James Randi, el “asombroso Randi” (The Amazing Randi) como era conocido en la década de los 50 del siglo pasado en su faceta de ilusionista, cumple ahora 90 años. Aunque su aspecto es más parecido al de un entrañable duende del bosque, también puede recordarnos al misterioso maestro Yoda. En El imperio contraataca (1980) Yoda vive apartado del mundo en el pantanoso planeta Dagobah. Allí lo descubre Luke Skywalker en su huida de las tropas imperiales. Al principio, Luke desprecia a Yoda debido a su aspecto y su tamaño. Sin embargo, acabará descubriendo que no debe fiarse de las apariencias y aprende gracias a él muchos de los secretos Jedi.
El joven James Randi de los años 50 es ahora un anciano nonagenario, menudo y de larga barba blanca. Al igual que el maestro Yoda, el maestro Randi también engaña en apariencia: este débil e indefenso ancianito esconde todo un arsenal de racionalismo, escepticismo y magia que es el horror de timadores y pseudocientíficos. El maestro Yoda entrena a Luke en los secretos de la Fuerza y le advierte de los peligros de su lado oscuro. La Fuerza en sí misma y los poderes que es capaz de otorgar a los Jedis no dejan de ser poderes paranormales (precognición, adivinación, telepatía, telequinesia…), tal vez inspirados en los siddhis (capacidades paranormales muy similares a las de los Jedis) y que supuestamente adquieren los yoguis que alcanzan las más altas cotas de meditación según la religión Yoga. Por cierto, los siddhis también tienen su lado oscuro, y si el yogui se deja llevar por él se convierte en brujo. Sea como sea, el caso es que James Randi también tiene poderes y advierte de su lado oscuro. Pero no son poderes ficticios e imaginarios como los de los Jedis, los yoguis o los que supuestamente estudia la parapsicología. Son poderes reales y consisten en la inteligencia y la habilidad para generar las ilusiones cognitivas y perceptivas en las que consisten los juegos de magia que Randi controla a la perfección. Gracias a ellos puede aparentar la aparición y desaparición de objetos, la lectura de la mente o la transformación de una cosa en otra. Mientras estos “poderes” se utilicen en un escenario para entretener, divertir y, sobre todo, ilusionar al público generándole la “ilusión de lo imposible” en la que consiste la magia, todo es perfecto. El problema es cuando el mago se pasa al lado oscuro y utiliza esos “poderes” para fines perversos e inmorales: para engañar al prójimo haciéndole creer que tiene auténticos poderes paranormales para doblar cucharas con la mente, adivinar el futuro, comunicarse con los difuntos o curar enfermedades con el pensamiento. Entonces es cuando el apacible James Randi se nos muestra como el azote de farsantes, hipócritas y vende-crece-pelos en todo su esplender. En esta faceta, no solo ha desenmascarado a multitud de ellos directamente (uno de los más famosos: Uri Geller), sino a todos ellos gracias a su reto del millón de dólares. Quien afirme tener cualquier poder paranormal o mantenga cualquier proposición pseudocientífica (como la memoria del agua o el origen emocional de las enfermedades) puede optar al reto y llevarse un millón de dólares (y si no tiene intereses egoístas puede donarlos a la ONG u obra de caridad que mejor le parezca). Ningún Darth Vader ha logrado todavía superar el reto y demostrar que realmente tiene los poderes de Darth Vader.
Científicos y divulgadores del pensamiento crítico y el escepticismo hay muchos. Randi añade ese toque mágico que le permite ver los ardides y estratagemas, las cancamusas, que a los demás se les podrían pasar por alto. Eso es lo que mostró James Randi a finales de los años 70 y principios de los 80 con el Proyecto Alpha. Entrenando a varios Skywalkers en los trucos de magia fue capaz de engañar a comités científicos para que creyeran que tenían auténticos poderes paranormales. Señalaba de esta forma la necesidad no solo de vigilar los controles científicos habituales en el diseño de experimentos contra sesgos y errores típicos, sino también de estar atentos a los engaños puros y duros pero sofisticados de quienes usan el lado oscuro del ilusionismo.
A sus 90 años, James Randi continua en la senda, manteniéndose como ejemplo de honradez, ética y firmeza tanto para magos, como para científicos y público en general. Gracias, maestro, y ¡feliz cumpleaños!
Andrés Carmona Campo
Imagen sacada de la portada de la revista El Escéptico nº 37: https://www.escepticos.es/revista/3571