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De Chupacabras
a MapinguarÃ
Fernando J. Soto Roland
Profesor en Historia por la Fac. de Humanidades, UNMdP (Argentina)
Existen aún animales a los que se supone de la época jurásica,
monstruos que derribarÃan y devorarÃan a los más feroces y grandes
de nuestros mamÃferos. (â¦) ¿Que cómo lo sé?, me preguntan ustedes.
Lo sé porque yo he visitado sus ocultas guaridas. Lo sé porque he visto
algunos de esos animales con mis propios ojos.
Arthur Conan Doyle
El Mundo Perdido
Conversaciones con un criptozoólogo
Introducción
A mediados del mes de julio de 2018 tuve la suerte
de concretar un encuentro que venÃa posponiendo â
por un motivo u otroâ desde hacÃa más de siete años.
Finalmente, y gracias a la magia de Facebook, la cita
con Luis Jorge Salinas y su hermano Sergio se convirtió en una realidad concreta, pudiendo asà acceder, de
manera directa y sin intermediarios, a unos de los relatos más extraordinarios en la historia reciente de la
tan cuestionada criptozoologÃa. Una historia que nos
habla de monstruos supuestamente extintos hace más
de 10 000 años, pero que numerosos testigos juran
y perjuran haberlos visto deambular hoy dÃa por las
selvas de la AmazonÃa brasileña. Luis Salinas es uno
de ellos. Pero a diferencia del resto, este marplatense
aventurero, amable y generoso asegura haber sido testigo no de uno, sino de una manada entera de dichos
monstruos, a lo largo de veinte noches consecutivas,
hacia mediados de la década de 1980. Toda esta asombrosa experiencia está plasmada en un libro que Luis
y Sergio Salinas escribieron y publicaron digitalmente recién en 20101 (y que gentilmente me enviaron
por mail un año más tarde). Desde la portada misma,
el escéptico 50
advertÃan a los posibles escépticos de que los eventos
allà relatados no eran producto de la ficción literaria,
la exageración o la mentira:
Doy mi palabra de honor que todos los acontecimientos que se evidenciarán en este libro son reales.
Claro que el monstruo en cuestión resultó ser un
viejo conocido: el mapinguarÃ. Ya habÃa escrito algo
sobre él a poco de regresar de la expedición que me
llevara al Perú a fines del siglo pasado2; y si bien el
diario La Capital de Mar del Plata se retrasó un buen
tiempo en publicar mi artÃculo âredactado aproximadamente hacia fines de 1999â, la «noticia de la bestia» me era familiar3.
Al releerlo hoy, después de casi 20 años, solo suscribirÃa una parte de aquellas páginas. La verdad es
que ya no me veo reflejado en esas lÃneas. Hay en ellas
más deseos que realidades. Más fantasÃa que hechos
concretos. Y cuando me pregunto por qué escribà sobre ese tema del modo en que lo hice, no puedo más
que contextualizar ese lejano acto y encontrar solo una
causa: la influencia de la inmensidad de la selva sudamericana. Ese Infierno Verde del que habló el desaparecido explorador Percy Harrison Fawcett, y que me
Anuario 2018
ArtÃculo del autor en el diario La Capital de Mar del Plata (4-2-2001)
acogiera en su seno por espacio de casi un mes.
Pero no nos dispersemos. La verdad sea dicha, no
tenÃa idea de la existencia de criptozoólogos en nuestro paÃs y mucho menos de que alguien se dedicara
a investigar la leyenda del mapinguarà tan cerca de
casa. Leà con ansiedad las 80 páginas del escrito y
noté que estaba ante una crónica que superaba con
creces las experiencias narradas anteriormente por
David Oren. Contrariamente a este ornitólogo yanqui
(que siempre habló por boca de terceros), Luis Jorge Salinas daba su testimonio en primera persona. De
partida, no encuentro ningún motivo que lo llevara a
mentir deliberadamente, lo que no significa que esté
convencido de que la bestia en cuestión haya sido el
animal que él sugiere.
Su historia es fascinante. Por esa razón, y a fin de
tener una composición de lugar lo más completa posible, la comentaré en estas páginas, basándome en
la charla que tuve personalmente con Luis y las vicisitudes expuestas en su interesante libro. La cordial
conversación que mantuve con él hace solo unos dÃas
fue, como convenimos de entrada, «a calzón quitado». Cada uno sabÃa desde dónde hablaba el otro (amAnuario 2018
bos conocÃamos nuestras posturas) y si bien en ningún
momento nos propusimos modificar nuestros tan disÃmiles pareceres, su seguridad me impactó. Una cosa
es leerlo y otra muy distinta compartir unos mates y
charlar mirándonos a los ojos. Conozco a los chantas.
He pasado meses enteros en Capilla del Monte conversando con personas que dicen tener contactos con
alienÃgenas o poseer poderes especiales. Por eso de
algo estoy seguro: Luis no miente. No tiene (ni tuvo)
por qué hacerlo. Es un hombre honesto consigo mismo. Un hombre que tuvo una experiencia anómala,
totalmente fuera de lo común, que le marcó la vida.
Solo por eso tiene mi más profundo respeto.
El problema âsi asà podemos llamarloâ es que
partimos de posturas epistemológicas diferentes. Mi
escepticismo y formación me impiden sostener una
conclusión tan rotunda y «revolucionaria» como la
suya, apoyándome únicamente en su testimonio o en
el de tantos otros. Puede que suene antipático, pero asÃ
funciona el conocimiento cientÃfico. Incluso la técnica de la historia oral requiere de pruebas concretas.
No bastan los dichos o las experiencias personales,
por más vÃvidas que estas hayan sido. La cuestión,
en estos casos, no es creer, sino probar que lo que se
cree haber visto es real. En un juicio por jurado, no
creo que su postura saliera ganadora. Al menos por
ahora. Como él mismo me dijo: «No tengo pruebas
de nada». Claro que eso no impide que en el futuro alguien encuentre al tan mentado y elusivo perezoso gigante (ojalá sea Luis) y, en ese caso, yo serÃa
el primero en reconocer mis errores. Hasta tanto eso
ocurra, hay muy poco de donde agarrarse firmemente.
Nadie puede probar que algo no existe. La carga de
la prueba es responsabilidad de quien afirma respecto
de la existencia de algo (ovnis, marcianos, fantasmas,
monstruos); y me consta que Salinas le dedica al tema
mucho tiempo.
Asà todo, como historiador abocado al estudio del
imaginario, la leyenda del mapinguarà es por demás
rica, interesante y digna de ser estudiada. El aporte
que Luis Salinas me dio en su convencida exposición
hizo que me desayunara con muchas variantes que
desconocÃa; y que me permitirán escribir un estado de
la cuestión sobre la búsqueda e historias derivadas de
tan elusiva criatura.
Locuras de juventud
Hay viajes que marcan un antes y un después en
nuestras vidas. Viajes iniciáticos de los que regresamos siendo otros y que muchas veces determinan lo
que haremos durante el resto del camino. Sin duda, el
que Luis emprendió a mediados de la década de los
ochenta fue uno de esos.
Con solo 24 años de edad y un evidente espÃritu de
51 el escéptico
aventura a cuestas, 1985 sorprendió a Salinas viajando y trabajando por Brasil; empleado temporalmente
en una granja dedicada a la crÃa de gallinas, 38 kilómetros al sur de la ciudad Manaos, sobre la ruta amazónica AM-10. Y fue allÃ, en ese paraje exótico para
un marplatense acostumbrado a las inmensidades del
mar, donde sin proponérselo entró en contacto con lo
extraño; con una leyenda que desconocÃa y que terminó âsegún me comentaraâ quitándole el manto
de escepticismo que habÃa cargado desde siempre.
Cuenta Luis que al anochecer, cuando las tareas
diarias se relajaban y los empleados de la granja compartÃan los últimos momentos de esparcimiento del
dÃa, podÃan escucharse âespecialmente en las noches sin lunaâ unos aullidos estremecedores, provenientes de la selva vecina y que los locales atribuÃan âcontrariando la leyenda clásicaâ al lobisón,
u hombre lobo (lobisomem, en portugués).
Curioso por naturaleza, Luis decidió âno sin cierto sarcasmoâ esperar al personaje a la vera del camino por el que creÃan oÃrlo. Armado con un rifle que
le habÃan dado para que matara los gatos salvajes que
atacaban a los pollos, se agazapó, completamente a
oscuras, a un costado del camino que pasaba por delante del portón de entrada a la granja y esperó. Fue
asà que vio a la criatura por primera vez.
Al principio oyó los mentados aullidos y algo que
se le acercaba. Suponiendo que era algún bromista,
esperó tenerlo cerca, disparar al aire y ahuyentarlo.
Pero lo que se le puso por delante, a solo ocho metros de distancia, fue algo totalmente inesperado: una
silueta semejante a la de un gorila que caminaba, balanceándose de un lado a otro, en clara posición bÃpeda. TenÃa 1,70 metros de altura, cabeza pequeña en
relación con el cuerpo, hocico corto y ojos brillantes.
Sus enormes brazos colgaban por delante, con grandes garras, y sus patas traseras, cortas y anchas, lo
mantenÃan erguido. El cuello parecÃa delgado e inclinado hacia adelante, mostrando una joroba en la
espalda y todo el cuerpo cubierto de pelaje que, por
la oscuridad, percibió de color negro, excepto en el
pecho que le pareció lampiño. Lo definió como un
gorila con cabeza de perro.
Cuenta que, sin más, decidió dispararle. El animal
recibió el impacto de frente y cayó al suelo, pero a
poco de hacerlo, se volvió a reincorporar de espaldas
a Luis, con la cabeza «colgándole como un colgajo»
y sus patas delanteras apuntando hacia arriba. Segundos después, a cuatro patas, salió corriendo hacia
las sombras, chocándose contra varios árboles en su
huida, como si estuviera ciego. Sorprendido, Salinas
dice que lo oyó trotar y, tras un corto galope, escuchó
cómo se desplomaba en algún sitio.
Dada la situación, no se animó a buscar el cuerpo y
regresó junto a sus compañeros de trabajo que, desde
lejos, dijeron haber atisbado âa poco menos de una
cuadra de distanciaâ una silueta oscura.
Excitados por la experiencia, y sin dejar de referirse al lobisón, permanecieron hablando sobre el tema
un par de horas. Finalmente, cuando el cansancio los
alcanzó, se fueron a dormir. Pero aquella noche tenÃa
aún más por ofrecer.
Transcurridas unas tres horas de los hechos, un
nuevo aullido, esta vez más poderoso que el primero,
resonó en las inmediaciones. Luis saltó de la cama,
tomó el rifle y se asomó para ver qué ocurrÃa. Una
nueva silueta, esta vez de unos tres metros de altura, parada sobre sus dos patas y rugiendo a más no
poder, parecÃa amenazarlo desde el alambrado de la
entrada a la granja. Pasados unos pocos minutos, el
animal se retiró del lugar4.
A partir de entonces, todas las tardes después de
oscurecer, me sentaba a mirar hacia la ruta en plena
oscuridad y realmente las sombras grandes continuaban pasado, pero ya sin aullido ni ruido alguno (â¦)
De acuerdo con su relato, Salinas tuvo tiempo suficiente (veinte noches) para reconvertirse y pasar de
cazador a etólogo. Sus observaciones le permitieron
Hay viajes que marcan un antes y un después en nuestras
vidas. Viajes iniciáticos de los que regresamos siendo otros
y que muchas veces determinan lo que haremos durante el
resto del camino.
el escéptico 52
Anuario 2018
Florentino Ameghino, en su depósito arqueológico, hacia 1902. Foto: Archivo General de la Nación Argentina.
recolectar una información preciosa respecto de las caracterÃsticas fÃsicas del animal y su comportamiento.
En la primera edición del libro, resume las siguientes
(amén de las señaladas arriba):
ï¬ Se comunican entre ellos gesticulando y vocalizado, estirando la cabeza hacia arriba y emitiendo lo
que se parece mucho al croar de los sapos.
ï¬ Sus aullidos, cuando los emiten terminan como
en un eructo.
ï¬ Olfatean como lo hacen los perros rastreadores.
ï¬ La hembras (a las que supongo identificó por la
falta de un pene, aunque no lo señala explÃcitamente)
son más pequeñas de los machos y las encargadas de
alcanzarles el alimento a las crÃas.
ï¬ Les gusta comer hojas de los árboles de mango.
ï¬ No evidencian miedo alguno a los seres humanos.
ï¬ Son extremadamente elusivos.
ï¬ Se trasladaban por el medio de la ruta AM-10
(que por entonces â1985â permanecÃa la mayor parte del tiempo sin circulación).
ï¬ No eran agresivos, no atacaban a los pobladores.
Una interpretación pleistocénica
Frente a este extraño panorama, y sin poder definir o
catalogar certeramente a semejantes criaturas, Salinas
se limitó a llamarlas especie desconocida; no asociánAnuario 2018
dolas sino hasta mucho más tarde con el mapinguarÃ.
Pero, ¿en qué momento el marplatense tomó por el
camino que siguiera Florentino Ameghino, casi un siglo atrás5?
Con fecha 20 de agosto de 1993, la revista Goeldiana Zoologia publicó en su fascÃculo 19 un singular
artÃculo, escrito por un desconocido ornitólogo estadounidense llamado David C. Oren, titulado «¿Los
perezosos terrestres sobrevivieron a tiempos recientes
en la región amazónica?»6. Oren, por aquellos dÃas
destacado en el Departamento de ZoologÃa del Museo
Paraense Emilio Goeldi âen Belém, Estado de Pará,
Brasilâ, lanzó una verdadera bomba al sugerir que el
mapinguarà âun monstruo mitológico presente en el
imaginario de los aborÃgenes amazónicos desde hacÃa
siglosâ no era otra cosa que un residual perezoso terrestre de regular tamaño, considerado extinto desde
fines del Pleistoceno.
Que una persona con formación cientÃfica, hasta
ese momento inscripto dentro de la ortodoxia, lanzara semejante afirmación (tanto por escrito como por
televisión) tuvo sus costos. Demasiados caros, según
se deja entrever en su artÃculo de la revista Edentata
del año 20017. La credibilidad de Oren decayó en la
misma proporción en que aumentó su desprestigio; y
nada pudo hacer para revertir el proceso. Incluso la
ilustración que decoró la tapa de la revista Edentata
53 el escéptico
(única dedicada al estudio especializado de osos hormigueros, perezosos y armadillos) denota una cierta
actitud irónica por parte de los editores.
Pero, ¿cómo se metió Oren en semejante berenjenal? ¿Qué fue concretamente lo que dijo? ¿Qué pruebas aportó?
Tradicionalmente, los habitantes de la AmazonÃa
hablaban de un monstruo terrible que habitaba en el
interior de la selva. Lo llamaban mapinguarà y era
descrito como una criatura bÃpeda, con los pies vueltos hacia atrás, cubierto de pelo color rojizo y capaz
de emitir un alarido (rugido o aullido, según el caso)
que helaba la sangre. Pero eso no era todo. La leyenda
también contaba que tenÃa un solo ojo en la frente,
a modo de cÃclope, y grandes garras en sus manos,
amén de ser resistente a las flechas, poseer una segunda boca en el abdomen y la capacidad de emitir un
fuerte y nauseabundo olor, que utilizaba para atontar
o ahuyentar a sus enemigos, como hacen los zorrinos.
Sus hábitos eran nocturnos y su mayor capacidad, la
elusividad8.
Este bicho tan difÃcil de encontrar es uno de los
tantos ejemplos de la fauna fantástica del aborigen
amazónico, muy productivo a la hora de idear seres
con capacidades sobrenaturales (propias de la cosmovisión mágico-religiosa- animista que los identifica)
y útil, según dice el propio Oren, a la hora de asustar
a los niños, evitando que vaguen por el bosque. Un
Cuco selvático, pedagógico y temido. Pero nadie antes de Oren habÃa asociado al mapinguarà con el perezoso terrestre gigante.
Con la seguridad de estar frente a un milodón que
vivÃa en la selva, Oren se lanzó en su búsqueda. Metió unas cuantas imágenes publicadas en libros de paleontologÃa en una carpeta y salió a recorrer distintas
comunidades indÃgenas, mostrándoselas y averiguando si habÃan visto al animal de los dibujos. Como era
de esperar, «cada testigo que he entrevistado ha dado
descripciones muy similares (a ellos)»9.
Sensibilizado por su creencia, David Oren es el
portador de un estereotipo que quiere hallar a toda
costa en el relato de los demás; y es asà como los
contamina con su juicio previo, encontrando lo que
quiere encontrar; identificando los rasgos comunes de
su criatura en todos los dichos. Oren pone el pensamiento al servicio del deseo10, proyectando eventos
extremadamente poco probables en términos creÃbles,
sosteniendo todo el andamiaje en dichos imposibles
de constatar.
En su artÃculo de 2001, Oren se limitó a repetir
algunas de sus ideas previas y agregar siete nuevos
testimonios, esta vez relacionados con supuestas cacerÃas exitosas practicadas en distintos estados amazónicos de Brasil. Pero todas resultan imprecisas. De
todos modos âa partir de estos y otros testigosâ el
ornitólogo reajustó el modo de caracterizar al mapinguarÃ, señalándolo como un animal veloz, y algo más
chico de como lo imaginara al principio: a lo sumo
de dos metros de altura en posición bÃpeda (amén de
todos los rasgos antes señalados). Es que estudios paleontológicos realizados en el Caribe âCuba y Puerto Ricoâ en 1997 establecÃan una alta probabilidad
de que un perezoso terrestre «relativamente pequeño
y semi-arborÃcola», hubiera evolucionado allà en épocas pleistocénicas.
En resumidas cuentas, David Oren seguÃa sin tener nada entre sus manos. El mapinguarà se le escurrÃa una vez más. Tal vez por eso acudió al principio
de autoridad âsiempre bienvenido en estas lidesâ y
citara como crédulo antecesor a don Florentino Ameghino y su amigo Ramón Lista11.
Según consigna en su libro Salinas âescrito en
2010, 25 años después de los eventosâ recién en
2003, tras la lectura de los artÃculos de David Oren
empezó a relacionar su ignota especie con el legendario mapinguarà del Amazonas y, por ende, con los
perezosos terrestres gigantes12.
Muchos recuerdos, ninguna prueba
Según observo, recién entonces la historia empezó
a cobrar importancia, y de simple anécdota viajera se
convirtió en el privilegiado testimonio de un aparente
Tradicionalmente, los habitantes de la AmazonÃa hablaban
de un monstruo terrible que habitaba en el interior de la selva. Lo llamaban mapinguarÃ.
el escéptico 54
Anuario 2018
El sucarato, bestia imaginaria de la Patagonia, en un grabado de André Thevet (1558)
evento criptozoológico, como también en una cruzada
personal para el autor. ¿De qué pruebas dispuso Salinas a la hora de escribir sobre su experiencia?
FÃsicas, ninguna. No hay fotos (ni una sola a pesar
del largo perÃodo de observación), no hay dibujos de
la época (el retrato hablado del monstruo se hizo recién en 2010/2011), no hay testimonios de otros testigos (sus compañeros de la granja) que hayan visto con
tanto detalle las bestias y, obviamente, tampoco hay
restos óseos o de algún otro tipo. Entonces, ¿cómo
avalar todo lo que hemos leÃdo? ¿En qué se apoya el
relato? El propio Salinas lo explicita: «Solo lo que yo
guardo [guardaba hacia 2010] en la memoria»13.
Es aquà donde encuentro uno de los puntos más
flacos de todo el asunto: la extrema confianza en los
recuerdos de hechos acaecidos 25 años atrás. Está
probado que la memoria es selectiva. Que recrea los
recuerdos. Que estos cambian según las circunstancias y contextos en que se las rememora; y que detalles determinantes de la historia se quitan y se agregan
inconscientemente, sin una clara voluntad de mentir.
Somos fabricantes, a la postre, de falsos recuerdos.
Nos pasa a todos. De ahà mi pregunta: ¿hasta qué punto lo rememorado por Salinas no se amoldó a lo que
leyó en los artÃculos de David Oren? ¿Qué seguridad
podemos tener de que su testimonio (honesto, por
cierto), pero después de dos décadas y media, refleje
Anuario 2018
la verdad tal y como él la cuenta?
Que vio algo extraño, de eso no hay dudas. Pero,
¿realmente se ajusta tanto a las descripciones de dio
Oren? ¿Acaso no se está reproduciendo lo que creemos sucedió con los aborÃgenes cuando el ornitólogo
Oren los entrevistó años atrás mostrándoles dibujos
de bestias pleistocénicas? Es solo una posibilidad, con
la que Salinas, seguramente, estará en desacuerdo.
Pero yo también soy honesto intelectualmente y no
puedo dejar de plantearla.
Por fortuna, Luis volvió a escribir al respecto. En
2012 âa dos años de la primera edición de su libroâ
publicó un breve artÃculo en el que se evidencia una
clara reelaboración de la idea inicial14. En él se plantean algunos aspectos que, en principio, no encontramos en sus primeros dichos. Estamos, pues, ante una
hipótesis âpor probarâ que, no por ser en extremo
original, nos resulte fácilmente aceptable.
Una de las primeras cosas que me llamó la atención fue la intención que el autor expuso a la hora de
mover su pluma: esclarecer, entender y âpor sobre
todas las cosasâ alertar a las autoridades y ciudadanos, en especial a niños y jóvenes, respecto de animales desconocidos, nocturnos, con grandes garras y
una defensa quÃmica (fuerte olor pestilente), tan o más
peligrosos que los grandes felinos. Debo confesar que
metÃa miedo. Pero, ¿se estaba refiriendo al mismo ani55 el escéptico
mal «no agresivo» de 1985, con el que habÃa compartido el mismo espacio, a escasos metros de distancia y
en plena oscuridad?
Inquietaba. Máxime si se tiene en cuenta la indiferencia con que fuera recibida su hipótesis por parte de
autoridades, instituciones y órganos cientÃficos. Todos
âsegún Salinasâ habÃan hecho oÃdos sordos a sus
consejos. Una vez más, la ciencia parecÃa conspirar
contra el bienestar general, desatendiendo opiniones
heterodoxas y dejando los dichos de Luis al mismo
nivel de los cuentos que las madres de la AmazonÃa
relatan a sus hijos con el fin de evitar que se metan en
el bosque. El Cuco reaparecÃa, pero esta vez asociado
a mutilaciones de ganado y ataques a seres humanos,
desde Tierra del Fuego a Estados Unidos.
Salinas habÃa dado un gran salto, pero con solo
pruebas circunstanciales difÃcilmente lo iban a tomar
en serio. Según su nuevo parecer, el lejano mapinguarà amazónico habÃa extendido su área de influencia a
tal punto que muchos de los rumores referidos a seres
del folclore âpublicitados cada tanto en periódicos
locales y revistas sensacionalistas, noticias extrañas
y relatos de fogónâ aludÃan a la misma bestia: un
megaterio de talla mediana, posiblemente âsegún
Luisâ un Megalonix wheatleyi (o uno muy similar);
aunque sin descartar que otros megaterios de diferentes contexturas pudieran también ser los responsables
de los sangrientos ataques. Escribe:
Hay que entender a los testigos casuales, sus reacciones ante lo desconocido y la asociación, por asÃ
decirlo, que hizo en su mente, en un instante inesperado. Para entender las apreciaciones testimoniales
hay que tratar de saber cómo define cada observador
a una especie animal desconocida, bajo presión, distancia, ángulo e iluminación y qué información mÃtica o periodÃstica asoció en ese instante en su mente,
de los cuales puedo ofrecerles varios ejemplos15.
Acto seguido despliega un larguÃsimo listado de
crÃptidos y criaturas folclóricas que vincula con su
aparentemente violento Megalonix:
Humanoides, lobisón, chupacabras, hombre-lobo,
Recreación de un megaterio (Wikimedia)
perro-grande, mono-grande, chancho-perro, shulliachaque, diablo, mulánima, comecabras, más 20 denominaciones regionales en distintos paÃses de habla
hispana. Lobisomen, paca-lobo, cape-lobo, homenlobo, MapinguarÃ, curupira, mula-sem-cabeca, boyde-ouro, chupa-chupa, pé-de-garrafa y otras 10 en
lenguas nativas o regionales de Brasil; (â¦) luisó/
luisón, más 3 definiciones legendarias en lengua guaránpi; y swampy-beast, skunk-ape, wolf-man, dogman, fouke-monster, Jonesville monster, wendigo, bo-
Una vez más, la ciencia parecÃa conspirar contra el bienestar general, desatendiendo opiniones heterodoxas.
el escéptico 56
Anuario 2018
Caricatura de un mapinguarà (Paulo Magno, behance.net)
Portada de la revista Edentata, dedicada al «descubrimiento» del mapinguarÃ
ggy creek, etc, en EE.UU. y Canadá)16.
Pero este fructuoso listado de seres extraños estaba
incompleto. En julio de 2018, Luis Jorge Salinas me
dijo personalmente que detrás de las barrocas historias
del Hombre-Gato17 de Brandsen (provincia de Buenos
Aires) y de los aterrorizantes sucesos protagonizados
por el Payaso Asustador18 se asomaban las garras de
un depredador pleistocénico que se creÃa âerróneamenteâ extinto desde hacÃa miles de años.
En pocas palabras, los avistamientos registrados a
lo largo y ancho de América, asà como la mayorÃa de
los animales mutilados âque cada tanto los periódicos publicitan con bombos y platillos (voladores, incluso) relacionándolos con el chupacabrasâ tenÃan a
un único responsable: un elusivo mamÃfero de la extinta megafauna americana, perfectamente adaptado a
los tiempos que corren y con una capacidad extraordinaria de supervivencia. Un peligroso e inteligente
depredador, cuyo aspecto, según Salinas, se resume
en 2,30 metros de altura en posición bÃpeda, 500 kilos
de peso, un aullido aterrador y la capacidad de atontar
e inmovilizar a sus vÃctimas haciendo uso de una toxina, cuyo olor es parecido a una mezcla de amonÃaco y
azufre (lo impedirÃa que otros animales se acerquen a
las presas muertas/mutiladas)19.
Pero, ¿dónde están las pruebas que demuestren todo
esto? Salinas es consciente de que no las tiene y que,
sin ellas, es imposible probar su hipótesis. Asà y todo,
guarda la esperanza de poder encontrar ese bendito
Santo Grial de la «zoologÃa». Bueno serÃa âincluso
para un escéptico como yoâ conseguir, como antaño,
un pedazo de piel fresca, un hueso o una muestra de
sangre. Algo que, análisis de ADN de por medio, permita zanjar la cuestión de una vez por todas20.
Por el momento, los defensores de la bestia tienen
que conformarse únicamente con testimonios que
âcomo ya apuntamos y no nos cansaremos de repetirâ no constituyen prueba de nada. No al menos en
el campo de la ciencia. Esta exige la presencia de un
holotipo21, no de rumores.
Convengamos algo: el universo de la criptozoologÃa se mueve en un terreno complicado y resbaladizo. Es sencillo darse un patinazo y quedar mal parado
para siempre. El sacrificio de años de estudio no puede
tirarse por la borda persiguiendo una meta romántica,
por más emocionante que esta sea. Ni llamar ciencia a
Anuario 2018
57 el escéptico
lo que no lo es. En caso contrario estarÃamos construyendo bestiarios más parecidos a los medievales que
a los catálogos cientÃficos de la zoologÃa. Y esto no
significa tener una mente estrecha, sino manejarse con
prudencia y seriedad. Asà es como el conocimiento
cientÃfico ha construido el edificio que hoy nos cobija.
Dudando, cuestionando, elevando al máximo el sentido crÃtico, sin dejarse llevar por las esperanzas del
público en descubrir mundos perdidos o por el sensacionalismo periodÃstico que condiciona, como ningún
otro factor, las creencias contemporáneas.
Los testimonios no bastan. Una disciplina que busca la verdad no puede apoyarse en la confianza que el
investigador pueda tener de un testigo, por más calificado que este pueda resultarle (todos podemos fallar,
equivocarnos o mentir). Un relato, dos relatos, mil relatos, no revelan la verdad ni tienen valor probatorio.
La percepción es muy influenciable, distorsionadora
y selectiva. Las pareidolias están al pie y al orden con
cada paso que damos; especialmente a la hora de analizar las fotografÃas de supuestos monstruos (siempre
nebulosas, movidas, fuera de foco). Manchas inconexas que, guiadas por la imaginación, se transforman
en aquello que se quiere ver22.
A pesar de todo lo dicho, creo que la «hipótesis del
Megalonix» es una solución especulativa mucho más
digna y menos diabólica (como dirÃa Umberto Eco)
que aquellas que atribuyen a los animales mutilados un
origen extraterrestre o paranormal. Como lectura diferente, es bueno tenerla en cuenta. «Acá no hay marcianos ni seres interdimensionales âme dijo Luisâ. Lo
que tenemos es una animal que nadie (o muy pocos)
están decididos a creer que existe». No cabe duda de
su convencimiento. Tampoco de su altruismo. Salinas
pretende ayudar a la comunidad denunciando lo que él
cree es un peligro latente para todos. Tanto es asà que
le ha atribuido al «animal» la responsabilidad de numerosas desapariciones y muertes humanas, muchas
de ellas sin resolver hasta la fecha.
La imagen de los actuales perezosos, pequeños, arborÃcolas, lentos y simpáticos, no deberÃa conformar-
Recreación de un chupacabras
nos ni dejarnos tranquilos. Salinas indica que nuevas
investigaciones paleontológicas prueban âa partir del
análisis de restos óseos de miles de añosâ que los Megalonix eran veloces y omnÃvoros. ComÃan de todo,
incluso carne. Aunque la cuestión está en debate23.
La dispersión territorial de las distintas especies de
perezosos gigantes, de los que se han encontrado restos antiguos, es enorme. Desde Puerto Rico y Cuba,
México, Perú y Brasil, Argentina y Chile, en América
del Norte, Sudamérica y el Caribe, la paleontologÃa
Por el momento, los defensores de la bestia tienen que
conformarse únicamente con testimonios que no constituyen prueba de nada.
el escéptico 58
Anuario 2018
ha dado con sus huellas por todos lados, indicando un
alto grado de adaptabilidad. Y he ahÃ, según Salinas,
el gran peligro que corremos. Todo el continente estarÃa bajo la amenaza de esta enorme bestia, en la que
nadie cree. De ahà la urgencia por probar con material
confiable su supervivencia.
Una garra
âLo peor de todo es que sabemos que la prueba
está âme dijoâ, pero nadie hace nada al
respecto.
âPero, ¿qué prueba es esa? ¿En dónde está? âinquirÃ.
âEs una garra y la tienen en la provincia de Entre
RÃos.
(â¦) Un vecino de la zona rural, denunció el sábado [2 de octubre] en la ComisarÃa de Colonia ElÃa
que desde hace 20 dÃas observa la presencia de este
ser con caracterÃsticas anormales merodeando su vivienda (...) TendrÃa pelo amarillento de considerable
extensión, uñas tipo garras y deja huellas de pisadas
grandes. (â¦) Se tratarÃa de una cosa con caracterÃsticas muy extrañas ya que caminaba sobre sus patas
traseras como si fuera un hombre (â¦). El personal
policial, este martes [5 de octubre], se hizo presente
y efectivamente observó varios rastros como pisadas,
pelos de gran tamaño âde entre 6 y 10 centÃmetros de
largoâ e, inclusive, una garra-uña que estaba clavada en el tronco de un árbol...24
En conversación telefónica con Daniel Padilla (primer investigador en llegar a la chacra de los Restaino
y responsable del retrato robot más temprano de la
bestia), este expresó:
Yo la garra no la vi, pero la familia me dijo que
la policÃa se la habÃa llevado. Después supe, por intermedio de un policÃa conocido, que la jueza MarÃa
Cristina Calveyra âa cargo de la investigación por
aquellos dÃasâ tuvo la garra en su poder, pero que
la tiró a la basura. El caso no era relevante. Estamos
hablando sólo de unas gallinas muertas y al no haber
vÃctimas (humanas) no le dio importancia y cerró la
causa25.
Seguimos como estábamos.
Palabras finales
Tengo un amigo muy querido, especialista en asuntos «extraños», que siempre me dice: «La verdad no
importa demasiado en este tipo de relatos. Lo más
probable es que nunca la conozcamos. Lo que sà son
valiosas son las historias en sà mismas». Tiene razón.
Son ellas las que âreales o ficticiasâ le dan sentido a
la vida. La argumentan. Le proveen un guión digno a
seguir, quitándonos de la monotonÃa y ofreciendo âa
vecesâ un motivo por el que luchar.
Anuario 2018
Escépticos y creyentes estamos embarcados en el
mismo bote. Mantenemos un diálogo de sordos que
se perpetuará hasta tanto aparezca la prueba definitiva
que zanje de una vez por todas la disputa. Aunque, tal
vez, tampoco ocurra en ese hipotético momento. Los
sistemas de creencias son duros de roer. Dogmáticos.
Resistentes al cambio (de un lado y otro de la barca).
Pero necesitamos embanderar la autocrÃtica. En lo que
a mà respecta, estoy dispuesto a admitir errores y prejuicios (ya lo he hecho antes).
Ojalá que algún dÃa el mapinguarà y otros crÃptidos puedan ser capturados fÃsica o fotográficamente
sin inconvenientes técnicos. Estoy cansado de fotos
movidas y fuera de foco que dan paso a mil interpretaciones distintas. Las pareidolias me saturaron. La
voluntad de creer la agoté en mi adolescencia. Porque
en aquellos dÃas, claro, creÃa en monstruos.
¿Quién no se sintió atraÃdo por las historias del Yeti
o Nessie? ¿Quién âcon sólo una pizca de espÃritu
aventureroâ no soñó con emprender una expedición
tras las huellas de Pie Grande o el Mokele Mbembe26?
Yo sà lo hice. Pero pensaba al revés. CreÃa que un
monstruo era auténtico, mientras no se demostrara lo
59 el escéptico
contrario. Eso me lo enseñó la prensa sensacionalista
y la lumpenliteratura, acrÃtica y escrita por creyentes
militantes, que por entonces consumÃa. Por lo demás,
tampoco era (es) lógico argüir, como esa literatura
propugnaba, que todos los asuntos imposibles del pasado hayan sido más tarde posibles. No siempre ocurre eso. Hay imposibles que permanecerán imposibles
por siempre. A menos que condimentemos los cuentos
con una adictiva dosis de ficción y posverdad27.
En mi caso (y no digo que a todos les pase necesariamente lo mismo) la universidad fue la que me
encauzó en el sendero de la Modernidad. En aquellos
claustros dejé el pensamiento mágico. Lo que no significa que haya dejado de interesarme el tema. Basta con mirar hacia atrás para advertir que siempre ha
sido parte de la humanidad. Siempre ha estado, ganando o perdiendo fuerzas según el contexto histórico
y la emergencia de ciertos protagonistas que saben
aprovecharlo.
Nuestra herencia literaria es densa y duradera. No
siempre lo tenemos en cuenta. Somos lo que leÃmos y
el modo en que leÃmos. Y resulta dificultoso romper
ese molde con el que le dimos forma a la realidad.
Los juicios previos y las fantasÃas de escritores como
Arthur Conan Doyle, con sus verosÃmiles (y no tanto)
mundos perdidos, nos marcaron. La Otredad se nos
coló por cuanto intersticio halló en su camino. Recreó
la mirada. Apuntaló una cosmovisión permisiva a la
fábula y al deseo de seguir creyendo.
Pero lo que algunos miramos con ojos crÃticos, otros
lo proponen como solución y salida a los problemas
contemporáneos, intentando rescatar para ello la intuición, la magia y las maravillas, en un claro emerger
de neorromanticismo potenciado; muy en boga entre
los que suelen unir criptozoologÃa con parapsicologÃa,
ovnis y misticismo.
No es este el caso que nos ocupó en el presente artÃculo. La búsqueda que criptozoólogos como Ameghino, Oren y el propio Salinas emprendieron está bien
lejos de las heterodoxas propuestas de âpor ejemploâ John Keel, quien sostenÃa que los monstruos no
serÃan más que manifestaciones engañosas y aparentes de alguna clase de «energÃa unitaria», subyacente
a todos los fenómenos raros. La posible existencia de
un depredador que se cree extinto es mucho más simple, aunque no por ello menos improbable.
El que va en pos de monstruos es muy probable que
crea encontrarlos; y que genere en el camino más problemas que soluciones. Esas que no se encontrarán en
ninguna expedición, sino en el análisis desapasionado
que podamos hacer desde la historia de mentalidades,
la sociologÃa o la antropologÃa cultural. Los monstruos hablan de nosotros mismos. De nuestros contextos históricos. Atentan contra las certezas y abren
un siempre atractivo espacio que rompe con la mirada
desencantada que tenemos de la realidad.
Y eso es lo que âen cierto sentidoâ les envidio a
los buscadores del mapinguarÃ.
Notas:
(Enlaces verificados a septiembre de 2018)
1. Salinas, Luis Jorge y Salinas, Sergio, Amazonas
¿Pleistoceno Park? Un testimonio Real. E-Book, Primera
Edición, Lulu, 2011. http://www.lulu.com/shop/luis-jorgesalinas-and-sergio-abel-salinas/amaz…
2. Véase del autor (1998): Expedición Vilcabamba.
Romanticismo, ciencia y aventura. http://www.lulu.com/shop/
fernando-j-soto-roland/expedici%C3%B3n-vilcabambaromanticismo-ciencia-y-aventura/ebook/product-17479190.html
3. Posteriormente el artÃculo fue publicado en internet
en septiembre de 2004 con el tÃtulo «AmazonÃa, el último
reducto de las leyendas: el mapinguarû: https://www.
monografias.com/trabajos16/amazoniaultimo-reducto/
amazonia-ultimo-reducto.shtml
4. IbÃd., pp. 11-13
5. Florentino Ameghino (1853-1911), célebre autodidacta y naturalista argentino que creÃa en la supervivencia de
un milodón (perezoso gigante) del Pleistoceno en la Patagonia, contra la opinión general de los paleontólogos de la
época, que lo consideraban extinto.
6. https://archive.org/stream/Goeldianazoolog19/Goeldianazoolog19_djvu.txt
7. Oren, David (2001) «Does the endangered xenarthran
fauna of Anmazoni include remnant ground sloths?» Edentata, 14, pp. 2-5
8. Véase del autor: «La elusividad como telón de fondo
para una historia de lo extraordinario»:
Todo el continente estarÃa bajo la amenaza de esta enorme
bestia, en la que nadie cree.
el escéptico 60
Anuario 2018
Megalonyx wheatleyi. Museo de Historia Natural de Nueva York. Foto: Daderot, Wikimedia
https://issuu.com/fernandojorgesotoroland/docs/la_
elusividad_como_tel_n_de_fondo_p
9. Oren (1993), p. 3
10 Agradezco a Alejandro Agostinelli haberme sugerido
este excelente concepto que él utilizó en un extraordinario
trabajo inédito sobre la mitologÃa ufológica de Capilla del
Monte [Capilla del Monte: génesis de un folclore, 1988].
Véase de Allport, G. y Postman, L., «Por qué circulan los
Rumores», en PsicologÃa del Rumor. Disponible en Web:
http://www.luisemiliorecabarren.cl/files/capitulo_I_por_que_
circulan_los_rumores.pdf
11. Ramón Lista (18556-1897), militar y explorador
argentino, responsable de una de las más sanguinarias e
innecesarias matanzas de indios âonasâ en Tierra del
Fuego, hacia 1886.
12. IbÃd., p. 19
13. IbÃd., p. 20
14. Salinas, L.J. (2012) «Lobisón, chupacabras y
mutilaciones de animales. TeorÃa de los megaterios».
https://megateriosvivos.blogcindario.com/2012/05/00002teoria.html#comen…
15. IbÃd., p. 2
16. IbÃd., p. 2
17. Véase del autor: «Garras, ataques y maullidos:
la leyenda del Hombre-Gato». https://issuu.com/
fernandojorgesotoroland/docs/garras_ataques_y_
maullidos._la_leye
18. Véase del autor: «Carcajadas de terror: la
leyenda del Payaso Asustador». https://es.calameo.com/
books/0054060188d9f06d83b04
19. Salinas, Luis Jorge, «Lobisón, chupacabras y
mutilaciones de animales. TeorÃa de los megaterios».
https://megateriosvivos.blogcindario.com/2012/05/00002teoria.html#comen… pág.3.
Anuario 2018
20. Hace unos 20 años (no puedo precisar la fecha ni
más datos) pasaron por televisión una expedición en la
que Oren y un cientÃfico escéptico se metieron en la selva
buscando al mapinguarÃ. En tanto que Oren creÃa encontrar
a cada paso señales de la bestia, el otro las desacreditaba
con la misma velocidad. Las heces recolectadas por Oren
(y a las que habÃa apostado todo en pro de la identificación
final) resultaron ser de un simple y mundano oso hormiguero.
21. Un holotipo es un ejemplar depositado en un organismo competente, ya sea un museo o una universidad, a
disposición de la comunidad cientÃfica y que ha superado
una prueba de ADN. Por otra parte, el descubrimiento debe
ser publicado en una revista cientÃfica (no en internet ni en
la sección de viajes del diario del domingo) para poder ser
arbitrado según normas de la taxonomÃa.
22. Para una mirada claramente escéptica de la criptozoologÃa y sus monstruos, véase: Chordá, Carlos, El Yeti y
otros bichos ¡vaya timo!, Ed. Laetoli, Pamplona, 2007.
23. Véase: «Plantas o carne. El debate sobre la dieta
del megaterio». http://www.conicet.gov.ar/plantas-o-carneel-debate-sobre-la-dieta-del-m…
24. ArtÃculo periodÃstico del jueves 7 de octubre de 2004
(fuente Terra.com) «Extraña aparición de un animal igual
a Bigfoot en Argentina». http://forosmp.com.ar/phpBB3/
viewtopic.php?f=10&t=1098#p14114
25. Conversación con el autor el 14 de agosto de 2018.
Archivo personal
26. https://es.wikipedia.org/wiki/Mok%C3%A8l%C3%A9mb%C3%A8mb%C3%A9
27. Véase: Flichtrentein, Daniel, «Posverdad:
la ciencia y sus demonios», mayo 2017. http://
laverdadyotrasmentiras.com/literatura/posverdad-laciencia-y-sus-demonios/
61 el escéptico