Sólo para fans muy, muy crédulos de Iker Jiménez, que quieran poner a prueba su fe.
En cualquier gremio mucha gente llega a la cima a base de pegar codazos o de saltar por encima de otros que te tenían por amigo. El “periodismo del misterio” no es una excepción.
Tampoco es nada nuevo que al otro lado (del pensamiento racional), los cuchillos estén afilados y haya bandos enfrentados. Sólo hay que recordar el famoso libro de Antonio Ribera “El secreto de Urantia, ni caballos ni troyanos” en el que denunciaba las “fuentes” de Juan José Benítez para sus Best Sellers (por cierto que JJ, respaldado por la todopoderosa editorial Planeta, le puso una demanda, que ganó, y llevó a Ribera a la ruina).
En el caso que nos ocupa hoy, Antonio Luis Moyano, frecuente colaborador de revistas como Enigmas, Año Cero o
Más Allá, ajusta cuentas con Iker Jiménez. El problema es que el escritor en demasiadas ocasiones confunde la crítica objetiva, la exposición de hechos, con la descalificación personal y la inquina que se nota que le tiene, no sólo a Iker, sino principalmente a su esposa Carmen Porter (¿Qué aporta al texto el capitulo 0 que es un supuesto desayuno en casa de los Jiménez-Porter?).
Yendo al detalle, la primera parte (vida y milagros de san Iker) está redactada en forma de anécdotas inconexas que tienen como hilo conductor ¡¡estaciones del metro de Madrid!! Un poco de orden en la narración, o seguir una línea cronológica, hubiera facilitado la lectura.
Quizás lo más destacable sea el episodio que dedica a los orígenes de la relación con la Cadena Ser e Iker Jiménez. Según se cuenta todo empieza con una llamada telefónica a la redacción de la revista Enigmas preguntando por Julio Barroso para una colaboración en Ser Curiosos, pero que Iker Jiménez se encargó de anotar. A Julio Barroso nunca le llegó el recado y fue Iker quien empezó en la SER. Está anécdota se reitera en el epílogo, del propio Barroso, que también se atribuye la autoría del formato y la sintonía de Milenio 3, a semejanza del programa “La Luz del Misterio” que Barroso realizaba en Radio Extremadura y que propuso a la SER.
La segunda parte, dedicada a cuarto milenio, la dedica a presentar las meteduras de pata, archiconocidas y archidivulgadas en numerosos foros, como las fotos (falsas) de las niñas fantasmas, o tragarse con anzuelo, caña y pescador el montaje de Joan Fontcuberta (Ivan Stochnikov en ruso) sobre el astronauta fantasma.
Quizás lo que más me ha llamado la atención sea que el autor, que en la introducción declara que cree en el monstruo del Lago Ness, los ovnis y en “lo paranormal”, cita en numerosas ocasiones tanto la revista EL ESCÉPTICO y El Escéptico Digital, como el libro de Félix Ares en la colección “¡Vaya timo!”.
En ciencia la calidad de un artículo se mide por el número de citaciones que recibe, algo bien deberemos estar haciendo desde esta revista cuando nos citan, aunque sea desde el otro lado del pensamiento racional.