Acupuntura: muerta y enterrada
El Escéptico Digital - Edición 2013 - Número 266
Pepe Cervera
(Artículo publicado originalmente en la bitácora Retiario).
De entre todas las 'terapias alternativas' si hay una que tenga algo de respeto ésa es la acupuntura. Su aire de verdadera alternativa a la medicina científica, sus asociaciones con el pasado de la exótica y profundamente civilizada China, e incluso cierto número de estudios científicos prestan a esta disciplina un aura de verosimilitud de la que otras (pongamos, la homeopatía) carecen. Y sin embargo tanto la historia como los estudios científicos sobre estas técnicas muestran un panorama completamente diferente: en realidad las terapias de acupuntura son inútiles, ya que en el mejor de los casos se limitan a invocar al Efecto Placebo mediante sus ciertamente espectaculares prácticas. No hay razón científica ninguna para respetar o respaldar la acupuntura que, además, resulta tener una historia extremadamente sospechosa. Con componentes políticos, de nacionalismo chino y de cierta condescendencia con tintes anticolonialistas por un lado y cuasiracistas por el otro. Lo único cierto es que las agujas alivian poco o nada.
Resulta que la acupuntura era una práctica marginal y secundaria incluso en la China antigua; hasta tal punto que en el siglo XIX un emperador emitió un edicto pidiendo su eliminación de la Academia Imperial de Medicina. Desterrada quedó la técnica a los márgenes de la sociedad china hasta 1966, cuando fue resucitada por el gobierno de Mao Tse Tung durante la Revolución Cultural por razones políticas: por un lado de exaltación del nacionalismo (la Verdadera Medicina China frente a la Occidental corrupta), y por otro para compensar la pérdida de personal con formación médica real debido a las purgas. Según parece el propio Mao prefería para sí mismo la medicina convencional. La acupuntura se convirtió así en un arma nacionalista y antiimperialista, al estilo chino, y en la alternativa a las técnicas curativas del odiado Occidente. La marca de esa etapa todavía se mantiene: los estudios científicos sobre los efectos de la acupuntura realizados en China, Hong Kong o Taiwan obtienen con sospechosa unanimidad resultados positivos. Aún hoy la herencia ideológica anticolonial se mantiene.
Otra ironía más: el gran salto a Occidente de la acupuntura se produjo de la mano de uno de los más afamados anticomunistas de la historia, Richard Nixon, y de su visita a Beijing en 1972. Durante la preparación de la visita en 1971 el periodista James Reston de The New York Times recibió tratamiento de acupuntura por dolores postoperatorios que no remitían. La gestión del dolor es uno de los temas que la medicina tradicional todavía no domina por completo; no es extraño que Reston sufriese de estos síntomas. Ni que un tratamiento placebo lo aliviase, puesto que es conocido que funciona en circunstancias similares. Reston contó su experiencia (carente de ningún control científico) en su periódico, y puso en marcha él solito una fiebre occidental por la acupuntura que todavía colea. Entre otras cosas se afirmaba que en China se había operado a pacientes a corazón abierto utilizando únicamente agujas como anestesia; investigaciones médicas y periodísticas revelaron que la afirmación era falsa (se habían usado grandes cantidades de analgésicos y barbitúricos). Pero ya era demasiado tarde: la acupuntura se había convertido en la alternativa médica de la Milenaria China. Y además para ciertos síntomas (dolores difusos, artritis, dolor de espalda, cefaleas) parecía funcionar.
Y sin embargo decenas de metaanálisis (estudios que analizan conjuntamente los resultados de varios estudios previos) demuestran sin ningún género de dudas que para estas enfermedades concretas la aplicación de técnicas de acupuntura y moxibustión (la variante que quema raíz de artemisa cerca del cuerpo o en las agujas) no mejora más los síntomas del paciente que un placebo. Lo que viene a confirmar que las mejoras son subjetivas, y que se derivan de la creencia en el poder de la técnica, y no de la técnica misma: la definición perfecta del Efecto Placebo. En el mejor de los casos se reconoció una mejora mínima (del 10%) en la percepción subjetiva de dolor (Madsen Gøtzsche & Hróbjartsson, 2009); marginal, por tanto (Dworkin, 2009). Lo bastante como para que ni siquiera el paciente lo note apenas.
Y de las teorías subyacentes ya ni hablamos: no existe prueba ninguna de la existencia de nada ni remotamente comparable al Ch'í (Qi) o a los meridianos por los que supuestamente debe fluir y que al bloquear su paso o desequilibrarse sus variedades (Yin y yang) provocan enfermedades, ni a los puntos (xue) donde pueden clavarse agujas para desbloquear el flujo y liberar el Ch'í. Técnicas diagnósticas habituales en los practicantes de estas terapias como el análisis del pulso, la observación de la lengua y la palpación de órganos se han descartado en la medicina occidental, excepto para casos muy específicos, por su carencia de valor.
En resumen: que es una vergüenza que determinadas instancias políticas como la Organización Mundial de la Salud, algunos sistemas sanitarios nacionales e incluso ciertas universidades sigan manteniendo la validez de estas técnicas. Descendiente de la ignorancia y la superstición, manipulada políticamente para impulsar el nacionalismo y extendida en Occidente por una mezcla de papanatismo orientalista y complejo de culpa postcolonial, la acupuntura no es más que una elaborada forma de teatro terapéutico, y no debería recibir ningún respeto. Y mucho menos dinero público, que no están los tiempos para invertir en cosas que no funcionan.
URL: http://blog.rtve.es/retiario/2013/06/acupuntura-muerta-y-enterrada.html
Radiación, Teléfonos Móbiles e Saúde, en Escépticos en el Pub Santiago
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La ciencia del s. XXI (II): La izquierda y la charlatanería de alto riesgo
El Escéptico Digital - Edición 2013 - Número 266
Alfredo Moncada
(Artículo publicado originalmente en la bitácora Moncadista).
En pleno proceso privatizador de la sanidad catalana (y del Estado), los portavoces a sueldo de la derecha gobernante en Cataluña, La Vanguardia, del rancio y franquista Grupo Godó son los encargados de llevar a cabo una campaña de desprestigio de la ciencia médica y la sanidad. Para ello hacen una brevísima entrevista a Juan Gérvas.
Lo más lamentable de todo esto es que la primera vez que oí el nombre de Juan Gérvas fue en este informativo de la red de radios comunitaria MasVoces, informativo en el que he colaborado. Esa noticia es sobre la retirada de la píldora Diane35 del mercado francés. Y aparte de la dudosa calidad periodística que en mi opinión supone el utilizar una entrevista a una enferma como “prueba” de que la píldora provoca trombos o infartos, además entrevistan al “médico e investigador” Juan Gérvas. Legitimando a un charlatán temerario en un ámbito de la izquierda.
Otros autodenominados periodistas alternativos, amigos del médico, ligados con algún bufete de abogados, reproducen la entrevista.
Paso a desmontar cada una de las patrañas de la entrevista que le hacen en La Vanguardia.
Dejaré la primera para el final. El Dr. Gérvas, ante la pregunta ¿No siempre es mejor prevenir? se va por peteneras… “Los daños de la prevención se perciben a largo plazo. Hoy sabemos que por ejemplo la terapia hormonal sustitutiva para eliminar los síntomas de la menopausia,…” si se ven a largo plazo, ¿cómo se pueden ver en mujeres de edad avanzada? “...utilizada por millones de mujeres, provoca infartos, embolias y cáncer de mama (55.000 nuevos casos en el Reino Unido).” Menta un tratamiento (no preventivo de nada) contra los síntomas de la menopausia. Acusando al tratamiento (sin mencionar cuál) de “provocar infartos, embolias y cáncer de mama (55.000 nuevos casos en el Reino Unido).” ¿Son esos 55.000 nuevos casos un incremento en la incidencia del cáncer?, ¿son debidos directamente al uso del tratamiento hormonal? Lo que imagino que este señor quiere decir es que hay un aumento del riesgo relativo de desarrollar cáncer de mama en aquellas mujeres que la toman. ¿cuánto? Aquí hay información detallada y muy sencilla sobre el tema, en resumen “que si 10,000 mujeres recibieron la terapia de estrógeno-progestina durante un año, esto añadiría hasta ocho casos de cáncer de seno más por año que si no hubieran recibido ningún tipo de terapia hormonal.”
En un momento en que la ciudadanía está sufriendo un aumento en las listas de espera, incluido un falseamiento de las cifras, el Sr. Gérvas (lo siento, me cuesta ponerle Dr.) ataca a la más exitosa prevención, el diagnóstico temprano. Se atreve a decir que el diagnóstico precoz “provoca hordas de supervivientes”. Utiliza los datos de tumores de próstata que son diagnosticados mucho más temprano, pero que no se tratan por no ser en muchos casos mortales, pero a los que hay que hacer un seguimiento. Y lo extrapola incluso temerariamente a los tumores de cuello de útero, que mata a miles de mujeres en países donde no existe el diagnóstico temprano. A este hombre habría que retirarle la licencia médica por desaconsejar el diagnóstico de cáncer de mama y útero, y decir que el 47% de los tumores de mama “tratados” son benignos.
Y sigue con las vacunas.
Dice que la vacuna de la varicela es innecesaria. Sin embargo, la infección por varicela puede acarrear serios problemas, especialmente en adultos, causando pneumonías, hepatitis, etc. Causa severas malformaciones en los fetos cuando la madre se contagia. Cuando son recién nacidos los contagiados, hay también riesgo de pneumonía. Además el sistema inmunológico nunca elimina el virus, que queda latente y resurge cuando se es adulto en forma de Herpes zoster, una enfermedad que no suele ser mortal, pero que es muy dolorosa e inhabilitante.
Afirma lo mismo de la vacuna del Neumococo, o Haemophilus influenza. Sin embargo, cuando vamos a los datos, se puede ver que la vacuna en EEUU ha reducido la morbilidad de 20.000 anuales a unos 270. Esas son unas cuantas muertes infantiles por meningitis que se evitan todos los años.
“¿La vacuna de la gripe no es efectiva? Durante la pandemia de la gripe A vacunaron a la población sueca (el beneficio teórico era 50 muertos menos) y produjeron 200 casos de narcolepsia en adolescentes.”
Esto es lo que se llama mezclar churras con merinas. Primero, por qué mezcla la vacuna de la gripe estacional, que aunque no previene de todas las cepas de gripe, sí reduce significativamente el número de ingresos en hospitales por problemas respiratorios, y por tanto el gasto hospitalario. Segundo. Efectivamente, la vacuna contra el virus H1N1 fue desarrollada con oscuros intereses farmacéuticos. Si bien, ahora se tiene la capacidad técnica de crear una vacuna contra una posible pandemia en muy poco tiempo. Pero ¿por qué intencionalmente confunde “gripe” con “H1N1”, para a continuación afirmar que la vacuna contra la gripe A produjo 200 casos de narcolepsia? Lo que no dice el doctorísimo es que esos 200 niños tenían predisposición genética a la narcolepsia.
Las vacunas son un negocio, por lo que hay que dejar de usar las “innecesarias”. ¿No será mejor impedir que la salud sea un negocio? ¿Eso no se lo ha planteado el Dr. Gérvas?
Sigue mintiendo con lo de que la vacuna de la gripe no es efectiva en personas mayores, y utiliza la demagogia al mezclar vacuna con medicación, y extrapolar que los médicos consideran a los ancianos como enfermos, porque los vacunan contra la gripe. ¡Venga hombre!
Curiosamente los últimos meses he estado leyendo bastante sobre el aumento en el riesgo de enfermedad coronaria en personas con un colesterol total por encima de 200, y con un LDL por encima de 100. Está muy bien estudiado, claro y conciso, que reducir el colesterol a niveles normales aumenta la esperanza de vida reduciendo los riesgos de enfermedades cardiovasculares. Es cierto que se abusa de las estatinas como tratamiento, pero por hábitos de vida no saludable.
Este señor, de nuevo temerariamente, afirma “No se mida el colesterol, sea feliz, porque ser feliz y optimista añade ocho años de vida. Y practique la dieta mediterránea, que no consiste en tomar aceite de oliva a cucharadas, sino en poner un mantel, cubiertos y tener compañía: no coma delante del televisor. Y si está embarazada, disfrute.” De nuevo, le tendrían que retirar la licencia por semejante afirmación.
Darle bombo a este tipo de personajes hace mucho daño al movimiento popular. Al confundir ciencia médica con farmacéuticas e intereses privados, se le hace el juego a la derecha privatizadora. Es como poco curioso que La Vanguardia elija precisamente este momento para afirmar que “la sanidad mata”, y que cuando los médicos se ponen en huelga, “las muertes disminuyen un 45%”. O sea, mejor reducimos la plantilla médica y salvamos vidas.
Hay que reconocerle algunas cosas al capitalismo del siglo XX, y una de ellas es la sanidad. Al tratar a los trabajadores como lo que somos, fuerza de trabajo, se hizo un esfuerzo en que esas máquinas de carne y hueso funcionaran bien por mucho tiempo. Ahora les sobran muchas máquinas, y además los talleres son un suculento negocio, por lo que no interesa la sanidad.
Tal como decía en el primer artículo, la lucha popular no puede estar reñida con la rigurosidad y la ciencia. No les hagamos el juego a estos mercenarios con bata, hay que quitarles la careta.
Para terminar quiero aplaudir la decisión de la Asamblea de IU de rechazar las “medicinas alternativas” en la sanidad pública. Aunque con un margen estrecho, la razón se hizo un hueco en la asamblea. Enhorabuena.
URL: http://www.moncadista.org/2013/02/27/la-ciencia-del-s-xxi-ii-la-izquier…
Canal IVOOX de "Escépticos en el pub Compostela"
Gracias a Manuel Vicente podemos disfrutar de los audios de algunas de las charlas de Escépticos en el Pub Compostela, que están almacenados en un canal de IVOOX propio.
Actualmente están disponibles las charlas de José Muiño (los siete pecados capitales), Pepe Facal (creencias i racionales) y la última, de Mauricio Schwarz (Scooby Doo en el pensamiento de hoy).
El canal está disponible en la dirección:
http://www.ivoox.com/podcast-podcast-escepticos-pub-compostela_sq_f171156_1.html
Nace la Asociación de Divulgación Científica de la Región de Murcia
La Asociación de Divulgación Científica de la Región de Murcia (ADCMurcia) acaba de echar a andar. El proyecto toma cuerpo tras la celebración del exitoso evento "Los blogs como medio emergente de divulgación científica" en enero del pasado año.
La asociación está liderada por divulgadores tan conocidos en las redes como José Manuel López Nicolás y Daniel Torregrosa, que ejercerán en ese orden las funciones de presidente y vicepresidente; Txema Campillo, Miguel Manzano y Mariajo Moreno.
Algunos de estos nombres están muy ligados con el pensamiento crítico; no obstante la asociación comienza sus actividades con "Murcia divulga en los bares", un evento que sigue la estela de los "Escépticos en el Pub". Su primera cita será el próximo día 28 de junio, con la intervención de JM Mulet, que hablará sobre "Transgénica o ecológica ¿Cuál será la alimentación del futuro?"
En los últimos años vivimos un auge mediático de la alimentación llamada “natural” o “ecológica”. Por todas partes nos bombardean con publicidad que habla de un tipo de alimentación hecha a la antigua usanza, que rechaza el uso de pesticidas y de tecnología agrícola y que a cambio de un precio notablemente más alto nos promete ser mejor para la salud y para el medio ambiente. En el otro extremo tenemos a los alimentos transgénicos, fruto de la última tecnología y cuyo uso despierta toda clase de suspicacias y temores. En el imaginario colectivo parece claro qué alimentación es mejor. Pero ¿Cuáles son las evidencias científicas en este debate? ¿Es la alimentación ecológica tan buena y la transgénica tan mala? En la charla abordaremos estas cuestiones y veremos que en la vida las cosas no son blancas ni negras. El gris es un color muy “natural”.
La charla tendrá lugar en el bar Kennedy (C/ Berruezo, 3) a partir de las 18:30.
Antes, el 19, Moncho Núñez - Director del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología de España - apadrinará el acto de presentación oficial de la asociación, que podrá seguirse por streaming.
Toda la información en http://murciadivulga.com/
El feng-shui llega al Ayuntamiento de Santa Cruz
El Escéptico Digital - Edición 2013 - Número 266
Antonio Chamorro Segovia
(Artículo publicado originalmente en la bitácora Examen de naturales).
El pasado miércoles 15 de mayo aparecían en Diariode Avisos unas declaraciones de la concejala de vivienda del Ayuntamiento de Santa Cruz, Ángela Mena, en las que hablaba de incorporar feng shui al proyecto de reposición de viviendas del barrio de La Candelaria. Es inaceptable que desde instancias públicas se pretendan incluir criterios pseudocientíficos en las actuaciones municipales, máxime en el actual contexto de austeridad en el que cada céntimo de dinero público debe invertirse de manera sensata.
El chicharro del fondo tiene muchas aristas, es anti feng-shui!
En la citada noticia Ángela Mena declara que pretenden darle un nuevo impulso al barrio de La Candelaria, para el cual existe un proyecto de reposición de viviendas, incorporando “propuestas arquitectónicas de un arte como el feng-shui” a través del cual “dar bienestar a las personas y contactar con el entorno de la manera más natural posible para realizar una convivencia saludable”.
Hay que tener en cuenta que el feng shui se basa en un antiguo sistema chino de estética que dice utilizar la doctrina taoísta (eso del equilibrio entre el ying y el yang), mediante la cual hay que evitar los muebles con esquinas, las malas orientaciones de la cama, o los colores fuertes…
Paleta de colores del feng shui
Este tipo de doctrinas carecen de bases racionales y contrastables, y están ampliamente reconocidas como pseudociencias pues no existe ninguna evidencia científica de su eficacia.
Pero la ignorancia no es endémica de Canarias: Recuerden que en 2008 la Consejería del Interior de la Generalitat de Catalunya se remodeló según los principios del Feng Shui. Con poco éxito debe decirse, ya que el número de denuncias a los Mossos d´Esquadra por comportamientos violentos e ilegales no ha dejado de aumentar en los últimos años.
Yin! Yan!
Aún así la concejala Mena prefiere “incorporar como valor añadido a la convocatoria de las obras” las directrices de una pseudociencia oriental, antes que tener en cuenta criterios que desde las experiencias de la democracia participativa en la gestión comunitaria del entorno han demostrado tener éxito como:
· la participación de los vecinos en la planificación de las que serán sus viviendas, de manera que se adapten a sus necesidades.
· la inclusión de equipamientos (parques, zonas verdes, locales sociales, instalaciones deportivas,…), que mejoren la calidad de vida de los vecinos.
· o el diseño arquitectónico sostenible, que pretende optimizar las edificaciones de tal modo que se minimice el impacto ambiental (eficiencia energética, materiales de construcción sustentables, gestión de los residuos, etc.).
Menos chorradas y más participación vecinal
A diferencia de la propuesta estrella de la concejala, esto criterios propuestos si han demostrado mejorar el bienestar de las personas y su relación con el entorno.
En definitiva, las políticas sociales “de toda la vida” son las únicas garantes de la mejora de la calidad de vida en los barrios. La introducción de alternativas exóticas, (no es de extrañar que las obras fueran inauguradas por la bruja lola o Rappel), por el contrario, no son más que cortinas de humo que tratan de ocultar el verdadero drama en que se hallan inmersas miles de personas en nuestra isla.
(Acabo de descubrir que la afición a este tipo de movidas esotéricas le viene a la concejala de algún tiempo atrás. En el año 2010 utilizó las directrices del feng shui para la rehabilitación del Teatro Guimerá. Léanlo por favor, no tiene desperdicio, es difícil meter tantas barbaridades y mamarrachadas en tan pocos párrafos)
URL: http://examendenaturales.blogspot.com.es/2013/05/el-feng-shui-llega-al-…
Cada uno en su casa
El Escéptico Digital - Edición 2013 - Número 266
Marisa Bou
(Artículo publicado originalmente en la bitácora Los ojos de Hipatia).
El Estado Laico es un paradigma de libertad. No podemos negar el derecho que todos tienen a profesar una determinada fe, como tampoco podemos obligar a nadie a que crea en determinada iglesia, a que obedezca unas normas de comportamiento impuestas, ya que éstas sólo pueden estar basadas en la ética y el raciocinio.
La no intervención de la iglesia católica -ni ninguna otra- en los asuntos civiles, debe actuar como garantía del libre albedrío en cuestiones religiosas o morales, que competen solamente al ámbito de lo personal.
Dicho esto, que está recogido en nuestra Carta Magna, llegamos al punto clave: ¿debe el Estado seguir sosteniendo a esas iglesias con nuestros impuestos? ¿Debe seguir liberándolas del pago de sus propias tasas e impuestos? Este es, sin duda, un modelo de desigualdad intolerable e injusto.
Las grandes cifras que esto supone, unidas al enorme fraude fiscal existente, contribuyen en no poca medida al aumento de la pobreza, agravado por el peligroso recorte de los derechos sociales más básicos, por el aumento del IRPF, del IBI e impuestos varios, amén de la bajada de salarios que se viene produciendo. Una vez más, el pobre es más pobre y el rico es mucho más rico. Y la iglesia, que se supone debería estar con los pobres, tiende siempre a estar más próxima a los ricos: ¿alguien sabe por qué?
Debemos exigir que se supriman esas exenciones de impuestos (por no hablar de cómo han sido adquiridos los derechos de propiedad) y dejar de subvencionar sus organizaciones y centros de enseñanza. El que quiera ritos, que se los pague y el que quiera dar una educación religiosa a sus hijos, que se la dé de su bolsillo. Eso sería lo justo. Que se autofinancien, como todos los demás nos financiamos y pagamos impuestos y seguridad social. Que para tener derechos, se hagan cargo -como todos- de sus obligaciones.
En un momento tan grave como éste, con tantas familias llegando al umbral de la pobreza extrema, sin trabajo, con el gobierno y la patronal apretando las tuercas al trabajador, exigiendo sacrificios que ni la iglesia ni la banca tienen intención de hacer, no es de recibo que haya que seguir dando, a ambas, cantidades exorbitantes para su subsistencia sin menoscabo, que tengamos que seguir soportando que unos nos digan cómo gastar y otros cómo vivir, bajo qué dictados y bajo qué acusaciones y amenazas de castigo eterno o a largo plazo.
No más visitas papales pagadas por los contribuyentes. No más manifestaciones de obispos diciendo a las mujeres que han de procrear a toda costa, aún a riesgo de su vida y de su salud mental, para proporcionarles cada vez mayor número de “fieles” que les aporten el capital.
O sea, cada uno en su casa y dios… en la suya también.
URL: http://losojosdehipatia.com.es/opinion/cada-uno-en-su-casa/
Ciencia para el pueblo
El Escéptico Digital - Edición 2013 - Número 268
Joan Benech y Carles Muntaner
(Artículo extraído de la página Rebelión.org).
Prólogo del libro de Eduard Rodríguez Farré y Salvador López Arnal, Ciencia en el ágora. El Viejo Topo, Mataró (Barcelona), 2012
“Vivimos en un mundo cautivo, desarraigado y transformado por el colosal proceso económico y técnico-científico del desarrollo del capitalismo que ha dominado los dos o tres siglos precedentes (….) hay síntomas externos e internos de que hemos alcanzado un punto de crisis histórica.” Eric Hobsbawm
“La ciencia es cómplice de todo lo que le piden que justifique”. Pierre Bourdieu
Aunque durante el último tercio del siglo XIX la tecnología basada en el conocimiento científico se convirtió en un factor esencial para la vida social (baste pensar en la aparición de la radio, el cinematógrafo, los automóviles o la aviación), fue en el siglo XX cuando la ciencia y la tecnología modernas se convirtieron, directa o indirectamente, en algo “sin lo cual la vida cotidiana era ya inconcebible en cualquier parte del mundo.” [1] Como a principios de ese siglo mostraron los avances en medicina y salud pública, las comunicaciones o, muy en especial, el armamento bélico, la ciencia y la tecnología no sólo transformaron radicalmente nuestro conocimiento del mundo sino también el propio mundo. Tras la I Guerra Mundial, se fortaleció enormemente la vinculación entre ciencia, estado y ejércitos, convirtiéndose los gobiernos en los principales patrocinadores y clientes de la tecno-ciencia; pero fue a partir de la II Guerra Mundial cuando se consolidó e institucionalizó definitivamente la ciencia a través de su militarización con planes como el Proyecto Manhattan, producto del cual surgió una nueva tecnología militar de consecuencias devastadoras con la bombas nucleares lanzadas por EE.UU. sobre Hiroshima y Nagasaki. Los daños producidos por una tecnología tan peligrosa tenían relación directa con el hecho de disponer un conocimiento científico de enorme calidad. Como sintetizó con claridad Manuel Sacristán: “la peligrosidad o ‘maldad’ práctica de la ciencia contemporánea es función de su bondad epistemológica” [2,3]
En las últimas décadas del siglo XX, el desarrollo científico-técnico (y muy especialmente la investigación militar) y con él el número de científicos, ingenieros y tecnólogos incrementó de forma muy pronunciada su poder bajo el liderazgo de Estados Unidos [4] Durante los años 60, la emergencia de movimientos sociales críticos, incluido el rechazo neo-romántico de la ciencia y la tecnología, las protestas de la izquierda política, y luchas contra guerras como la de Vietnam en los EE.UU. y Europa, promovieron que la sociedad y los propios científicos plantearan con mayor radicalidad su papel social creciendo muy marcadamente la preocupación y conciencia sobre las consecuencias reales o potenciales de los descubrimientos científicos y las tecnologías, no solo armamentísticos sino también en la física, la química, la biología y la sociedad [5]. Fue así, como a inicios de 1969, varias decenas de miembros del Massachusetts Institute of Technology (MIT) en Cambridge (EE.UU.) convocaron una huelga que pronto se extendió a otras universidades, para llamar la atención sobre las amenazas derivadas de los conocimientos técnicos y científicos. En un manifiesto del 4 de marzo los investigadores reclamaban: “que las aplicaciones de la investigación se aparten de su actual énfasis en la tecnología militar para ir a resolver problemas ambientales y sociales urgentes.” [6] El colectivo, conocido más tarde como Science for the People [7], planteó con radicalidad la necesidad de reconocer la naturaleza política de la ciencia, aumentar el acceso de todas las personas al conocimiento, e incrementar la conciencia social sobre la ciencia y la responsabilidad política de los científicos. En un manifiesto de mediados los años 70, ‘Ciencia para el pueblo’ planteaba de este modo su visión de la ciencia y la necesidad de cambio:
“La ciencia en la sociedad estadounidense no es políticamente neutral. ¿Qué ciencia y qué científico puede ser independiente del sistema social y económico que le financia, establece las prioridades, establece las preguntas importantes, y determina la utilización de su trabajo? El control por parte de las burocracias gubernamentales y corporativas sirve tan sólo a unos pocos. En EE.UU., vemos como la ciencia se utiliza para desarrollar las herramientas tecnológicas e ideológicas que precisan las personas en el poder para mantener su poder. ¿Participan en alguna ocasión los científicos o las personas a quienes afecta la ciencia en el establecimiento de que hay que hacer? (…) Ciencia para el pueblo significa conocimiento para el pueblo y, a través de ese conocimiento, la acción” [8]
La necesidad de establecer límites morales y prácticos a la utilización de la ciencia contemporánea se manifestó durante aquellos años en intensos debates sobre temas como las explicaciones deterministas de la inteligencia o la naturaleza humana [9], las implicaciones éticas de las biotecnologías y los malos usos de la ingeniería genética, o la destrucción ecológica y los riesgos para el medio ambiente y la salud pública. Como resultado de muchas movilizaciones y luchas, la financiación de la investigación militar fue reduciéndose hasta mitad de los 70, momento en el cual el neoliberalismo y la fuerte alianza entre el poder económico, político y militar con científicos e ingenieros llevó a una progresiva privatización y mercantilización de la tecno-ciencia [10]. Los científicos críticos quedaron progresivamente marginados en áreas menos relevantes para el desarrollo tecnológico como las humanidades y las ciencias sociales, a la vez que mantenían su situación y privilegios característicos de su elevada clase social [11].
En los últimos decenios, los nuevos descubrimientos científicos, conocimientos prácticos y aplicaciones tecnológicas han conformado un cúmulo de información, conocimiento y poder sin precedentes históricos. Ese enorme poder debe conllevar también una enorme responsabilidad [12]. L os descubrimientos e innovaciones prometen un enorme incremento en el bienestar humano: el conocimiento de las causas y propagación de los procesos cancerosos, el desarrollo de vacunas contra el SIDA o la erradicación de enfermedades como la polio o la malaria son unos pocos ejemplos. Al tiempo, la capacidad productiva, destructiva y de control social de la tecno-ciencia contemporánea plantea enormes peligros e incertidumbres para la humanidad. Un poder que se expresa, por ejemplo, en la destrucción ecológica que sufre el planeta, la acelerada introducción de nuevos productos químicos o de tecnologías de elevado riesgo que una vez introducidas será muy difícil revertir [13], así como en el control y dominio social al que científicos y gran parte de la humanidad se ven sometidos [14]. Más que nunca, la tecno-ciencia sigue siendo en la actualidad una actividad guiada por los valores y objetivos de quienes poseen el poder: las elites económicas, financieras, políticas, militares y científicas. En gran parte la colaboración de los científicos es de hecho implícita dada su condición de asalariados de empresas privados o instituciones públicas controladas por intereses privados y por un modelo intelectual que ignora las consecuencias sociales del conocimiento científico y la tecnología [15].
La difusión de la ideología del “progreso” tecno-científico equipara a éste con el “desarrollo” económico, minimiza los riesgos tecnológicos sobre la sociedad, la ecología y la salud pública, y limita el debate sobre las políticas de investigación haciendo que muchos científicos no se planteen las consecuencias de sus actividades o que éstas sean consideradas algo secundario cuando no simplemente trivial. La actual ideología dominante en el poder sostiene que existe un desarrollo tecnológico “inevitable” (al igual que también se promulga así para la económica neoclásica y las políticas neoliberales), que está “por encima” de ideologías y opiniones, libre de la influencia de factores éticos, sociales y políticos. Esa visión tecnocrática de la ciencia no sólo es errónea sino también incompatible con la democracia. Si todas las decisiones y prioridades que se deben tomar tuvieran una solución técnica, sería más fácil argumentar que la democracia fuera prácticamente innecesaria. La tecno-ciencia es un producto histórico, un resultado social de la acción humana que una sociedad que se reconozca como democrática no puede renunciar a controlar. Para lograrlo, la sociedad debe desarrollar valores morales, culturales y políticos que, basados en los valores de racionalidad político-social, supervivencia, emancipación y justicia social, orienten de otro modo los objetivos y prioridades de la ciencia. Precisamos de una noción de progreso diferente que, a través de procesos participativos y democráticos, reoriente la políticas científicas y permita un acceso más justo, equitativo y ecológicamente sustentable a los beneficios de la tecno-ciencia contemporánea.
Junto a otro modelo y objetivos, se deben también especificar los mecanismos para llevar a cabo la democratización y control de la ciencia. Una conciencia científica nueva, requiere desarrollar una moral de responsabilidad, plena de autocontención y autolimitación, controlada socialmente [16]. Ello no solo debe afectar a los científicos aplicados y tecnólogos sino también a los científicos básicos, en tanto que miembros de la misma sociedad [17]. Allí donde existen dudas sobre la bondad de las aplicaciones tecnológicas se deben proponer moratorias basadas en el ‘principio de precaución’, con límites en aquellos temas que no comprendemos bien y cuyas consecuencias no se pueden predecir. Dos ejemplos actuales son las biotecnologías o la energía nuclear. Como ha señalado Fernández Buey, para realizar las moratorias necesitamos un elevado control social: el autocontrol de los científicos a través de normas éticas claras, controles legislativos aprobados por los parlamentos válidos internacionalmente, y un fuerte control social con la participación ciudadana en la toma de decisiones sobre las políticas y usos de la tecno-ciencia. La idea pequeño-burguesa liberal de que al científico se le deben ofrecer todas las libertades de creación intelectual posibles sin ningún control ético es dañina para la sociedad [18]. Y para que esos controles sean realmente efectivos precisamos también crear asociaciones de científicos y ciudadanos, concienciados y comprometidos con la desmercantilización y democratización de la ciencia y el papel crítico de los investigadores, que mantengan una fuerte presión sobre políticos, partidos y sindicatos y extiendan la cultura y educación científica entre la ciudadanía [19].
¿Quién y de qué forma enseñar la tecno-ciencia moderna? Como señaló el biólogo Barry Componer, las obligaciones sociales de los científicos no sólo tienen que ver con la investigación y la enseñanza sino que han de ayudar a los ciudadanos a entender las cuestiones científicas que tienen un importante impacto sobre la sociedad. Una respuesta posible sería pensar que ya existen instrumentos de difusión, sobre todo por lo que hace al periodismo científico y los escritos de divulgación de los científicos que permitirían que el público estuviera ya bien informado. No obstante, esa difusión puede ser en sí misma también un instrumento de engaño y alienación. Es preciso enseñar la responsabilidad y la conciencia social que los científicos y la población deben tener.
El libro que la lectora o el lector tiene en sus manos plantea críticamente algunas respuestas a varios de los temas planteados. Cada capítulo ofrece conocimiento riguroso sobre varios temas tecno-científicos que nos permiten reflexionar sobre la evolución, riesgos y consecuencias políticas de temas relacionados con la ecología, la medicina y la salud pública. Los temas elegidos son las centrales nucleares y los residuos radiactivos generados por las mismas, las gravísimas consecuencias del reciente “accidente” nuclear de Fukushima, las invisibles consecuencias del nada inocente uso masivo de bombillas de bajo consumo, la supuesta eficacia de las “medicinas alternativas” y la homeopatía, los orígenes del SIDA, y la importancia de las vacunas para la salud pública. Ilustrémoslo con algunos ejemplos.
En el texto se señala la existencia de temas invisibles, poco conocidos, de los que apenas si tenemos conciencia:
“Los problemas del metilmercurio, que es el problema realmente importante en el momento actual porque nos afecta a todos, porque no hay persona que no tengamos metilmercurio en nuestro cuerpo”
Se nos advierte que hay que ser cautos con visiones no propiamente científicas:
“…. Las personas que están en contra de las vacunas, afirman que ellos son los alternativos y los modernos, y luego o al mismo tiempo suelen hablar de medicina oficial a la que suelen presentar como dogmática, agresiva y poca abierta a las novedades. Pero estos dos conceptos que esgrimen son completamente falaces. Es una falacia naturalística, no existe realmente una medicina oficial.”
Se señala la dificultad del proceso de adquisición de conocimiento científico:
“No se tenía conciencia de estas cosas en aquellos años. Y, claro está, si uno no piensa en ello, no lo busca y, consiguientemente, no lo encuentra. Esa misma observación [un trastorno en un grupo de trabajadores de una fábrica de Inglaterra que manufacturaba metilmercurio como fungicida] de la que te hablaba pasó inadvertida en la literatura científica.”
Se nos indica de que la adquisición de conocimiento es un proceso social y que la mentira es el lenguaje usual de las grandes corporaciones:
“Todo lo que puede provocar reacciones con la industria no se difunde, se guarda en carpetas archivadas hasta mejor ocasión (es decir, en muchas ocasiones, hasta nunca). ¿Desde cuando la industria difunde información sobre las cosas que pueden afectar a la salud humana?”
Y nos apunta que la adquisición de conocimiento es un tema político, muchas veces oculto para un público pasivo, al que no se deja participar:
“[En los centros de procesamiento de residuos nucleares] está muy presente el componente militar, que es un nudo esencial de todo este asunto, todo ha quedado siempre bastante ocultado. Son generalmente datos que aparecen en la literatura científica, minoritaria, y a veces, además de forma muy controlada. Es cosa, digámoslo así, más bien de expertos. Se habla muy poco de este tema en ámbitos ciudadanos más amplios.”
Los autores de este libro, entrevistador (Salvador López Arnal) y entrevistado (Eduard Rodríguez Farré), son admirables por sus trayectorias personales y profesionales. Por su rigor -uno como filósofo y ensayista, el otro como científico y ecologista- y ambos por su compromiso social y político. Salvador López Arnal es profesor, experto en el gran filósofo eco-marxista Manuel Sacristán, ensayista, divulgador, colaborador de la revista digital Rebelión, activista, y muchas otras cosas más, actividades todas ellas que realiza con incansable finura, tenacidad y entusiasmo. Eduard Rodríguez Farré, es investigador, divulgador, activista, miembro fundador de ‘Científicos por el Medio Ambiente’ (CiMA) [20], y un científico (médico, radiobiólogo, farmacólogo y toxicólogo) con una prodigiosa abundancia y profundidad de conocimientos.
La ciencia es demasiado importante, poderosa e indispensable para la sociedad como para dejarla a merced de los científicos, y desde luego para dejarla en manos de políticos profesionales, empresas y militares. Necesitamos una ciencia ‘con conciencia’, más democrática, que no sea alienante y que no esté mercantilizada. Necesitamos científicos que sean algo más que magníficos especialistas que se enorgullecen de publicar artículos originales en revistas de elevado prestigio. Necesitamos investigadores menos elitistas y más igualitarios, no solo en lo económico sino en lo político y lo cultural, con una profunda visión de la ética y la política, que pongan los valores sociales de la equidad y lo público por delante de intereses personales y corporativos. Necesitamos científicos que estén organizados socialmente y que sean activos [21]. Y necesitamos también una población mucho mejor informada, capaz de participar, tomar decisiones y actuar ante un tema social de enorme trascendencia. Como señaló el manifiesto aludido de Science for the People:
La acción para oponerse al sistema, para recuperar el control de nuestras vidas, nuestros valores y nuestras prioridades, es ahora respondida por una ciencia que proporciona una tecnología de vigilancia, armas de contrainsurgencia y el control del comportamiento (…) Nuestras acciones nos sirven para juzgarnos. Juzgamos a los demás por su práctica del mismo modo que esperamos ser juzgados por la nuestra [22]
Por irrealizable o lejano que ahora pueda parecer, otra tecno-ciencia es posible, una tecno-ciencia pacifista, ecologista y feminista, que a la vez sea democrática, participativa y popular. Una ciencia que sea de y para el pueblo.
Joan Benach y Carles Muntaner, profesores de salud pública en la Universidad Pompeu Fabra (UPF) y la Universidad de Toronto (UofT) respectivamente pertenecen al Grupo de Investigación sobre Desigualdades en Salud (GREDS-EMCONET) de la UPF, son miembros fundadores de Científicos por el Medio Ambiente (CiMA), y ambos investigan y enseñan sobre temas de sociología de la salud y epidemiología social. Entre sus libros se encuentran: Aprender a mirar la salud (Barcelona: Viejo Topo, 2005), y Empleo, trabajo y desigualdades en salud: una visión global (Barcelona: Icària, 2010).
Notas:
1 Hobsbawm E. Historia del siglo XX. Barcelona: Crítica, 1995:519. [Ed. orig. 1994]
2 Sacristán M. M.A.R.X. Máximas, aforismos y reflexiones con algunas variables libres. López Arnal S (editor). Barcelona: El Viejo Topo, 2003:268.
3 Científicos como el propio Albert Einstein se dieron cuenta de ello demasiado tarde. Ver: Einstein A. Escritos sobre la paz [1914-1955]. Barcelona: Península, 1967 (trad. J. Solé Tura).
4 Tras la I Guerra Mundial, el número de científicos era de sólo unos miles o unas pocas decenas de miles a lo sumo. A finales de los años 80 del siglo XX se estima que la cifra alcanzó los 5 millones. En 2010 el gasto de armamentos se estimó en alrededor de 1 billón y medio de dólares anual, con Estados Unidos, China y Francia como los mayores presupuestos. El presupuesto militar oficial de EE.UU. es del 5% del PIB, aunque la cifra real podría alcanzar el 7%.
5 Rose H, Rose S. La radicalización de la ciencia. México: Nueva Imagen: 1980 (ed. or. 1976).
6 Leslie SW. The Military–Industrial–Academic Complex at MIT and Stanford. New York, 1993:233.
7 El 3 de febrero de 1969 se convoca la primera reunión en Nueva York donde se constituye el colectivo Scientists for Social and Political Action (SSPA). En septiembre del 69, el grupo pasa a llamarse Scientists and Engineers for Social and Political Action (SESPA) y a finales del mismo año se acuña el nombre Science for the People, apareciendo desde agosto de 1970 la revista bimensual de igual nombre. Tras unos años de paréntesis, el 8 de noviembre de 2002 en Florencia se inició la revista y página web ‘Science for the People’, como un movimiento de científicos anticapitalistas. Ver la web: www.scienceforthepeople.com.
8 Texto reproducido de un folleto de 1975 de Science for the People de Boston. Acceso el 05-06-2011: http://socrates.berkeley.edu/~schwrtz/SftP/Brochure'75.html
9 Ann Arbor Science for the People Editorial Collective Biology as a Social Weapon Pearson 1977.
10 En los años 70 el gobierno de EE.UU. sufragó dos tercios de los costes de la investigación básica del país (casi 5.000 millones de dólares anuales) dando trabajo a casi 1 millón de científicos e ingenieros; mediados los 80, con la administración Reagan, la financiación privada en investigación y desarrollo ya superó a la inversión pública. Ver: Echevarría J. La revolución tecnocientífica. Madrid: FCE, 2003:31,63.
11 Jacoby R. The last intellectuals: American culture in the age of academe. New York: Basic Books, 1987.
12 Se estima que 1 de cada 5 científicos e ingenieros (más de medio millón) trabajan en investigación militar en el mundo, y que ésta representa un tercio de toda la inversión mundial en I+D.
13 Algunos ejemplos: las biotecnologías, la producción, difusión y uso de nuevas sustancias químicas, la nanotecnología molecular, la infotecnología o los nuevos descubrimientos y aplicaciones militares.
14 En 1950 Albert Einsten ya señaló: “Tal concentración del poder económico y político en manos de unos pocos no sólo ha traído consigo una dependencia material, sino que también amenaza su existencia, impidiendo el desarrollo de una personalidad independiente, mediante el uso de medios de influencia espiritual muy refinados.” Ver: Einstein A. Para la humillación del hombre científico. En: Mi visión del mundo. Barcelona: Tusquets, 1980:234.
15 En este punto cabe destacar los análisis de Noam Chomsky sobre la responsabilidad de los intelectuales y la forma “apolítica” con la cual los científicos que generan la tecnología militar son formados, por ejemplo en el caso del ya citado MIT. Ver: The Essential Chomsky (edited by Anthony Arnove), New York: The New Press, 2008.
16 Riechmann J. En busca de un nuevo contrato social con la ciencia y la tecnología. Ciencia, Tecnología y Sustentabilidad. El Escorial, julio 2004.
17 Bunge M. Filosofía política: solidaridad, cooperación y democracia integral. Madrid: Gedisa, 2010.
18 Ello significa hasta cierto punto que el científico pierda el control de la actividad científica para hacerla más responsable a las necesidades colectivas. No obstante, hay que señalar que la actual “libertad” de los científicos básicos es de hecho en gran parte limitada ya que en realidad se les paga bien y se les da medios mientras no cuestionen la ética del conocimiento que generan. Es decir, no se trata tanto de reducir la autonomía del científico sino de cambiar las prioridades en la investigación y la gestión de la tecnociencia.
19 Fernández Buey F: Sobre tecnociencia y bioética. En: Ética y filosofía política. Barcelona: Bellaterra, 2000:301.
20 Científicos por el medio ambiente (CiMA) es una asociación independiente de ámbito estatal fundada en 2003 (www.cima.org.es): “Científicos por el medio ambiente CiMA es una asociación independiente de ámbito estatal fundada en 2003. Está formada por científicos y técnicos, investigadores e investigadoras, que trabajamos en todas las disciplinas de las ciencias naturales y sociales. Caracteriza al sistema contemporáneo de CyT (Ciencia y Tecnología) su enorme poder; que convierte todo --incluidos nosotros mismos-- en posibles objetos de su capacidad manipuladora y transformadora. Ahora bien: a mayor poder, mayor responsabilidad. Los socios de CiMA nos sentimos vinculados por una conciencia común de nuestra responsabilidad socio-ecológica, y deseosos de proteger el medio ambiente y la diversidad (tanto biológica como cultural), así como promocionar la salud pública y la sustentabilidad.”
21 Un ejemplo actual es la organización ‘Scientists for Global Responsibility’ (SGR), una organización independiente de científicos, ingenieros, tecnólogos y arquitectos ingleses que promueven una ciencia, diseño y tecnología que contribuyan a la paz, la justicia social y la sostenibilidad ambiental. Ver la página web: www.sgr.org.uk/
22 Texto reproducido de un folleto de Science for the People de Boston de 1975. Texto consultado el 05-06-2011: http://socrates.berkeley.edu/~schwrtz/SftP/Brochure'75.html
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"Els problemes socials de les pseudociències", curso de verano de la UA
La Universidad de Alicante organiza el curso sobre los problemas sociales de las pseudociencias, dentro de sus cursos de verano "Rafael Altamira". Las ponencias se desarrollarán durante los días 23, 24 y 25 de julio, con 20 horas certificadas, y dos créditos de libre configuración.
La matrícula, abierta a todo el público, oscila entre los 70 y 90 euros, con posibilidad de pedir beca. El plazo expira el 13 de julio (el 15 de junio para pedir beca).
El programa es el siguiente:
23 Jul