Muy Deplorable [1]
José Luis Calvo
A
los conocidos Superiores Desconocidos http:\\superiores.blogalia.com
Básicamente, existen tres tipos
de pensamiento, el religioso, el esotérico y
el científico. El primero se da cuando aceptamos
sin necesidad de evidencia alguna lo que alguien nos
dice o no nos cuestionamos la veracidad de algo que
se nos ocurre. El segundo cuando ante una creencia previa,
buscamos pruebas que la sustenten; pero sólo
aceptamos aquella evidencia que confirme la creencia
precedente silenciando aquellas pruebas que la contradigan.
En el tercero puede pre-existir una creencia; pero si
la evidencia objetivamente considerada la contradice,
la creencia pasa a ser desestimada. Pese a sus nombres,
no son privativos de las actividades que les dan nombre.
En realidad puede haber pensamiento religioso en la
Ciencia o pensamiento esotérico en la Religión.
No crean que los tres pensamientos tienen
unas fronteras perfectamente delimitadas o que son excluyentes
entre sí. En realidad, todos usamos los tres
en unas u otras ocasiones. Cuando saludamos a alguien
le damos la mano ¿por qué? Porque aceptamos
un convencionalismo social que nació de la necesidad
de demostrar que no se llevaba un arma dispuesta a herir
al otro. Esto es una explicación, pero no una
justificación para seguir empleando una forma
de saludo cuya utilidad quedó perdida hace tiempo.
Hoy, cuando prácticamente nadie lleva armas,
lo seguimos haciendo por tradición. ¿Es
eso negativo? En mi opinión, no lo es. El verdadero
problema no reside en que existan esos tres tipos de
pensamiento ni en su uso sino en la confusión
entre sus campos de actuación o en la equiparación
entre la validez de los conocimientos adquiridos por
su uso, lo que se ha venido en llamar relativismo
cultural. Podemos creer lo que alguien nos dice
sin pedirle evidencia alguna de sus afirmaciones; pero
obraríamos muy ligeramente si creyéramos
que eso convierte el conocimiento adquirido de esta
forma en algo tan fiable como el producido por el uso
del pensamiento científico.
Intentar demostrar la belleza de un soneto
desde el pensamiento científico es tan absurdo
como pretender explicar el registro fósil desde
las enseñanzas de textos supuestamente relevado
por un ser divino. No obstante lo antedicho, cada persona
tiene la libertad no sólo de uso sino también
del mal uso de esas capacidades; pero esa libertad no
quiere decir que los demás tengamos que callar
ante las afirmaciones que realice un sujeto que haga
un empleo erróneo de esas facultades. De ahí
que algunas personas que solemos recibir el inapropiado
nombre de escépticos, queramos ser el contrapunto
intelectual a esas aseveraciones producidas por el uso
incorrecto de, o la confusión entre, los tres
pensamientos.
En esa tarea, la Ciencia es un auxiliar
insustituible al igual que otras disciplinas como la
Historia, la Antropología... por ello el último
número del Muy Especial nº 61 Primavera
2003 dedicado a La ciencia y los grandes misterios
del cosmos, de la mente, de la naturaleza, de la vida
y de la historia me ha indignado profundamente hasta
el punto de haber tomado la decisión de no volver
a adquirir ninguna más de las publicaciones de
la editorial G y J España Ediciones S.L. La razón
para una resolución tan drástica es fácil
de comprender. Decía antes que cada persona es
libre de hacer un mal uso de los tres pensamientos.
Junto a las revistas científicas, históricas,
antropológicas... hay revistas esotéricas
y revistas religiosas. En principio, sabemos cuál
es la línea de cada una de ellas, sus contenidos
habituales... y sobre esos datos emitimos un juicio
sobre la fiabilidad que nos merece y procedemos a adquirirla
o no. Cada uno de nosotros tiene la libertad de consumir
carne de gato o carne de liebre, lo que no es de recibo
éticamente hablando es que nos den gato por liebre
o viceversa.
Y eso es precisamente lo que ha hecho
la editorial del Muy Especial. La sucesión de
errores e imprecisiones que contiene este número
niega su supuesto carácter de publicación
de divulgación científica. Su contenido
en el Más Allá o en Enigmas no hubiera
merecido ni el menor comentario por mi parte. Sencillamente,
hubiera sido más de lo mismo, dirigido a un público
que sabe que es eso lo que ofrecen y que ha decidido
adquirirlo precisamente porque es eso lo que busca.
Las afirmaciones hubieran sido igualmente erróneas,
pero la gravedad hubiera sido mucho menor porque lo
realmente peligroso desde un punto de vista social es
que los lectores del Muy confían en la seriedad
de la revista, en que las afirmaciones que contiene
han sido fruto de un estudio riguroso del tema y que,
por tanto, tienen un alto grado de fiabilidad.
Por eso precisamente tomo la palabra
para advertir que este número es fruto de una
investigación parcial y, en ocasiones, claramente
chapucera y que, como tal, no merece crédito
alguno. Reconozco el carácter extraordinario
de mi afirmación, así que vamos a ver
las pruebas que debo aducir para mantenerla.
Reconozco que la cosa empezó mal.
La portada con los moais de la isla de Pascua en color
verde fosforito y con una luz extraña
detrás me recordaba demasiado a las portadas
coloristas de libros esotéricos. El hecho de
que las palabras más destacadas en el texto fueran
grandes misterios no aumentaba mi
tranquilidad. Por desgracia, lo verdaderamente importante,
el contenido de la publicación no tardaría
en confirmar esa primera mala impresión.
En la página 16 comienza un artículo
titulado ¿Pero qué son los OVNIS?
que arranca de la siguiente manera absolutamente alucinante:
A pesar del morbo que suscitan los objetos
voladores sin identificar, ni en Marte ni en ningún
otro rincón del sistema solar se ha encontrado
jamás el mínimo atisbo de vida inteligente.
Si aceptásemos esa afirmación de su autora,
doña Marian Benito, nos quedaría la duda
de si la redacción del Muy Especial, por ejemplo,
está fuera del sistema solar o de si no hay en
ella el mínimo atisbo de vida inteligente.
En la página 18 afirma: En
la madrugada del 24 de junio de 1947, un adinerado comerciante
aseguró que vio desde su avioneta nueve objetos,
que volaban sobre el monte Rainier, Pues no.
El piloto Kenneth Arnold aseguró que lo vio por
la tarde, algo bastante lógico porque estaba
buscando los restos de un avión siniestrado y
eso es algo que, de madrugada, era un tanto complicado
de conseguir.
En las páginas 18 y 19, la autora
asegura: Bastaría con mencionar las
ventas millonarias de autores como J.J. Benítez,
que confundió el ruido de una nave con el canto
de un sapo partero. Como reconocí la
historia me fui al final del artículo para comprobar
que citaba la fuente de esa información y me
encontré con nada, absolutamente nada. Para corregir
su olvido diré que la investigación
sobre Benítez y el sapo partero la realizaron
Félix Ares de Blas, Luis Alfonso Gámez
Domínguez y Jesús Martínez Villaro
y fue publicada bajo el título El caso del
portentoso sapo extraterrestre en La
Alternativa Racional nº 9 (mayo de 1988) en
las páginas 5-14.
No se crean que acaba ahí la diversión.
También en la página 19, doña Marian
revoluciona la historía de la Ufología:
De los platillos volantes se pasó, en
los años 50, a la crueldad de los alienígenas
que irrumpían en el hogar para llevar a las personas
a sus naves, con el fin de estudiarlas. Una vez allí
les someterían a todo tipo de observaciones y
vejaciones sexuales. Los testimonios, la vehemencia
de los medios de comunicación y la publicación
de libros como Comunión de Whitley Striebber,
agrandaron la excitación popular." Pues
la agrandaron, pero en otra década porque todas
las narraciones de abducciones alienígenas arrancan
del caso de Betty y Barney Hill en 1961, popularizado
entre otros por John G. Fuller en su obra The interrupted
journey: two lost hours aboard a flying saucer de 1966.
El libro de Strieber Communion: Encounters with the
Unknow es muy posterior (de 1987). Claro que si la autora
se refería al transfondo cultural, también
se equivocó porque los antecedentes en forma
de cómics de SF comenzaron en la década
de los 30. [2]
Dejemos la Ufología y vamos a
la Criptozoología. En el artículo ¿Existen
los monstruos? del que es autor don Abraham Alonso,
en la página 36 coloca el siguiente pie de foto:
En 1977 el pesquero Zuiyo Maru sacó
del mar cerca de Nueva Zelanda esta misteriosa carcasa.
Aún se especula sobre la naturaleza de la carcasa,
pero los criptozoólogos ven en ella un dinosaurio
marino parecido al supuesto monstruo del lago Ness.
Pues si los criptozoólogos ven eso, deben ir
al oculista cuanto antes porque no existen dinosaurios
marinos. Animales como los extintos plesiosaurios eran
saurios marinos pero no eran dinosaurios al igual que
los pteradones eran saurios voladores pero tampoco eran
dinosaurios. Por cierto, la fotografía de Nessie
que reproduce es una falsificación reconocida
como sí advierte en el texto (pág. 38),
pero no en el pie de foto.
En la página 38, se pone en boca
del Sr. Roesch, director de la Cryptozoology Review
la siguiente afirmación: la ciencia
requiere de hipótesis falsificables.
Reconozco que hablando de criptozoología lo de
falsificables es lo primero que viene a
la mente, pero lo que requiere la ciencia es de hipótesis
falsables (que se pueden falsar, es decir, someter a
pruebas para comprobar si son o no ciertas), no de hipótesis
falsificables (que se pueden falsificar) que no hacen
maldita la falta ni en ciencias ni en cualquier otra
disciplina. Curioso error en una revista de (supuesta)
divulgación científica.
Sorprendentemente, después de
reconocer que la famosa foto de Nessie es más
falsa que una moneda de 3 euros, que la imagen semejante
a un plesiosauro obtenida por sónar había
sido trucada y que las búsquedas científicas
habían acabado en un fracaso absoluto, don Abraham
cierra su artículo con la siguiente cita: Y
aunque aún hoy la verosimilitud de sus datos
choca con el escepticismo de la comunidad científica,
es indudable que, como advertía el genial Chesterton:
más de un hombre ha sido colgado con pruebas
más débiles de las que tenemos de la existencia
del monstruo del Lago Ness. Pues evidentemente,
en el Reino Unido han debido colgar a un montón
de inocentes.
En la página 44 el mismo Abraham
Alonso comienza un artículo titulado ¿Lluvias
misteriosas? Del cielo cae de todo con la siguiente
afirmación: En 1768, la Academia Francesa
de Ciencias encargó al conocido erudito Antoine-Laurent
de Lavoisier que investigara un misterioso suceso que
corría de boca en algunas villas del interior
del país. Según se rumoreaba, un grupo
de aldeanos había visto con sus propios ojos
cómo en un día despejado habían
caído piedras del cielo. El padre de la química
moderna concluyó indignado que los testigos mentían
o se equivocaban. Sencillamente era imposible que llovieran
rocas. Por supuesto, se equivocaba. Lo cierto es que
cada año caen a la Tierra innumerables fragmentos
de cometas y meteoritos de todos los tamaños.
En la primera versión de este artículo
escribí: Además de estar mal escrito
(¿el Sr. Alonso no se dio cuenta de que le faltaba
algo después del corría de boca?),
no sé si Lavoisier se equivocaba, pero, desde
luego, el que sí yerra es don Abraham. La razón
es sencilla. Si un grupo de meteoritos hubiera llegado
a colisionar con el suelo, la descripción hubiera
sido muy distinta a la de un anodino caer piedras del
cielo. La velocidad de los meteoritos, su incandescencia
ocasionada por la fricción con la atmósfera
y el choque con la tierra hubiera resultado de lo más
espectacular. No obstante ahora y tras una comunicación
que me hizo llegar Javier Armentia, astrónomo
y director del Planetario de Pamplona, al que quiero
agradecer públicamente su intervención,
debo retractarme porque D. Abraham tiene razón...
en parte. El suceso que Lavoisier investigó junto
con otras personas comisionadas por la Academia Francesa
de Ciencias sí fue la caída de un meteorito,
concretamente el llamado la piedra de Lucé
que se estrelló el 13 de septiembre de 1768.
Después de su estudio y análisis químico,
Lavoisier concluyó que posiblemente era una piedra
terrestre que había sido alcanzada por un rayo.
No obstante, en este caso no hubo más que un
meteorito no una lluvia de ellos. Creo que el autor
ha mezclado este caso con el de la lluvia de piedras
de Barbotan de 1790 y que, por tanto, no tuvo
nada que ver con esta equivocación de Lavoisier
que tuvo lugar 22 años antes.
Sin embargo, lo mejor (lo peor) está
aún por llegar. A partir de la página
49 doña Palma Lagunilla comienza un dossier titulado
Los 50 lugares más misteriosos del mundo
que no tiene desperdicio. No lo tiene porque lo es de
principio a fin. Comienza la cosa en la isla de Pascua
y sus moais de los que dice en la página 50:
Son más de 600 figuras, de entre 9 y
20 metros de altura, realizadas en piedra procedente
del volcán Rano Raraku, que se levantan de espaldas
al mar sobre plataformas llamadas ahu.
En realidad son cerca de un millar de moais de los casi
400 permanecen en la cantera de Rano Raraku, con unas
dimensiones de entre 2 y 10 metros (el conocido como
El Gigante de casi 20 metros no llegó a ser transportado
fuera de la cantera), no todos están realizados
con la roca volcánica de Rano Raraku, no todos
se situaron sobre ahus, ni todos están situados
de espaldas al mar. Prosigue: "Para ser instaladas
en su emplazamiento definitivo, hubieron de ser transportadas
15 kilómetros en trineo y puestas en pie con
la ayuda de palos y cuerdas. ¿Todas
tuvieron que ser transportadas 15 kilómetros,
tanto las que se encuentran junto a la cantera de Rano
Raraku como las que se sitúan en el otro extremo
de la isla? Curioso.
En la página 54 le toca el turno
a las caras de Bélmez de las que
dice: Aunque sufren periódicas transformaciones,
las caras de Bélmez siguen hoy, más
de 30 años después, sin ninguna explicación
racional que justifique su presencia, excepto la posible
astucia de algunos y la sugestión de los demás.
Sugiero a la señora Lagunilla que repase la hemeroteca.
Si lo hace así (aunque ya llegue tarde) encontrará
en el diario Pueblo de 1972 la explicación racional
que echa en falta, sales de plata. Incluso llegaron
a reproducir una de las caras con ese procedimiento.
En las páginas 56 y 57 les toca
la vez a Stonehenge, Carnac y Sternsteine. Del primero
dice: Desde los monolitos y trilitos de Stonehenge
(foto grande) se pueden prever los ciclos del Sol y
de la Luna o definir los solsticios y los equinoccios.
Sugiero a la señora Lagunilla que lea dos artículos
de Richard Atkinson, Moonshine on Stonehenge (Antiquity
nº 40, 1966) y Decoder Misled? Compte rendu de
Gerald S. Hawkins Stonehenge Decoded (Nature
nº 210, 1966) en los que se hace una revisión
crítica sobre las afirmaciones que quieren convertir
Stonehenge en un observatorio astrónomico. Por
cierto, las teorías de Hawkins (defensor del
observatorio) se basaban en las posiciones
astronómicas visibles en torno al año
1500 a. de C. La fecha de terminación más
probable de Stonehenge es al menos 200 años anterior.
Sobre Sternsteine dice: Se trata del Sternsteine,
un conjunto sagrado de megalitos, cuevas y ermitas,
que desde la prehistoria ha sido considerado un lugar
preferente de peregrinación. El término
megalito, si bien etimológicamente significa
piedra grande, no suele usarse más
que referido a obras hechas por los hombres. Sternsteine
no lo es. Es una formación natural.
En la página 64 habla de las construcciones
sumergidas de Japón de las que afirma: Hace
sólo 18 años, un submarinista japonés
encontró entre Taiwan y la isla japonesa de Yonaguni,
en el mar de China unas extrañas estructuras
arquitectónicas de piedra bien tallada (avenidas,
columnas, escaleras...), entre las que destaca una especie
de pirámide escalonada fechada en unos 10.000
años de antigüedad. Maravilloso,
si no fuera porque la pirámide es,
nuevamente, una formación geológica natural.
¿Cuáles pueden haber sido las fuentes
para esa afirmación de la Sra. Lagunilla? Veamos
qué dice sobre el mismo tema un escritor pseudocientífico
como Graham Hancock: El hallazgo de Aratake
consistía en una estructura compleja de forma
piramidal, excavada en la roca, que parecía haber
sido hecha por el hombre. Su base se encontraba en el
lecho del océano a una profundidad de veintisiete
metros. y hace más de 9000 años,
el archipiélago japonés de Okinawa formaba
parte de un península estrecha pero continua,
unida a territorio chino. El aumento del nivel del mar
a finales de la última glaciación provocó
la desaparición casi completa de la península,
dejando tan sólo restos de tierra esparcidos
sobre el océano. [3]
En las páginas 66 y 67 se sitúa
un mapamundi con indicación de lugares misteriosos
acompañados de leyendas tan curiosas como: 3.Newgrange
Cementerio prehistórico con 25 galerías
funerarias y tres tumbas, de las que Newgrange (3250
a. C.) es la más rica Si bien en el
sur del valle del Boyne hay tres grandes túmulos
(Newgrange, Knowth y Dowth) también hay varios
túmulos más pequeños. 10.Rennes-le-Château
Dicen que bajo la iglesia de esta localidad próxima
a Carcassone se encuentra parte del tesoro de los templarios.
Vaya, por más que miro en el mapa no veo que
hayan marcado Terradillo de los Templarios y Villalcázar
de Sirga, localidades palentinas entre las que también
se dice que está el tesoro de los templarios
consistente, para mayor precisión, en una gallina
que pone huevos de oro. Las pruebas para ambas afirmaciones
son idénticas, absolutamente ninguna más
allá del dicen. Por cierto ¿quiénes
lo dicen? Escuchemos al escritor pseudocientífico
Gérard de Sède: El oro de Rennes
es también, por su origen, el oro de los Muertos:
oro de los reyes visigodos a quienes se enterraba con
su tesoro, oro de los cátaros o de los templarios
arrojados a la hoguera... [4]
11.Evora Antiquísimos monumentos megalíticos
de origen desconocido En realidad tienen un
origen perfectamente conocido aunque no dude de que
la Sra. Lagunilla lo ignore. Dado que en ellos se documentan
microlitos geométricos y cerámicas análogas
a las de los grupos epipaleolíticos del Muge-Tajo,
fueron construidos por sus descendientes ya en el periodo
neolítico. Nuevamente ¿qué autores
tratan estos temas misteriosos? Veamos
lo que dice García Atienza: ¿No
será posible que los habitantes de las cuevas
sean los mismos constructores de dólmenes? ¿No
serán hombres procedentes de otra cultura -de
un origen hoy desconocido- que expresaron sus ideas
en pinturas crípticas y que demostraron sus poderes
construyendo monumentos increíbles que serían
venerados por los hombres a través de los centenares
de años, como obra de seres sobrenaturales dotados
de poderes que las comunidades circundantes consideraban
como mágicos? [5]
18.Águila de Eatonton Una enorme águila
de cuarzo blanco que fue esculpida en Georgia por los
nativos americanos hace 5.000 años.
Además de que dicha descripción puede
dar lugar a error, a pensar que el Águila de
Eatonton es una escultura gigantesca esculpida en una
pieza de cuarzo blanco en vez de ser una figura creada
por amontonamiento sobre la tierra de fragmentos de
cuarzo blanco, no existe la menor prueba de su datación.
La mayoría de los arqueólogos se muestran
partidarios de atribuir su construcción al periodo
Middle Woodland (100-300 d. de C) o a la cultura Hopewell
(200 a. de C. - 500 d. de C.). 32.Columna de
Delhi En un templo hindú del siglo V se levanta
una pilastra de hierro de siete metros de altura que
no se oxida. En realidad sí se oxida.
Sencillamente, en la parte que la gente frota sus manos
sobre ella no hay señales de oxidación
pero sí existen dónde los fieles no alcanzan.
Nuevamente podemos preguntarnos ¿quiénes
sostienen afirmaciones semejantes a ésta? Leamos
a von Däniken: En Nueva Delhi hay una
flecha [sic] antigua
de hierro que no contiene fósforo ni azufre y,
sin embargo, permanece intacta bajo las inclemencias
del tiempo. [6] 35.Ayers
Rock Los nativos lo llaman Uluru, y es un gigantesco
monolito de arenisca horadado por cuevas repletas de
grabados. Aunque etimológicamente monolito
no significa más que una piedra,
no suele usarse más que para referirse a obras
realizadas por el hombre. Como no hay dos sin tres,
Ayers Rock es, también una formación geológica
natural. Tampoco esta vez se trata de un lugar desconocido
para los escritores esoteristas. Charroux escribió:
En el corazón del desierto de Australia,
hacia Lyndvale, la llanura está jalonada por
tres cúpulas rocosas alineadas sobre un eje orientado
de Este a Oeste, de 130 kilómetros de largo.
Se trata de monolitos extremadamente diferentes de aspecto
y estructura. [...] El segundo es una cúpula
de granito llamada Ayers Rock... [7]
Agotada, sin duda, por su esfuerzo intelectual,
la Sra. Lagunilla cede el puesto a otros compañeros.
D. Enrique M. Coperías en una recopilación
de textos breves titulada El gran enigma. Después
de la muerte y, en concreto, en el titulado ¿Combustión
espontánea? nos dice en la página
75: No obstante, los forenses no han podido
corroborar la existencia de este tipo de combustión
orgánica y consideran remota la posibilidad de
que pueda suceder. Hay que tener presente que casi la
mitad de nuestro peso corporal es agua, así como
que las cantidades de grasa en los tejidos y de gas
metano no aportan el calor suficiente para hacer arder
el organismo. Esta imposibilidad ha sido constatada
en ensayos con cerdos por el doctor John de Haan, del
Instituto de Criminalística de California, en
Estados Unidos. Aquí debemos hacer
una aclaración necesaria. En realidad, el Dr.
de Haan lo que demostró es que la combustión
humana sí es posible (por lo que el doctor D.
J. Gee llamó en 1965 el efecto vela)
siempre que exista un iniciador externo. En su experimento,
realizado en 1998, envolvió un cerdo (animal
elegido porque el contenido de grasa de su organismo
es similar al del ser humano) con una manta y prendió
fuego a ésta. El calor desprendido por la combustión
inicial fue fundiendo la grasa corporal que empapaba
la manta alimentando así la combustión.
Al final, del experimento, del cerdo no quedaban más
que las cenizas. Así, esta experiencia, si bien
niega el término espontánea,
sí explica los casos en los que se había
documentado una gran destrucción del cuerpo de
la víctima pese a que no existía, aparentemente,
una causa suficiente para ello. Basta con la ropa y
un cigarrillo mal apagado para que, en determinadas
circunstancias, un cuerpo desaparezca por completo o
casi.
A continuación, D. Luis Otero en su artículo
Alquimistas: buscando la piedra filosofal
descubre en la página 82 que: De hecho,
el término hermético deriva
del filósofo egipcio Hermes Trimegisto, uno de
los padres de la alquimia. Se le olvidó
añadir a lo de filósofo egipcio
un legendario o un mítico
que hubiera dejado las cosas en su justo término.
Las obras atribuidas a él, hoy se sabe que fueron
escritas varios siglos después de su supuesta
existencia.
En la página 83 entran en juego
los templarios (ya me parecía a mí que
lo de la iglesia de Rennes-le-Château era prestarles
una atención demasiado escasa): La relación
del Temple con la alquimia forma parte del misterio,
pero se sospechaba en la Edad Media que sus caballeros
se transmitían de padres a hijos los conocimientos
ancestrales alquímicos que habrían recibido
de los sufíes persas y de los manuscritos de
la biblioteca de Alejandría. Incluso se llegó
a afirmar que los templarios llegaron a consumar la
invención de la piedra filosofal, aunque eso
forma parte de la leyenda. Curiosa redacción.
Parece sugerir el Sr. Otero que lo de la invención
de la piedra filosofal es una leyenda, pero que el resto
es cierto. En realidad es todo una chorrada que empieza
a caerse por algo tan elemental como que los caballeros
eran monjes y como tales hacían el triple voto,
pobreza, obediencia y... castidad. Así que de
la transmisión paterno-filial de los caballeros
podemos irnos olvidando porque, salvo en algún
caso en el que accedieran al monacato después
de haber estado casados y tenido descendencia, los templarios
no tenían hijos. Por otra parte, como orden militar
que era, el Temple no permitía el noviciado de
los niños lo que dificultaría aún
más la supuesta continuidad de conocimientos.
Añadiré también que la Regla de
la Orden se ha conservado en muchos casos traducida
a las lenguas romances lo que indica que los caballeros
no estaban muy duchos con la lengua latina. La suposición
de que pudieran haber leído los, para entonces,
perdidos manuscritos de la biblioteca de Alejandría
resulta, por ello, muy divertida, pero nada más.
En la misma página aparecen los
Rosacruces: Muchos alquimistas medievales eran
rosacruces,... Pues tal cosa resulta un tanto
difícil porque la Rosacruz aparece en el S XVII
cuando la Edad Media hacía dos siglos que había
concluido.
El Sr. Otero no se detiene en el tema
alquímico y escribe otros dos artículos
uno sobre Personajes enigmáticos y otro
sobre Muertes sospechosas de los que me gustaría
tener más tiempo para hablar largo y tendido,
pero como muestra un único botón. En la
página 91 habla del asesinato de JFK y asegura:
...Oswald fue asesinado por el propietario
de un club nocturno llamado Jack Ruby, quien dijo actuar
por su cuenta (también sería asesinado
años más tarde). Lamento comunicar
al Sr. Otero que Ruby falleció de muerte natural,
de cáncer por más señas.
Todavía tiene el Sr. Otero tiempo
para escribir un cuarto artículo, éste
sobre Tesoros perdidos en el que nuevamente tiene
que nombrar a los Templarios (esto empieza a parecer
un hábito): Hay otros cuya existencia
es más plausible, aunque nadie los haya visto
nunca, como el de los Templarios, el ingente botín
de los monjes caballeros medievales que supuestamente
escondió el Maestro de la Orden Jacques de Molay
antes de que fueran desposeídos de sus bienes
por el rey francés Felipe el Hermoso, en 1307.
(Pág. 93) Como es lógico, si Jacques de
Molay hubiera sabido lo que planeaba Felipe el Hermoso
no sólo hubiera escondido el supuesto tesoro
sino que hubiera tenido buen cuidado de poner a los
caballeros franceses y a sí mismo fuera del alcance
real. Las donaciones conseguidas por el Temple más
el dinero ganado como banqueros y agricultores posiblemente
se hubiera invertido en préstamos (entre ellos
los realizados al propio Felipe de Francia) y en financiar
sus actividades militares en Ultramar.
Como los errores tenían que proseguir
hasta en las lecturas recomendadas, en la página
97 aconsejan Las ciencias ocultas de Eusebio
Salverte, un texto del año 1826 (no es precisamente
una novedad) y que hoy en día no tiene mayor
interés que el de la curiosidad erudita porque
el Sr. Salverte en su afán de ofrecer respuestas
racionales a las afirmaciones ocultistas llegó
a extremos tan disparatados como su aseveración
de que los antiguos griegos conocieron la pólvora:
Los hermanos de Saturno, dice Hesiodo, desatados
de sus lazos por Júpiter, le dieron el trueno,
el rayo esplendente y los relámpagos que la Tierra
guardaba encerrados en su seno; armas que aseguraron
a este dios el imperio sobre los hombres y los inmortales.
Del seno de la tierra se sacan el salitre, el azufre
y el betun [sic], de que probablemente se componia
[sic] la materia fulminante de los antiguos.
[8] En otros capítulos de su
obra, D. Eusebio defiende el conocimiento desde una
remota antigüedad de los pararrayos o de la destilación
del alcohol.
Para concluir tan lamentable número,
la publicidad en la contraportada de una conocida marca
de coches en la que figura el cartel de un supuesto
espectáculo de monos amaestrados bajo el nombre
de Circo Darwin, me parece del peor gusto posible (aunque
en esto, y por una vez, no exista culpabilidad de la
redacción del Muy).
En resumen, una muestrario de errores,
una sucesión de afirmaciones parciales que pueden
(y me temo que lo hayan hecho ya) inducir a equívoco
a sus lectores, máxime cuando, como hemos visto,
muchas de sus aseveraciones son coincidentes con las
contenidas en obras de pseudohistoriadores esotéricos.
Flaco favor el que ha hecho este Muy Especial a la Ciencia
que pretende divulgar.
NOTAS:
[1] La primera versión
de este texto se publicó en http://clio.blogalia.com.
El texto actual ha sido revisado, corregido y aumentado
por el autor para su publicación en los medios
de ARP - Sociedad
para el Avance del Pensamiento Crítico.
[2] Véase: Nada predispuestos
de Martin Kottmeyer y El hombre que moldeó
un sueño americano de Luis R. González
Manso en El
Escéptico número 6, otoño
de 1999. Páginas 20-28 y 29-36.
[3] El espejo del paraíso.
Un viaje en busca de los misterios de nuestro pasado.
Graham Hancock. Traducción de Toni Hill. Colección
Huellas Perdidas. Editorial Grijalbo. Barcelona, 2001.
[4] El oro de Rennes o la vida insólita
de Bérenger Saunière, párroco de
Rennes-le-Château. Gérard de Sède
con la colaboración de Sophie de Sède.
Traducción de Guillermo Lledó. Colección
Otros Mundos. Editorial Plaza & Janés. Barcelona,
1973.
[5] Los supervivientes de la Atlántida.
Juan G. Atienza. Colección Fontana Fantástica.
Editorial Martínez Roca S. A. Barcelona, 1978.
[6] Recuerdos del futuro. Erich
von Däniken. Traducción de Manuel Vázquez.
Colección Otros Mundos. Editorial Plaza &
Janés. Barcelona, 1970.
[7] Nuestros antepasados extraterrestres.
Robert Charroux. Traducción de R. Ballester Escalas.
Colección Libro Amigo. Editorial Bruguera. Barcelona,
1971.
[8] Las Ciencias Ocultas. Ensayo sobre
la magia, los prodigios y los milagros. Eusebio
Salverte. Traducción de D. F. J. Orellana. Imprenta
y librería de Salvador Manero. Barcelona, 1865.
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