SUPERMAN SE CEPILLA LOS DIENTES
La primera noche que Superman y Lois Lane pasaron juntos, la periodista hizo un descubrimiento desconcertante: Superman necesitaba cepillarse los dientes. Ocurrió que el superhéroe dejó la puerta del baño entreabierta y la mujer vio la imagen del superhombre reflejada en el espejo mientras se dedicaba a tan anodina tarea de higiene. Después de un segundo de estupor, no pudo evitar acudir, abrir la puerta de par en par y exclamar:
- ¡Increíble!... ¿Qué pasta de dientes usas?
La exclamación de Lois pilló por sorpresa a Superman, quien dio un respingo y se reprochó a sí mismo el ser tan despistado. Estaba muy contrariado, pero al final decidió ser honesto y explicar la verdad: hacía un año había tenido que ir al dentista por culpa de una caries. No había habido más remedio que limpiar la pieza infectada y hacer un empaste. Desde entonces, se cepillaba los dientes con regularidad, varias veces al día, si podía. Animado por el cariño de Lois, quien no le dio mayor importancia, Superman confesó que lo había pasado muy mal por culpa del dolor.
Hoy en día, al igual que Superman, la Humanidad tiene rayos X con los que poder fotografiar las intimidades de la materia, una fuerza descomunal con la que transformar el carbón en diamante y es capaz, incluso, de volar, hasta el espacio exterior si se lo propone. Pero seguimos necesitando cepillarnos los dientes cada día. Si algún día dejamos de necesitar cepillarnos los dientes será porque habremos estudiado con atención la naturaleza y, en concreto, la flora bacteriana de nuestra boca. Con todo lo que habremos aprendido, inventaremos algo que evitará el daño que provocan las bacterias con su diminuta pero imparable labor. De la misma forma, si los aviones vuelan es porque los construimos siguiendo unas reglas, no porque el piloto desee volar. Leonardo da Vinci deseó volar con intensidad toda su vida pero no lo consiguió nunca. Las gafas con las que podemos eludir los problemas de la miopía, los microscopios con los que podemos observar bacterias, los telescopios o las cámaras fotográficas cumplen correctamente la función para la que fueron ideados porque se construyeron siguiendo unas reglas, las leyes de la óptica, no porque los ingenieros que las hicieron desearan que funcionaran. Que lo deseaban, pero tuvieron que acatar unas reglas para lograr su objetivo.
Con el cuerpo humano ocurre exactamente lo mismo. El cuerpo humano es el campo de batalla donde el deseo y la realidad se enfrentan con mayor violencia. Todos los seres humanos deseamos vivir bien, sentirnos bien, ser libres. A veces lo conseguimos. Otras veces, los yugos nos derrotan. Normalmente, en mayor o menor medida, hay que pactar con la realidad. Y en todo este lance, a nadie le gusta perder la sensación de control, sentir que va en un avión con piloto automático. Sin embargo, nos guste o no, así es la mayor parte de las veces. Las características que hacen único al cerebro humano son unas recién llegadas a un proceso evolutivo que arrancó hace miles de millones de años. Nuestra consciencia apenas tiene control sobre la biología que la sustenta. No estamos totalmente abandonados a nuestra suerte pero tampoco podemos hacernos con los mandos del avión como nos gustaría. La consciencia humana se fundamenta en procesos biológicos casi tan antiguos como el propio planeta Tierra, son procesos que se producen de forma automática en nuestro cuerpo, y en muchísimos organismos que comparten el planeta con nosotros, sin necesidad de que nosotros nos demos cuenta. ¿Percibimos la transcripción de nuestro ADN en proteínas? ¿El hierro de nuestra hemoglobina atrapando una molécula de oxígeno para transportarla a las profundidades de nuestro cuerpo? ¿Una molécula de insulina abriendo la membrana celular para que pueda acceder al interior de la célula una molécula de glucosa? No, no podemos, son cosas que ocurren continuamente en nuestro propio cuerpo pero no podemos percibir ni las podemos controlar con el pensamiento.
Sí podemos percibir, sin embargo, cuando alguno de estos procesos falla. Cuando no hay insulina disponible para abrir la membrana celular y la glucosa se acumula en sangre, por ejemplo. Eso sí lo podemos percibir con claridad. No podemos sentir a nuestro propio sistema inmunitario atacando y destruyendo las células beta de los islotes de Langerhans de nuestro páncreas por culpa de haber interpretado erróneamente las proteínas que cubren las membranas de estas células. Por culpa de un simple y vulgar error. A pesar de lo que cree mucha gente, la naturaleza no es sabia: los errores son muy frecuentes en ella. Los errores son la esperanza de la especie para poder adaptarse a los cambios, y la fosa común donde, a lo largo de la historia, millones y millones de individuos han quedado enterrados y olvidados.
Somos seres biológicos, pero nuestros sueños y aspiraciones nos convierten, de alguna manera, en espíritus atrapados en celdas. Ante tal panorama, ¿qué podemos hacer? Si queremos construir un espacio humano donde prevalezca el valor de la vida humana sobre la cruda ley natural, no tenemos más remedio que estudiar el mundo. Estudiarlo con atención y rigor. Es un camino difícil. Estrecho, empinado y resbaladizo. Es el camino de la razón. Si queremos llegar a volar, ver las bacterias y controlar las moléculas, no hay otro. En este camino, detrás de cada logro siempre hay más de un ser humano, siempre es un triunfo colectivo. Cada paso, cada progreso en este largo y arduo sendero de montaña es fruto del trabajo de decenas, centenares e incluso a veces miles de personas. La naturaleza no nos debe nada y nada nos va a dar gratis. Más bien, nos pondrá trampas a cada paso que demos.
El mayor enemigo del conocimiento no es la ignorancia sino la ilusión de conocimiento.
Como dice Stephen Hawking: “El mayor enemigo del conocimiento no es la ignorancia sino la ilusión de conocimiento”. Los sentidos de que disfrutamos hoy en día los seres humanos (la vista, el oído, el olfato, el tacto y el gusto) han evolucionado para mantenernos con vida en medio del entorno natural, no para ofrecernos una imagen exacta del mundo. Como consecuencia, se producen, por ejemplo, las ilusiones ópticas: a veces, debido al procesamiento que el cerebro hace de las señales que recibe a través del nervio óptico, vemos el mundo de una forma que en realidad no es.
Quizás haya muchas personas dispuestas a jurar que los cuadrados A y B son del mismo tono de gris, o que las líneas horizontales están torcidas, porque lo pueden ver “con sus propios ojos”. Pero yo no estaría tan seguro.
En realidad los cuadrados A y B tienen el mismo tono de gris y las líneas son paralelas. Las franjas curvilíneas se deben a que estas dos ilustraciones son fotografías de una pantalla de ordenador. Si el lector toma la imagen original, puede comprobar por sí mismo que los dos cuadrados tienen el mismo tono de gris.
De la misma forma que existen las ilusiones ópticas, existen también las ilusiones cognitivas, es decir, aquellas que nos llevan a creer que comprendemos algo cuando en realidad no lo comprendemos. A nuestro cerebro es relativamente fácil engañarlo, y es comprensible que así sea si tenemos en cuenta que no es una computadora, sin sentimientos, sino un organismo al que le produce un gran placer tener la sensación de que controla su vida y su entorno, y que, por lo tanto, favorecerá, en general, cualquier cosa que le proporcione esta sensación. Esta combinación, la facilidad con que se puede engañar al cerebro y la necesidad que tenemos los seres humanos de sentirnos a los mandos del avión, o al timón del barco, allana el camino a todo tipo de charlatanes que pretenderán convencernos de lo que a ellos les interese.
Ejemplo de ilusión cognitiva. En realidad, el planeta Tierra es una esfera casi perfecta y el sentido común no basta para curar la peste bubónica, ni la viruela, ni la polio ni ninguna otra enfermedad. Ni siquiera para convertir en enfermedad crónica lo que antes era una enfermedad mortal como la diabetes. Aunque nunca está de más, sobre todo si te empuja a estudiar más y a creer menos.
Los diabéticos debemos estar especialmente alerta contra cantamañanas sin escrúpulos que inundan hoy en día los canales de comunicación. Como enfermos crónicos que dependemos de un tratamiento rigurosamente ajustado día a día, no podemos despistarnos ni dejarnos seducir por cantos de sirena porque las consecuencias podrían ser graves e inmediatas. La misma atención deben prestar todas aquellas personas que necesitan la medicina moderna para vivir día a día y, en general, cualquier persona que, por diversas circunstancias, se encuentre en situación de vulnerabilidad.
Cuando navegando por internet, o paseando por la plaza pública de las redes sociales, donde todo el mundo grita, vende y comparte experiencias, nos encontremos con el testimonio de una persona que dice haber curado, o mejorado, su diabetes gracias a una planta o algún otro remedio, lo primero que tenemos que pensar es que, si eso fuera cierto, habría llegado a nuestros oídos a través de nuestro médico, no a través de un documental de Youtube o una página de Facebook. No vale decir que las farmacéuticas guardan en secreto la curación de la diabetes, o que los médicos están vendidos a inconfesables intereses comerciales. Actualmente hay, literalmente, miles de profesionales trabajando con el objetivo de curar la diabetes. Algunos de estos profesionales son diabéticos ellos mismos, otros tienen hijos diabéticos, todos ellos han pasado por muchos años de estudio riguroso. Su ilusión es curar a sus pacientes, no venderse al mejor postor. ¿Realmente tiene sentido pensar que miles de profesionales se han dejado comprar por oscuros intereses corporativos? No es que la ciencia no funcione así: es que el propio ser humano no funciona así. Un buen profesional está deseando explicar al resto del mundo lo que ha conseguido con su labor, y el resto de la comunidad está deseando someter a escrutinio severo tales logros. Se vigilan los unos a los otros. Cuando un trabajo es bueno, acaban otorgándole el mérito que se merece; cuando es malo, lo condenan al olvido. El sistema funciona mejor que cualquier otra cosa que haya tenido la Humanidad en épocas pretéritas.
Y es cierto que es lento, es cierto que desde que se realiza un descubrimiento hasta que se consigue su aplicación práctica pueden pasar años, décadas incluso, pero es que no puede ser de otra forma. La biología es compleja y los profesionales honestos que trabajan en el campo de la salud no quieren engañar a sus pacientes: antes de ofrecerles una cura querrán estar seguros de que es efectivamente una cura para evitar que los enfermos se entusiasmen con espejismos. Por si fuera poco, hay que tener en cuenta, además, que muchas investigaciones se financian con fondos públicos o con fondos provenientes de fundaciones sin ánimo de lucro.
Si, a pesar de todas estas consideraciones, nos damos de bruces con algún testimonio o afirmación referente a curación o mejoría que nos llama tan poderosamente la atención como para querer seguir investigando por nuestra cuenta, no debería haber ningún problema: pida usted pruebas, demostraciones que vayan más allá del testimonio personal, documentos donde haya quedado registrada la hipotética mejoría con una revisión que dependa de terceros. Siempre que he hecho esto, o no he obtenido respuesta, o bien ésta ha sido decepcionante.
A título de ejemplo, puedo explicar dos anécdotas que considero representativas. La primera tiene que ver con una substancia llamada MMS (Miracle Mineral Solution), que no es más que una disolución de clorito de sodio, un producto químico parecido a la lejía usado como blanqueante industrial y potabilizador de aguas; la segunda, con una planta llamada estevia (Stevia rebaudiana), famosa, entre otras cosas, porque el horticultor leridano Josep Pàmies la publicita como herramienta fundamental en la “autogestión” de la diabetes.
En el primer caso, a través de una página de Facebook vi un vídeo en el que una señora aseguraba haberse curado de la diabetes tomando MMS. No aportaba prueba alguna, tan sólo salía ella ante una cámara diciendo que se había curado. En Youtube hay un montón de vídeos semejantes. Su fiabilidad es nula. Los comentarios que dejé en la página de Facebook donde había encontrado el vídeo señalando la peligrosidad del MMS fueron ninguneados, y los administradores de la página no aportaron ninguna prueba adicional. Más adelante, en hilos similares, otras personas aseguraron haber curado su diabetes, o haberla mejorado, gracias al MMS. Expliqué que era diabético y que, por favor, compartieran las evidencias de que dispusieran en público, para que todos pudiéramos beneficiarnos. Nunca conseguí que nadie me enseñara prueba alguna.
Respuestas del estilo “hay mucha información en internet, es tu responsabilidad buscarla” o “no puedes hablar si no lo has probado” son habituales, y lo son porque muchas personas olvidan que la carga de la prueba recae sobre quien afirma, no sobre quien escucha. Si públicamente se realizan afirmaciones de este calado, hay que poder demostrarlo públicamente más allá de toda duda razonable, y no olvidemos que afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias.
Testimonio de supuesta cura de mujer diabética mediante ingesta de MMS y conversaciones posteriores. No se aporta ninguna prueba más que la palabra de los interesados en vender MMS. En hilos posteriores, salieron más testimonios de personas “curadas”. Sin embargo, jamás conseguí que me enseñaran documento alguno, ni análisis ni ningún otro tipo de prueba. Ingerir MMS, o cualquier otro producto milagro, es extremadamente peligroso. Más información a través de los enlaces listados al final del artículo
En el segundo caso, llegué hasta la página de Facebook de una productora que estaba preparando un documental sobre plantas medicinales. Según explicaban en su página, habían entrevistado para este documental a Angela Pallarés, Dra. en Antropología y diplomada en Enfermería, porque había publicado un “ensayo clínico realizado en Marruecos” sobre “las propiedades terapéuticas de la estevia”.
La estevia tiene un poder edulcorante bien conocido. Las substancias que le confieren este poder edulcorante son los glucósidos de steviol. Uno de ellos, el rebaudósido A, después de pasar los controles reglamentarios, se utiliza hoy en día para endulzar diversos productos que se encuentran en cualquier supermercado (en la composición aparece como E-960). La particularidad de este edulcorante es que no influye en la glucemia, a pesar de otorgar sabor dulce a los alimentos con los que se mezcla. No es una propiedad exclusiva: desde hace muchos años, hay en el mercado otros productos capaces de proporcionar sabor dulce sin repercutir en los niveles de azúcar en sangre, como por ejemplo el aspartamo o la sacarina. Cualquiera de estos productos puede ser utilizado por los diabéticos para endulzar infusiones, cafés, caramelos u otros alimentos, sin temor a una subida de azúcar.
Todo esto está bien establecido. Lo que no está probado en absoluto son las propiedades terapéuticas en relación a la diabetes que le atribuyen Pàmies y otros. De hecho, si esta planta tuviera alguna capacidad hipoglucemiante, sería peligroso tomarla en crudo pues no habría forma de controlar la dosis de componente activo. Además, tampoco habría forma de separar este supuesto efecto hipoglucemiante de otros efectos que se conocen con certeza de la estevia, como el hipotensor. Por si fuera poco, se ha comprobado que provoca esterilidad en ratas de laboratorio y se sabe que uno de los usos tradicionales entre los indígenas de Paraguay era como anticonceptivo.
A pesar de todo, me puse en contacto con la productora y les pedí por favor que me indicaran dónde podía leer el ensayo. Después de mucho insistir, conseguí que me indicaran una dirección web desde la que pude descargarme el artículo. Cuando lo leí, me quedé estupefacto. Efectivamente, se trataba de un estudio con el objetivo de comprobar si las hojas de Stevia rebaudiana, usadas como edulcorante en el té, son efectivas para controlar y reducir la glucemia post-pandrial y la tensión arterial en diabéticos tipo 2, pero... ¡a los diabéticos que formaban el grupo de control se les había proporcionado azúcar!
A ambos grupos se les había mantenido en ayunas y sin antidiabéticos orales, por lo que no es de extrañar que a los que sólo se les había dado té edulcorado con estevia obtuvieran mejores curvas postpandriales que los que habían tomado té con azúcar. Escribí a Angela Pallarés para preguntarle si había realizado otros estudios en los que no diera azúcar a los diabéticos del grupo de control. Me contestó diciendo que “en un inicio nos planteamos diversas hipótesis entre ellas un grupo que NO tomaba NUNCA azúcar y los resultados en las curvas de glucemia no eran adecuadas entre el grupo que no tomaba azucar.”, y concluía: “No continuamos con este grupo control ya que no hubiera sido correcto.”. Interpreto que Angela Pallarés y su equipo no han realizado nunca estudios en los que el grupo de control no tomara azúcar.
El problema con este tipo de estudios es que no demuestran nada que no sepamos ya. Pàmies cita habitualmente estos estudios como si fueran la prueba de las propiedades terapéuticas de la estevia que él tanto pregona, pero en realidad este tipo de estudios lo único que demuestran es que si le das azúcar a un diabético, le sube la glucemia más de lo normal. Dicho de otra forma: si Angela Pallarés hubiera utilizado sacarina en lugar de hojas de estevia, los resultados respecto a la glucemia postpandrial hubieran sido los mismos, con la diferencia de que el uso de sacarina a largo plazo se ha demostrado como inocuo y el de las hojas de estevia, no.
Publicaciones que ofrecen esperanzas infundadas.
Artículo de Angela Pallarés y otros. A la izquierda pueden verse las fechas de recepción, revisión y aceptación.
¿Por qué Pàmies se comporta de esta forma? Porque quiere vender sus productos, y no le importan las consecuencias. Las empresas farmacéuticas, cuando ponen un producto en el mercado calificado como medicamento, al menos primero tienen que haber demostrado su eficacia para tratar la enfermedad que dice tratar y, además, su falta de toxicidad a las dosis a las cuales va a ser usado. Pàmies pretende saltarse todos estos pasos porque, según él, sabe más que nadie (en la entrevista publicada por el diario El Español el domingo 2 de abril de 2017 llegó a afirmar: “¿Estudios? ¡Ja! ¡Pero si yo solo soy un agricultor! Eso sí, he leído más libros que muchos de esos médicos que dicen saber tanto de medicina”). Según él, dispone de cientos, o miles, de testimonios personales que demuestran la eficacia de los productos que vende. En 2009 pretendió que el IDIAP (Institut d'Investigació en Atenció Primària) le financiara un estudio sobre las supuestas propiedades terapéuticas de la estevia que había observado en sus clientes. La gerente del Instituto, Concepció Violan, con buen tino, le pidió que primero consiguiera que un equipo médico le redactara un buen proyecto de investigación y luego, sin compromisos, ya intentarían buscar financiación. Concepció Violan, al parecer, aún espera ese proyecto de investigación.
El problema fundamental con los testimonios personales es que son eso: personales. Yo mismo he pasado temporadas, en ocasiones muy largas, en las que he necesitado una dosis de insulina menor y, a pesar de ello, mi hemoglobina glicosilada ha sido tan buena, o mejor, de lo que es habitualmente. Pero no sé a qué es debido. Podría atribuirlo a un cambio en la dieta o a mi estado de ánimo, pero en realidad no tengo ni idea y, por lo tanto, no puedo sacar conclusiones firmes, ni mucho menos extrapolables a otros. Mi abuela paterna, Concepción, fue diagnosticada de diabetes con 67 años. Después de un tiempo, se vio obligada a iniciar un tratamiento con insulina. Al cabo de unos pocos meses, sin embargo, y tras frecuentes hipoglucemias y una reducción progresiva en la dosis de insulina, su especialista le retiró tanto la insulina como los antidiabéticos orales. Siguió haciendo dieta toda su vida. Jamás tomó estevia.
No sé por qué mi abuela no necesitó insulina nunca más. Es doloroso admitir la ignorancia, pero peor es vivir una mentira. Sé por qué Superman puede volar aquí en la Tierra, y sé cuál es su punto débil, a parte de las caries en los dientes: la kryptonita. Todo son reglas. En el mundo real no son tan sencillas de descubrir como en el mundo de la fantasía, pero más nos vale aplicarnos en conocerlas bien. Nos va la vida en ello. Si no me creen a mí, pregúntenle a Aquiles.
MÁS INFORMACIÓN SOBRE EL MMS:
El MMS es una disolución de clorito de sodio. Al mezclarla con una disolución de carácter ácido se forma dióxido de cloro, gas extremadamente tóxico. Desde el 14 de mayo del año 2010 existe una alerta de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) advirtiendo de ilegalidad de la presencia de este producto en el mercado y de su peligrosidad: https://www.aemps.gob.es/informa/notasInformativas/medicamentosUsoHumano/medIlegales/2010/NI_MUH_Ilegales_05-2010.htm
Para más información, se pueden consultar los siguientes sitios web:
1) Tratamientos extremadamente peligrosos para niños con autismo: https://autismodiario.org/2015/11/14/tratamientos-extremadamente-peligrosos-para-ninos-con-autismo-mms-y-mms2/
2) Sí que hay estudios científicos (a diferencia de lo que dice uno de los promotores de esta substancia A. Kalcker), y todos dicen lo mismo: ingerir dióxido de cloro como recomiendan los charlatanes es extremadamente peligroso: https://lacienciaysusdemonios.com/2013/07/23/el-suplemento-mineral-milagroso-mms-2-0/
3) La Cruz Roja se desvincula absolutamente y de forma oficial de la presunta solución “milagro” para derrotar la malaria: https://lacienciaysusdemonios.com/2013/05/20/la-cruz-roja-se-desvincula-absolutamente-y-de-forma-oficial-de-la-presunta-solucion-milagro-para-derrotar-la-malaria/
4) Jim Humble convirtió su negocio en una iglesia porque eso es exactamente lo que es: una iglesia: http://naukas.com/2012/11/26/alerta-magufo-empresarios-que-le-ofrecen-beber-blanqueador-industrial/
5) Las náuseas y las diarreas no significan que tu cuerpo se esté curando... ¡significa que está intoxicado!: https://es.sott.net/article/1086-MMS-Solucion-Mineral-Milagrosa-o-Caballo-de-Troya-Tu-cuerpo-y-ADN-deciden
6) ¿Es el MMS un “medicamento huérfano”? Sí, pero hay que hacer puntualizaciones muy importantes: http://quemalpuedehacer.es/blog/2016/11/22/querido-josep-pamies/
MÁS INFORMACIÓN SOBRE LA STEVIA:
1) Una planta no es lo mismo que una medicina, aunque pueda contener principios activos interesantes: http://naukas.com/2015/09/22/la-ciencia-humo-tras-las-plantas-medicinales/
2) Más información sobre la estevia: http://dimetilsulfuro.es/2015/05/05/es-tan-buena-la-stevia/
3) Glucósidos de esteviol y otros edulcorantes: http://www.consumer.es/web/es/alimentacion/aprender_a_comer_bien/2015/09/16/222635.php
4) El timo de la estevia: http://www.losproductosnaturales.com/2011/02/el-timo-de-la-stevia-rebaudiana.html
5) El cachondísimo destino de la estevia: http://www.losproductosnaturales.com/2012/07/el-cachondisimo-destino-de-la-estevia.html
6) “La stevia no es un alimento propio de la unión europea, puesto que es una planta que viene de sudamérica y que nunca se ha consumido, por lo que tiene que pasar por la ley de nuevos alimentos. Pasar este escollo legal es largo, duro y caro ¿Por qué? Pues en gran parte por culpa de los mismos que promueven el uso de la stevia ya que la ley de nuevos alimentos fue una estrategia política para bloquear la comercialización de transgénicos en la Unión Europea.”: http://jmmulet.naukas.com/2014/09/12/recuerdo-la-stevia-rebaudiana-esta…
7) Revisión de estudios sobre la estevia: http://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/10408398.2015.1072083
8) en uno de los cuales parece presentar un ligerísimo efecto hipoglucemiante, pero mucho menos eficaz que otros antidiabéticos orales y totalmente insuficiente para controlar de forma mínimamente aceptable la glucemia: http://www.iiste.org/Journals/index.php/JNSR/article/view/1215/1136
QUIÉN ES JOSEP PÀMIES: Artículo escrito por Fernando Cervera sobre la desinformación que propaga Josep Pàmies: http://ulum.es/josep-pamies-genio-o-mentiroso/
EXTRACTO DE LA REVISIÓN DE ESTUDIOS SOBRE LA ESTEVIA:
“More recently Mishra (2011) Mishra, N. (2011). An Analysis of antidiabetic activity of Stevia rebaudiana extract on diabetic patient. Journal of Natural Sciences Research. 1(3). [Google Scholar] performed an analysis of anti-diabetic activity of S. rebaudiana extract. Fifteen patients were introduced; nine patients were woman, six patients were man, and the age group was 25–60 years. During the experimental period, the patients did not use hypoglycemic drugs. Stevia leaf powder (0.5–1.0 g) was used in place of sugar in tea/coffee and milk intake. Feeding trial was for 45 days. First 15 days patient received hypoglycemic drug and their postprandial glucose level (PGL) and fasting glucose level (FGL) were measured then for next 15 days they were not given any medicine under normal diet and their PGL and FGL were measured and then for further 15 days they were given Stevia leaf three times (3.0 g each time) a day with tea tea/coffee or milk intake and their glucose levels were measured. During the first 15 days the FGL was 153.54 mg/dL and PGL was 189.56 mg/dL (means). For next 15 days, patients were asked to stop taking the hypoglycemic drug under normal diet and, under supervision of a physician, their FGL and PGL were checked, which were 208.6 mg/dL and 283 mg/dL (means), respectively. There were significant differences in both FGL and PGL that showed that while taking the hypoglycemic drug, their glucose levels were under control. For 15 more days, patients were given Stevia leaf powder three times a day, and FGL and PGL levels were checked, which were 195.7 mg/mL and 271.3 mg/mL (means), respectively. The authors concluded that S. rebaudiana extract decreased glucose levels but not statistically significant and for more significant result large sample size should be taken in consideration under controlled condition and for extended period of time.”
http://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/10408398.2015.1072083
Artículo original de Víctor Guisado Muñoz, reproducido aquí con permiso del autor. El original se encuentra en:
http://esediaquetodocambio.blogspot.com.es/2017/04/superman-se-cepilla-los-dientes-por.html