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Tunguska: el impacto, la hipótesis, el mito
Nadie ha podido todavía responder con autoridad a la pregunta: ¿qué fue lo que ocurrió sobre la taiga siberiana el 30 de junio de 1908?
CARLOS LÓPEZ BORGOÑÓZ
"Sólo tenemos una cosa que temer: que el cielo se caiga sobre nuestras cabezas." Abraracurcix, jefe galo
E
l verano de 1908 fue rico en bólidos. De hecho, la explosión registrada cerca del río Podkamennaya Tunguska (Siberia, Rusia) en las primeras horas de la mañana del 30 de junio no fue más que la culminación de las muchas anomalías registradas durante aquellos días. Ya desde el 23 de junio se habían observado brillantes crepúsculos del tipo de los que se suelen ver tras las grandes erupciones volcánicas en, al menos, diez ciudades de toda Europa, incluyendo la Rusia europea y la parte occidental de Siberia. Estos fenómenos fueron incrementándose en intensidad hasta el 30 de junio, cuando alcanzaron el máximo. Dichas anomalías estuvieron acompañadas de unas curiosas formaciones de nubes semiesféricas, con luminiscencia nocturna que permitía incluso leer diarios en plena noche, así como por intensos halos solares. Los fenómenos pudieron ser observados en el área comprendida entre el río Yenisey (Siberia) al Este, el océano Atlántico al Oeste, Burdeos (Francia) por el Sur y las latitudes más altas al Norte. Tras el 1 de julio, dichos efectos disminuyeron de forma exponencial, aunque algunos restos de los mismos pudieron observarse hasta finales de mes. Concretamente, el diario estadounidense The New York Times, en su edición del 3 de julio, informó acerca de luces
Mapa de la zona de Tunguska, basado en un dibujo publicado en la revista Cosmos. Imagen: G. Valentín.
notables que habían sido observadas "en los cielos septentrionales durante las noches de los pasados martes y miércoles". Los científicos atribuyeron por error esos fenómenos a protuberancias solares causantes de alteraciones eléctricas en la atmósfera. El periódico inglés The Times informaba también de que, veinticinco años antes, durante la erupción del volcán de la isla Krakatoa, en el océano Pacífico, fueron observados espectáculos simi-
s Las más enigmáticas de las observaciones que tuvieron lugar en el verano de 1908 fueron las referidas a anomalías magnéticas
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lares. En aquellos días, el Observatorio del Monte Wilson, en California, detectó una marcada reducción en la trasparencia del aire. Tal vez, las más enigmáticas de las observaciones que tuvieron lugar en aquel verano fueron las referidas a anomalías magnéticas. En un breve artículo, publicado en la prestigiosa revista científica alemana Astronomische Nachrichten, en 1908, el profesor Weber, de la Universidad de Kiel, exponía sus observaciones acerca de unas inusuales desviaciones periódicas de la aguja de la brújula. Este efecto se repitió cada noche, con una duración de siete horas en cada ocasión, desde el 27 hasta el 30 de junio de 1908, una fecha muy significativa, como enseguida veremos. Otros magnetogramas anómalos, con fecha de 30 de junio de 1908, fueron registrados en el observatorio de Irkustk (Siberia) y descubiertos en 1960 por los investigadores Plejanov y Vassilyev. EL IMPACTO Las explosiones fueron escuchadas en las primeras horas del 30 de junio de 1908. Los comerciantes rusos de pieles y los habitantes de Tunguska que miraron al cielo siberiano en aquella fatídica mañana quedaron sin duda sobrecogidos al ver una bola de fuego cruzando la atmósfera hacia su mercado de Vanavara (Siberia) dejando tras de sí un rastro de luz de 800 kilómetros de longitud. Aquel objeto, fuera lo que fuera, se aproximaba desde
un azimut de unos 115°, descendiendo con un ángulo de entrada de unos 30°-35° sobre el horizonte. Su mirada siguió la brillante bola en su trayectoria hacia el noroeste y, cuando parecía que iba a desaparecer tras el horizonte, quedó hecha pedazos tras una serie de explosiones. El suceso tuvo lugar a una latitud de 62° Norte y una longitud de 101° Este, a 92 kilómetros al norte de Vanavara, cerca del río Tunguska. Según los cálculos posteriores, el objeto se deshizo a una altitud de unos 7,6 kilómetros, convirtiéndose en el primer visitante cósmico de gran tamaño que golpeaba la Tierra desde la existencia de vida humana del que tenemos noticia. EMPIEZA EL MISTERIO "El cielo se partió por la mitad y apareció una gran bola de fuego. El aire se calentó de tal forma que era imposible soportarlo. Hubo una explosión ensordecedora y [mi amigo] S. Semenov fue arrastrado por el suelo hasta una distancia de seis metros. Mientras el viento caliente pasaba, el suelo y las cabañas temblaban. Las cabras fueron liberadas de sus establos y los cristales de las ventanas saltaron de sus marcos". Disponemos en la actualidad de unos novecientos testimonios de testigos del objeto de Tunguska, recogidos por las sucesivas expediciones que visitaron el lugar hasta 1970. Los relatos fueron publicados en su mayor parte por el investigador ruso Vasilyev, conjuntamente con otros colaboradores, en 1981 y han sido analizados con detalle. Se refieren a dos fuentes básicas de información, la luz y el sonido. El fenómeno visible contiene información acerca de la trayectoria del objeto, sus características ópticas y su destrucción en la atmósfera. El sonido y otros fenómenos sísmicos añaden información acerca de la interacción del objeto con la atmósfera y el suelo. El fenómeno visible incluye un objeto de un brillo comparable al del Sol, con la aparición, según algunos testigos, de fenómenos iridiscentes, semejantes al arco iris. Algunos de los relatos presentan contradicciones en función de la situación del testigo en el momento del impacto variedades meridionales o septentrionales de los testimonios, lo que ha hecho considerar en ocasiones la existencia de varios objetos o, incluso, de una trayectoria variable. En algunas poblaciones, lo que se observó precisamente durante el fenómeno fue una especial oscuridad, lo cual podría ser explicado por la destrucción del
La expedición italiana de 1999
La última gran expedición hacia la zona del impacto se llevó a cabo entre el 14 y el 30 de junio 1999 por parte de un grupo de miembros de la Universidad de Bolonia, cuya página web con información actualizada se puede encontrar en http://www-th.bo.infn.it/tunguska. Sus principales objetivos fueron el estudio de la estructura y sedimentos del lago Cheko, situado cerca del epicentro, así como un reconocimiento aéreo de la zona, la recogida de muestras de plantas y rocas, y la comparación entre la radiación gamma de Tunguska con la medida en el trayecto Italia-Siberia-Italia. En la actualidad, las muestras recogidas están siendo analizadas con la esperanza de encontrar trazas del CCT.
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Restos de árboles abatidos durante la explosión. Obsérvese como fueron arrancados desde sus raíces.
Foto: Centro Siberiano para Catástrofes Globales / Centro de Computación de Novosibirsk.
cuerpo en la atmósfera o por la existencia de una gran cola de polvo. Algunos testimonios difieren incluso a la hora de fijar la hora a la que sucedió todo... En cualquier caso, los intentos de concretar una trayectoria sobre la base de las observaciones de los testigos han resultado infructuosos, denotando en su diversidad un fenómeno complejo, heterogéneo en cuanto a los múltiples atributos percibidos. En cuanto a los fenómenos relacionados con el sonido, pudo percibirse una cierta similitud entre el campo sonoro ondas balísticas y la distribución de los árboles caídos en el epicentro de la catástrofe, con un eje de simetría similar para ambos, en las direcciones sudoeste y nornordeste. Los estudios relativos a los fenómenos sonoros que acompañaron el impacto permitieron proyectar de una forma más fiable la trayectoria del objeto no sólo cerca del epicentro, sino también a distancias considerables. Un fenómeno también descrito por los testigos oculares fue el desarrollo de unas espesas nubes plateadas que evolucionaron hacia el oeste después de la catástrofe, lo cual no ha sido explicado hasta la fecha. Por supuesto, los testimonios de quienes presenciaron la catástrofe abogan por un origen natural de la misma. Podríamos concluir, según los testimonios recogidos y las investigaciones llevadas a cabo, que un objeto procedente del espacio exterior, de gran tamaño, llegó a una altura de entre 2,5 a 9 kilómetros sobre el área afectada 60° 53' Norte, 101° 54' Este y explotó con una gran liberación de energía, equivalente a entre 10 y 20 megatones 40 megatones según algunos autores; es decir, entre 10 y 20 millones de toneladas de TNT o, lo que es equivalente, de 4,2 x 1023 a 1,7 x 1024 ergios. Esta
energía equivale a unas mil veces la liberada durante la explosión de la bomba nuclear que asoló Hiroshima en 1945. La explosión del cuerpo cósmico de Tunguska al que en adelante denominaremos CCT creó una onda sísmica que fue registrada en los observatorios siberianos de Irkustk, Tashkent y Tbilisi, así como en el de Jena, en Alemania. Se registraron también, tras la explosión, fuertes alteraciones de la presión atmosférica y una tormenta magnética local que persistió durante más de cuatro horas, causando alteraciones geomagnéticas en la atmósfera similares a las que siguieron a las explosiones nucleares. En la Antártida, cerca del volcán Erebo, se observaron unas auroras boreales anormales el 30 de junio de 1908, que pudieron ser debidas al CCT. La onda de choque devastó 25 kilómetros cuadrados del bosque de la taiga; calcinó la vegetación en un área de unos 200 kilómetros cuadrados se generó una columna de fuego, en la región central donde se produjeron las temperaturas más elevadas, visible a cientos de kilómetros y derribó árboles en un radio de más de 2.000 kilómetros cuadrados. Incluso se han descrito anormalidades en los registros paleomagnéticos de la región que podrían estar relacionados con el suceso. MISIONES DE INVESTIGACIÓN Hoy en día, la región de Tunguska se mantiene como un área desolada, pantanosa, infestada de mosquitos, en medio de bellos y accidentados paisajes de la taiga siberiana. Para alcanzar el epicentro del fenómeno, se debe contratar un helicóptero o bien realizar una pesada caminata, lo que ha dificultado la investigación y colaborado al mantenimiento del misterio que envuelve desde el primer momento a este catastrófico acontecimiento que un día estremeció el planeta. Noventa años después, las huellas del suceso no son difíciles de apreciar.
s Noventa años después del impacto, las huellas del suceso no son difíciles de apreciar
Sin duda, es la información contenida en el diagrama de los miles de árboles derribados la que ha ayudado de manera más fidedigna a las sucesivas misiones exploratorias a reconstruir la secuencia de acontecimientos y extraer conclusiones más claras acerca de la na(Primavera 2000)
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Fotografía aérea captada durante una de las primeras expediciones de Kulik a la zona de Tunguska. Las raíces de los árboles caídos en paralelo nos señalan la dirección desde donde vino la onda de choque. Foto: G. Longo.
turaleza del CCT. La caída de árboles es prácticamente radial en la mayor parte del territorio, aunque anisotrópica, es decir, variable en función de la dirección en la que se observa. Estos parámetros variables nos sirven como una valiosa fuente de información acerca de las características de la onda de choque aérea causada por el CCT. En la parte central de la región afectada, aún se mantienen altos tocones y troncos desnudos llamados por ello postes telegráficos junto con árboles caídos con posterioridad al impacto como consecuencia de vientos de dirección caótica. El diámetro actual del bosque de árboles muertos y caídos en diversas direcciones es de unos 3 a 5 kilómetros. La región total de caída de árboles tiene una forma parecida a la de una mariposa enorme, situándose los límites de la misma a 18-19 kilómetros desde el epicentro hacia el norte, noroeste y oeste; 26-27 kilómetros hacia el estesudeste; 37-38 kilómetros hacia el nordeste, y 40-41 kilómetros hacia el sursudeste. Para complicar el panorama, diversos investigadores identificaron en los años 60 cuatro epicentros menores. Cada uno de ellos tiene su propio diagrama de árboles caídos y cada uno de ellos debió ser causado por las explosiones secundarias que tuvieron lugar al final de las observaciones de los testigos. Leonid A. Kulik formó la primera expedición científica de investigación casi veinte después del suceso. Gracias a ella, pudo determinar el epicentro general, así como realizar el mapa de los árboles caídos. Halló, también, unas desconcertantes áreas ovales intactas que imaginó serían los cráteres originales ocasionados por el meteorito, llenados de nuevo tras el paso del tiempo. Dadas las evidencias,
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se atrevió a suponer que el fragmento principal del meteorito permanecería sumergido en algún lugar del gran pantano central que se hallaba en el epicentro, pero las diferentes pruebas magnéticas y excavaciones realizadas a lo largo de las sucesivas expediciones no consiguieron encontrar ni un solo gramo de metal ni en el gran pantano central ni en aquellas zonas intactas ovales que tanto sorprendieron a Kulik. Todas las posteriores búsquedas del meteorito han seguido fracasando hasta la fecha, incluidas las emprendidas en los últimos diez años. La Segunda Guerra Mundial impidió, por un tiempo, nuevas expediciones tras las de Kulik. En 1958, el comité de meteoritos de la Academia Soviética de Ciencias envió una serie de misiones científicas dirigidas por Kirill Florensky. En 1959, la Universidad de Tomsk reunió recursos suficientes, bajo el impulso de Gennadiy Plejanov, para mandar una nueva expedición. En 1963, nuevas investigaciones tomaron cuerpo gracias a Nikolai Vasilyev de la, hoy, Academia Rusa de Ciencias, quien ha dirigido veintinueve expediciones científicas en los últimos años a una zona a la que no se permitió el acceso de investigadores extranjeros hasta 1989. Ni las expediciones previas a la Segunda Guerra Mundial las de Kulik ni las posteriores bajo la supervisión de Florensky, Plejanov, Zolotov o Vasilyev encontraron cráter alguno o fragmentos de tamaño apreciable del CCT. La búsqueda de materia cósmica dispersa, incluso en forma de polvo, en los suelos del área afectada por la catástrofe, incluso ampliada a 10.000 kilómetros cuadrados, no consiguió descubrir material significativamente
En los tupidos bosques de la región en torno al río Tunguska, es posible encontrar, en ocasiones, algunas pequeñas zonas llanas con una forma redondeada. Kulik, en el primer tercio de este siglo, supuso equivocadamente que eran cráteres secundarios.
Foto: Universidad de Tomsk.
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diferente del que habitualmente puede encontrarse en cualquier otra región como consecuencia de la continua caída de material extraterrestre. Solamente han sido descubiertas algunas anomalías isotópicas es decir, de las concentraciones relativas de los diferentes isótopos de los elementos químicos presentes en el suelo posiblemente relacionadas con el CCT. CONSECUENCIAS DEL IMPACTO Las consecuencias biológicas de la explosión fueron ciertamente interesantes, ya que, por ejemplo, se observó un crecimiento acelerado de la biomasa, que de hecho ha continuado hasta la actualidad. Se ha constatado, además, un aumento en la tasa de mutación biológica de muchas especies no sólo en el epicentro del fenómeno, sino también a lo largo de la trayectoria del CCT. Incluso se han observado anomalías en las proporciones de los factores Rh en la población de las zonas afectadas por el suceso de Tunguska, aunque es muy dudoso que puedan ser atribuibles al CCT. En la actualidad, se estudian posibles variaciones genéticas en especies locales de hormigas, así como mutaciones en las semillas y hojas de al menos una de las especies de pinos de la zona, ya que se han constatado crecimientos acelerados tanto en los árboles existentes en 1908 como en los que germinaron después de dicha fecha. Estas interpretaciones, sin embargo, despiertan en nuestros días fuertes controversias.
El caso de Brasil
De acuerdo con el testimonio ofrecido por un misionero, publicado en 1931, quizá no debamos considerar el fenómeno de Tunguska como un hecho absolutamente aislado en la historia de la civilización. Según este testigo, único encontrado vivo, tres grandes objetos cayeron en la selva amazónica brasileña, cerca del río Curuca, en la región del Alto Solimoes, el 13 de agosto de 1930. Este acontecimiento ha pasado prácticamente desapercibido hasta nuestros días. Sin embargo, muy recientemente, los investigadores R. De la Reza (Observatorio Nacional, Río de Janeiro), H. Lins de Barros (Museo de Astronomía, Río de Janeiro, Brasil), P.R.M. Serra (Instituto de Pesquisas Espaciais, Sao Paulo, Brasil), A. Vega (Observatorio San Calixto, La Paz, Bolivia) y M. de la Torre (Universidad Mayor de San Andrés, La Paz, Bolivia) presentaron evidencias de la caída de, al menos, un gran cuerpo cósmico, que pudo explotar con una potencia cercana a la mitad de la del objeto de Tunguska. Gracias a imágenes captadas en radar y en longitudes de onda visibles, estos investigadores encontraron en este caso un gran cráter circular de aproximadamente un kilómetro de diámetro, lo que supone una importante diferencia entre ambos fenómenos. Por otra parte, aquel día, a una hora compatible con la del suceso, se registró un movimiento sísmico en La Paz, a más de 1.000 kilómetros de distancia. La información que pudieron recoger del único testigo es posible que les ayude a aportar datos acerca de la trayectoria que siguió el objeto antes del impacto. En este caso se da la circunstancia de que el suceso coincide con el máximo de las perseidas, las conocidas lágrimas de San Lorenzo, lo cual induce a los científicos a relacionar el suceso con los residuos, de origen cometario, que puedan permanecer en la órbita del cometa P/Swift-Tuttle.
s Se observó un crecimiento acelerado de la biomasa, que de hecho ha continuado hasta la actualidad
Para algunos investigadores, estos fenómenos genéticos sólo podrían ser compatibles con una explosión de tipo nuclear, aunque nunca se ha podido demostrar evidencia alguna de un proceso de tal tipo examinando la abundancia de radioisótopos en los anillos de crecimiento de los árboles examinados, que, en todo caso, siguen una correlación con los ciclos solares de once años [Longo et al, 1994]. Por otra parte, algunos investigadores, como Vasilyev, creyeron encontrar una correlación entre el crecimiento anómalo y la posición de los árboles. Esto sustentaría la hipótesis de una fertilización debida a un polvo meteórico que favorecería el crecimiento en los lugares en los que
cayera y no en los otros. Sin embargo, dichas correlaciones no han llegado a demostrarse nunca con absoluta seguridad, a pesar de ser calificadas como evidentes por sus defensores, que incluso proponen que el área de crecimiento acelerado ni siquiera coincide con el área de bosque telegráfico o de caída de árboles. En definitiva, las razones más convincen(Primavera 2000)
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El debate sigue abierto
Lejos de ser una discusión bizantina, el debate acerca de la naturaleza del objeto cósmico que impactó sobre Tunguska en 1908, constituye un reto de un alcance que trasciende el interés astronómico o geológico. Según algunos especialistas, la probabilidad de un impacto similar al de Tunguska en algún punto de la superficie terrestre durante un periodo comparable al de una vida humana supera el 25%, pudiendo alcanzar incluso el 70%. No hace falta exponer las posibles consecuencias de un acontecimiento similar en una moderna aglomeración humana. Supone, por lo tanto, un objeto de preocupación muy superior al que pueda representar un destructor total, mucho más improbable. Los partidarios de un origen cometario del CCT se sienten respaldados por la ausencia de cráter y restos pétreos que debería haber dejado un objeto de tipo asteroidal; la gran velocidad geocéntrica y otros datos relacionados con el ángulo de entrada parecen abonar también la hipótesis cometaria. Sin embargo, los defensores de la hipótesis alternativa aducen la existencia de trazas de condritas de origen asteroidal. Hasta el momento, siempre se había considerado que este mineral no se hallaba presente en los cometas, aunque recientemente, este mismo año, algunos investigadores del CCT lo ponen en duda. Si realmente los cometas fueran ricos en condritas, su densidad estimada podría exceder de los 2 gramos por centímetro cúbico, más del doble de lo estimado hasta este momento. Ante tal revisión, todos los modelos establecidos de interacción de tales objetos con la atmósfera deberían ser asimismo revisados. Aún existen, sin embargo, buenas razones para seguir pensando en un origen asteroidal de las condritas, como por ejemplo la posible procedencia de micrometeoritos de baja velocidad geocéntrica compatible con los asteroides pero no con los cometas que pueden sobrevivir al calentamiento debido a la entrada en la atmósfera o el hallazgo de condritas en meteoritos procedentes del cinturón principal de asteroides. El debate sigue abierto...
tes para explicar el crecimiento de la biomasa forestal con posterioridad al fenómeno de Tunguska parecen basarse en una mejora de las condiciones ambientales consecuentes con la explosión: fertilización abundante por las cenizas de los árboles calcinados, descenso de la competencia por la luz y una mayor disponibilidad de nutrientes minerales, lo que parece confirmarse por una concentración incrementada de los mismos en los anillos posteriores a 1908 [Nesvetajlo, 1996], a pesar de no ser consistentes con la supuesta correlación de los árboles de mayor crecimiento con el recorrido del objeto. Se trataría de condiciones semejantes a las que se dan tras un incendio forestal común que afectarían tanto a los árboles existentes en el momento de la explosión como a los jóvenes que germinaron tras la misma. Los árboles que sobrevivieron al impacto son hoy una valiosa fuente de información, ya que muchas de las características anormales que muestran en la actualidad son, sin duda, causadas por él. Por ejemplo, se pueden observar en los anillos de crecimiento anteriores a 1908 hemorragias internas de resina como consecuencia de la rotura de los vasos por la presión experimentada. Se observa también, en los meses siguientes a la catástrofe, un crecimiento ralentizado, probablemente debido a la desaparición de las hojas tras de la explosión, lo que supone un menor aporte de energía y nutrientes, además de un aumento de la temperatura... Los árboles supervivientes muestran, en muchos casos, deformaciones en la sección de sus troncos, en la dirección de la onda de choque [Serra, R. et al, 1994 y Longo, 1996]. LAS HIPÓTESIS Los modelos matemáticos existentes referidos a la entrada en la atmósfera de diferentes tipos de meteoros han sido aplicados frecuentemente al estudio del fenómeno de Tunguska, con la intención de descubrir la naturaleza del objeto protagonista del suceso. Este sistema ha permitido dar soporte en la literatura científica existente al respecto tanto a la teoría del asteroide rocoso como a la del origen cometario del objeto en cuestión, que son las que se consideran más probables en la actualidad. Los modelos más aproximados han tenido en cuenta una precisa tasa de fragmentación como consecuencia de la entrada en la atmósfera a diferentes ángulos y velocidades, pero no han permitido hasta la fecha inclinarse por ninguna de las dos posi-
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Kulik construyó en su campamento cabañas de almacenamiento sobre postes elevados para de evitar que los animales de la zona, especialmente osos, tuvieran un acceso fácil a sus provisiones.
Foto: Centro Siberiano para Catástrofes Globales / Centro de Computación de Novosibirsk.
bilidades, sin poder tampoco descartar ninguna de ellas: ambos modelos son compatibles con la liberación de la energía necesaria, a unos ocho kilómetros de altura, para causar los efectos observados [Lyne et al, 1993]. También se han de destacar las investigaciones llevadas a cabo desde julio de 1991 por un grupo italiano liderado por M. Galli, con la colaboración de S. Cecchini, G. Longo y R. Serra, que realizó una expedición a la zona en la que se analizó la resina de los árboles caídos tras la explosión, ya que estos científicos italianos pretendían probar su sospecha de que la materia cósmica presente en los árboles como consecuencia de la potencia de la explosión podría ayudar a identificar al CCT. Los hallazgos preliminares identificaron realmente esas sustancias, entre las que se halló calcio, hierro-níquel, silicatos, cobalto-wolframio y plomo. Al coincidir dichos elementos con los presentes en ciertos asteroides, Galli resucitó las viejas teorías relacionadas con tales objetos. Las investigaciones llevadas a cabo por Z. Sekanina, del Laboratorio de Propulsión a Chorro (EE UU), apuntan también en la dirección del asteroide. En una revisión publicada en 1996 [Sekanina, 1996], el autor afirma que "una interpretación del suceso basada en la naturaleza asteroidal del objeto no es sólo plausible, sino virtualmente cierta". En favor de tal teoría, hay evidencias basadas en su composición elemental, ya comentadas en el párrafo anterior, pero también en el cálculo de su masa, velocidad e incluso órbita heliocéntrica. Los recientes datos obtenidos
de la colisión en 1994 del asteroide Shoemaker-Levy 9 con Júpiter parecen, asimismo, ser compatibles con esta explicación, así como los experimentos llevados a cabo mediante la comparación de dos objetos experimentales, uno de ellos de tipo rocoso y el otro de tipo cometario, transportados por proyectiles y observados con las cámaras de la Red Europea de Monitorización de Meteoritos. También los datos referidos a su trayectoria son compatibles con un origen asteroidal. Pero, si fue un asteroide, ¿dónde están sus fragmentos y el cráter? Se ha propuesto que parte del asteroide podría haber sido pulverizado en la explosión mientras que el resto habría rebotado por la atmósfera fuera de nuestro planeta. Ante una explosión de tal violencia, debe ser necesario, probablemente, que la búsqueda de restos resulte infructuosa. Sin embargo, también hay científicos a favor de la teoría cometaria. El principal investigador en este campo es el geoquímico Yevgeniy Kolesnikov, de la Universidad de Moscú. A lo largo de sus muchos años de investigaciones, ha excavado grandes muestras de turba de los suelos cercanos al epicentro del suceso, analizándolos en busca de anomalías isotópicas. En su opinión, la composición de dichos suelos contiene elementos volátiles atribuibles a polvo cometario. Tal como ya comentamos anteriormente, los problemas asociados a este método consisten en la dificultad de demostrar que la abundancia de dichos elementos difiere de la que cabría esperar de la caída normal de materia extraterrestre. Otros expertos, como S.S.
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Proyectos futuros de investigación
Se ha propuesto la realización de los siguiente experimentos siguientes en los próximos años con la finalidad de aportar algo más de luz a nuestro conocimiento sobre lo sucedido en la zona del río Tunguska: 1. Investigación de la radiación generada en la atmósfera como consecuencia de movimientos a velocidades de docenas de kilómetros por segundo. 2. Estudios acerca de las condiciones necesarias en los laboratorios para incrementar la eficiencia de las explosiones controladas. 3. Estudios basados en explosiones a gran altura de misiles balísticos rusos como el SS18 con 8 toneladas de hielo o el SS-11 con 1,2 toneladas y estadounidenses como el MX con 3,95 toneladas o Minuteman con 1,15 toneladas, que verán sustituidas así sus habituales cabezas nucleares. La velocidad de los misiles será de unos 8 kilómetros por segundo. 4. También se ha propuesto la utilización de las estaciones espaciales Mir o, en su día, Alfa, con explosiones controladas a distancias cercanas a las mismas.
La dendrocronología es una rama de la ciencia que establece dataciones de acontecimientos ocurridos en el pasado con la ayuda de los registros dejados en los anillos de crecimiento de los árboles. En esta fotografía, tomada durante la expedición italiana de julio del año 1991, se observan algunas microhemorragias originadas por la explosión detectadas en la resina de un árbol.
Foto: S. Cecchini, M. Galli, G. Longo y Romano Serra.
s El problema de Tunguska no es un problema rutinario de la física o la astronomía
ocasiones en la fabricación de explosivos, pero con una masa de 35 millones de toneladas, para una masa total del objeto en torno a los 100 millones de toneladas, en un cilindro de unos dos kilómetros de diámetro y unos veinte de longitud. Estos autores apuntan, asimismo, hacia la posibilidad de un impacto múltiple que explicaría tanto la larga duración del fenómeno observada por los testigos como los múltiples epicentros secundarios encontrados. Otras teorías han tenido su cabida en la pequeña historia de la investigación del fenómeno de Tunguska: unas, de origen nuclear, basadas en la detección de mutaciones en diversas especies locales y en las anomalías geomagnéticas observadas, y otras que incluyen la colisión de una nave extraterrestre como una de las posibles causas. El impacto de un pequeño agujero negro, que habría atravesado el planeta sin dejar marcas en las antípodas, eso sí, o la colisión con una pequeña cantidad de antimateria, que explicaría la inmensa energía liberada sin la aparición de cráter alguno, completan el abanico de hipótesis publicadas hasta hoy sin recibir en la actualidad un respaldo mayoritario por la comunidad científica internacional, aunque contando siempre con seguidores cualificados.
Grigorian, de la misma universidad, defienden la hipótesis cometaria basándose en modelos matemáticos [Grigorian, 1994]. En 1978, L. Kresak propuso incluso que el CCT era en realidad un fragmento del cometa Encke, lo cual fue contestado cinco años después por Sekanina, quien criticó tal teoría. En 1996, D.J. Asher, del Observatorio Astronómico Nacional del Japón, y D.I. Steel, de la Universidad de Adelaida, señalaron de nuevo que tal posibilidad no era inconcebible, lo que no hace más que darnos una idea de lo complejo del proceso de extracción de conclusiones acerca del fenómeno de Tunguska. Por último, diversos autores proponen un origen cometario al CCT sobre la base de que las características de la devastación observada sólo son compatibles con una detonación, pero no con la simple liberación de energía producida por el proceso de entrada en la atmósfera. En efecto, la evaporación de todos los componentes del supuesto cometa, mezclados con el aire, pudo formar un compuesto similar a los utilizados en diferentes
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EL
MITO
Nadie ha podido todavía responder con autoridad a la pregunta: ¿qué fue aquello? Tal como proponen algunos autores, al margen de las hipótesis más ortodoxas: "Probablemente el objeto de Tunguska no fue un objeto astronómico convencional; los meteoritos conocidos hasta ahora no causan tormentas geomagnéticas. El problema de Tunguska no es un problema rutinario de la física o la astronomía. Es un problema inusual y complejo, que requiere la coordinación de diferentes disciplinas científicas". La información acumulada por tres generaciones de científicos a lo largo de casi un siglo es aún compleja e incluso contradictoria. El acontecimiento cuenta, en efecto, con muchos elementos para disfrutar de un lugar de honor en la vitrina de los fenómenos sólo explicables al margen de la ciencia oficial. Así, la serie televisiva Expediente X se hizo partícipe de tal punto de vista, dedicando a Tunguska un disparatado episodio que, por supuesto, ha llenado muchas más ciberpáginas que cualquier congreso científico. Podríamos intentar reunir los aspectos poco claros del fenómeno y aquéllos que colaboran a crear un mito en torno a este suceso: 1. Por supuesto, lo remoto del lugar del impacto y los pocos testigos directos del mismo. El que la primera expedición científica no llegara al epicentro hasta dos décadas después del suceso no hace sino mantener una gran oscuridad en torno a todo lo que afecta al mismo. 2. Los fenómenos previos: a pesar de que un objeto de este tipo no es raro que venga acompañado de polvo y otros objetos más pequeños, no existe una explicación clara a este fenómeno. Por supuesto, tampoco ha probado nadie que ambos acontecimientos estuvieran relacionados. 3. Anomalías magnéticas: al parecer, no han sido observadas en otros impactos y sí en las explosiones nucleares. No se ha encontrado radiactividad por encima de los niveles normales en la zona del impacto. Sin embargo, fueron detectadas anomalías previas al mismo en Alemania, que finalizaron justo en el momento del impacto. 4. Algunas supuestas mutaciones a las que no parece necesario otorgar más crédito. Queda claro que el crecimiento anómalo del bosque es típico tras una desforestación intensa.
CARLOS LÓPEZ BORGOÑOZ es biólogo y miembro de la
Cabeza humana tallada en un árbol que fue pelado hace ahora noventa años por la onda de choque generada por el CCT .
Foto: Centro Siberiano para Catástrofes Globales/Centro de Computación de Novosibirsk. REFERENCIAS
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Más información
Pese a que no siempre es fácil hallar documentación escrita asequible, resulta gratificante ver, en inglés y en Internet, las páginas que dedican a este tema Giussepe Longo, de la Universidad de Bolonia http://wwwth.bo.infn.it/tunguska/, la Universidad de Tomsk http://math.tsu.ru/win/organization /tungus/index.html y el Centro Siberiano para Catástrofes Globales, en Novosibirsk, http://omzg.sscc.ru.
Agrupación Astronómica de Castelldefels.
(Primavera 2000)
el escéptico
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