticos, disfunción
renal, o formación de trombos causantes de infartos.
De acuerdo con algunos estudios, ciertas drogas estimulantes
ovulatorias se han asociado con un mayor riesgo de cáncer
de ovario La cirugía necesaria para recolectar
los óvulos también implica riesgos, como
los de la anestesia y las posibles hemorragias . ¿Es
ético someter a una mujer a estos riesgos para
fines de investigación?. Si a las mujeres se
les ofrece dinero para someterse a estos riesgos, ¿podría
esto hacer que los materiales reproductivos humanos
se comenzasen a ver como artículos con los que
se puede comerciar? No está permitida la venta
de órganos humanos o de bebés, ¿son
los óvulos diferentes?.
En respuesta a estas cuestiones, los
miembros del comité tuvieron en cuenta dos hechos.
En primer lugar, ya existe un mercado sustancial de
óvulos humanos con fines reproductivos. Algunas
mujeres jóvenes reciben sumas considerables por
proporcionar óvulos que permiten a mujeres solas,
o a pareja infértiles, tener hijos. Si estas
mujeres pueden sobrellevar los riesgos con ese fin,
nos preguntamos: ¿por qué no se les debiera
permitir abordar los mismos riesgos para la investigación
orientada a salvar vidas humanas?. Y si se les puede
pagar por el tiempo y las molestias que la donación
de óvulos con fines reproductivos conlleva, ¿por
qué no pueden recibir un pago razonable por la
inducción ovulatoria con fines de investigación?.
En segundo lugar, señalamos que
los voluntarios para investigación aceptan frecuentemente
riesgos significativos para el avance del conocimiento
médico. Si una persona consiente participar en
un estudio peligroso sobre vacunas de malaria para ayudar
a curar esta enfermedad, ¿por qué debería
impedírsele donar óvulos para una investigación
similar, orientada a salvar vidas?.
Finalmente, concluimos que sería
desproporcionadamente paternalista el prohibir a mujeres
donar óvulos para esta investigación.
Al mismo tiempo, establecimos un procedimiento riguroso
de consentimiento con conocimiento de causa, de modo
que las donantes tuviesen plena conciencia de los posibles
riesgos. Insistimos en que los medicamentos estimulantes
de ovulación se administrasen a dosis seguras.
Y fijamos el pago por la participación a niveles
modestos: 4000 dólares (unos 40 por hora), lo
que supone aproximadamente lo mismo que el pago medio
por donación de óvulos con fines reproductivos
en nuestra zona. Quisimos evitar que el pago se convirtiese
en una influencia indebida que pudiese afectar a las
donantes a la hora de valorar los riesgos.
4/ ¿Cuales son las cuestiones
éticas en relación con la persona cuyas
células se clonan?
Argumento: Puede parecer que los individuos que donan
las células (normalmente fibroblastos de la piel)
que se fusionan con los óvulos enucleados en
las investigaciones de clonación terapéutica
no afrontan riesgos, aparte de la posibilidad remota
de una infección en el punto de la biopsia de
piel. Pero la clonación es un asunto controvertido,
que expone a todos los participantes de la investigación
a riesgos nuevos. Los donantes de células, por
ejemplo, podrían encontrarse en medio de una
tormenta mediática si se identifica que han permitido
que se les clone.
Para prevenir esto, el comité
asesor de ética insistió en que los procedimientos
asegurasen la confidencialidad más estricta para
los donantes de óvulos y células (a no
ser que ellos eligiesen lo contrario). Una cuestión
que llevó mucho tiempo debatir fue si los niños
podrían donar células para las investigaciones.
Concluimos que en general esto no era apropiado, puesto
que al alcanzar la madurez los niños podrían
sentirse afectados moralmente por haber contribuido
a un procedimiento de clonación. Hicimos una
excepción, sin embargo, en el caso de un niño
con una enfermedad genética letal. Sabíamos
que una línea de células madre basada
en el DNA de este niño podría ser una
herramienta poderosa en la investigación dirigida
a la curación de su enfermedad. Aunque el niño
probablemente no sobreviviría lo suficiente para
beneficiarse de estas investigaciones, concluimos que
sus padres tenían el derecho de tomar esa decisión
en representación de su hijo. Estas células
no han sido usadas aún en ningún procedimiento
de clonación.
5/ ¿Facilitará la clonación
terapéutica una clonación reproductiva,
el nacimiento de un bebé clonado?
Argumento: Una importante cuestión
final planteada por estas investigaciones es si estimularán
la llegada del día en que se aborde la clonación
reproductiva humana. Esta preocupación presupone
que la clonación reproductiva es y siempre será
éticamente incorrecta. Muchos de los que sostienen
este punto de vista mencionan la incidencia de muertes
y malformaciones en animales clonados. Otros se preocupan
por peligros más remotos. Señalan los
posibles riesgos psicológicos de niños
generados en familias en las que uno de los padres es
también, genéticamente, un hermano gemelo.
Temen que los niños clonados podrían enfrentarse
a expectativas infundadas de vida, basadas en los logros
de sus progenitores genéticos. Y manifiestan
su preocupación sobre posibles riesgos sociales
de la clonación si las sociedades deciden replicarse
a larga escala hasta un número determinado de
genomas elegidos, para fines militares o de otro tipo.
En contraposición a lo anterior, algunos aclaman
la perspectiva de la clonación humana. La ven
como un modo nuevo de generar descendencia, genéticamente
relacionada, a parejas infértiles, o como un
método de reducir el riesgo de algunas enfermedades
genéticas hereditarias.
Independientemente de lo que uno piense
sobre la ética de la clonación reproductiva,
el prohibir la clonación terapéutica no
hará que la reproductiva sea menos probable.
Aunque la clonación terapéutica podría
ayudar a los científicos a perfeccionar las técnicas
necesarias para clonación reproductiva, también
puede dejar mucho más claros los peligros de
intentar producir seres humanos de este modo. Ya existen
evidencias de que algunos animales clonados pueden experimentar
expresión genética defectuosa, así
como interferencias en su impronta, el patrón
normal de silenciado de genes que no se necesitan en
determinados tejidos. Estos problemas podrían
desanimar a posibles padres a generar bebés mediante
esta tecnología. De este modo, la investigación
en clonación terapéutica puede incluso
reducir la probabilidad de que la clonación se
aprecie como una alternativa de reproducción
viable.
Una prohibición de la clonación
terapéutica, además, no prevendría
que ciertos investigadores incontrolados siguiesen adelante
con intentos de clonación reproductiva por su
cuenta. Algunos grupos, como los Raëlianos (un
culto religioso), o científicos renegados como
Richard G. Seed, (un médico que ejerce en Illinois
y ha estado trabajando en embriología), han anunciado
su intención de intentar clonar un humano y presumiblemente
lo intentarán independientemente de si la investigación
en clonación terapéutica se prohibe o
no. Una prohibición de la clonación terapéutica
bloqueará la investigación útil
mientras que permitirá que gente menos concienciada
intente la clonación reproductiva allá
donde encuentren un ambiente legal más permisivo.
Bloqueando la investigación responsable en la
biología celular de la clonación humana,
se estará también garantizando que los
primeros intentos de clonar seres humanos se basen en
un conocimiento científico deficiente.
Conclusiones
Los aspectos éticos relacionados
con las nuevas tecnologías de clonación
de células humanas exigen un riguroso análisis
desde el conocimiento de causa y desde el distanciamiento
de posturas sesgadas por prejuicios religiosos. Si bien
este análisis es necesario y debe extenderse
a niveles que alcancen todos los estratos de nuestra
sociedad, incluyendo los políticos y legislativos,
una lectura racional de los aspectos implicados proporciona,
hoy por hoy, un terreno ético firme no sólo
para permitir, sino para incentivar la investigación
en clonación de células humanas con fines
terapéuticos. Los beneficios esperados de estas
investigaciones para el bienestar humano sobrepasan
infinitamente las objeciones que desde determinadas
morales religiosas se plantean. Las diversas asociaciones
científicas y comités bioéticos
independientes, así como las editoriales de las
principales revistas científicas, se han alineado
unánimemente en este sentido. La controversia
científica, pues, tampoco existe.
Cruzadas como la emprendida por
nuestro gobierno con su campaña sólo pueden
ser tildadas, si benévolamente, como irresponsables.
Quienes no buscan, o ignoran conscientemente, el valor
de la información y los argumentos racionales,
emprendiendo campañas políticas bajo el
influjo de prejuicios religiosos, cargan sin embargo
un enorme peso sobre sus conciencias, que en este caso
se traduce en un coqueteo con la salud, el bienestar
y la calidad de vida humanas. Muchas de esas vidas no
comparten, ni tienen por qué hacerlo, su particular
visión moral. Es nuestro deber recordarles el
peso de esta gran responsabilidad, y hacérselo
de este modo tan insostenible como sea posible.
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