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CUADERNO DE BITACORA
DATOS Y PATRAÑAS
En la lista de correo electrónico que tiene ARP-SAPC para los socios, se venía discutiendo hace poco sobre el papel del escepticismo (de nuestro escepticismo al menos o, siendo más específico, de los escépticos que colaboran en diversos foros) aportando interesantes puntos de vista sobre la necesidad de aportar posturas constructivas, decían unos, de dar una imagen de seriedad o al menos de serenidad; otros abogaban por la defensa de un cierto y jocoso planteamiento crítico, llamando al pan, pan y al vino, vino, es decir, farsante al que mantiene imposturas, ignorante al que lo es, caradura al que se aprovecha y lucra con el tema. Marcos Pérez, que aparte de estar en nuestra agrupación hace una buenísima labor divulgadora en la Casa de las Ciencias de La Coruña, es el autor de la frase que he intertextualizado (como se dice ahora) para poner un título a este artículo. Refiriéndose a cómo contestar a esas afirmaciones desmelenadas que tan a menudo utiliza el mundo pro-paranormal, decía: "no creo que la respuesta adecuada sea un amable intercambio de datos por patrañas que pueden llegar a confundir todavía más al espectador". (¡Chapeau, Marcos!) porcentaje de los niños que están naciendo ahora tienen unos cuantos cromosomas extra, en los que nuevos "cordones" (sic) frasean genéticamente sorprendentes habilidades, entre ellas la de tener un aura color índigo y, con un tono levemente erudito pero accesible al pueblo llano, intenta desasnar buenamente al ignorante de codones, genes y cromosomas. Lo que sucede es que a veces quien está soltándonos las patrañas no lo hace de buena fe (entiéndase esta buena fe como el natural proceso de una discusión entre adultos responsables, en que cada uno aporta los datos y juicios que sustentan sus tesis, rebate con igualmente sólidos argumentos los del contrario, busca llegar a un consenso sobre lo que es o deja de ser... etcétera). A menudo sucede que quien tenemos enfrente ya está tan convencido de sí mismo que no le cabe nada más, y que realmente la única razón de que esté discutiendo con nosotros es que nosotros aparecimos por ahí. Este tipo de personas está más acostumbrado a hablar ex catedra, a utilizar el medio (las listas o foros de Internet, en la actualidad) para soltar sus sermones. Y de repente, se les pone delante un escéptico que les pone peros, que levanta la duda razonable o que directamente tira por los suelos el endeble andamiaje que se había presentado como teoría o hecho incontrovertible "No creo que la respuesta Invariablemente, entonces, se produce el adecuada sea un amable intercambio cambio de actitud, aparece el ataque ad homide datos por patrañas que pueden nem, la generalización descalificadora; de repente el caradura se convierte en un Galileo llegar a confundir todavía más acosado por la inquisición escéptica, y sus corial espectador". feos le halagan la conversión. Uno, entonces, se (¡Chapeau, Marcos!) sorprende porque creía que había aportado datos, hechos, realidades suficientes como para que cualquier parroquiano de ese foro pudiera Me explico: a menudo, como escépticos, nos vemos darse cuenta de en qué lado estaba lo razonable y lo en situaciones en las que nos sentimos obligados a razonado, y en cuál el sinsentido y la mala leche. Pues explicar las cosas o a proporcionar los datos correctos no, no es así, o al menos no lo parece. cuando nos asaltan con alguna memez de todo punto Por un lado, el mero hecho de levantar la crítica imposible. A uno le vienen con el cuento del agua está mal visto por muchos. Uno se convierte de repenhomeopática y se pone la bata de químico para expli- te en parte de una banda de impresentables, los escépcar pausadamente lo que es un mol, y aquello del ticos o negativistas de siempre. Como eres ya un hijonúmero de Avogadro. Le cuentan algo sobre que un puta esférico, digas lo que digas, ya se sabe... Ante esto
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el escéptico
poco podemos hacer: eso de ejercer un poco el pensamiento (y un poco más el pensamiento crítico) te mete en una guerra que desde hace unos años intentan convertir en cruzada los sectores de lo paranormal de este país. Esa panda de aprovechados bastante iletrados que escriben en las revistas de lo paranormal, que se presentan como investigadores o reporteros estrella o expertos en las más variadas cuestiones en los medios de comunicación decidieron hace un tiempo que el escepticismo les hacía mucho más daño que otra cosa. E intentaron, lo siguen haciendo desesperadamente, hacerse con el término "escéptico" para su uso exclusivo, largándonos a quienes poníamos objeciones a sus afirmaciones a un extremo vestido de cerrazón, dogma y mala leche. Por otro, en el fondo, al intentar discutir o aportar críticas, uno está tocando lo más íntimo de quienes tiene enfrente: su cuerpo de creencias (algunos se creen realmente cualquier tontería en cuanto suene a fenómeno anómalo). Así que, de repente, uno se ve
metido en una guerra que intentan hacer cruenta y como intenta dar en la línea de flotación del enemigo, se ve atacado con todas las armas (cierto es que las armas normalmente no son muy poderosas, su inconsistencia es tan patente como su incultura). Es en esos momentos en los que, como dice Marcos Pérez, no cabe el intercambio de datos por patrañas. Mejor dicho: uno ha de poner los datos, que dan la cobertura adecuada a una discusión que podría haber sido hasta interesante; y entonces esperar la andanada de necedades, insultos y descalificaciones. Y ante ellos no achantarse: no es devolver insulto por insulto, uno ha de ponerse firme y denunciar al memo, al jeta, al ladrón como lo que son. Y ello haciendo gala de ese sentido del humor que ha perdido quien está en una guerra a muerte. Recordemos, una vez más, aquello de cuánto más vale una carcajada que cientos de silogismos. é
Javier Armentia
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