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EL SILLÓN ESCÉPTICO
EN BUSCA DE LA ATLÁNTIDA
MITOS Y REALIDAD DEL CONTINENTE PERDIDO
que la negaron (Aristóteles, Eliano...) para después saltar hasta el siglo XVII y la publicación de La Nueva Atlántida de Francis Bacon que supone una revitalización del tema y un auge de los textos dedicados a plantear hipotéticos enclaves para su ubicación. En 1938, Bramwell redujo a ocho las teorías principales, la Atlántida es América, la Atlántida es el norte de África, la Atlántida estaba en Nigeria, la Atlántida era una isla en el Atlántico de la que son restos las Azores, Madeira y las Canarias, la Atlántida era Tartessos, había dos Atlántidas: una en el mar Arábigo y otra en el norte de África, la Atlántida estaba entre Irlanda y Bretaña, y la Atlántida estaba en terrenos hoy inundados por el Mediterráneo. Sin embargo, la persona más influyente en el éxito contemporáneo del mito platónico fue Ignatius Donnelly (1831-1901) [ver El Escéptico núm. 11 Págs. 58 y 59] gracias a su obra Atlantis: The Antediluvian World (1882) que fue reeditada hasta el año 1976 en los EEUU pese a que en palabras de Edwin Ramaje, que cita Ellis, "En casi todas las páginas hay algún ejemplo de suposición temeraria, conclusión precipitada, razonamiento viciado o argumento basado puramente en la retórica. Gran número de los hechos que se exponen no tienen nada de hechos, y en el esfuerzo entusiasta por crear su Atlántida se advierte una ingenuidad sorprendente." (Pág. 59-60) Continuó con sus esfuerzos el escocés Lewis Spence del que basta una cita para hacerse a la idea de su obra: [los atlantes eran] "auriñacienses u hombres de CroMagnon... excepcionalmente altos, en verdad hijos de los dioses, con una estatura media de entre 1,84 y 1,99 metros en el caso de los varones, aunque las mujeres eran pequeñas, lo cual prueba que se trataba de una raza mixta." (Pág. 63-64) A comienzos del S XX otros autores como el francés Termier y Paul Schliemann (sedicente nieto del descubridor de Troya) realizaron aportaciones que todavía hoy son citadas por los atlantófilos más entusiastas pese a que el primero se basó en suposiciones sobre el fondo del Atlántico que fueron demostradas como erróneas por las investigaciones realizadas a partir de 1950 y a que el segundo fuera un farsante que no sólo no era nieto del descubridor de Troya, sino que ni siquiera sabía nada de su trabajo. Llegó a asegurar que su abuelo había "excavado en la Puerta de los Leones de Micenas, en Creta" (Pág. 71) disparate digno de figurar en una antología de "burradas" arqueológicas. En época contemporánea, el autor más conocido es Charles Berlitz que se ocupó tangencialmente del mito en su libro El Triángulo de las Bermudas (1974) y ya de forma monotemática en Atlantis: The Eighth Continent en el que hace gala de su peculiar forma de entender una investigación: "...Berlitz se supera a sí mismo en lo que
RICHARD ELLIS Traducción de Jordi Beltran Colección revelaciones - Huellas perdidas Editorial Grijalbo. Barcelona, 2000
Aunque por la colección en que se publica este libro (la misma en que han aparecido obras de Bruno Cardeñosa o Graham Hancock entre otros), por la portada --que reproduce un tema muy querido por los escritores pseudohistóricos (el célebre mapa del almirante Piri)-- y por el hecho de que el autor carece de titulaciones académicas pudiéramos prejuzgar que estamos ante el enésimo libro que trata de la Atlántida desde un punto de vista crédulo, nada más alejado de la realidad. Por supuesto todo ello viene a demostrar, una vez más, que lo único importante es el contenido de una obra. Lo restante es puramente accesorio. Richard Ellis, escritor, pintor y viajero, ha realizado una labor de documentación exhaustiva que se plasma en una completa bibliografía y en un texto repleto de citas de autores tanto crédulos como escépticos, no como justificación de un supuesto "término medio" tan querido para el relativismo cultural, sino para estudiar el nacimiento y evolución del mito desde la objetividad imprescindible en cualquier estudio serio. Así, comienza por el principio, por los diálogos platónicos de Timeo y Critias, su relación con el resto de la obra del filósofo ateniense y la cuestión fundamental de si son veraces o una simple ficción. Entre los partidarios de la fabulación cita a J. R. Fears y a sir Desmond Lee y entre los que aceptan, en mayor o menor grado, que se basan en hechos reales a J. V. Luce. Sin embargo, la cita no significa aceptación y, por ello, Ellis asegura: "Una lectura atenta del libro de Luce que se titula Lost Atlantis: New Light on a Old Legend- no prueba sus argumentos. Abundan en él las conjeturas y tergiversaciones de los hechos cuyo objetivo es el mismo que el de las fábulas de Ignatius Donnelly y Charles Berlitz, a saber: validar las hipótesis que el autor se propuso probar desde un principio." (Pág. 39) A continuación repasa los autores clásicos que, siguiendo a Platón, mencionan la Atlántida tanto los que creyeron en su existencia (Crantor, Diodoro...) como los
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se refiere a afirmaciones no atribuidas o atribuidas incorrectamente. Todo el libro está lleno de esta clase de datos inútiles, pero un par de ejemplos será suficiente. Para explicar la presencia de `restos arquitectónicos' en el fondo del mar, Berlitz habla de unas `fotografías de los peces del fondo de la Fosa de Nazca, frente a Perú, que se tomaron en 1965 desde el barco oceanográfico Anton Bruñí', y dice que `en una de las fotografías se veían columnas y muros de piedra...' De hecho, no existe ninguna `Fosa de Nazca'..." (Pág. 74) Tampoco en el aspecto zoológico se muestra especialmente acertado: "Por ejemplo, escribió que hay `dos clases de focas, la fraile y la sirena, que se encuentran ante la costa de las Azores'... en realidad, hay focas fraile en varias islas del Mediterráneo y de la parte oriental del Atlántico Norte... No existe ahora, ni ha existido jamás, una foca llamada `sirena'; el único ser que lleva ese nombre (porque pertenece a la familia de los sirenios) es el manatí, mamífero que no está emparentado con las focas y que ciertamente no se encuentran en las Azores." (Pág. 75-76) Sin embargo, estos "investigadores" no son los únicos que se han ocupado de la Atlántida. Aunque distorsionadas, mal interpretadas o directamente inventadas, ellos al menos recurrían a la presentación de pruebas. Otros, directamente, conocen su existencia (o al menos, eso pretenden) sin necesidad de aportar ninguna evidencia. Desde los teósofos y antropósofos seguidores de madame Blavatski y las cartas que recibía de su maestro Koot Hoomi hasta Murry Hope, la Atlántida se ha demostrado como un filón para videntes, viajeros astrales... el más conocido de los cuales es, sin duda, Edgar Cayce (1877-1945) que dejó más de 14.000 escritos relacionados tanto con el pasado como con el porvenir. Entre ellos, no podían faltar las visiones sobre el mito platónico incluyendo un resurgimiento de la Atlántida en 1968 o 1969 en las cercanías del Mar de los Sargazos o en las Bahamas. La Atlántida no se levantó de los fondos marinos, pero en 1968 Ferro y Grumley realizaron una expedición a las Bimini en Bahamas (bajo patrocinio de la Fundación Cayce) en las que encontraron restos de lo que creyeron ser construcciones, aunque, en el libro correspondiente, reconocieron que su búsqueda de la Atlántida era fundamentalmente psíquica y la habían realizado bajo la influencia del Tarot y la marihuana. Idéntica tesis de la Atlántida en Bimini la defendió David Zink también citando a Cayce. En realidad, las "construcciones" de Bimini han resultado ser una formación natural. No obstante lo antedicho, si quisiéramos reducir la atlantofilia a estos "investigadores" y videntes, estaríamos presentando sólo una cara de la moneda, la más risible por ridícula. Por ello, y pese al evidente interés de
la obra de Ellis hasta este momento, la mayor parte del libro se dedica a la atlantofilia científica, la realizada por arqueólogos e investigadores. Desde Carson que propuso que la Atlántida era un recuerdo distorsionado de las tierras inundadas por la subida del Atlántico al fin de la última glaciación, hasta Mavor y Galanopoulos que identificaron la Atlántida con la isla de Santorín-Tera, destruida en gran parte por una erupción volcánica, pero también Zangger (la Atlántida es la versión egipcia de la guerra de Troya) o Peter James (la Atlántida era la ciudad de Sípilo, en Anatolia). Sin embargo, la única teoría que hoy en día recibe una cierta credibilidad es la de Santorín-Tera. No obstante, para aceptarla hay que hacer tales cambios en cuanto a su ubicación, extensión y cronología que puede ser desechada. En palabras de Moses I. Finley, que cita Ellis, "Todo este juguetear con los datos no es nada en comparación con el juego de manos que se ejecuta para sacar la Atlántida del mito platónico e introducirla en la historia, para sacarla del océano Atlántico y llevarla a una pequeña isla del Egeo. La fecha de 1450 a. C. se anticipa a Solón en unos 900 y no 9.000 años. Muy fácil, dice Galanopoulos: al interpretar los guarismos jeroglíficos, Solón (o sus informadores egipcios) se equivocó en un múltiple de diez (y lo mismo ocurre en el caso de los otros números elevados del relato de Platón). Las Columnas de Heracles no son el Estrecho de Gibraltar, sino los dos promontorios situados en el extremo meridional de la península griega. No importa que para todos los griegos las columnas de Heracles significaran Gibraltar y nada más, ni que Galanopoulos no pueda aducir ni un solo texto a favor de su opción." (Pág. 127) Tampoco la sincronía entre la erupción en Tera y el declive de la civilización minoica es el que pretende Galanopoulos y parece más que probable que entre uno y otro hecho transcurrieran unos 150-200 años. Por otra parte, la ausencia de pruebas sobre los daños causados por los tsunamis que una explosión tan extraordinaria tuvo que ocasionar hace que se plantee, incluso, si la erupción fue tan catastrófica como afirma dicho autor. El desconocimiento del perfil de la isla de Tera antes de la explosión hace que no se pueda calcular la energía liberada por ésta. Así, la hipótesis egea se demuestra, pese a que sus defensores sí sean científicos, tan especulativa como las demás teorías al respecto.
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Después de repasar las distintas teorías al respecto, tanto serias como disparatadas, Ellis realiza una visita a la Atlántida en la ficción, tal como ha sido reflejada en la literatura y la cinematografía. Julio Verne y la Atlántida en Veinte mil leguas de viaje submarino situada en las cercanías de Madeira o Arthur Conan Doyle en The Maracot Deep que la sitúa al suroeste de las Canarias, son una buena muestra de la fascinación que siempre ha ejercido el mito platónico. La cinematografía la ha reflejado en películas como Siren of Atlantis o Viaje al centro de la Tierra, eso sin contar las adaptaciones de novelas en las que sí aparecía como La Atlántida, película francesa sobre la obra homónima de Pierre Benoît o la ya citada de Julio Verne. El serial cinematográfico (de serie B) Undersea Kingdom fue el precedente de obras televisivas como The man from Atlantis en la década de los setenta. También sigue vivo el mito en el ciberespacio, los tebeos... Para terminar la obra, nada mejor que la conclusión. Si bien puede que Platón incluyese en su obra elementos reales como la destrucción de la ciudad de Hélice o la descripción del templo de Artemisa en Éfeso, al final: "En la Atlántida, que nosotros sepamos, hay mitología, pero ni un ápice de historia a menos que pensemos que las experiencias y los recuerdos personales de Platón pueden considerarse `historia'. Es el relato de Platón, y sólo de Platón, y por más que se recurra al misticismo, la reinterpretación, el submarinismo o la arqueología, eso no cambiará nunca." (Pág. 327) En definitiva, una obra extraordinaria, amena y muy documentada que, pese a algunos errores como la excesiva brevedad del apartado dedicado a los autores clásicos o la poca atención prestada a algunas teorías como la tartésica, resulta el mejor texto que puede encontrarse hoy en día en nuestro idioma sobre la Atlántida, aunque, por desgracia, se centra en la atlantofilia anglosajona obviando, por ejemplo, a los autores hispanos y casi a los franceses. Además no se limita a la refutación de hipótesis, sino que también incluye capítulos interesantes sobre la civilización minoica en general, el yacimiento de Akrotiri en Tera y los terremotos, erupciones volcánicas y tsumanis que son ejemplos de buena divulgación. Por añadidura, el texto se ve complementado por unas breves fichas biográficas de los principales personajes de la atlantofilia y por un útil índice alfabético que facilita la búsqueda de datos concretos. Por desgracia la calidad de las reproducciones fotográficas deja mucho que desear, el único borrón en un libro que, además, está muy bien editado. é
José Luis Calvo
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