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El fracaso de la `ciencia' de la ufología
Que los científicos no puedan explicar todos y cada uno de los avistamientos de ovnis, no significa que los ovnis existan realmente
JAMES E. OBERG
n los más de cincuenta años que han pasado desde que comenzó la actual fiebre de los platillos volantes, el fenómeno parece haber pasado de ser propiedad de unos locos y sus locos cacharros a ser objeto de verdadero estudio científico. El sensacionalista término platillo volante se ha convertido en el más semánticamente neutro objeto volante no identificado u ovni. Y al estudio de los informes los objetos mismos, no estando físicamente presentes, no pueden estudiarse se le ha llamado ufología. La palabra tiene toda la apariencia de referirse una ciencia verdadera, aunque todavía esta rama particular de estudio no ha sido aceptada como ciencia. ¿Puede la ufología considerarse realmente una ciencia auténtica o quizás una ciencia en ciernes posiblemente, una ciencia nonata, o es en cambio sólo un embarazo histérico? Después de todo el trabajo, ¿qué ha producido? La ufología ha sido evitada por la ciencia tradicional, un rechazo que muchos participantes en el movimiento ovni ven como una reacción refleja ante cualquier idea nueva y poco convencional. Los ufólogos se regalan a sí mismos con anécdotas sobre Galileo, Giordano Bruno, Louis Pasteur y Charles Darwin, y afirman a menudo que el rechazo contemporáneo de la ufología es prácticamente una canonización de su campo como ciencia futura. "¿Cuánto de la herejía de ayer es ciencia de hoy?", dicen astutamente. La respuesta, desafortunadamente, es que muy, muy poco. La mayor parte de las herejías científicas del pasado se quedaron en la cuneta, olvidadas en nuestros libros de historia y pasan inadvertidas para los modernos galileos. La ufología debería tener mejores credenciales que el simple rechazo de la ciencia contemporánea. Después de todo, en el medio siglo transcurrido desde que aparecieron los ovnis, la ciencia moderna ha experimentado varias generaciones de revoluciones radicales en su comprensión del universo, de las escalas cósmicas y macroscópicas a las microscópicas y subatómicas. La sospecha con que la moderna ciencia establecida mira al movimiento ovni tiene que ver con algunas perturbadoras características de la
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propia ufología. Aunque muchos sentimientos negativos hayan sido, sin duda, suscitados por la aureola de chifladura con la cual se ha asociado desde hace tiempo el movimiento de los platillos volantes a pesar de los denodados esfuerzos de algunos ufólogos serios, se han elevado otras críticas a los propios fundamentos filosóficos de la ufología. La incapacidad de los ufólogos teóricos para dar respuesta a esas objeciones es el principal obstáculo de cara a la aceptación de la ufología como una rama legítima de la ciencia moderna. Las críticas son esencialmente éstas: la ufología se niega a jugar según las reglas del pensamiento científico, exigiendo en su lugar exenciones especiales en lo que se refiere a procedimientos de verificación de datos, la demostración de teorías y el peso de la prueba. Los ufólogos defienden la existencia de cierto estímulo extraordinario detrás de una pequeña fracción de las decenas de miles de informes archivados. La piedra angular de la supuesta prueba es la observación indiscutible de que un pequeño residuo de tales avistamientos no puede explicarse actualmente como fenómenos vulgares, aunque raros. Sin embargo, esta pretensión no es válida: no es lógico basar una afirmación "los ovnis verdaderos existen" en una negación hipotética "no importa el esfuerzo que se haga, algunos informes de ovnis no pueden explicarse"-. RUMORES, MENTIRAS Y FRAUDE Esta última falacia se conoce como falacia del residuo, y ha sido descrita por los filósofos de la ciencia en numerosas ocasiones en el pasado, al parecer sin ningún efecto en los ufólogos. En un artículo publicado en la revista Science en 1969, Hudson Hoagland la explicaba del siguiente modo: "La dificultad básica inherente a cual20
quier investigación sobre fenómenos tales como... los ovnis es que es imposible para la ciencia probar una negación universal. Siempre habrá casos que permanecerán inexplicados por falta de datos, falta de repetibilidad, información falsa, ilusiones, observadores engañados, rumores, mentiras y fraude. Un residuo de casos inexplicados no es una justificación para continuar una investigación, después de que pruebas abrumadoras hayan definido como hipótesis de la supernormalidad, por ejemplo, seres del espacio exterior... Los casos inexplicados son simplemente inexplicados. No pueden constituir nunca prueba de ninguna hipótesis". No es preciso evocar testigos ciegos, bebidos o deshonestos para poner en duda los informes sobre ovnis. La gran mayoría de los testigos, al parecer, es gente honesta, sobria e inteligente enfrentada a una percepción extraordinaria. Sin embargo, hay, increíblemente, muchas maneras obvias y sutiles en que tales percepciones pueden ser comprensiblemente generadas. Y tiene forzosamente que quedar un residuo de casos inexplicados, un residuo inmaculadamente creado por coincidencias extrañas, por limitaciones en la percepción y en la memoria humanas, o por raros acontecimientos naturales sin documentar. Otras causas de avistamientos inexplicados podrían ser las actividades humanas que nunca se hacen públicas debido a la seguridad militar, a la ilegalidad de las mismas o a la simple ignorancia por parte de los agentes humanos que han realizado la actividad de que han causado tal conmoción. Ese residuo nunca se solucionará, y no se necesita recurrir a ningún estímulo extraordinario.
s La mayor parte de las herejías científicas del pasado se quedaron en la cuneta
De un modo similar, no puede recurrirse a la existencia de crímenes sin resolver, gente desaparecida, accidentes de avión o de automóvil inexplicados, y manifestaciones similares de las que tenemos un conocimiento menos-que-perfecto para probar la existencia de criminales extraordinarios, secuestradores extraordinarios o saboteadores de tráfico extraordinarios. Los casos inexplicados son simplemente inexplicados, repitiendo la perspicaz aseveración de Hoagland. "No pueden constituir nunca prueba de ninguna hipótesis". A los ufólogos profesionales se les recrimina que, siguiendo esa línea de razonamiento, confundan ovis (objetos volantes identificables) con
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verdaderos ovnis. Según el doctor Joseph Allen Hynek 1, cuyo Centro para el Estudio Ovni (CUFOS) de Evanston, Illinois, estableció que por lo menos el 95% de todos los avistamientos ovni que llegaban a su conocimiento eran de hecho ovis, "los investigadores experimentados reconocen rápidamente los ovis por lo que son... pero a veces es un trabajo duro desenmascarar al enmascarado". Escépticos como el periodista especializado en aeronáutica Philip J. Klass ponen en duda la confianza de Hynek y señalan que casos publicados por su propio centro, casos que se han solucionado únicamente por golpes de suerte inesperados por parte de los investigadores. Muy a menudo, indican los escépticos, el trabajo duro del que hablaba Hynek no existe y tampoco se tiene la suerte de desenmascarar ciertos ovis camuflados como ovnis. El resultado es que muchos si no, como los escépticos reivindican, todos los ovnis oficiales que figuran en la lista de casos sin resolver son ovis todavía camuflados. Una línea tan borrosa entre ovis que lo único que proporcionan son datos sobre las limitaciones de la fiabilidad del testimonio del observador y ovnis utilizados por los ufólogos para abrir una posible brecha en la ciencia humana es una base terriblemente débil para la fundación de la supuesta nueva ciencia de la ufología. Esa debilidad se acentúa por otra característica altamente sospechosa y no científica de la ufología: una actitud sumamente arrogante hacia la verificación de datos. TRUCOS PUBLICITARIOS La ufología aún está luchando por lograr la respetabilidad científica y popular. Por ello, es quizá comprensible que las declaraciones públicas de los ufólogos vayan encaminadas fundamentalmente hacia la vena persuasiva en vez de hacia la explicativa. Así se puede observar que siguen a rajatabla todos los trucos tradicionales de la publicidad comercial de la avenida Madison: apela1 Joseph Allen Hynek fue considerado hasta su muerte en 1986 el ideólogo de la autodenominada ufología científica. Astrónomo de profesión y asesor desde 1948 de las Fuerzas Aéreas de EE UU sobre el fenómeno ovni, a finales de los años 60 se convirtió a la ufología. Autor de la célebre clasificación de avistamientos que dio título a la película Encuentros en la tercera fase en la que aparece en la escena final del desembarco alienígena, Hynek distaba mucho de ser un escéptico, al igual que sus métodos de estudio de ser mínimamente científicos. A pesar de la aureola científicista de la que se rodeó, su opinión sobre el origen de los ovnis podría ser compartida por el sector más delirante del movimiento: creía que podían proceder de "algún tipo de realidad paralela" o estar "relacionados con ciertos fenómenos psíquicos", es decir, paranormales. (N. de la D.).
s La mayoría de lo que se publica habitualmente bajo la etiqueta de `ufología' es innegablemente absurdo
ciones a la autoridad "Jimmy Carter vio un ovni"; "¡Nuestros heroicos astronautas han visto ovnis!"; afirmaciones de consecuencia "¡El universo es tan grande que deben existir otras civilizaciones ahí fuera!"; interpelaciones a la mayoría "la mayor parte de los americanos cree en los ovnis"; invocaciones al secreto "El Gobierno lo sabe todo, pero está ocultando la verdad", y apelaciones a la salvación "La gente del espacio vendrá a salvarnos de nuestras propias miserías". No es, en principio, necesario examinar la validez real de estas declaraciones. Lo importante es reconocerlas como lo que son: tácticas de persuasión ilógica. Al mismo tiempo, la mayoría de lo que se publica habitualmente bajo la etiqueta de ufología es innegablemente absurdo. Autores como Hynek eran tan firmes en las críticas sobre la explotación de las historias ovni por parte de los medios como puede serlo cualquier escéptico. Para la industria editorial y los medios de comunicación, las historias de ovnis son un buen negocio: combinan el interés humano, el desahogo cómico, historias de miedo y un ataque a la tapadera del Gobierno y a los sabelotodo de los científicos. Todo esto se basa en tal cantidad de desinformación no en una ligera desinformación que la gran mayoría del público se ha formado su propia opinión sobre los ovnis. Decir que "la mayor parte de los americanos cree en los ovnis" es atestiguar no las credenciales científicas de la ufología, sino la eficacia de los creadores de mitos de los medios.
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Pocos eligen mirar detrás de los mitos. El socorrido ovni de Jimmy Carter, por ejemplo, nunca fue investigado por ningún ufólogo que alardeara de serlo o por cualquiera de los periodistas que lo sacaron a la luz: simplemente, lo publicaron como una buena historia, una anécdota útil. Sin embargo, cuando un escéptico investigador llamado Robert Sheaffer examinó el caso, descubrió enormes inexactitudes en las fechas y lugares mencionados por Carter cuatro años antes y dio, asimismo, con testimonios de otros testigos que ayudaron a dar con una solución prosaica del asunto. Aún así, los portavoces de la comunidad ufológica, quizá por la inconsciente ceguera de los medios hacia trabajos escépticos como el de Sheaffer, todavía hablan del ovni Jimmy Carter y probablemente ni siquiera saben, o no les importa, que se ha investigado y solucionado. Otro claro ejemplo de la indiferencia total de la mayor parte de los ufólogos a la hora de autentificar pruebas es la aseveración, muchas veces repetida, de que "los astronautas también los han visto". Se han recopilado docenas de relatos de astronautas que han visto y fotografiado ovnis; más de veinte de esas historias se ofrecen en The edge of reality, un libro de Hynek que se presentó como un informe de progreso sobre el estado de la ufología.
s Decir que "la mayor parte de los americanos cree en los ovnis" es atestiguar la eficacia de los creadores de mitos de los medios
Ninguno de esos casos tiene suficiente fundamento como ovni auténtico , pues son, en general, fraudes y engaños evocados por escritores sin escrúpulos y entusiastas de los ovnis se han identificado varias falsificaciones fotográficas evidentes en estas historias, o malentendidos de los ciudadanos acerca de la jerga espacial ordinaria, o, en algunos pocos casos, informes del paso de satélites que de ninguna manera parecen ser extraordinarios. Sin embargo, gracias a la omisión selectiva de datos, a la exageración, a la cita equivocada, o a incluso la fabricación de supuestas transcripciones de voz y las acusaciones de encubrimiento gubernamental , tales historias forman uno de los principales pilares de la creencia popular en los ovnis. Hynek visitó el centro espacial de la NASA de Houston en julio de 1976 y vio las películas y cintas originales implicadas en las historias espaciales más publicitadas por el movimiento ovni. Después, dijo a sus colegas que lamentaba profundamente la inclusión de casos ovni sin verificar en su libro, y que estaba convencido
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de que no había ningún ovni auténtico entre ellos. Haciendo referencia a las historias de astronautas y ovnis en una entrevista publicada en Playboy en enero de 1978, Hynek reconoce: "Fui a Houston y vi las fotografías, y debo confesar que no me impresionaron". El ovni de Carter y los de los astronautas subrayan un problema clave para la aceptación de la ufología como ciencia: los ufólogos, en general, no han estado tan dispuestos como Hynek a retractarse del respaldo dado a casos explicados y han preferido, en cambio, hacer circular y embellecer continuamente las mismas historias. La autenticidad de los informes ovni, según lo retratado en la prensa popular, sigue siendo altamente cuestionable. Tal problema con la refutación de las pruebas ovni apunta a otra debilidad importante de las bases filosóficas de la ufología. La carga de la prueba, que habitualmente recae en los demandantes de la supernormalidad o, en un proceso penal, en la culpabilidad del acusado, que es "inocente hasta que se demuestre que es culpable", se ha desplazado a los escépticos, a quienes se ha requerido que refuten las pruebas en los casos de ovnis. En los casos del ovni de Carter y de los de los astronautas , fueron los escépticos los que investigaron y solucionaron los sucesos, mientras que los ufólogos asumieronn que los avistamientos eran auténticos hasta que se probara lo contrario y la mayoría todavía lo sigue creyendo. Y, sin embargo, las normas de la ciencia son claras: las afirmaciones extraordinarias exigen pruebas extraordinarias. La tesis de la ufología es una acusación contra la capacidad de la ciencia contemporánea de explicar el universo y, como tal, el que la propone debe probarla: la necesidad de una modificación de nuestro modelo actual de la realidad debe establecerse más allá de la duda razonable. El fundamento mismo de la ufología es contrario a este procedimiento largamente probado. Para los ufólogos, la simple existencia de casos insolubles es, alegan, prueba de la necesidad de modificar la ciencia moderna. Para la ufología, se puede considerar que los informes extraordinarios son datos válidos hasta que sean refutados. Y, apartándose radicalmente de la metodología científica, los ufólogos rechazan el concepto de la falsabilidad de las teorías científicas. Ninguna teoría puede ser considerada como científica a menos que pueda formularse de tal forma que pueda ser refutada o falsada . Esto es, la teoría debe explicar una porción del universo de tal manera que las observaciones o experimentos refuten o se ajusten a sus predicciones, o pasen a formar parte de ella
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mientras que, preferiblemente, no se ajustarán a predicciones tradicionales. La predicción de Einstein sobre el doblamiento de la luz de una estrella observada cerca del Sol durante un eclipse total es un ejemplo famoso de tal proceder. Tras medio siglo de especulación desorientada, la ufología no ha producido ninguna teoría científica digna de ser considerada como tal. Por eso, es una ciencia estéril. A cada especulación salvaje, se le denomina nueva teoría , aunque ninguna haga predicciones que, por no cumplirse, puedan demostrar la falsedad de la teoría. De nuevo, los procesos de pensamiento que caracterizan a la ufología no pueden calificarse de científicos .
s Tras más de medio siglo, la ufología no ha producido ninguna teoría científica digna de ser considerada como tal. Por eso, es una `ciencia' estéril
El aspecto más deplorable de este estado anticientífico de la ufología actual es que no hay un juicio sobre la validez real de muchas de las especulaciones publicadas acerca de lo que pudiera haber detrás de avistamientos ovni auténticos si existe alguno. Una nave espacial extraterrestre bien pudiera visitar la tierra, y hay por lo menos una docena de razones válidas por las que podrían decidir sus ocupantes no hacer un contacto público, permitiendo que los terrícolas los vean momentáneamente. Los ovnis bien podrían representar otro fenómeno, como las proyecciones psíquicas , las máquinas del tiempo , una civilización terrestre oculta, otra forma de vida aún sin descubrir u otras muchas posibilidades igualmente extrañas. La única cosa que puede decirse es que ninguno de estos fenómenos ha sido siquiera propuesto científicamente, y mucho menos probado de manera rigurosa. La pena es que si alguno de tales hecho ocurriera y se comprobara que los ufólogos están en lo cierto , obstaculizarían, en vez de acelerar, la aceptación de el fenómeno por parte de la ciencia tradicional. Sucedería así porque las nuevas teorías, probablemente, serían abanderadas por los mismos ufólogos ya gravemente desacreditados por gritar demasiadas veces "¡que viene el lobo!", por respaldar lo que con el tiempo se han revelado como fraudes y por realizar numerosas afirmaciones y proclamas anticientíficas. Habrían acertado sólo por accidente, no por su propia valía.
¿Q UÉ ES LA UFOLOGÍA ? Si la ufología no es una ciencia, entonces ¿qué es? Podría considerarse como un movimiento de protesta contra la impersonalidad y especialización de la ciencia contemporánea, que ha eliminado totalmente el papel del ciudadano científico, el investigador aficionado que en el pasado contribuyó sustancialmente al desarrollo de la ciencia haciendo horas extras. La creencia en los ovnis es también un irrefutablemente atractivo ego-viaje, una actitud vinculada a la información interior y al saber secreto cuya posesión coloca a los iniciados aparte y por encima del resto de un mundo poco imaginativo. Tales especulaciones exigen más atención científica por parte de los sociólogos. No sería justo juzgar a la ufología por la calidad y cantidad de gente totalmente chiflada que atrae: otros campos, como la medicina, la religión, la educación y la economía han atraído igualmente a muchos chalados. Sin embargo, no puede dejarse de lado que la ufología parece haber atraído más que su parte proporcional de locos y que, a este respecto, ha fallado a la hora de mantener el orden en sus propias filas. ¿Dónde se supone que estará el movimiento de la ufología dentro de cincuenta años? Quizás aparezcan nuevas pruebas que finalmente se puedan someter al examen científico. Quizá los ufólogos establezcan normas verdaderamente científicas de análisis, acepten la carga de la prueba, produzcan teorías falsables e intenten formular su ciencia en positivo, en vez de usar la lógica negativa. Quizá salga algo significativo de esto después de todo. Muchos observadores escépticos se unen a los ufólogos en esperar algo así, porque, si alguna de las demandas de la ufología resultara ser real, se valoraría como un importante hito científico, quizás uno de los más importantes acontecimientos en la historia de la Humanidad si no ocurriera, el movimiento ovni sería simplemente la desilusión pública más grande del siglo XX, lo que sería en sí mismo digno del estudio sociológico y psicológico. Pero, en momentos más cínicos, los escépticos recurren a la famosa cita atribuida por Boswell a Samuel Johnson cuando se enteró de la noticia de la segunda boda de un amigo: "Ahh, el triunfo de la esperanza sobre la experiencia", se dice que sentenció Johnson.
JAMES E. OBERG es ingeniero espacial y ha trabajado durante veintidós años para la NASA en Houston. Autor de una decena de libros y centenares de artículos sobre astronáutica, exploración espacial y ufología, ganó con este ensayo en 1979 el premio New Scientist/CuttySark al mejor artículos sobre ovnis. Este texto se publicó originalmente en New Scientist y se reproduce con autorización expresa del autor.
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