Hace unas semanas me invitaron a un debate en Onda Cero Euskadi. El tema era el de las superpulseras de teflón y polipropileno con un de holograma que si te las pones son capaces de hacer milagros como aumentar la resistencia y el equilibrio. En la mesa estaba el distribuidor para Euskadi de una de las marcas más famosas. Como os podéis imaginar mis preguntas fueron tan simples como «¿Qué es lo que las hace funcionar?». La respuesta, también os lo podéis imaginar, fue una amalgama de frases sin sentido en las que se hablaba de energías, equilibrios, hologramas que canalizaban ciertas frecuencias...
La ministra Leire Pajín luciendo la pulsera “del equilibrio” en un programa de televisión. (Imagen de CNN+)
En honor a la verdad la conversación transcurrió de un modo civilizado y el distribuidor fue muy educado y trató de responder a mis preguntas. Me pareció una bellísima persona. En un cierto momento le pregunté que si sabía lo que era un holograma y le expliqué que se trata simplemente de una película fotográfica y que no entendía cómo un trozó de cliché llevado en la muñeca puede alterar el equilibrio de nadie. Entonces él me preguntó que si no era cierto que el cuerpo humano desprendía «energías», mi respuesta fue que sí, que éramos un emisor de ondas electromagnéticas a las que llamamos calor, pero que me dijera qué tenía que ver eso con que un trozo de película sea capaz de aumentar la resistencia o la flexibilidad. La respuesta fue que él no era técnico, que él repetía lo que decían los folletos.
Me sorprende que alguien pique con una serie de anuncios en los que se emplean palabras aparentemente científicas pero que no tienen ningún sentido.
El otro contertulio era un habitual del programa –no recuerdo su nombre– y se puso de mi lado, dijo que las frases no tenían ningún sentido y que, además, él se la había comprado –y en ese momento nos la enseñó– y que no le había hecho nada, que no funcionaba y, adelantándose a mi pregunta, dijo que la llevaba porque era bonita y «total por 30 euros», es muy barata. No estoy de acuerdo con él en el que una pulserita de plástico de 30 euros sea barata, me parece astronómicamente cara, pero su argumento es impecable: me gusta, me parece bonita. La verdad es que pensé que tenía un mal gusto tremendo, pero que es la única razón sensata por la que llevar uno de esos trastos. Y mi gusto no tiene porque ser mejor que el suyo.
En un reciente artículo en El País, 21 de octubre de 2010, se decía que la nueva ministra de sanidad, Leire Pajín, «fue la orgullosa portadora de una pulsera Power Balance... contra la que advirtió un organismo dependiente del propio ministerio de sanidad». Que hagan ministra de Sanidad a una persona que es capaz de llevar «orgullosamente» una pseudomedicina me preocupa y mucho. Si fue capaz de dejarse convencer por una fraseología que rezumaba falsedad en cada una de sus palabras, ¿cómo no va a tragarse mentiras un poco más elaboradas como la de la homeopatía, la acupuntura o las flores de Bach? Y lo que es más grave, ¿qué garantías tenemos de que los antivacunas o los defensores de que el Sida no lo produce el virus HIV no la vayan a convencer? Si yo hubiera sido Zapatero el mero hecho de que una vez hubiera llevado una pulserita de esas la invalidaría como ministra de sanidad.
Claro que no es la única, también la llevan Francisco Camps, Patxi López, nuestro flamante Príncipe, la infanta Elena, Pablo Motos, Guti, Shakira o la... (no sé cómo definirla) Belén Esteban, la vieja gloria que fue Manolo Santana o Cristiano Ronaldo.
Que la lleven Belén Esteban, Pablo Motos, Manolo Santana, Guti, Shakira o Ronaldo me preocupa muy poco. Allá ellos con su decisión de tirar su dinero en lo que quieran. Tal vez me duela el caso de Manolo Santana pues más de una vez ayudó a mi bisabuelo y por ello le tenía en gran estima, pero ahí acaba todo. Pero que la lleve el Príncipe que se supone que nos representa, me duele y mucho, lo mismo que me dolió que cuando fue a estudiar a Canadá llevase en la mano, a la vista de todos los objetivos, un «Caballo de Troya» de J. J. Benítez; que lo lleve su hermana me duele por los mismos motivos, hasta cierto punto me representan. Lo mismo que me duele que la lleve el presidente de Comunidad Autónoma de Valencia o el de la Comunidad del País Vasco pues representan a todos los valencianos y a todos los vascos. Y sobre todo me resulta desgarrador que la haya llevado la persona que tiene que luchar contra las pseudomedicinas: la ministra de sanidad.
No soy creyente pero en vista de cómo está el patio en sanidad, la única frase que se me ocurre es: ¡Qué dios nos pille confesados!