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a cerrar un buen negocio porque, de acuerdo con su carta astral, no es aconsejable que en esos días realice una inversión o, por el contrario, puede acceder a una compra ruinosa basada en un horóscopo presuntamente favorable. Recientemente, pudimos cotejar los deplorables resultados obtenidos por un astrólogo dedicado al asesoramiento bursátil, que fue derrotado en esa actividad tanto por un analista profesional como por una niña. Y ojalá fuese ésa la peor pérdida que tuviera que afrontar el creyente. Lo triste es que a veces el resultado es incluso la muerte. Personas que fallecen en el curso de un exorcismo, individuos que se suicidan porque así lo dispuso el gurú de turno o que son asesinados por contradecir los dictados de la religión que profesa un fanático con acceso a armas o explosivos. Por desgracia, en ocasiones la realidad es aún más dura que nuestras palabras. Recientemente, los medios de comunicación de todo el mundo, se hicieron eco de la matanza que tuvo lugar en el Palacio Real de Katmandú, en Nepal, un país al que la mayoría de nosotros sólo relaciona con las expediciones alpinistas al Himalaya. La tragedia no estuvo motivada por un ataque de la guerrilla maoísta, ni por una sublevación popular ocasionada por la miseria en que está sumida dicha nación, ni siquiera como fruto de una intervención armada de alguno de los países que pretende la hegemonía de una zona históricamente conflictiva. Con la mayor de las sorpresas nos enteramos de que la masacre de la familia real nepalí estuvo causada por el príncipe heredero Dipendra quien, antes de suicidarse, asesinó a sus padres, el rey Birendra y la reina Aishwarya, así como a sus hermanos. La causa que condujo al luctuoso desenlace no pudo ser más shakespeariana: el amor. La reina se oponía al enlace de su hijo con la mujer a la que éste quería, pero antes de darle el título de Romeo en versión nepalí hay un hecho que ha pasado casi inadvertido en esta historia y que le confiere un tono de tragedia griega. La razón
para la negativa al matrimonio fue el augurio realizado por varios astrólogos del país de que la vida del príncipe estaría en grave peligro si se casaba antes de cumplir los 35 años. Aishwarya se lo tomó en serio y con su intervención terminó provocando el drama que pretendía evitar. Más que de Montescos y de Capulettos, deberíamos hablar del mito de Edipo y Yocasta, aunque sin incesto de por medio. No sabemos si la tragedia podría haberse evitado de haber sido los implicados un poco más escépticos; pero el hecho es que un país, que ya tenía graves problemas, se encuentra completamente desestabilizado por la muerte del rey que lo encaminó hacia una cierta apertura democrática. La sospecha de que la primera versión del suceso ocultaba, en realidad, un asesinato, cometido por instigación del hermano del rey, el príncipe hoy ya soberano Gyanendra, para hacerse con el trono, comenzó a circular provocando los primeros disturbios en Katmandú. En honor a la verdad, las primeras declaraciones del rey Gyanendra no contribuyeron a aumentar su credibilidad. La explicación oficial del incidente que dejó un saldo de trece muertos es que se trató de un accidente con un fusil automático algo que se asemeja más a un "cuento chino" que a una justificación aceptable. Desgraciadamente esta vez el drama ha sucedido pero otras muchas veces ha estado cerca. Pensemos en las primeras damas americanas o en los presidentes de diversas naciones que actuaban influenciados por los consejos no de sus asesores sino de sus astrólogos. Afortunadamente para todos, sus augurios fueron si no más acertados sí más prudentes. (J.L.C.B.)
Sección coordinada por Pedro Luis Gómez Barrondo, con la colaboración de Félix Ares de Blas, Julio Arrieta, José Luis Calvo Buey, Jorge Javier Frías Perles y Luis Alfonso Gámez.
primavera- verano 2001
el escéptico
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