Declaración de L’Alfàs
A lo largo de la historia ha habido multitud de agoreros que han preconizado el fin del mundo de forma inminente. Unos fueron tachados de bobos, otros quemados por herejes y unos pocos tratados como reyes. Todos fallaron, por fortuna, en sus predicciones. Muchas de estas cábalas acabaron con sus creadores, pero también con personas inocentes que los creyeron a pies juntillas y llegaron incluso a la inmolación por esta causa. No hay que mirar muy lejos para poner ejemplos de ello, y basta como ejemplo los suicidios colectivos de la secta de las Puertas del Cielo en San Diego, la Restauración de los Diez mandamientos de Dios en Uganda, o el frustrado intento que acabó en matanza en la localidad de Waco (Texas).
En el momento de escribir estas palabras se acerca el apocalipsis predicho por los mayas y una serie de desastres naturales acabarán con nuestro planeta. O, más bien, un fin del mundo anunciado por un guionista de películas taquilleras de Hollywood.
Estamos cansados de los profetas, de los adivinos, de los agoreros. Estamos hartos de que nos quieran tomar el pelo con sus estúpidas cábalas sin fundamento; de sus ínfulas de sabelotodo para sacarnos los cuartos. Hastiados de que usen las noticias de los descubrimientos científicos para engañar a la población, o de que inventen falsas historias sobre civilizaciones desaparecidas.
También denunciamos a los que tienen por oficio la alarma al precio que sea, a los que creen que todo es una conspiración contra la humanidad. Señalamos a los que se creen más sabios que la ciencia, y ponen en peligro la salud de los demás, aplicando técnicas de agricultura obsoletas, eludiendo los avances científicos y sometiéndose a inútiles sesiones de curandería, o impidiendo la protección que ofrecen las vacunas a quienes deberían ser sus bienes más preciados: sus hijos.
Defendemos el uso del pensamiento crítico y la razón. Por suerte, somos conocedores de la fragilidad de la vida en este pequeño punto azul pálido que, como dijo Carl Sagan, es nuestro planeta. Tenemos a nuestra disposición una inmensa colección de conocimientos que nos explican cómo nacemos, cómo vivimos y cómo morimos; cómo ha ido cambiando nuestro planeta de forma, e incluso tenemos modelos muy complejos de cómo puede transformarse hasta el colapso de la civilización humana.
Reivindicamos, pues, nuestro derecho a vivir en paz sin agoreros. El conocimiento nos hace cada vez más libres, pero nos preocupan aquellas personas que son vulnerables a estos mensajes, a vivir con la angustia de este final o, en el peor de los casos, a morir con ella.
Probablemente mañana no será el fin del mundo. Deja de preocuparte y disfruta de la vida.
L’Alfàs del Pi, 8 de octubre de 2011