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ciones mitológicas. Al igual que Palas Atenea había nacido de la cabeza de Júpiter, así el gran cometa habría surgido del planeta Júpiter. 3. Velikovsky menciona un escrito de Herodoto en el que describe una conversación con sacerdotes egipcios: "cuatro veces en dicho período, al menos así me dijeron, el Sol salió en dirección contraria a su costumbre; dos veces salió donde ahora se pone y otras dos veces se puso por donde ahora sale." 4. En alguna ocasión llego a reconocer, con una cierta dosis de ironía, que podía estar equivocado: "Sin embargo, en el caso que se demostrase que estaba equivocado, tendría el consuelo de haberlo hecho a gran escala". 5. En los últimos años de la vida de Albert Einstein, Velikovsky contactó con él discutiendo sobre el tema de las colisiones en diferentes ocasiones. A su muerte Einstein tenía Worlds in Collision en su mesilla de noche. 6. Harlow Shapley, de la Universidad de Harvard, fue uno de los más activos en la protesta. Como muestra citemos su frase: "Si el doctor Velikovsky tiene razón, entonces todos nosotros estamos locos". 7. Naturalmente una nueva teoría puede objetar cualquier ley básica de la ciencia. Sin embargo, para su validez se necesita que explique lo que hacía lo anterior y algo más. 8. Planeta proviene de la palabra griega "planetes" que significa errante. 9. En las afueras del sistema solar miles de millones de pequeños cuerpos se encuentran dispuestos en las nubes de Kuiper y Oort. Algunos resultan tan masivos como Plutón. Uno de ellos, llamado Sedna, muestra una órbita tan excéntrica que le hace altamente sospechoso de haber sido capturado en el proceso de colisión mencionado. 10. La teoría según la cual el ciclo de actividad magnética solar se debe a la atracción gravitatoria de los planetas tiene su origen en la coincidencia entre el período de translación de Júpiter y la del ciclo de actividad promedio (ambos once años). La teoría dinamo, basada en un proceso meramente solar, se ajusta más claramente con los datos observacionales, no solo del Sol sino también de otras estrellas. 11. Se encuentran agrupados en torno a la revista: The Velikovskian. A Journal of Myth, History and Science. LA CIENCIA C arlos Chordá es biólogo, y profesor de ciencias de secundaria. Vive en Tafalla, dedicado a convencer a sus alumnos de que la ciencia es algo necesario y no necesariamente aburrido. Se le ve en la cara que pone cuando habla, usando palabras sencillas para explicar conceptos a veces complicados. Nicolás es posiblemente cualquiera de sus alumnos. La experiencia docente convenció hace tiempo a Chordá de que era el momento de escribirle un libro, dedicarle un manual de ciencia a alguien a quien la ciencia le resbala, sobre todo porque a lo largo del tiempo de sus estudios todo el sistema lo ha conseguido, a conciencia. Serafín Senosiain, que en principio nada tiene que ver ni con un doctor en biología ni con un alumno de secundaria, es editor. Llamó a su editorial "Laetoli", recordando el lugar de aquellas pisadas --las primeras que conocemos-- de nuestros antepasados. Está convencido de que los libros siguen siendo necesarios, quizá más necesarios que nunca en nueva galaxia que olvidó tan pronto a Gutenberg. Por eso fundó en enero de 2004 una editorial (imagino que a pesar de que todos sus amigos le dijeron que esas cosas ya no se hacen, que son locuras...). "Su objetivo es el mismo que el de miles de editores durante los últimos 500 años: editar buenos libros, que formen con el tiempo un respetable fondo editorial. Libros de calidad, atractivos y bien impresos. Crear todo un paraíso: una biblioteca." Ése es el breve discurso programático de la editorial. Posiblemente sin la conjunción de estas tres personas no se habría producido el libro que hoy presentamos en "El escéptico": Ciencia para Nicolás, escrito por Carlos Chordá y, casualidades de la vida, prologado por quien esto escribe. En él le dejé el espacio a Nicolás: Permíteme que aproveche la introducción del libro que me dedicas para escribirte yo. Sé que no es habitual, porque este texto lo has hecho pensando en mí, y no al revés. Por otro lado, seguro que para los lectores puede ser un poco confuso: esperaban encontrar Ciencia para Nicolás y me encuentran a mí escribiéndote una carta. Contigo he aprendido, sin embargo, que la ciencia nos tiene que preparar incluso para sorpresas como ésta. Aunque no sé si la ciencia, o más bien la paciencia: ya sé cuánto cuesta enseñar ciencia. Por eso te escribo como "maestro", reconociendo, más que mi incapacidad inicial para encontrar algo entretenido en lo que nos ibas a hacer estudiar, la capacidad -tan generosa- con que acometiste esa labor, cómo has conseguido entretenernos, y convencernos de que no estábamos perdiendo el tiempo. Hace poco, cuando se produjo el maremoto de Indonesia, el día de navidad de 2004, me enteré de una noticia curiosa: una niña, que estaba en una playa turística en Malasia, se fijó en que el agua de la costa se retiraba a gran velocidad, cómo burbujeaba todo... y recordó que su profesor de cien- CIENCIA PA R A NICOLÁS PENSADA PARA SUS CONSUMIDORES cias le había explicado que algo así sucedía antes de la llegada de un tsunami. La niña alertó a su familia, y ellos corrieron la voz por la playa, consiguiendo que, al menos en esa playa, se salvaran cientos de personas que huyeron rápidamente antes de la llegada de la ola asesina. ¿No te suena como una apología perfecta de la necesidad de la ciencia? Por supuesto, cuando pensamos que aún somos incapaces de pronosticar o predecir tantas catástrofes naturales, esa historia se nos queda como un pequeñito homenaje a los buenos maestros. También, ahora que lo pienso, la casualidad hizo que esa niña tuviera unos padres de esos que hacen caso a los hijos: lo más probable es que le hubieran contestado cualquier cosa, "anda, nena, sigue jugando con tus castillos", que los adultos no suelen ser, precisamente, tampoco unas lumbreras en esto de la ciencia. Imagino que algo así también te lo imaginabas tú al escribir este libro. Que aunque lo has titulado Ciencia para Nicolás también es ciencia para los padres de Nicolás. Los míos, y los de otros, claro. A lo que iba. Uno va, con los años, dándose cuenta de lo importante que es tener un maestro. Y entonces valora más poder llamarse Nicolás y estar contigo, leyendo y emocionándonos juntos con esa aventura humana tan sorprendente que es la ciencia. A pesar de que sigamos siendo casi totales analfabetos, a pesar de que vivamos en una sociedad que ni valora ni comprende su importancia. A pesar de que tan fácilmente caigamos en las manos de quienes se visten de ciencia para vendernos misterios o productos milagrosos. El editor y el autor nos han permitido editar, como prepublicación (aunque esta revista saldrá al mercado casi ya con el libro en las librerías), el primer capítulo de Ciencia para Nicolás, titulado "Las palabras de la ciencia". Pertenece a la colección "Las dos culturas" de Laetoli (www.laetoli.net), que estará dedicada a textos de divulgación del pensamiento científico. Como parte -mínima, es cierto- responsable de este texto, no puedo sino saludarlo como una buenísima noticia dentro del panorama editorial español. No es habitual encontrarse un manual como éste, escrito en segunda persona --como el profe le habla al alumno--, un poco recordando aquellos manuales de la educación ilustrada, en el que se aborde historia y metodología de la ciencia, las leyes fundamentales y los temas más controvertidos que ahora leemos en los periódicos, en un estilo nada académico en cuanto a nada encorsetado, ni con afán enciclopédico en cuanto a tocho aburridísimo. Creo que si hubiera leído este libro cuando estaba en Secundaria, me habría hecho o científico o profesor de ciencias. Javier Armentia el escéptico 32 33 el escéptico