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Elegir la verdad
FERNANDO SAVATER
"Que se enfrenten la verdad y la falsedad; ¿acaso se ha visto alguna vez que la Verdad sea derrotada en una confrontación franca y leal?" (John Milton)
i n s t r u c t i va v e l ad a . Los elementos desconocidos que componen el cuerpo humano intervienen en el asunto, aunque también las manchas solares y la polución atmosférica: por supuesto, de vez en cuando, los extraterrestres echan una mano de
H
ace años vi en cierta cadena española de t e l evisión un programa que me impresio-
f orma totalmente desinteresad a . Frente al coro aquiescente de los convencidos sólo se alzaba una voz disidente: la de un cat edrático de química de alguna universidad mad r ileña. Con obstinación cortés pero inamovible, procurando no ofender a nad i e-- ¡ ay ,s iyo hubies ee s t ado allí...!-- sostenía que la combustión así planteada era físicamente imposible y científi c amente absurda. Todos se unían para zaherirle: resultaba evidente que le habían invitado exc l u s ivamente con tal fi n . Le d ijeron con malos modos que representaba el dogmatismo más obsoleto, la estrechez mental y el racionalismo estreñido, la u fana autocomplacencia del pensamiento dominante que se niega a aceptar lo que no controla o cuanto le alarma: ¡la verdad e s t áa h íf u e r a !
nó especialmente. Me r e fiero a que me
dejó juntamente indignado y desolado: vuelvo a S et r ataba de un espacio semanal dedicado a
sentirme así cuando rememoro aquella ocasión. debates generalmente tumultuosos sobre fenómenos paranormales, milag r o s ,p l at i l l o sv o l a n t e s y asombros baratos semejantes. Por entonces había al menos uno de este género en cada canal y se publicaban media docena de rev i s t a s acerca de tales candentes cuestiones, a cuál más inventiva. Quizá hoy h aya disminuido la af ición, aunque no estoy muy al tanto: pero lo más probable es que el negocio siga siendo rentable. El programa de aquella noche fat í d i c a ,e ne l que vine a dar por casualidad o aburrimiento, trataba de la combustión espontánea. Para mí el f enómeno era desconocido, pero la mayoría de los contertulios lo consideraba tan habitual y rutinario como las puestas de Sol: consiste en que de pronto, sin más trámite, una persona se pone a a r d e rs i nc a u s aj u s t i fi c ada ni excusa vá l i d a . Po rl o visto ocurre frecuentemente que, junto a la gente fumadora que nos pide fuego en la calle, hay o t r a a la que el fuego le sale de dentro sin poderlo remediar, como la inspiración a los poetas. La nómina de los así espontáneamente calcinados es por lo visto copiosa y la mayo r í ad el o s a s i s t e n t e sa lp l ató podía aportar un caso at e s t iguado por varios amigos que lo presenciaron o hablaron con quienes lo presenciaron. Alguno invocaba el testimonio de "importantes científi cos americanos" que se dedican a estudiar estos sucesos flamígeros pero prefieren callar su nombre por miedo a represalias de sus colegas ignífugos o quizá de los bomberos. Sobre qué o quién provoca este repetido prod i g i o ,l a se s c u e l a sd i fieren, según aprendí en esa
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El que rechaza la verdad de lo real no aspira a nada alternativo más rico ni más complejo, sino sólo a intercalar en las normas objetivas que no le obedecen excepciones arbitrarias de las que pueda sentirse dueño.
Único y modesto palad í nd el ai l u s t r ación acor r a l ad a ,e lp r o fesor sonreía y seguía resistiendo. Finalmente uno de sus adversarios, creo que el mismo que apeló antes a la autoridad d ec i e n t í fi cos ignotos, le espetó: "¿Cómo puede usted decir que algo es imposible invocando a la ciencia? Sepa usted que la ciencia contemporánea se rige por dos grandes normas: la teoría de la relat i v i d ad de Einstein, que nos enseña que todo es relat i v o , y el principio de incertidumbre de Heisenberg,
según el cual nada podemos dar por seguro a nivel subatómico. De modo que ¡viva la combustión espontánea!". En ese preciso momento apagué mi televisor o, al menos, cambié de canal. Indignado, desolado... incurablemente ingenuo. Esa misma noche, ya en la cama, me rev o l v í inquieto, obsesionado por la pregunta que se at r ibuye a P i l atos: ¿qué es la verdad? Aunque quizá la cuestión debiera ser: ¿existe la verdad? Pero sobre todo y antes de nada: ¿por qué se odia, se desprecia y se teme a la verdad? ¿Por qué la verdad primero nos falta, y luego nos sobra y nunca nos basta? Para mí es evidente que quien busca y requiere la verdad no carece de imaginac i ó n ,n i muchísimo menos de coraje. Tampoco padece cualquier grado de ineptitud ante el asombro o la maravilla poética: porque lo verdaderamente asombroso y poético no es que arda lo que nada enciende, sino que sepamos cómo algo se enciende y arde. Lo marav i l l o s oe sl ar e a l i d ad presente del fuego, no agobiarla bajo truculentas leyendas y burdas supersticiones. Que cada cosa sea como es y responda a su propia naturaleza, a pesar de que cuanto existe parece presa de incesante mudanza, debería bastar para mantener ac t i v o , asombrado y curioso el espíritu cuerdo. Si se diera, el capricho milagroso no añad i r í an ad aal a f ascinación del mundo: ¿a quién le aburre ver cómo, primavera tras primav e r a , f l o r e c e n l a s rosas? ¿cuánto rat ol ee n t r e t e n d r í av e r l a sf l o r e c e r en invierno o sólo las noches de Luna llena? No, el que rechaza la verdad de lo real no aspira a nada alternativo más rico ni más complejo, sino sólo a intercalar en las normas objetivas que no le obedecen excepciones arbitrarias de las que pueda sentirse dueño. A ciertas almas descompensadas se les hace duro asumir que lo real no haya esperado su visto bueno para constituirse como tal. Supongo que a ello se refe r í a T. S .E l i o t cuando comentó que los humanos sólo soportamos la realidad en dosis limitad a s . . .
Desde luego, no todos los adversarios de la verdad pelean bajo la misma bandera. Algunos sostienen que ellos aman tanto la verdad que no quieren verla sometida a sus habituales controles ni criterios (los partidarios de la combustión espontánea antes mencionados podrían consider a r s eu fanos miembros de esta cat e r va): rechazan la ciencia sólo porque es demasiado acomodat icia o estrecha y se les ha quedado pequeña. Otros, en cambio, señalan que la verdad no es nad a o b j e t i vamente contrastable sino una const r u c c i ó ns o c i a li n t e r s u b j e t i va en permanente reinvención, que los intelectualmente dominantes obligan a compartir al resto de su comunidad hasta que el poder cambia de manos y de discurso. H ay u n at e r c e r a va r i a n t e ,c l á s i c a ,q u e acepta en t e o r í al ap o s i b i l i d ad de tal cosa como la verdad pero descarta que los humanos podamos acceder ae l l a fiablemente y nos confina todo lo más en el ac atamiento resignad oou t i l i t a r i od ec i e r t a se n g añosas apariencias que de momento nos convienen. Acentuando esta postura no faltan quienes denuncian la proclamación de verdades determinadas como un síntoma de pereza i n t e l e c t u a l ,l ad i m isión presuntuosa del espíritu crítico que debiera seguir zapando disconforme mientras dura. Apenas merecen especial mención aquellos que no formulan ningún tipo de reserva se p i s t emológicas contra la verdad, a la cual condenan por motivos "estéticos", prefiriendo siempre el arrobo delicioso de la fantásticamente imposible o los consuelos contra el mundo de lo sobrenatural. Seguramente dejo de mencionar alguna f amilia en esta nómina de urgencia, aunque probablemente constituirá una rama peculiar de cualquiera de las ya mencionad a s . Lo destacable es que, para el amante de la verdad ,c ada una de estas actitudes no carece de su verdad propia. Hasta para negar verosímilmente l av e r d ad, es imprescindible manejar ciertas verdades y no es éste por cierto el menor de los méritos que hacen superior a lo verdadero sobre sus contrar i o s . Según Spinoza, la verdad es índice de sí misma y también de lo falso: cuando la establecemos, obtenemos al punto el modo de saber a qué distancia e s t á
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Lo destacable es que, para el amante de la verdad, cada una de las actitudes frente a la realidad no carece de su verdad propia. Hasta para negar verosímilmente la verdad, es imprescindible manejar ciertas verdades y no es éste por cierto el menor de los méritos que hacen superior a lo verdadero sobre sus contrarios.
d ee l l al o falso y en qué medida es, en verdad , f a l s o . Muchos de los objetores de conciencia contra l av e r d ad ,e nr e a l i d ad se oponen a un fantasma m ay ú s c u l o ,l a Verdad. Desconfían de que exista la Verdad o s er e b e l a nc o n t r ae l l a ,s ie sq u ee x i s t e :y en ambos casos hacen bien, porque tan cierto es que hay verdades para nuestro conocimiento como que la Verdad total y absoluta es un absurd o( e sd e c i r, algo que no hay por dónde cogerlo, ni por dónde comprenderlo, algo que ni siquiera podemos inteligiblemente "echar en fa l t a " ) q u e pertenece al limbo de la teología (como el Bien, la Belleza o el Sentido de la Vida) y cuya sombra paraliza cuanto oscurece en lugar de curar a los paralíticos, como cuentan que lograba la de Cristo. Porque la verdad es siempre verdad aq u í y ahora, respecto a algo: es una posición y por tanto no puede absolutizarse sin sabotearse a sí misma. No hay Verdad en términos absolutos lo mismo que no hay Izquierda o Derecha absolutas (hablo de topología, no de política) sino siempre respect oaa l g oyd e acuerdo con determinada orientación. Eso no quiere decir precisamente que todas l a sv e r d ades sean "relat i va s " ,s ip o rt a le n t e n d emos que sean menos verdaderas de lo que creen ser o deberían ser, del mismo modo que lo situado concretamente a la izquierda o a la derecha -- aunque no sean términos absolutos-- no están realmente menos a la izquierda o la derecha de lo debido. Son posiciones refe r i d a saa l g o( ye nt a l sentido no están "absueltas" de cualquier relación determinante, como parece exigir lo Absoluto) pero no padecen "relativismo" alguno en lo que el término implica de "defi c i t a r i o " o p o c o fi a b l e . Precisamente sería su carencia de referencia concreta, su posición imposible en lo incondicional, l oq u el a si n va l i d a r í at o t a l m e n t e . . .
De modo que puedo ahora reformular la pregunta inicial que me suscitó aquel debat et e l ev i s ivo y en lugar de plantearme "¿qué es la verdad ? " , p r e ferir esta cuestión: ¿qué es "verdad"? Una inquietud quizá algo menos congestionada que la anterior, pero no menos difícil de responder con nat u r a l i d ad. Intentémoslo, empero, recurriendo al dictamen clásico: es "verdad" la coincidencia entre lo que pensamos o decimos y la realidad que viene al caso. Vayamos por partes, como nos enseñó Jack el Destripador. La "verdad" es una cualidad de nuestra forma de pensar o de hablar sobre lo que hay , pero no un atributo ontológico de lo que hay . Se dicen o se piensan cosas "verdaderas", pero no existen cosas verdaderas en sí mismas (ni cosas fa l s a s ,c l a r oe s t á ) . La verdad e s coincidencia, a c i e r t o : la posición de quién pretende saber qué es lo que mejor se adecua a lo que pretende sabido. Así pues no hay verdad sólo en quien conoce ni sólo en lo conocido, sino en la debida correspondencia entre ambos, tal como decimos que un flechazo certero no está ni en la flecha de Guillermo Tell ni en la manzana sobre la cabeza de su hij os i n oe ne l at i n ado encuentro entre una y otra. No basta el arquero, ni el arco, ni la flecha ni el blanco para que haya un buen tiro: es necesaria su conjunción armónica. Así también en el asunto de la verdad . Decir "coincidencia" o "correspondencia" implica asumir que nuestras cogitaciones y asev er ac i o n e s s e r e fieren a algo distinto e independ i e n t ed ee l l a s . Podemos llamar provisionalmente a ese algo "realidad " . Pensamos y hablamos sobre hechos o estados de cosas a los que nuestras ideas y palabras se refi e r e n ,l o sc u a l e s forman la r e a l i d ad. Desde luego, si no hay n ada real en este sentido (como parecen sostener diversas variedades antiguas, modernas y postmodernas de idea-
lismo f i l o s ó fi c o )l av e r d ad carece
La "verdad" es una cualidad de nuestra forma de pensar o de hablar sobre lo que hay, pero no un atributo ontológico de lo que hay. Se dicen o se piensan cosas "verdaderas", pero no existen cosas verdaderas en sí mismas (ni cosas falsas, claro está). La verdad es coincidencia, acierto: la posición de quién pretende saber qué es lo que mejor se adecua a lo que pretende sabido.
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de objetividad, no siendo en el mejor de los supuestos sino lo que cree o crea quien piensa y habla. A m ij u i c i o ,e l e g i rl av e r d ad s i g n i fi c a aceptar algún tipo de realidad objetiva, independiente. Y me parece sumamente probable que la minusva l o r ación o relat i v i z ación depreciat i va de la verdad s e a a fi n de cuentas una forma de animadv e r s i ó nal ar e a l i d ad. Ahora bien,
antes dijimos que es "verdad" la coincidencia e n t r e aquello que pensamos o decimos y la realidad que viene al caso. El requisito subrayado es muy importante, porque se dan distintos niveles o tipos de verdad (los he llamado "campos de la verdad", en homenaje a los terrenos de las af u eras que en las ciudades medievales servían para dirimir por medio de torneos las ordalías o juicios de Dios), cada uno de los cuales pretende coincidir con un aspecto carac t e r í s t i c od el or e a l . No todos los campos de la verdad ni por tanto los planos de lo real de que aspiran a dar cuenta son i g u a l e s . La sr e a l i d ades que deberían cumplir lo que el profesor Searle (por ejemplo, en Mente, lenguaje y sociedad) denomina sus "condiciones de sat i s facción" resultan esencialmente dife r e n t e s . Creo que bastantes antagonistas de la verdad l o son porque ignoran que hay campos de la verdad d i ferentes y realidades también distintas requeridas para sat i s facerlos o desmentirlos. Niegan de hecho o derecho la coincidencia verifi c adora porque presuponen erróneamente que el pensamiento o la palabra debe tomar siempre postura ante un mismo tipo de realidad . . . Estudiar de manera sufi c i e n t e l o s d i v e r s o s campos de la verdad y los tipos de realidad a que s er e fieren exigiría un doble trat ado que combinase metafísica y epistemología. Aquí habremos de contentarnos con unos pocos ejemplos que indiquen por dónde se encaminaría esa investigación a la que renunciamos. Para empezar, veamos e s t a s af irmaciones: "Lope de Vega nació en M adrid en 1562"; "Lope de Vega es el autor de
Fuenteovejuna" ;" Lope de Ve g af u ee l Fénix de los
Ingenios"; "Lope de Vega es el mejor dramaturgo español del Siglo de Oro". Cada una de ellas pertenece a un campo de la verdad más o menos dist i n t oo ,s is ep r e fiere, tiene unas condiciones de s at i s fac c i ó nd i fe r e n t e s . La primera y la segunda se r e fieren a hechos que pueden comprobarse por medio de investigaciones históricas (registros parroquiales, testimonios de la época, etc...) aunLope Felix de Vega y Carpio (1562-1635)
Decir "coincidencia" o "correspondencia" implica asumir que nuestras cogitaciones y aseveraciones se refieren a algo distinto e independiente de ellas. Podemos llamar provisionalmente a ese algo "realidad". Pensamos y hablamos sobre hechos o estados de cosas a los que nuestras ideas y palabras se refieren, los cuales forman la realidad.
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que una trate de la ubicación de un hecho físico y la otra de la autoría de una acción simbólica. En el primer caso, decir que la af irmación es verdad e r as i g n i fica que si hubiéramos estado cierto día d e ls i g l o XVI, a cierta hora y en cierto determinado lugar, hubiésemos visto nacer a una criat u r a humana de sexo masculino que poco después sería bautizada como Fé l i x Lope de Vega y Carpio. Aquí el campo de la verdad es muy estrecho: o tal cosa ocurrió o no ocurrió, sin mayores ambigüedades. En cuanto a la autoría de
Lope es el "mejor" dramaturgo de su época en España. Lo sc r i t e r i o sd es at i s facción del campo de l av e r d ad en este caso se hacen especialmente r e l a-
t i v o s, porque dependen de lo que se entienda por
"mejor dramaturgo" y de qué estima subjetiva merezcan a cada cual las obras de dicho autor. M ás que verdad e r o o falso, el dictamen nos puede resultar "verosímil" o "inverosímil", es decir que en este caso puede tener ciertas apariencias discutibles de verdad (mayores, desde luego, que si se af irmase de Lope que fue "el mejor cocinero o el mejor espadachín de su época"). No todos los tipos de verdad son iguales, pero eso no equivale a decir que el concepto de verdad carezca de contenido o que toda "verdad" sea una construcción tan caprichosa e imprecisa como las f alsedades que se le oponen. Afirmar que "ciertas personas sufren una combustión espontánea sin ninguna causa externa" puede ser verdad s iys ó l o si ciertas personas padecen de hecho tal tipo de combustión, lo cual por cierto nos obligaría a modificar casi todo lo que sabemos sobre física, química y sobre las pautas mismas del pensamiento científico. En cualquier caso, la verdad o f alsedad de esa asev e r ación no depende meramente de la "imaginac i ó n "d el o sc i e n t í ficos ni de s uforma de "interpretar" la realidad, sino de sucesos que ocurren en el mundo exterior a ellos sin pedirles permiso ni anuencia. En cambio, cuando Quevedo --en un soneto de esplendor famoso-- e s c r i b e :
Fuenteovejuna, también implica hechos físicos
concretos (cierto personaje escribiendo con pluma de ganso, por ejemplo, o dictándole versos au ne s c r i b i e n t e ,e t c . . . )p e r on os el i m i t aae l l o s . Ser "autor"de una obra literaria no es meramente t r a n s c r i b i r l aoc o p i a r l a ,s i n o inventarla. Q u et a l atribución a Lope sea verdadera implica que el e s c r i t o r, pese a que se inspirase en alguna leyenda o historia del pasado, incluso aunque tomara prestad a s varias metáf oras y demás tropos literarios de otros autores, debe ser considerado según l o sc r i t e r i o sd el ac r í t i c al i t e r a r i ae lf u n d a m e n t a l responsable artístico de la obra en cuestión. El campo de la verdad a que se refi e r ee s t a af irmación también puede ser sat i s fecho con bastante nitidez, aunque intervengan consideraciones algo más imprecisas que en el caso anterior. Mucho más ambiguas son las condiciones de verdad que se requieren para sat i s fac e rl a so t r a s dos proposiciones. ¿Fue realmente Lope el Fé n i x de los Ingenios? Sin duda es un hecho comprobable documentalmente que recibió semejante título encomiástico por parte de algunos contemporáneos y que luego otros muchos posteriores a su época lo han repetido con aprobac i ó n .S is ó l o s et r ata de esta constat ación nominal, es algo verif icable con notable precisión. Pero si lo que deseamos saber es hasta que punto merece tal nombradía, el campo de la verdad se hace mucho más f l u i d o . La denominación elogiosa es una especie de metáf ora basada en una leyenda griega trasladad aa lp l a n ol i t e r a r i oyn oa s p i r aal ae xac t i t u d sino a ser emotivamente expresiva. De modo que puede tener aspectos verídicos y fa l s o s al av e z, d e acuerdo con el punto de vista que se adopte y el gusto estético de cada cual. Esta ambigüedad aún es mayor si queremos determinar hasta qué punto
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"Alma a quien todo un dios prisión ha sido, venas que humor a tanto fuego han dad o , médulas que han gloriosamente ardido, su cuerpo dejará, no su cuidad o ; serán ceniza, mas tendrá sentido; polvo serán, mas polvo enamorado"
La verdad encerrada en estos versos es de género poético y depende de la sensibilidad c u ltural de los lectores. O sea que no puede ser desmentida ni confirmada por ningún suceso del mundo externo sino sólo por la capacidad i n t e rpretat i va de quien recrea en su mente la experiencia espiritual a que el poeta se refiere. Quien
Francisco de Quevedo (1580-1645). (Archivo) el escéptico (2004) 17
no vea la "verdad" de los versos de Quevedo (aún perteneciendo a su área y tradición cultural) puede ser tenido por un triste fi l i s t e oe s t é t i c o , pero su caso será más defendible que el de aquellos partidarios de la combustión espontánea que se niegan a los controles científicos pertinentes de l o s fenómenos que aceptan acríticamente.
El que no toda verdad pueda fundarse del mismo modo no equivale a que la pretensión de verdad sea siempre infundada.
Lo que pretendo establecer es lo siguiente: el que no toda verdad pueda fundarse del mismo modo no equivale a que la pretensión de verdad sea siempre infundada. Este planteamiento es p e r fectamente compat i b l e c o n c i e r t a s formas (moderadas, supongo) de escepticismo. La advertencia fundamental del escéptico dice que, aunque nuestra creencia en la verdad o falsedad de algo parezca tener sufi c i e n t e s evidencias, nunca podemos descartar totalmente el estar a pesar de ello equivocad o s .A s íl o formula Montaigne: "Lo que yo mantengo hoy y lo que creo, lo mantengo y lo creo con toda mi creencia [...]. No sabría abrazar ninguna verdad ni conservarla con más fuerza que ésta. Me entrego por entero, me entrego verdaderamente; pero ¿no me ha sucedido ya ,n o una vez, sino cien o mil, y todos los días, haber abrazado alguna otra cosa con el mismo aparat o , del mismo modo, y después haberla juzgado f alsa? Por lo menos hay que ser capaz de hac e rnos sensatos a nuestras expensas" (Apología de
En palabras de Popper: "No disponemos de criterios de verdad y esta situación nos incita al pesimismo. Pero poseemos en cambio criterios que, con ayuda de la suerte (el subrayado es de Popper), pueden permitirnos reconocer el error y la falsedad".
Los partidarios de la verdad absoluta o de que s ó l oe l Todo puede ser verdadero comparten con l o s escépticos1 el desdén por lo que podríamos denominar verdades "portát i l e s " ,e sd e c i r, l a sq u e realmente cuentan para nosotros en la vida y en la ciencia. Al comienzo de su Fenomenología del
e s p í r i t u, Hegel propone a su lector el siguiente
ejercicio: considere la verdad que resulta más ev idente e incontrovertible según la experiencia actual, por ejemplo la de que en ese momento es de día. Puede anotarla en una hoja de papel, porque nada pierde la verdad por ser escrita: "ahora es de día". Basta que pasen seis o siete horas y, cuando relea la consignación de aquella verdad , comprobará que se ha hecho no menos evidente e incontrovertiblemente falsa. Luego habrá que buscar una verdad que no tenga condicionamientos temporales, espaciales ni experimentales de ningún otro tipo, etc... Sin embargo, algún lector cauto de Hegel, al realizar esa prueba, podría apuntar debajo de su anotación la hora y el huso horario en que la realiza y la modesta verdad quedaría más resguardada frente al vendava ld el o Absoluto. No cabe negar que, por cuidadosos que seamos, nuestras convicciones mejor documentadas pueden revelarse antes o después equivocad a s . Pero la posibilidad misma de equivocarnos implica también que es posible ac e r t a r :s in ada fuese verdad, tampoco nada podría ser fa l s o . Los errores desalientan a los apresurados o a los que añoran la inamovilidad de los dogmas, pero instruyen poco a poco a los demás. Según enseñó Popper,
Raymond Sebond). Admitir esta posibilidad de
error comporta cierto desasosiego pero también prudencia y cordura: desde luego, no implica a mi modo de ver renunciar a conseguir verdades aunque estén sometidas a revisión ni considerar cualquiera de ellas igual de va l i o s aq u el a s falsedades que sat i s facen ilusoriamente alguno de nuestros caprichos supersticiosos.
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nuestras verdades son aquellas af irmaciones congruentes con los sucesos reales que resisten a los intentos de probar su falsedad .A lr evés ahora de lo que sostuvo Spinoza, quizá sea precisamente el error el índice de sí mismo y de lo verdadero. En palabras de Popper: "No disponemos de criterios de verdad y e s t as i t u ación nos incita al pesimismo. Pero poseemos en cambio criterios que, con
Quien no se somete a la realidad, tendrá que contentarse con obedecer órdenes o creer en ajenas profecías. Es muy probable que el desdén postmoderno por el sentido tradicional de la verdad ( e sd e c i r, entendida como concordancia entre nuestras af irmaciones y los sucesos del mundo externo) sea en parte el lamento de subjetividades ambiciosas que no se resignan a tener menos ascendiente social que el concedido a los resultados objetivos de la investigac i ó nc i e n t í fi c a .Ae s t a "voluntad de poder" (ac adémica o ideológica) le at r i b u ye Searle la culpa de la puesta en cuestión de toda realidad i n d i ferente a nuestros designios: "En las universidad e s ,yd e forma muy destac ada en diversas disciplinas humanísticas, se supone que si no existe un mundo real, las humanidades pueden tratar a la ciencia en pie de igualdad . Ambas tratan con constructos sociales, no con r e a l i d ades independientes" (Mente, lenguaje y
ayuda de la suerte ( e ls u b r ayado es de Popper),
pueden permitirnos reconocer el error y la fa l s edad " . A p a r t i r d e e s t o s t a n t e o s , vamos estableciendo provisionalmente las verdad e sc i e n t í fi c a s cuya intuición se nos niega por caminos más directos: buscar la verdad es un ejercicio de modestia. Pues efe c t i vamente, como señaló Ernest Gellner, s et r ata de "indagar" y no de " p o s e e r " .
Buscar la verdad es un ejercicio de modestia.
Si no asumimos este ejercicio de modestia, no nos encontraremos más libres sino más ava s a l l ados por los embaucadores. La mayoría de los que dicen desconfi a rd el av e r d ad o niegan que sea algo más que una "convención social" no suelen c a r acterizarse en su vida cotidiana por no creer en nada sino por creer en cualquier cosa. Y, s o b r e todo, creen a cualquiera: al que mejor encarna la moda intelectual de esa temporada, al que más e ficazmente seduce o intimida. Renunciar a la objetividad de la verdad --que es por tanto inters u b j e t i va-- equivale a someternos a los dictados de alguna subjetividad ajena (las mañas de la propia las conocemos demasiado de cerca como para que nos convenzan, salvo en casos de perturbación mental). Por eso escribió Antonio Machad o : "No tu verdad :l av e r d ad . Y ven conmigo a buscarla. La t u ya, guárdat e l a " .
sociedad). E s t a actitud, que no renuncia a imitar
" c r e at i vamente" las apariencias de la ciencia, lleva a imposturas como las denunciad a se ne l famoso "asunto Sokal" o, como vimos al comienzo, las de c i e r t a st e r t u l i a st e l ev i s ad a s . Por supuesto, tampoco son mejores los ac adémicos e ideólogos "cient i fistas" que --ignorando la existencia de diferentes campos de la verdad-- pretenden dirimir las cuestiones axiológicas o estéticas aportando como ultima rat i or e s u l t ados obtenidos en el laborat or i o . . . Nuestro conocimiento es limitado e incierto p e r oe x i s t eye sr e l evante para nuestra vida. Como bien señaló Max Horkheimer (en Materialismo y
metafísica), "que no lo sepamos todo no quiere
d e c i r, de ninguna manera, que lo que sabemos es lo inesencial y lo que no sabemos lo esencial". Tan absurdo resulta creer en la omnipotencia de nuestra razón como en la de nuestra ignorancia: absurdo y peligroso. Entre las elecciones de nuest r al i b e r t ad, ninguna tan imprescindible y llena de sentido como la que opta por prefe r i ryb u s c a rl a verdad .
1. --
E la u t o rs er e fi e r e aquí a los seguidores de lo que podríamos denominar aquí escepticismo clásico o fi l o s ó fico que, basado en las enseñanzas de Pirrón de Alejandría, tuvo un resurgimiento en el siglo XV I Id e fendiendo, básicamente, que el conocimiento del mundo estaba fuera del alcance de los seres humanos, por motivos epistemológicos (su relación con la manera de entender el escepticismo en entidades como la que promueve esta publicación es algo lejana, y esperamos trat a r l ae nb r eve en un nuevo número de esta rev i s t a ) .( N o t ad e lE d i t o r )
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