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A VUELTAS
CÁMARAS Y HECHOS INSÓLITOS
El otro día, a media tarde, al poco de salir de la estación de tren situada en el Paseo de Gracia de Barcelona, me topé con un grupo de turistas japoneses que estaban admirando desde fuera la Casa Batlló, construida por Antoni Gaudí entre 1905 y 1907. La mayor parte de ellos llevaba una cámara. Los más, de vídeo; los menos, una de fotos digital. Mi cabeza empezó a dar vueltas y pensé no sé por qué en la posibilidad de un atentado contra dicha construcción modernista y como el mismo hubiera quedado inmortalizado en cientos de imágenes, casi desde todos los ángulos. Pensé después en el azar que unos meses antes le había pasado a aquel miembro del cuerpo de bomberos de Nueva York que estaba filmando un momento de su trabajo, poco antes de las 9 de la mañana (hora local) del pasado 11 de septiembre, cuando alguien le avisó que un avión volaba muy bajo por encima de sus cabezas. Fue en un abrir y cerrar de ojos. La cámara se levantó rápido y captó una imagen que ya es historia: la de un Boeing (creo) incrustándose por sorpresa contra uno de los edificios más altos del mundo. La verdad es que me sorprendió la primera vez que vi la imagen. Pensé en la causalidad que era que alguien tomara ese plano, de forma tan nítida. Luego, reflexionando algo más, pensé que quizás no era tanta suerte. Al fin y al cabo, no era tan sorprendente alguien tuviera en sus manos en esos momentos una cámara y estuviera enfocando las torres gemelas poco antes del impacto, dada la decena larga de millones de habitantes que tiene Nueva York y dados los quizás miles de turistas. Tal vez, lo raro es que no hayan salido más imágenes. Casi diría que éstas faltan... La cantidad de medios de captar imágenes que existen hoy en día hace que sea relativamente fácil el captar acontecimientos muy infrecuentes. Puedo recordar ahora el caso del camionero español que, en ruta por Francia, captó el accidente de un Concorde hace un par de años mientras probaba una cámara de vídeo. Lo raro, en realidad, es que no hubieran más imágenes del momento del accidente, dada la cantidad de cámaras que sin duda, había por la zona. Sin embargo, alguien sí la llevaba y pudo registrar el acontecimiento. Algo un tanto diferente pasó con otro avión que también se estrelló en Nueva York a finales del 2001. Si bien es cierto que nadie captó al avión antes de chocar, poco instantes después cientos de cámaras recogían el aspecto del lugar impactado.
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Hace poco, una cadena de televisión estadounidense retransmitía la reentrada de un cohete en la atmósfera, un hecho relativamente raro. La misma, por lo que yo pude ver, fue similar a la que el cohete chino Shenzou hizo en la atmósfera terrestre hace unos años, con una trayectoria que fue desde Andalucía al sur de Italia. Yo pude ver el acontecimiento en directo, dado que aquel día daba un curso de observación astronómica. Días después, un amigo, Josep Mª Trigo, me enviaba las imágenes en vídeo del acontecimiento captadas desde una embarcación. Ello no pasa siempre, eso es cierto, pero cualquier fenómeno especialmente si se da con alguna frecuencia, aunque sea limitada como pasa con las reentradas de cohetes parece condenado a ser captado de forma correcta en la actualidad, dada la gran cantidad de cámaras que hay. Sólo los acontecimientos muy improbables en condiciones muy aisladas parecen resistirse, aunque no siempre. Cada vez más aparece la imagen del turista que pasaba por allí. Pero hay excepciones. Hay algunos acontecimientos que parecen escaparse a ello de forma concienzuda, como es en el caso de los ovnis y de los fenómenos paranormales en general. Nunca una cámara recoge bien nada. Jamás hay japonés ni bombero que los pille de forma clara, pese a que algunos defiendan oleadas de ovnis en fechas concretas en lugares concretos donde concentren cientos de observadores. Tal vez sea mala suerte. Pudiera ser. Lo que no parece que sea, es que esas películas desaparezcan debido al secreto oficial. Al fin y al cabo, si todos sabemos a qué altura llevaba el pantalón el anterior presidente de los EEUU, en un momento dado, en el despacho oval (tal vez el lugar más controlado del mundo), resulta difícil creer que esa misma autoridad sea capaz de guardar otro tipo de secretos mucho tiempo. é
Alfonso López Borgoñoz
el escéptico
primavera- verano 2001