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el circo paranormal
Con estas dudas, accedemos al artículo de bonsais y allí leemos: "Lo más importante es el contacto con un ser vivo y se puede conversar con estos árboles y, si hemos logrado el estado de la meditación, podremos captar muchas respuestas a la vez que fuerzas energéticas, ya que a pesar de su pequeño tamaño, éstos son árboles que encierran encapsulada una gran potencia, empleándose para sanar diversas dolencias físicas y psicológicas". ¿Hablar con un árbol? ¡Qué insospechadas posibilidades abre esta afirmación! ¿Se abrirán academias de idiomas especializadas en dialectos vegetales? Por otra parte, es una lástima que no nos aclare qué bonsais son los que poseen un diálogo más interesante. ¿Los alcornoques, quizá? Por desgracia, esta actividad puede ser peligrosa: "El interés no es el de conversar con las plantas, mal haríamos en crear un hobby que, aunque sea cierto, muchos nos tildarían de locos". Pues no sé por qué lo dice. Una persona hablando con una lechuga es una escena de lo más habitual, lo extraordinario sería que la lechuga contestase. Algo mosqueados, empezamos la lectura del artículo astrología: "Algunas de las críticas más punzantes tendentes a desprestigiar a la astrología empiezan por definirla como ciencia a medias y acaban desconociendo su validez". No, hombre, no. Ésas son las críticas bondadosas. Las mordaces se limitan a negar su carácter científico y, si desconocen su validez, es por la sencilla razón de que ésta no existe. El autor prosigue: "El error, grave y lesivo, que ha contribuido al descrédito, parece haber sido el echar en un solo saco todos estos variados intereses de mercado irreverentemente mezclados con tradiciones tan antiguas del acervo cultural de la Humanidad". Siempre me ha hecho gracia esa mención a la antigüedad de la astrología como, si por sí misma, otorgara credibilidad a esta actividad. Como sigamos por este camino nos encontraremos algún día con grupos de neoantropófagos o de neoesclavistas, que también pueden presumir de haber formado parte del acervo cultural de la Humanidad. "En 1927, Evangeline Adams publicó el best seller Your place in the sun, que marcó el punto de partida para el renacimiento de la astrología en Estados Unidos, y desde allí al resto del mundo. Tres años después, Evangeline había hecho un total de 150.000 horóscopos por encargo, y un año más tarde tenía una demanda de 4.000 en promedio diario". ¿En tres años realizó 150.000 horóscopos? Realicemos una simple operación aritmética y obtendremos que Adams confeccionaba casi 137 horóscopos diarios. Suponiendo que Evangeline se dedicara a esta actividad durante diez horas diarias, obtendremos que efectuaba un horóscopo cada ¡¡cuatro minutos y medio!! Eso es rapidez de cálculo y lo demás son historias. Por cierto, ¿cuántos de esos horóscopos fueron acertados? ¿O es que ese dato es intrascendente? "¿Es una ciencia la Astrología? Definitivamente que sí: lo es desde la más remota antigüedad. Cuenta con cálculos matemáticos, observaciones experimentales y leyes demostrables por la ciencia actual". Pues, nada, que empiece por formular una teoría contrastable para explicar por qué las constelaciones influyen en la vida del recién nacido y después seguimos hablando. Ya puestos, también puede explicarnos científicamente la causa por la que esa influencia se produce en el momento del nacimiento y no en la de la concepción o el motivo por el que la astrología ha tenido a bien ignorar la precesión de los equinoccios. El artículo concluye con una afirmación curiosa, teniendo en cuenta que defiende la validez de la astrología. "Todo depende de lo que queramos hacer de nuestras vidas: ¿construir una pequeña casa o el gran edificio de nuestra evolución superior? La decisión es sólo nuestra". La decisión ¿no debería depender de nuestra carta astral? Vamos, digo yo.
JOSÉ LUIS CALVO BUEY
ERNESTO J. CARMENA
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el escéptico
(Primavera 2000)