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  2. El Escéptico: número 52

GABRIEL ANDRADE ESCEPTICISMO Y CIENCIA DEBEN IR DE LA MANO

Por admindrupal, 25 Septiembre, 2019
Sección
ARTICULOS
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27
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Gabriel Andrade: «Escepticismo y ciencia deben ir de la mano» Gabriel Andrade (Maracaibo, Venezuela, 1980) es el autor que más títulos ha publicado (seis) en la colección ¡Vaya timo!, publicada por Editorial Laetoli, dirigida por Javier Armentia y con la colaboración de ARP-SAPC . Esta entrevista por correo electrónico, realizada a primeros de mayo de 2019 para El Escéptico por Serafín Senosiain, editor de Laetoli, tuvo lugar entre Dubái y Pamplona. Desde tu formación filosófica, ¿que es para ti el escepticismo? ¿Te consideras un escéptico? La palabra escepticismo se presta a confusión y es importante aclararla. En un sentido filosófico puro, es la postura que niega la posibilidad de cualquier forma de conocimiento. Este es el tipo de postura que defendió Pirrón en la Antigüedad y que ocasionalmente algunos filósofos defienden hoy. A veces me entretengo contemplando hipótesis escépticas, como la del genio maligno de Descartes o, más recientemente, la idea defendida por Nick Bostrom, según la cual vivimos en una simulación virtual similar a un videojuego. Pero, a pesar de que es sano plantearse estas hipótesis escépticas y pensar sobre ellas, no les doy mucho crédito y mantengo confianza en que es posible el conocimiento. En los últimos tiempos, los posmodernos defienden la idea de que no es posible ningún conocimiento porque todo es una construcción social, no es posible la objetividad, todo discurso científico obedece a intereses particulares, etc. Yo escribí un libro en contra de los posmodernos, en el cual me oponía a esa postura. En este sentido, no puedo considerarme un escéptico. Pero si entendemos escepticismo en un sentido más coloquial, sí me considero un escéptico. Bajo esta definición, es la postura que postula no aceptar creencias sobre la pura base del dogma o la autoridad. Un escéptico postularía que una creencia es aceptable solo si tiene el respaldo de la evidencia y no viola ninguna ley de la lógica. Es cierto que, como postuló el escéptico David Hume, nunca podremos tener absoluta certeza a la hora de respaldar una creencia con evidencia emVerano 2019 pírica (Karl Popper también opinaba algo parecido), pues nuestra experiencia del mundo es limitada. Pero, a efectos prácticos, podemos asumir que el respaldo empírico es suficiente para aceptar juicios que se pronuncian sobre el mundo. Insisto en que esta distinción entre escepticismo pirrónico y escepticismo en un sentido más coloquial es importante. Pues, además de los posmodernos, hoy están en boga los teóricos de la conspiración, que apelan a un escepticismo extremo (parecido al de los pirrónicos) para promover sus ideas absurdas. Estos teóricos de la conspiración asumen que el escepticismo implica dudar de todo, y así terminan postulando que el hombre nunca llegó a la Luna, que los Illuminati gobiernan tras las sombras, etc. Esta es una versión perjudicial del escepticismo, y yo no me adscribo a ella. La mía, supongo, es mas afín a la de santo Tomás, el discípulo que se negó a creer que Cristo había resucitado hasta que él mismo puso el dedo sobre la llaga (de más está decir, por supuesto, que esta historia es ficticia, pero ilustra bien la sana actitud escéptica). ¿Tienes la impresión de que la postura escéptica, e incluso la ciencia, está en retirada en grandes capas de la población, donde dominan todo tipo de creencias absurdas? En los últimos años, Steven Pinker ha defendido la idea de que, al contrario de algunas apariencias, el mundo ha mejorado en muchos aspectos (menos violencia, mayor expectativa de vida, menos desigualdad, etc.). Es fácil creer que el mundo ha empeorado en el siglo XX al considerar el Holocausto, el genocidio en 21 el escéptico Ruanda y cosas por el estilo, pero Pinker ha demostrado con datos muy precisos que, en realidad, ha habido un progreso significativo. Estima que los medios distorsionan nuestra visión del progreso (o, más bien, ausencia de progreso) al concentrarse en historias que resaltan hechos violentos, dejando de lado las tendencias de mejoramiento de nuestra sociedad. Pienso que lo mismo se aplica a las posturas escépticas y a la ciencia. Los medios continuamente hablan de «idiotas» que creen en la homeopatía, teorías conspiranoicas, el creacionismo, etc. Eso no está mal y es necesario que se reseñen en los medios para ridiculizarlos y aumentar la presión social, a fin de que corrijan sus visiones erradas del mundo. Pero, al concentrarse en homeópatas, creacionistas y demás tontos, los medios dejan de lado el hecho de que en el último siglo ha habido un enorme progreso en el cultivo de la mentalidad científica y escéptica entre la población. Por ejemplo, el psicólogo James Flynn ha documentado que, en el siglo XX, ha habido un aumento significativo en la tasa de cociente intelectual de la población mundial. En otras palabras, somos mas inteligentes que hace cien años, y en esto la mentalidad científica y escéptica (cultivada por la educación) ha sido un gran factor. De forma tal que yo mantengo mi optimismo y no creo que la ciencia esté en retirada en grandes capas de la población. Si de verdad nos detenemos a pensar lo ignorante que era la población hace medio siglo, estaremos muy agradecidos de vivir en 2019, y asumiremos que, en líneas generales, la ciencia y el escepticismo van en crecimiento. Uno de tus libros que más ha gustado es El posmodernismo ¡vaya timo! ¿Qué relación estableces entre posmodernismo y escepticismo? Acá es nuevamente importante destacar la diferencia entre el escepticismo en un sentido filosófico puro (es decir, el de Pirrón), y el escepticismo convencional. Pues los posmodernos terminan defendiendo posturas muy similares al primer tipo de escepticismo y merecen la crítica del segundo tipo de escépticos. El posmodernismo es un movimiento muy variado, pero una de sus características más firmes es su oposición a la posibilidad de un conocimiento científico y objetivo del mundo. A pesar de que su aproximación es muy distinta a la de Pirrón, los posmodernos terminan por llegar a una conclusión muy similar, a saber, que el conocimiento no es posible porque la verdad no existe. A la larga, los posmodernos terminan convirtiéndose en los tontos útiles de aquellos que promueven teorías pseudocientíficas o sencillamente irracionales. Por ejemplo, Paul Feyerabend es frecuentemente citado por los defensores del creacionismo, la homeopatía y demás disciplinas pseudocientíficas. Como se sabe, Feyerabend fue el tipo que decía que en el conocimiento «todo vale», y que la ciencia no es mejor que cualquier otra disciplina a la hora de conocer el mundo. Tipos como Feyerabend se presentan como grandes pensadores críticos que aparentan ser muy escépticos, pero no se dan cuenta de que su escepticismo desmedido termina ayudando a promotores de ideas que son tremendamente ingenuas e irracionales. Por eso, yo diría que el posmodernismo es un enemigo natural del sano escepticismo, que invita a emplear la razón y a sustentar los juicios con evidencia empírica. Anteriormente me preguntabas si pensaba que la posición escéptica va en retirada en grandes capas de la población, y te decía que no. Sin embargo, ahora debo matizar, porque sí pienso que el posmodernismo ha crecido (y por ende, la ciencia ha retrocedido) en un sector específico de la población: las universidades. Lamentablemente, el posmodernismo sigue en boga en los departamentos de filosofía y ciencias sociales, y muy especialmente entre los estudiantes más jóvenes, que quedan impresionados con la verborrea ininteligible de mamarrachos como Derrida o Žižek. Mucho más que homeópatas o creacionistas (que, a fin de cuentas, son personas con muy escasa educación), pienso que los escépticos deberían concentrar sus esfuerzos en combatir a los posmodernos, pues estos con su educación refinada tienen más poder persuasivo. Tras varios libros académicos centrados sobre todo en la religión y la evolución (La crítica litera- Los teóricos de la conspiración asumen que el escepticismo implica dudar de todo, y así terminan postulando que el hombre nunca llegó a la Luna, que los Illuminati gobiernan tras las sombras, etc. el escéptico 22 Verano 2019 Gabriel Andrade (cortesía del entrevistado) ria de René Girard, El darwinismo y la religión, Breve introducción a la filosofía de la religión), te has dedicado a lo que podríamos llamar «divulgación escéptica». De hecho, eres el autor que más títulos ha publicado en la colección ¡Vaya timo!, seis hasta el momento, sobre asuntos como la inmortalidad, el citado sobre el posmodernismo, la teología, las razas humanas, el islam o la Biblia, por el momento. El primero fue el libro sobre la inmortalidad. Algunos piensan que recientes descubrimientos en el campo de la genética pondrían en duda algunas de tus afirmaciones. ¿Te parece que esto es así? Quizás ese libro no debió haber tenido el título La inmortalidad ¡vaya timo!, sino La vida después de la muerte ¡vaya timo!, pues son dos cosas distintas. En el libro, yo me ocupo exclusivamente de refutar los alegatos religiosos, parapsicológicos y metafísicos sobre la existencia de una vida después de la muerte. Pero eso no implica que la inmortalidad sea imposible. En efecto, los transhumanistas contemplan la posibilidad de alcanzar conocimientos científicos y tecnologías que nos permitan suspender indefinidamente la muerte. En el libro yo no me ocupo de nada de esto, y en torno a este tema dejo abierta la posibilidad de que en un futuro, efectivamente, la humanidad alcance la inmortalidad. De hecho, pienso que sería estupendo, pues al contrario de lo que opinan algunos filósofos, Verano 2019 no pienso que la inmortalidad fuera moralmente objetable. Con todo, debo decir que mantengo mi escepticismo respecto la plausibilidad de la inmortalidad prometida por los transhumanistas. Michael Shermer (famosísimo escéptico) ha escrito recientemente un muy buen libro examinando algunas de las aspiraciones transhumanistas, y llega a la conclusión de que, en líneas generales, esto es mucho ruido y pocas nueces. Detalla las dificultades técnicas de muchos de esos proyectos transhumanistas de inmortalidad, y parecen insuperables. Además, Shermer señala que muchos de los proyectos transhumanistas no resuelven satisfactoriamente el problema de la identidad personal (¿cómo seguimos siendo el mismo ente ante los cambios?), y de este problema sí me ocupo en el libro; yo postulo que los modelos religiosos, parapsicológicos y metafísicos de la inmortalidad no logran explicar cómo seguimos siendo la misma persona en el más allá. Shermer destaca que esto también es un problema que afecta a las aspiraciones transhumanistas. De forma tal que no me retracto de lo que escribí en el libro sobre la inmortalidad. Ahora bien, aprovecho esta oportunidad para destacar que sí estaría más dispuesto a retractarme de lo que escribí en otro libro, Las razas humanas ¡vaya timo!, precisamente sobre la base de algunos descubrimientos en genética. En este libro yo enfatizaba mucho 23 el escéptico el argumento de Richard Lewontin, según el cual hay más variedad genética dentro de cada población que entre distintas poblaciones, y así no tiene sentido segmentar a la humanidad en razas, pues cada segmento sería en sí mismo muy heterogéneo. Pero ahora empiezo a considerar que quizás estaba equivocado. Pues, a pesar de que Lewontin aporta datos correctos, hizo su análisis estudiando genes separadamente. En cambio, si se estudian conjuntos de genes, los resultados arrojan que sí es posible segmentar nítidamente a la humanidad en grupos raciales. En el libro yo también decía que la noción de razas es incoherente, porque no hay una línea divisoria clara entre una y otra. Pero ahora también empiezo a cuestionar un poco ese argumento, pues en el mundo hay muchos conceptos que no tienen líneas divisorias claras (por ejemplo, el espectro de los colores), pero no por eso debemos prescindir de ellos. Tanto en tus primeros libros como en algunos de los publicados en la colección ¡Vaya timo!, la religión es un tema constante: La inmortalidad ¡vaya timo!, Jesucristo ¡vaya timo!, El islam ¡vaya timo!, La Biblia ¡vaya timo! ¿De dónde viene tu interés por la religión (o contra ella)? ¿Crees que el movimiento escéptico se interesa en ocasiones por temas banales o nimios, mientras que deja a un lado el «gran tema» que continuaría siendo la religión? Supongo que ese interés por la religión viene de mis experiencias en la infancia. Mi padre es un ateo declarado, pero puesto que la educación pública venezolana es pésima, me envió a estudiar con los Hermanos Maristas. Por su parte, mi abuela materna, quien estuvo muy cercana a mí, practicaba un catolicismo muy estricto. Yo sentí mi infancia como un fuego cruzado entre el ateísmo de mi padre y la religiosidad de mi abuela. En el colegio nos hablaban del Limbo, la morada de los niños no bautizados. A mí nunca me bautizaron, y recuerdo vívidamente no tanto el pánico ante la idea del Limbo como la vergüenza por ser el único niño no bautizado de mi clase. Extrañamente, sí hice la Primera Comunión. Cuando el cura del colegio preguntó quiénes no estaban bautizados (se supone que para comulgar es necesario estar bautizado), yo opté por no decir nada, pues sentía mucha vergüenza. Luego, en la adolescencia, vivimos un tiempo en EE.UU., y allí estuve en contacto con el islam. Me interesé mucho por esa religión, quizás por su supuesto énfasis en combatir el racismo (luego descubrí que esto tiene muchos matices), y contemplé la idea de hacerme musulmán. En fin, nunca lo hice (¡afortunadamente, pues en la sharía el castigo por la apostasía es la muerte!), supongo que fue una de esas cosas que los adolescentes hacen tratando de buscar una nueva identidad. A medida que me hacía más cosmopolita con viajes y libros, fui entendiendo qué diversa es la A la larga, los posmodernos terminan convirtiéndose en los tontos útiles de aquellos que promueven teorías pseudocientíficas o sencillamente irracionales. el escéptico 24 Verano 2019 experiencia religiosa en la humanidad. Y así, ingenuamente, llegué a creer que todas las religiones tienen algo de verdad. Cuando empecé a estudiar filosofía y comenzaba a entender lo irracional que es el relativismo, entendí que no todas las religiones pueden ser verdaderas (pues tienen creencias contradictorias entre sí) y empecé a pensar que, de hecho, probablemente ninguna es verdadera. Así pues, empecé a preguntarme si muchas de las cosas que mi abuela y mis maestros me habían enseñado tienen asidero. Y, por supuesto, descubrí que no lo tienen. Pero debo decir que tuve una infancia feliz. Yo adoraba a mi abuela y disfrutaba el colegio de los Maristas. De forma que no tengo ningún resentimiento particular contra la religión. Quizás estas experiencias plácidas hayan cultivado en mí una valoración de la religión, pues pienso que cumple importantes funciones psicológicas y sociales. Pero la verdad es la verdad, y creo que no debemos admitir creencias irracionales por el simple hecho de que quizás tengan un valor pragmático. William James opinaba que ese valor pragmático hace a la religión verdadera, pero yo discrepo. Es cierto que el movimiento escéptico a veces se interesa por Verano 2019 temas nimios y deja de lado el «gran tema». He visto a algunos escépticos argumentar que la ciencia y la religión pueden coexistir, pero yo no estoy muy seguro de que eso sea posible. Ciertamente, ha habido grandes científicos que a la vez fueron religiosos (Galileo, Newton, etc.), pero yo diría que, al estudiar detalladamente lo que la ciencia enseña, caemos en cuenta de que contradice los alegatos religiosos. Por ejemplo, considera la evolución: si Dios existe, creó el mundo con un propósito, pero todo indica que en la evolución no hay propósito. Algunos, llamados «evolucionistas teístas», quieren hacer la cuadratura del círculo diciendo que, si bien no hay apariencia de propósito en la evolución, de algún modo Dios sí dotó de propósito a su creación. Eso a mí no me entra en la cabeza. Y creo que los escépticos deben dedicar más atención a este tema, pues parece que la tendencia hoy es conformarse con decir, como alegaba Stephen Jay Gould, que la religión y la ciencia se ocupan de cosas distintas y, por ende, que no se contradicen, cuando en realidad esto es muy dudoso. En Laetoli publicaste también un libro muy hermoso, Filosofía para Victoria. ¿Cuáles son tus filósofos favoritos? 25 el escéptico Te resultará extraño, pero yo diría que mi filósofo favorito es uno que no incluí en ese libro: Derek Parfit. Decidí no incluirlo porque no es tan conocido, y ese libro tenía el objetivo de presentar los grandes filósofos de la historia. Parfit me fascina no tanto por lo que enseña (no estoy muy seguro de aceptar las cosas que dice), pero sí por las preguntas que hace. Parfit se hace preguntas tremendamente intrigantes sobre la identidad personal o la responsabilidad hacia las futuras generaciones, y admiro la forma tan original que tiene de plantear escenarios. Tengo dos o tres más filósofos favoritos. Sócrates está en mi lista, no tanto por su filosofía, sino por su personalidad. Yo siempre simpatizo con los tipos irreverentes y con cierto humor negro, y Sócrates era sin duda uno de ellos. Incluso a veces me veo retratado en su relación tormentosa con Jántipa, su esposa. Ella era la primera en hablar pestes de Sócrates, pero le fue fiel hasta la muerte. Mi esposa no ha leído ningún libro mío y peleamos continuamente. ¿Por qué no me divorcio? A Sócrates le hicieron la misma pregunta, y él respondía que otra gente tiene gallinas que molestan con su cacareo, pero aún así las conservan. Alcibíades le decía a Sócrates que al menos las gallinas dan huevos, y Sócrates respondía que Jántipa le daba hijos. Lo mismo digo yo de mi esposa, de forma tal que, a pesar de años de peleas y gritos, nunca he pensado en divorciarme. Otro irreverente y maestro del humor negro era Voltaire, y también está en mi lista de filósofos favoritos, a pesar de que no formuló ninguna idea filosófica que me haya impactado. Antes me preguntabas por los escépticos y la religión. Yo diría que la mejor forma de acercarse a la religión no es arremeter contra ella al estilo soviético (en el cual había mucho resentimiento, y ciertamente esto no fue efectivo, pues hoy Rusia es un país muy religioso), sino al estilo de Voltaire: reírse del mundo, incluso hasta el punto de que los objetos de burla terminan riéndose también. Por eso mismo, dos de mis películas favoritas son Religulous (de Bill Maher) y La vida de Brian (de los Monty Python), pues en medio de las carcajadas uno se pregunta si lo que nos enseñan los sacerdotes tiene siquiera un ápice de verdad. Ambas películas son muy voltaireanas. Por último, incluiría a Mario Bunge. De nuevo, mi simpatía por él no está tanto en su filosofía sino en su estilo irreverente. Creo, además, que pertenece a una vieja estirpe de filósofos latinoamericanos que está desapareciendo y que debemos rescatar. La gran obsesión de los filósofos latinoamericanos ha sido el rechazo del imperialismo y la construcción de una identidad cultural propia en Latinoamérica, separada de Europa. A mí todo esto me parece un síntoma de resentimiento y complejo de inferioridad. Bunge, afortunadamente, He visto a algunos escépticos argumentar que la ciencia y la religión pueden coexistir, pero yo no estoy muy seguro de que eso sea posible. el escéptico 26 Verano 2019 nunca se unió a esta ola y, frente a la vorágine posmoderna en el mundo universitario, que es muy notoria en América Latina (incluso más que en Europa), defendió valientemente los valores ilustrados y racionalistas, y eso merece mi admiración. Eres un filósofo muy interesado en la ciencia, como se ve en tus libros. ¿Qué relación hay entre ciencia y filosofía? ¿Y entre ciencia y escepticismo? Espero que, en un futuro, la ciencia y la filosofía terminen por estar unificadas, aunque, a decir verdad, no he dedicado suficiente atención a este tema y aún no lo tengo claro. Digo esto porque el positivismo lógico siempre me pareció la postura filosófica más razonable (el positivismo lógico aspira a eliminar de la filosofía todo lo que no sea científico), pero estoy al tanto de que el positivismo lógico tiene sus críticos. No me he sentado a pensar detenidamente sobre estas cosas, de forma tal que por ahora me conformo con decir que la filosofía debe acercarse lo más que pueda a la ciencia, pero suspendo el juicio a la hora de considerar si la filosofía debe ser exclusivamente científica. Aún no he resuelto la cuestión de si la moral reposa o no sobre hechos, y si la ciencia puede enseñarnos qué es lo bueno. La relación entre ciencia y escepticismo sí la tengo más clara: deben ir de la mano, pues ambos reposan sobre la necesidad de formarse juicios sobre el mundo, a partir del respaldo de la evidencia empírica y el uso de la razón. Verano 2019 27 el escéptico

autores
SENOSIAIN SERAFIN
Temas
Escepticismo y Pensamiento crítico
Revista El Escéptico
El Escéptico nº 52
Página inicial
21
  • Versión para impresión

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