Son muchos los casos "que se cuentan" de diagnósticos errados por parte de médicos titulados, que posteriormente han sido corregidos por terapeutas alternativos, y entre ellos los homeópatas. Igualmente, son muchos los casos de supuestas curaciones de enfermos crónicos o desahuciados, por parte de los homeópatas. Entrar en una análisis concreto de cada uno de estos casos es imposible, pero se pueden realizar una serie de comentarios generales al respecto.
En primer lugar, toda esta casuística no ha sido ni está siendo examinada por medio de un control estadístico serio, por lo que la mayoría de los casos que se citan tienen como única fuente el propio testimonio de los pacientes supuestamente curados. Esta dinámica es muy frecuente en todo tipo de terapias no aprobadas oficialmente, y ha sido repetidas veces causa de polémica.
Fue el caso de los magnetizadores de agua, cuya publicidad inundaba los medios de comunicación con testimonios personales que avalaban su validez. Desde el primer momento, particulares y entidades como ARP estuvieron denunciando este abuso en medios de comunicación y ante oficinas de consumidores. Estas últimas tardaron más de un año en poner el caso ante los tribunales, casi con el único argumento de la publicidad engañosa, y el fallo jurídico se dictó cuando las principales sociedades comercializadoras habían sido disueltas.
Otro caso polémico basado en testimonios personales y avalado por los medios de comunicación fue el del supuesto médico Stephen Turof, quien realizó gran número de curaciones por imposición de manos ante las pantallas de Tele 5 en un programa emitido en verano de 1993. Una de las pacientes había sido supuestamente curada de un glaucoma, y así se declaró en el programa. Posteriormente se demostró la falsedad de tal afirmación, y casi todos los medios se hicieron eco del caso, denunciando el bochornoso espectáculo ofrecido por el programa y el canal televisivo que ampararon la emisión.
Cuando sólo existe ese tipo de argumentos, hay que ser muy cauteloso y crítico a la hora de examinar la veracidad de las afirmaciones.
Otro elemento a reseñar es el ya mencionado anteriormente. La existencia de un diagnóstico equivocado por parte de un médico de la sanidad pública, que sea luego corregido por un homeópata, sea o no médico titulado, no es un argumento a favor de la homeopatía como disciplina médica, sino en todo caso un argumento a favor de ese terapeuta en concreto, y sobre todo en contra del médico que erró el diagnóstico. Pero ese problema debe ser analizado y resuelto desde otra perspectiva, por la autoridad competente y de acuerdo con los mecanismos de regulación interna dentro de la sanidad pública y de la organización médica colegial. Quizá sea en este punto donde haya que examinar los riesgos de la actitud de corporativismo, muy extendida entre la clase médica en el caso de errores de diagnóstico y errores clínicos, pero ése es un trabajo que dejamos para quien tenga competencia en ello.
De acuerdo con los defensores de la homeopatía, su terapia ataca a la causa profunda de la enfermedad, mientras que la medicina alopática u oficial es meramente sintomática. Esto sería en el mejor de los casos una verdad a medias, si suponemos que la verdadera causa de las enfermedades es un desequilibrio en la energía vital, energía ésta que nadie sabe dónde radica ni cómo fluye. Y digo que es una verdad a medias, porque la medicina científica utiliza, en ocasiones, tratamientos sintomáticos, pero no únicamente. Los distintos tipos de tratamientos se recetan en función del tipo de afección, de su gravedad, del conocimiento empírico y científico de sus causas y del de sus posibles remedios.
Pero si partimos del hecho de que la causa de las enfermedades no es un desequilibrio en la energía vital, sino que su origen está en agentes patógenos externos o disfunciones concretas de determinados órganos o sistemas, debidas a causas concretas, independientemente del conocimiento que se tenga de ellas, comprobaremos que no es la medicina científica sino los tratamientos homeopáticos los que actúan de manera puramente sintomática.
En primer lugar, de acuerdo con los principios homeopáticos, el diagnóstico de una enfermedad se realiza en base a sus síntomas, y no a sus causas primeras. Además, los tratamientos son de por sí altamente indefinidos. Van orientados normalmente a determinados cuadros sintomáticos o a molestias indefinidas de carácter crónico.
En cuanto a los cuadros sintomáticos, sin infección conocida o definida, se trata por lo general de procesos con un ciclo temporal de evolución breve y conocido, y que depende básicamente del sistema inmunológico. En otros casos, estos cuadros responden a problemas psicosomáticos, de carácter depresivo o ansioso, cuya solución puede no depender en absoluto del producto homeopático en cuestión. Es además muy frecuente en este tipo de procesos que el paciente simultanee el tratamiento farmacológico con el homeopático, en la creencia de que el segundo acelera y potencia el efecto del primero, y atribuyendo posteriormente la curación al homeopático, en el cual tiene mayor confianza.
Por lo que se refiere a los problemas crónicos, éstos afectan por lo general al ciclo del dolor. Suele tratarse de problemas en las articulaciones, afecciones reumáticas y similares. Resulta frecuente en estos casos, sobre todo en dolores prolongados por golpes o distensiones musculares, que el médico haya recetado al paciente algún analgésico más o menos fuerte, que le produzca problemas gástricos y una sensación de cansancio y decaimiento. Si, en esta situación, abandona el tratamiento para seguir uno basado en productos homeopáticos, el solo abandono del analgésico elimina la sensación de apatía, hecho que influye positivamente en la ruptura del ciclo del dolor, máxime si el paciente cree en el beneficio del producto homeopático suministrado.
Todos estos casos, igual que otros muchos estudiados a fondo y que no superan el índice estadístico atribuible al efecto placebo, suponen ejemplos de curaciones o mejorías perfectamente explicables sin necesidad de suponer una relación directa entre las mismas y el producto homeopático suministrado. Es decir, no es necesario suponer ni exigir que el producto homeopático tenga por sí mismo capacidad farmacológica ni produzca efecto fisiológico alguno.
Las pruebas a la homeopatía
Como todas las pseudomedicinas, la homeopatía no presenta ninguna prueba de sus teorías, mecanismos o hipótesis explicativas. La que más se acercó fue la del ‘caso Benveniste’ ya comentado. Las pruebas que manejan los homeópatas son ensayos clínicos y no experimentos de laboratorio o pruebas experimentales. Los únicos capaces de establecer una relación causa-efecto son estos últimos. Los ensayos clínicos sólo muestran correlaciones estadísticas y tienen un carácter probabilístico. En ocasiones pueden indicar por dónde puede ir la causalidad, pero no la demuestran.
De hecho, las correlaciones estadísticas son reversibles: que un ensayo clínico muestre que la alergia desaparece tomando cierto preparado homeopático también puede interpretarse como que los que se curan de la alergia tienden a tomar ese preparado. Evidentemente, estamos analizando una cuestión puramente metodológica. Aunque la conclusión anotada pueda parecer descabellada, estadísticamente hablando es igual de válida. Sólo se establece la relación causal con el estudio de laboratorio. De hecho, las correlaciones pueden aparecer aunque no haya relación causa efecto entre los fenómenos estudiados. Es famoso un estudio que encontró una correlación entre el número de cigüeñas presentes en ciertas ciudades europeas y la tasa de nacimientos. A mayor número de cigüeñas, más nacimientos. ¿Debemos deducir que son las cigüeñas las causantes del aumento de la natalidad? Los homeópatas no pueden aducir como prueba de la validez de su creencia meros ensayos estadísticos. Por otro lado, se han realizado metaanálisis sobre diferentes pruebas homeopáticas, siendo el más reciente Kleijnen et al, 1991 (Brit. Med. Journal) Aunque se encontró que 96 de los 107 trabajos analizados daban la razón a los presupuestos homeopáticos -todos ensayos clínicos- la evidencia “no es suficiente para establecer conclusiones definitivas por la baja calidad metodológica de los ensayos y por el papel desconocido que ha podido jugar el sesgo de las publicaciones” -hay que mencionar que casi todos fueron publicados en revistas homeopáticas-. Aun así concluyen que es legítimo seguir investigando la homeopatía.
El problema de estos metaanálisis es que hacen aparecer efectos significativos y, por tanto, merecedores de consideración, al agrupar estudios clínicos poco significativos, de evidencia poco convincente y de débil argumentación. Lo cierto es que un conjunto de evidencias poco fiables sigue siendo poco fiable. Por otro lado, estudios publicados en The Lancet o en el British Medical Journal, aunque positivos, presentan resultados poco significativos. Tienen todas las características de lo que Irvin Langmuir definió como Ciencia Patológica.
Otro argumento en defensa del “funcionamiento” de la Homeopatía viene dado por la suposición de que, en los estudios realizados con animales, no es posible la manipulación ni el efecto placebo. Sin embargo, lo cierto es que dichos estudios son tanto o más manipulables que los efectuados en humanos, y que el efecto placebo es perfectamente constatable y reproducible en los animales. Además, no debemos olvidar lo molesto que es indagar en los sueños y otras intimidades de las vacas (“locas” o “cuerdas”), las ratas, los conejos o los perros, algo absolutamente indispensable en los diagnósticos homeopáticos y sus consiguientes tratamientos (veterinarios, obviamente). Por último, recordemos la taxativa prohibición de Hahnemann sobre la experimentación con animales, lo que invalidaría, desde un punto de vista estrictamente homeopático, cualquier estudio de este tipo. Respecto de los ensayos realizados con niños, podíamos decir cosas similares, por lo que no aburriremos al lector con los mismos argumentos.
La homeopatía tiene un fundamento mágico -la fuerza vital-, sin base experimental alguna y contradictoria con los fundamentos básicos de otras ciencias perfectamente establecidas. Sus razonamientos son circulares y es una práctica automantenida: no necesita del resto de los conocimientos científicos para funcionar. Sus defensores utilizan con profusión la falacia ad hominem y presentan lo limitado del conocimiento científico como coartada, pero parasitando los nuevos conocimientos y descubrimientos realizados para justificarse. De hecho, la homeopatía no ha producido ningún avance significativo en el tratamiento y/o curación de ninguna enfermedad, ni ha provocado ningún nuevo concepto teórico de cierto peso. Se encuentra enclaustrada en los mismos principios declaradosdogma de fe por su fundador y maestro. En algunos casos los homeópatas llegan a verse como perseguidos, invocando las figuras de Galileo o de Servet como argumento en favor de su postura. Acusan a los críticos de intransigentes y de inquisidores simplemente por señalar las graves inconsistencias que se han visto en este informe.