Para hablar de hace treinta años, debo hablar primero de hace cuarenta años, cuando -por sorprendente que pueda parecer- en las clases de religión de mi instituto de Barcelona explicaba yo a mis compañeros lo que había leído sobre supuestos astronautas en la antigüedad en unos libros de un suizo llamado Erich Von Däniken o cuando les refería los imaginarios misterios de Rennes-le-Château. Recuerdo que yo creía que en todo ello había muchas incógnitas, sin duda, pero también es verdad que entonces ya tenía clara la capacidad de los seres humanos de avanzar desvelando las mismas y que en ello la ciencia iba a ayudar (y mucho).
Para hablar de hace treinta años, también vale la pena hablar ahora de hace poco más de veinte, seguramente veintidós o veintitrés años, cuando en mi ciudad, Castelldefels, conocí, junto a mis hermanos Sergio y Carlos, a un vecino escéptico muy activista, un periodista científico llamado Mario Bohoslavsky, así como a un amigo suyo llamado Juan Soler que nos hablaron de ARP (Alternativa Racional a las Pseudociencias). Ya entonces, la verdad, hacía tiempo que me había dado cuenta de que la respuesta a los enigmas no estribaba en buscar nuevos enigmas o complicar con sinrazones lo que creíamos que eran enigmas, sino en buscar soluciones a los mismos en base al método científico. Lo oscuro no se podía explicar invocando a explicaciones aún más oscuras, sino recurriendo a la lógica basada en los datos y en el debate racional.
Y entonces Mario y Juan nos facilitaron conocer a otro grupo de amigos que era el que en aquel momento lideraba ARP (junto con el mismo Mario), que eran Félix Ares, Javier Armentia, Miguel Ángel Sabadell, Luis Alfonso Gámez, Carlos Tellería… y muchos otros que aún siguen en esto, aunque no todos en nuestra entidad (pero siguen, que es lo que cuenta…). Por suerte, sigo manteniendo con todos ellos amistad, aunque en algún caso haga mucho tiempo que no los vea. Mario, por desgracia, falleció al poco, el 1 de diciembre de 1995, de un paro cardíaco.