La navidad tiene orígenes religiosos, pero se ha convertido en una festividad con tonos seculares. Incluso los ateos, agnósticos, librepensadores, humanistas, escépticos, en fin, una amplia gama de movimientos intelectuales que se han alejado de la religión cristiana, terminan por reunirse con sus familias en la Nochebuena para comer pavo y beber vino.
Los escépticos conocen bien que muchos de los acontecimientos conmemorados en la Navidad no ocurrieron. Desde que David Hume en el siglo XVIII sentara las bases intelectuales para rechazar los testimonios sobre milagros, la comunidad escéptica es muy cuidadosa respecto a cuáles testimonios creer. Así, por ejemplo, los escépticos rechazan que una mujer virgen dio a luz o que una estrella milagrosamente apareció por encima de un pesebre para guiar a unos magos a la adoración de un niño, precisamente porque se trata de eventos sobrenaturales. Pero, más allá del ropaje mitológico de los eventos milagrosos, aparentemente no hay motivos para dudar de la historicidad de los acontecimientos narrados en torno al nacimiento de Jesús. En otras palabras, La Navidad L podríamos rechazar los elementos sobrenaturales de la historia de la natividad, pero aceptar los eventos que no desafían las leyes de la naturaleza.
Así, por ejemplo, podríamos concluir que un ángel no se apareció a María, ni tampoco ésta era virgen al momento del nacimiento de Jesús; pero, José y María no migraron de Nazaret a Belén. Dios no se apareció en sueños a José para advertirle sobre la matanza de los inocentes, pero quizás tal matanza sí ocurrió. Y, así sucesivamente.
Con todo, los escépticos tenemos buenas razones para rechazar, no sólo los eventos sobrenaturales, sino también los eventos que no desafían las leyes de la naturaleza en la historia sobre el nacimiento de Jesús. En otras palabras, la navidad celebra acontecimientos que nunca ocurrieron. José y María no migraron desde Nazaret, Jesús no nació en Belén, ni tampoco hubo la matanza de los inocentes. Veamos por qué.
"La matanza de los inocentes" de Nicolas Poussin.
Sólo dos de los evangelios canónicos tienen narrativas sobre el nacimiento de Jesús: Mateo y Lucas. En ambos evangelios, pero especialmente el de Mateo, se manifiesta una preocupación por hacer cumplir en Jesús las profecías que, según la interpretación de los autores de estos textos, anunciaban al Mesías.
"La adoración de los magos" de Durero.
Según la tradición judía, el Mesías debía proceder del pueblo de Belén, en la provincia de Judea, pues de ahí era originario el rey David, y según se estimaba, el Mesías sería descendiente de David. Ahora bien, a lo largo de los cuatro evangelios, se enuncia que Jesús procedía de Nazaret, en la provincia de Galilea. Presumiblemente, los primeros cristianos sentían vergüenza por el hecho de que su proclamado Mesías no procedía de Belén.
Frente a eso, resulta muy probable que los autores de Mateo y Lucas inventaran una historia para hacer a Jesús nacer en Belén, a fin de hacer cumplir las profecías mesiánicas. El autor de Mateo no es muy creativo: asume, desde un principio, que José y María eran originarios de Belén, y ahí nació Jesús, en concordancia con las profecías mesiánicas. Con la matanza de los inocentes, José y María emigraron con el niño a Egipto, y de regreso, se establecieron en Nazaret, por temor al sucesor de Herodes el Grande, Arquelao.
El autor de Lucas, por su parte, es mucho más creativo: en su versión de los hechos, José y María habrían sido originarios de Nazaret. Pero, el emperador César Augusto ordenó un censo en todo el Imperio Romano. Bajo las directrices de este censo, todos los súbditos tendrían que acudir a las localidades de sus ancestros para empadronarse. José, en tanto era descendiente de David, tuvo que viajar con su familia a Belén (la tierra de David) para empadronarse, y una vez en Belén, María dio a luz a Jesús. Así es cómo el autor de Lucas explica que, aun si Jesús era procedente de Nazaret, en realidad nació en Belén.
No obstante, semejante historia no pasa de ser un artificio literario con poquísima credibilidad histórica. Lucas narra que el censo fue ordenado cuando Cirino era gobernador de Siria. Podemos intentar corroborar ese dato con otras fuentes de la época. Sabemos por el historiador judío Flavio Josefo que ese Cirino, en efecto, ordenó un censo. Pero, según la noticia de Josefo, Cirino ordenó el censo el año 6 de nuestra era, después de que Arquelao (el sucesor de Herodes el Grande) había sido desterrado como gobernante. Pero, según la cronología, Herodes el Grande murió el año 4 antes de nuestra era. En otras palabras, según Josefo, el censo ocurrió ¡diez años después de la muerte de Herodes el Grande!, pero tanto Mateo como Lucas narran que Jesús nació bajo el mandato de ese rey.
Además, Josefo nos narra que el censo de Cirino sólo cubrió Siria y Judea, y no habría tenido ningún sentido ordenar a los súbditos a trasladarse a las aldeas originarias de sus ancestros; de hecho, habría sido una auténtica pesadilla burocrática. Todo parece indicar, más bien, que el autor de Lucas se valió de un dato histórico conocido, y lo acomodó como pretexto para narrar que Jesús nació en Belén. Lo más probable es que Jesús haya nacido en Nazaret. La travesía de José y María desde Nazaret a Belén es ficticia.
Asimismo, hay motivos para sospechar de la historicidad de la matanza de los inocentes. Mateo narra que los Reyes Magos fueron a adorar al niño Jesús, pero antes se detuvieron en Jerusalén y se entrevistaron con Herodes. Éste les solicitó que, después de adorar al niño, regresaran a contarle su ubicación exacta. Pero, en vez de eso, los Reyes Magos regresaron a su país de origen por otra ruta. Herodes se enteró de que fue burlado, y enfurecido, ordenó ejecutar a todos los niños de Belén, pues según consultó, el Mesías procedería de esa localidad.
No hay razón para creer que los Reyes Magos son personajes reales. El hecho de que procedan de Oriente parece ser más bien un artificio literario para expresar que la naciente religión cristiana trascendería las fronteras judías, y extendería su mensaje a los gentiles. Además, el simbolismo de los regalos ofrecidos por los Reyes Magos es altamente sospechoso: una vez más, el autor de Mateo buscó en las escrituras judías referencias a adoraciones a reyes (por ejemplo, Salmos 72: 10-11 e Isaías 60: 15), y extrapoló su simbolismo para, de nuevo, tratar de persuadir de que Jesús era el Mesías.
Si bien la historia sobre la matanza de los inocentes tiene un halo de credibilidad, resulta altamente sospechosa. Mateo enuncia explícitamente que la matanza ocurrió para que se cumpliera aquello que anunció el profeta Jeremías:
"un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen" (Mateo 2: 18).
No es necesario ser demasiado perspicaz para percatarse de que Mateo inventó esa historia (la cual, valga agregar, no aparece en los otros evangelios, ni es corroborada en otras fuentes históricas de la época) para, una vez más, argumentar literariamente que Jesús sí era el Mesías, pues en él se cumplían las profecías mesiánicas. Además, es posible que el autor de Mateo conociese la reputación sanguinaria de Herodes (quien mató a tres de sus hijos), y la aprovechara para hacer su historia más creíble. Incluso, la historia sobre la matanza de los inocentes tiene resonancia con la matanza de los niños narrada en el Éxodo, de la cual el niño Moisés logró salvarse. Es bastante obvio que el autor de Mateo quiere presentar a Jesús como el nuevo Moisés.
Más aún, la historia sobre la matanza de los inocentes sirve de plataforma para la historia consecuente según la cual José, María y el niño Jesús emigraron a Egipto. Pero, una vez más, esta historia es muy poco creíble. Pues, de nuevo, parece tratarse de un artificio literario en Mateo, para hacer cumplir en Jesús las profecías mesiánicas. Mateo narra explícitamente que la migración de Jesús a Egipto ocurrió para que se cumpliese un pasaje del libro de Oseas: "De Egipto llamé a mi hijo". De nuevo, el autor de Mateo inventa una historia para persuadir a sus lectores de que Jesús es el Mesías anunciado en las escrituras judías.
En estas navidades, compartid junto a vuestra familia, tratad de reconciliaros con vuestros enemigos, regalad juguetes a vuestros hijos, bebed vino y comed pavo. Si lo deseáis, decorad vuestras casas con adornos navideños. Pero, nunca abandonéis la suspicacia escéptica. Sabed que la navidad conmemora eventos que nunca ocurrieron.