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PRIMER CONTACTO
REAPARECE LA ISLA DE SAN BORONDÓN
Una de las características más sobresalientes del mundo magufo es su inagotable capacidad para sorprendernos, para indignarnos y también, no lo neguemos, para hacernos reír. Aquí tienen una prueba. La isla de San Borondón es una leyenda que tiene varios siglos de antigüedad y que se encuentra en las crónicas de antiguos navegantes y viajeros. Era una isla fantasma del archipiélago canario, ubicada al oeste de La Palma y de El Hierro, que algunas veces surgía de las aguas para desaparecer luego entre brumas y sin dejar rastro, precisamente cuando los navegantes intentaban acercarse a ella. Su nombre proviene de la isla-ballena en la que, según cuenta la leyenda, desembarcó Brendan, monje irlandés del 500 d.C., tras internarse en el Atlántico. Hoy en día, cuando se conoce perfectamente la geografía de Canarias y los vuelos y los viajes en barco entre islas son continuos, parece que esta isla ha dejado de aparecer. Al menos para algunos... En 1995, Manuel González Mauricio, en la actualidad director de equipamiento científico de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Laguna e integrante de la lista escéptica canaria, realizó una video-creación titulada San Borondón: la isla virtual. El documental era un viaje en 3D por la mítica isla, reconstruida en base a obras plásticas y escultóricas de artistas canarios como César Manrique, Oscar Domínguez, etc., y utilizaba el recurso al concepto de la isla de San Borondón como metáfora de la identidad canaria. Este vídeo participó en varios festivales y obtuvo algunos premios importantes. Pero tuvo una inesperada trascendencia en otros ámbitos. ¿Pueden imaginarse en cuáles? Para empezar, aparecieron artículos en revistas como Año Cero y comentarios en programas magufos a nivel nacional afirmando, poco menos, que la obra de Manuel González era la primera prueba en vídeo de la existencia de la mítica isla y él su descubridor. Recientemente, a finales de junio pasado, Javier Sierra (director de la revista "Más Allá", conocida por los escépticos como "Más pallá de la ciencia") lo volvió a mencionar en la radio. Pueden imaginar la indignación de Manuel González, escéptico de pro, ante tamaña manipulación de su querida obra. Pero la cosa no quedó ahí y lo gracioso viene ahora: en el mes de mayo pasado, la pesadilla volvió a resurgir. Un personaje conocido por todos, tanto en las islas como a nivel peninsular, protagonista frecuente de animadas discusiones con los escépticos canarios, le solicitó una copia del vídeo. ¡Nada más y nada menos que el mismísimo Paco Padrón, el abducido mayor del reino, le pedía el vídeo a un escéptico! Fue divertida la llamada de socorro de Manuel en la lista escéptica canaria pidiendo consejo sobre qué hacer, así como las respuestas jocosas de algunos miembros de la misma. Finalmente, le prestó la copia al señor Padrón, quien se encontraba impartiendo conferencias sobre el tema. La última noticia apareció en un periódico canario: Paco Padrón dio una charla en Las Palmas de Gran Canaria, concretamente en un salón de actos de la Caja de Ahorros, afirmando que, por supuesto, San Borondón existe... sólo que en otro plano vibracional. Al menos parece que no utilizó el vídeo como prueba de sus palabras... El propio Manuel González me ha contado una curiosa historia que, en relación con la mítica isla, resulta bastante esclarecedora. En el siglo XVIII, un barco llegó a puerto con sólo cinco miembros de una tripulación de doce. Contaron que una tormenta los había desviado del rumbo haciéndoles llegar hasta San Borondón. Los que faltaban de la tripulación habían decidido quedarse allí. Les creyeron. En opinión de Manuel González, lo más probable es que la historia realmente encubriera un motín a bordo y horribles crímenes para los que la única pena en aquellos tiempos era la muerte. (C.J.Á.G.)
CITA CON LA CIENCIA EN VALENCIA
Ya hay lugar, fecha y lema. El esperado II Congreso de Comunicación Social de la Ciencia se celebrará en Valencia, a finales de noviembre bajo el lema `La ciencia como cultura'. Una recomendación, sobre todo a quienes no asistieron a la primera edición de este encuentro hispanoamericano de divulgadores, científicos y pensadores: vayan haciendo un hueco en su agenda e intenten estar en la capital del Turia del 28 al 30 de noviembre. Únicamente con que se repita el éxito de las jornadas granadinas de marzo de 1999 algo más que posible merecerá la pena. Hace dos años, el palacio de congresos de Granada registró un lleno a reventar. Más de 550 personas de quince países abarrotaron el auditorio principal y otro centenar se quedó con las ganas de asistir a las jornadas: no pudo inscribirse porque el aforo del local no daba para más. El I Congreso de Comunicación Social de la Ciencia fue un éxito absoluto del que hay que `culpar' en gran medida a Ernesto Páramo, director del Parque de las Ciencias granadino, y a todo el personal de dicha institución. El intenso trabajo realizado a la sombra de la Alhambra se plasmó en conferencias, comunicaciones y mesas redondas, que han sido recogidas en dos gruesos volúmenes editados recientemente. El encuentro granadino reflejó la necesidad de impulsar la divulgación científica en nuestro país como vía para incrementar la participación social en el desarrollo de la
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ciencia. Pero, además, quedó clara la creciente preocupación de la comunidad científica por el avance de la superstición y la pseudociencia. Los miembros de ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico que participaron en las jornadas Félix Ares, Javier Armentia, David Galadí, Ramón Núñez, Fernando Savater, Manuel Toharia, Victoria Toro y el autor lo comprobaron desde la sesión inaugural hasta la lectura de las conclusiones, la denominada `Declaración de Granada', cuyo último párrafo dice: "Es urgente, pues, incrementar la cultura científica de la población. La información científica es una fecundísima semilla para el desarrollo social, económico y político de los pueblos. Como se ha repetido a lo largo del Congreso, el conocimiento debe ser considerado de enorme valor estratégico. La complicidad entre los científicos y el resto de los ciudadanos es una excepcional celebración de la democracia. Pero es que además esa nueva cultura contribuiría a frenar las supercherías disfrazadas de ciencia, aumentaría la capacidad crítica de los ciudadanos, derribaría miedos y supersticiones, haría a los seres humanos más libres y más audaces. Los enemigos a batir por la ciencia son los mismos que los de la filosofía, el arte o la literatura, esto es, la incultura, el oscurantismo, la barbarie, la miseria, la explotación humana". Ahora, dos años después, Manuel Toharia, director del Museo de las Ciencias Príncipe Felipe, ha cogido el testigo de Páramo, para organizar el II Congreso de Comunicación Social de la Ciencia (más información en http://www.cac.es/congresos). Una cita que no hay que perderse. (L.A.G.)
CAC
Ubicación en la Luna del cráter dedicado a Giordano Bruno
DESENMASCARADO UN FALSO TESTIGO
¿Observaron realmente los habitantes de Canterbury, Inglaterra, la creación de un cráter en la Luna durante el mes de junio del año 1178? El cráter Giordano Bruno era hasta la fecha sospechoso de ser el resultado del mencionado impacto. En cualquier caso, recientes estudios han puesto en tela de juicio dicha observación. Si un asteroide pequeño chocara contra la Luna, ¿seríamos capaces de ver el impacto a simple vista? En sus crónicas de la vida medieval, Gervasio de Canterbury describió un impactante acontecimiento presenciado en la tarde del 18 de junio del año 1178: "había casi una brillante Luna Nueva.... y el cuerno superior se partió repentinamente en dos. Del punto medio de esta división se
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JPL/NASA
originó una antorcha llameante, vomitando fuego, ardientes brasas y chispas. El cuerpo de la Luna que estaba debajo se contorsionó, palpitó como una serpiente herida. Después, retornó a su estado habitual. El fenómeno se repitió una docena de veces o más. [Finalmente] la Luna... a lo largo de toda su longitud adquirió un aspecto negruzco". En 1976 el geólogo Jack B. Hartung (Universidad de Nueva York, EEUU) propuso que este pasaje describía la creación de Giordano Bruno, un cráter relativamente joven de 22 km de diámetro y cercano al limbo nordeste de la Luna. Hartung razonó que visto desde la Tierra, este cráter aparece cerca del punto medio de un cuarto creciente reciente. Tras esta afirmación, los astrónomos argumentaron inmediatamente que en la fecha en cuestión la Luna estaba solamente 1,3 días tras la fase de Nueva y, por ello, demasiado próxima al Sol para ser fácilmente distinguible. Por otra parte, los testimonios de Gervasio indican que había visto la "antorcha llameante" muchas veces, lo que suena mucho más a las distorsiones atmosféricas ordinarias vistas a menudo cerca del horizonte. No obstante, la hipótesis de Hartung, debido a que era difícil de confirmar o refutar por ser limitados los datos sobre el Giordano Bruno y sus alrededores, había sido incluida en muchos libros y artículos de astronomía, como por ejemplo la misma serie y libro Cosmos, de Carl Sagan. Ahora, un nuevo análisis demuestra que un suceso tal que produjera un cráter semejante no habría podido suceder en 1178. Paul Withers (Universidad de Arizona, también en los EEUU) alega que un impacto lo bastante grande como para crear un cráter de 22 km habría hecho caer sobre la Tierra 10 millones de toneladas de los fragmentos expulsados quizás un billón de meteoritos en total durante los días que siguieron. Una lluvia de meteoritos tan impresionante como esta durante una semana habría sido considerada apocalíptica por todos los observadores medievales y, sin embargo, no aparece ninguna mención de la misma en las crónicas europeas, árabes o asiáticas de la época. Experimentos con láser durante los años setenta re-