(Artículo publicado originalmente en el diario El País).
Nuestro mundo se rige por la ciencia en mayor medida de lo que creemos. Un gobernante puede creer que su raza —o su aldea, ya puestos— es superior a las demás, pero no podrá salirse con la suya sin una ciencia independiente y de calidad que lo apoye; un magnate pagará un montón de dinero para hacer creer a la gente que su pasta de dientes, su fuente de energía o sus medios de comunicación son superiores a los demás, pero fracasará si no puede aportar evidencias científicas. Los alimentos que comemos, la información que creemos y los medicamentos que tragamos dependen crucialmente de una ciencia solvente, honrada y evaluada con criterio y transparencia.¿La tenemos?