El Escéptico Digital - Edición 2013 - Número 266
Pepe Cervera
(Artículo publicado originalmente en la bitácora Retiario).
De entre todas las 'terapias alternativas' si hay una que tenga algo de respeto ésa es la acupuntura. Su aire de verdadera alternativa a la medicina científica, sus asociaciones con el pasado de la exótica y profundamente civilizada China, e incluso cierto número de estudios científicos prestan a esta disciplina un aura de verosimilitud de la que otras (pongamos, la homeopatía) carecen. Y sin embargo tanto la historia como los estudios científicos sobre estas técnicas muestran un panorama completamente diferente: en realidad las terapias de acupuntura son inútiles, ya que en el mejor de los casos se limitan a invocar al Efecto Placebo mediante sus ciertamente espectaculares prácticas. No hay razón científica ninguna para respetar o respaldar la acupuntura que, además, resulta tener una historia extremadamente sospechosa. Con componentes políticos, de nacionalismo chino y de cierta condescendencia con tintes anticolonialistas por un lado y cuasiracistas por el otro. Lo único cierto es que las agujas alivian poco o nada.
Resulta que la acupuntura era una práctica marginal y secundaria incluso en la China antigua; hasta tal punto que en el siglo XIX un emperador emitió un edicto pidiendo su eliminación de la Academia Imperial de Medicina. Desterrada quedó la técnica a los márgenes de la sociedad china hasta 1966, cuando fue resucitada por el gobierno de Mao Tse Tung durante la Revolución Cultural por razones políticas: por un lado de exaltación del nacionalismo (la Verdadera Medicina China frente a la Occidental corrupta), y por otro para compensar la pérdida de personal con formación médica real debido a las purgas. Según parece el propio Mao prefería para sí mismo la medicina convencional. La acupuntura se convirtió así en un arma nacionalista y antiimperialista, al estilo chino, y en la alternativa a las técnicas curativas del odiado Occidente. La marca de esa etapa todavía se mantiene: los estudios científicos sobre los efectos de la acupuntura realizados en China, Hong Kong o Taiwan obtienen con sospechosa unanimidad resultados positivos. Aún hoy la herencia ideológica anticolonial se mantiene.
Otra ironía más: el gran salto a Occidente de la acupuntura se produjo de la mano de uno de los más afamados anticomunistas de la historia, Richard Nixon, y de su visita a Beijing en 1972. Durante la preparación de la visita en 1971 el periodista James Reston de The New York Times recibió tratamiento de acupuntura por dolores postoperatorios que no remitían. La gestión del dolor es uno de los temas que la medicina tradicional todavía no domina por completo; no es extraño que Reston sufriese de estos síntomas. Ni que un tratamiento placebo lo aliviase, puesto que es conocido que funciona en circunstancias similares. Reston contó su experiencia (carente de ningún control científico) en su periódico, y puso en marcha él solito una fiebre occidental por la acupuntura que todavía colea. Entre otras cosas se afirmaba que en China se había operado a pacientes a corazón abierto utilizando únicamente agujas como anestesia; investigaciones médicas y periodísticas revelaron que la afirmación era falsa (se habían usado grandes cantidades de analgésicos y barbitúricos). Pero ya era demasiado tarde: la acupuntura se había convertido en la alternativa médica de la Milenaria China. Y además para ciertos síntomas (dolores difusos, artritis, dolor de espalda, cefaleas) parecía funcionar.
Y sin embargo decenas de metaanálisis (estudios que analizan conjuntamente los resultados de varios estudios previos) demuestran sin ningún género de dudas que para estas enfermedades concretas la aplicación de técnicas de acupuntura y moxibustión (la variante que quema raíz de artemisa cerca del cuerpo o en las agujas) no mejora más los síntomas del paciente que un placebo. Lo que viene a confirmar que las mejoras son subjetivas, y que se derivan de la creencia en el poder de la técnica, y no de la técnica misma: la definición perfecta del Efecto Placebo. En el mejor de los casos se reconoció una mejora mínima (del 10%) en la percepción subjetiva de dolor (Madsen Gøtzsche & Hróbjartsson, 2009); marginal, por tanto (Dworkin, 2009). Lo bastante como para que ni siquiera el paciente lo note apenas.
Y de las teorías subyacentes ya ni hablamos: no existe prueba ninguna de la existencia de nada ni remotamente comparable al Ch'í (Qi) o a los meridianos por los que supuestamente debe fluir y que al bloquear su paso o desequilibrarse sus variedades (Yin y yang) provocan enfermedades, ni a los puntos (xue) donde pueden clavarse agujas para desbloquear el flujo y liberar el Ch'í. Técnicas diagnósticas habituales en los practicantes de estas terapias como el análisis del pulso, la observación de la lengua y la palpación de órganos se han descartado en la medicina occidental, excepto para casos muy específicos, por su carencia de valor.
En resumen: que es una vergüenza que determinadas instancias políticas como la Organización Mundial de la Salud, algunos sistemas sanitarios nacionales e incluso ciertas universidades sigan manteniendo la validez de estas técnicas. Descendiente de la ignorancia y la superstición, manipulada políticamente para impulsar el nacionalismo y extendida en Occidente por una mezcla de papanatismo orientalista y complejo de culpa postcolonial, la acupuntura no es más que una elaborada forma de teatro terapéutico, y no debería recibir ningún respeto. Y mucho menos dinero público, que no están los tiempos para invertir en cosas que no funcionan.
URL: http://blog.rtve.es/retiario/2013/06/acupuntura-muerta-y-enterrada.html